Entrevista con Phoebe Gloeckner

Una nueva entrevista realizada por Rebecca Bengal para ilustrar el proyecto en forma de documental Tintin and I. En esta ocasión traducimos la entrevista realizada a Phoebe Gloeckner, autora que recientemente debutó en nuestro país con Vida de una niña (La Cúpula, 2006), álbum autobiográfico de historias cortas enclavado en el género underground y avalado por el mismísimo Robret Crumb. Podéis leer algunas reseñas del mismo aquí, aquí y aquí. Phoebe Gloeckner tiene su propia página web, que podési consultar pulsando el enlace en la barra lateral derecha llamado «Nuestra musa».
Otras entrevistas traducidas de la serie Tintin and I:
Jessica Abel
Daniel Clowes
Jason Lutes

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Autorretrato de Phoebe Gloeckner


Hergé es famoso por el estilo de línea clara que empleaba al dibujar los personajes icónicos de Tintín contrasta con los paisajes y fondos inusualmente realistas de los mundos que Tintin visita y habita. Como señaló Scott McCloud en su libro Entender el cómic, este contraste confiere el efecto de permitir al lector del cómic “identificarse con un personaje y entrar con seguridad en un mundo estimulante”. “Un tipo de línea” escribe “permite al lector ver; el otro, ser”. Describe tu propia estrategia ilustrativa o estilo. ¿Cómo llegaste a él? ¿Cómo te parece que ha resultado más efectivo? ¿Te costó encontrarlo? ¿Cuándo no funciona?

En Diary of a Teenage Girl, cuando Minnie visita a un editor de cómics en San Francisco, el editor le dice que si quiere dibujar cómics, tiene que aprenndera a dibujar bocas de incendio, coches, animales, todo. Tu estilo ha evolucionado a lo largo de los años: puedes ver esa transformación en Vida de una niña, que recopila cómics tuyos publicados en sitios como Weirdo, Twisted Sisters, Wimmin’s Comix. Describe tu estrategia de ilustración o estilo como tú lo ves. ¿Cómo llegaste a él –te costó encontrarlo? ¿Cómo le ha influido tu estudio y tu trabajo en la ilustración médica?

Veo el trabajo de Hergé de forma un poco diferente. No percibo una diferencia significativa en la calidad de la línea entre la figura y el fondo –los personajes de Hergé están dibujados con proporciones y forma realista, y hacen referencia a su contrapartida en la naturaleza con tanta fidelidad como sus paisajes. Su línea es una línea clara, y a medida que se extiende a través de cada viñeta, es prácticamente invariable, siempre con un peso similar y definiendo los objetos que describe con el mismo nivel de detalle.

La propia consistencia de su dibujo, y la habilidad con la que Hergé simplifica una escena sin que nos sintamos engañados por la falta de detalle son los sellos de su genialidad, y cuando se combinan con su brillante narrativa y su sentido del ritmo –de imagen a imagen y a lo largo de todo el arco narrativo- Hergé seduce a lector tras lector a entrar felizmente en el mundo de Tintin.

Sus argumentos de 72 páginas siguen de alguna manera una fórmula, sus personajes son predecibles y cambian poco con el tiempo. Pero no nos aburrimos de Tintin o Milou o el Capitán Haddock. Su cosistencia es tan reconfortante como la de muchos personajes televisivos –como Fred Sanford, Gregory House, o The Three Stooges [Los Tres Chiflados].

Aunque parezca mentira, supongo, yo no pienso mucho en mi estilo, y no trato de ser consistente –excepto dentro de una historia. Preguntas si me ha costado encontrar mi estilo. A mí me parece que el estilo (en otras palabras, una forma de pensar y de hacer las cosas) es innato. Puedes intentar esforzarte para que sea diferente, pero es como una firma –no puedes cambiar su naturaleza fundamental.

Así que la respuesta es no. No me costó encontrar mi estilo (prefiero llamarlo “voz”, porque creo que la palabra sugiere más complejidad, implicando la cualidad de la forma y el contenido). Sin embargo, me cuesta hacer mi trabajo “trabajo”, y no puedo predecir si lo voy a conseguir con calma o con una feroz evisceración de la psique.

Mi interés en la medicina, la biología y otros aspectos de la ciencia me llevaron a centrarme en la ilustración médica en la universidad. Estaba bastante segura de que no quería se científica o médico, pero quería cultivar mi comprensión de lo que es el ser humano, corpóreo, de una forma que fuera natural para mí –mediante la observación. También había admirado siempre el dibujo médico antiguo, habiendo estado en contacto con él a través de mi abuelo, un chatarrero que amaba los libros y relojes antiguos, y por otra parte mi abuela, que era médico.

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Ilustración médica de Phoebe Gloeckner


¿Qué tal si pasamos a libros como Diary of a Teenage Girl —tu novela escrita en forma de diario, profusamente ilustrada con exquisitos, intrincados dibujos, y cómics? Los cómics son como interludios cinematográficos de la narrativa interna; también se usan para contar las partes más dramáticas de la historia —cuando la madre de Minnie descubre su diario, por ejemplo. ¿Cómo encontraste esa forma para el libro?

Ese libro es un buen ejemplo de proyecto sobre lo que he referido antes como “feroz evisceración de la psique”. Comencé con la materia prima —El diario que guardaba de cuando era adolescente, viejas fotos y libros. Para cuando empecé el libro, casi habían pasado 25 años desde el momento de mi vida sobre el que quería escribir. El diario físico era como un artefacto de otro plano de la existencia. Mientras tanto, de alguna manera me había vuelto adulta, y me encontré a mí misma mirando a la autora del diario como todas y cada una de las chicas de 15 años —y esa chica estaba en un estado de transformación emocional. Me preocupé por ella, en cierto modo como una madre, y quise verla prevalecer sobre sus problemas.

Al principio los diarios parecían preciosos: no me atrevía a cambiarlos de ningún modo. Pero quería escribir una novela, no compilar una colección de mi juventud. Sabía que mi reto sería preservar la inocencia de la adolescencia, tanto si usaba sus auténticas palabras como si no, y tanto si ella estaba satisfaciendo un comportamiento precoz como regresivo.

Inicialmente dibujaba imágenes aisladas para ilustrar el libro, como en una novela victoriana ilustrada. Esto se volvió frustrante, dado que los dibujos no estaban sirviendo para impulsar la narrativa –eran interpretaciones redundantes de la misma. No ofrecían un auténtico alivio de la voz egocéntrica de la persona adolescente que escribe para nadie más que para ella. Comencé a realizar algunas escenas como cómics porque de esa manera tenía la oportunidad de ofrecer una ventana abierta a la vida de Minnie desde una perspectiva que no era la suya propia.

No se me ocurre un precedente de lo que yo esperaba conseguir, lo que lo hizo más difícil de visualizar para mí. Tampoco se lo podía describir a otras personas. Generalmente es así como trabajo –no soy para nada una pensadora lineal. Sé que sentimiento quiero transmitir, pero lucho para encontrar la forma. Estoy segura de que habría fracasado si hubiera intentado escribir un proyecto para el libro.

Le dijiste a Gary Groth en una entrevista en The Comics Journal, «Creo que mi último libro [Diary of a Teenage Girl] es probablemente más de lo que me proponía. Y ahora creo que estoy dispuesta para algo más” ¿Qué es ese algo más?

Quería decir que no me gusta estar limitada dentro de ningún medio. Me gusta sorprenderme y entretenerme (y sobre todo, torturarme) a mí misma zigzagueando delante y atrás entre las imágenes y las palabras de todo tipo, y tratando de crear un trabajo que al final parezca «de una pieza». Por eso me resisto a llamarme a mí misma «autora de cómics» [«cartoonist»]. No parece que describa lo que yo hago. Hablé con Gary después de terminar The Diary of a Teenage Girl, y en ese momento, sentía que había tenido éxito dando lo mejor de mí para crear un libro que era un híbrido de distintas formas [artísticas]. Y, al límite de mi habilidad, había logrado hacerlo de una forma que no parecía un batiburrillo de cosas. Al menos, eso es lo que esperaba.

Cuando dije que sentía que estaba dispuesta para algo más, supongo que quería decir que no pretendía continuar ese libro con otro con la misma forma. Quería trabajar con medios más plásticos que la tinta y el papel.

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Ilustración de Phoebe Gloeckner para Diary of a Teenage Girl


Dijiste a Nerve.com en una entrevista: «A la gente siempre le parece que evito decir: ‘es autobiográfico’, pero realmente creo que los seres humanos hacen historias y se hacen a sí mismos. Si te hubiese contado la misma historia hace 12 años, podría haber enfatizado algo distinto. La importancia cambia, el significado de las cosas se transforma con el tiempo. Además, creo que todo el arte es autobiográfico. Cada creación está llena de impresiones de nosotros mismos».

¿Qué sentimientos tienes hacia tus personajes recurrentes? ¿Cómo de reales se vuelven para ti a medida que trabajas y vives con ellos a lo largo de los años? ¿Los imaginas teniendo una vida independiente de los cómics?

Los personajes que han reaparecido en mi trabajo, han cambiado de una aparición a la siguiente. Un personaje parece tener vida propia, pero yo tengo lo que he descrito como una relación muy fluida con ellos –mientras estoy pensando cómo serán, cambian dentro y fuera del enfoque –son una proyección de alguna idea dentro de mí, incluso si un personaje está inspirado en una persona real, soy muy consciente de que no es esa persona. Mi trabajo es identificar la esencia del personaje, y darles vida lo suficiente como para que perpetren sus acciones, digan las palabras o simplemente “estén” de forma que les permita afectar y ser afectados por otros elementos y eventos en el mundo imaginario de una historia.

Y no confundo a mi personaje, Minnie, conmigo. Ella es, espero, como Tintin, no real, pero creíble.

Empezaste a leer y dibujar cómics en los ‘70 en San Francisco, y estaban especialmente influidos por el primer Twisted Sisters de Aline Kominsky y Diane Noomin. ¿Cuáles fueron algunos de los otros primeros cómics que leíste? ¿Cómo crees que influyeron en tu trabajo, conscientemente o tal vez inintencionadamente?

Aline Kominsky y Diane Noomin están obsesionadas con el detalle visual — diseños minuciosos, hebras de cabello. Cada una de estas artistas tiene un oido agudo para las idiosincrasias del diálogo y los gestos, aunque su trabajo es bastante diferente. Los personajes de Aline son física y psicológicamente desgarbados, enfrascados en un incesante diálogo interior. El personaje temperamentalmente nervioso de Diane, Didi Glitz, está camuflado en el gráficamente efervescente ambiente que [Diane] redecora constantemente. Su libro [de Aline y Diane], Twisted Sisters, que leía mediados de los ’70, con 14 años, me llevó a considerar intentar hacer cómics yo misma.

Este tipo de libro ya me era familiar –había estado leyendo en secreto las copias de mis padres de Zap Comix desde los 10 años. Los cómics underground eran producidos por individuos –eran de la variedad “de autor”, más que el tipo de cómic producido en serie enfocado a agradar a una gran audiencia en general. Los cómics mainstream nunca me gustaron: me parecían estériles en su consistencia estilística, y eran consumidos rápidamente, las historias tenían interés sólo durante el tiempo que estabas leyéndolas.

Los cómics underground eran llamativos porque parecía que nunca antes se habían editado –en un libro típico, con historias de cinco a diez autores, algunas historias podían ser sorprendentemente malas, y otras asombrosamente brillantes. Era una combinación animada y excitante. El dibujo y las historias, buenas y malas, eran todas muy diferentes –me quedaba contemplando las páginas y perdía la noción del tiempo. Me encantaban The Checkered Demon y Star-Eyed Stella (S. Clay Wilson), Big Bitch (Spain Rodriguez), y todas las historias de Robert Crumb, especialmente Pete the Plumber y The Adventures of Whiteman. Era un mundo donde todo podía pasar, y yo quería ir allí.

No leí Tintin hasta el final de mi adolescencia –lo leía en francés porque pensaba que sería una buena forma de aprender el idioma. Dado que tenía otro objetivo más allá del mero entretenimiento, pasé mucho más tiempo con esos libros del que habría pasado de otra manera, y pude reconocer la belleza de su aparente simplicidad, dándome cuenta de que esa sencilla perfección era el logro de un genio.

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Portada de Robert Crumb para Zap Comix #8


¿Cuáles son tus otras influencias, dentro del cómic y en otras formas como el arte, la literatura, y la cultura popular?

Todo tipo de cosas pueden influir en tu trabajo inconscientemente. Supongo que con “influencias” te refieres a esos creadores que he admirado y cuyo trabajo me ha gustado, tanto si su influencia es claramente evidente en mi trabajo como si no.

Jiri Trnka: sus primeros trabajos, particularmente las películas de encargo sobre servicio público.

Ray Harryhausen: también sus primeros trabajos: Little Red Riding Hood destaca.

Janis Joplin: ver metraje de sus actuaciones parece ecualizar la amplitud de mis ondas cerebrales, su música me hace sentir amada y comprendida. Como si hubiera muerto por mí. Ella es mi Jesús.

Ilona Staller (La Cicciolina): Estoy fascinada por los creadores que se usan a sí mismos como materia prima para su trabajo. Una vez me la encontré en la inauguración de una exposición del trabajo de Jeff Koons — era pequeña, y su mano era suave y seca. Tenía una sonrisa auténtica. Las manos de Jeff Koons también eran suaves, pero húmedas y amistosas.

Kurt Schwitters interpretando su «opera,» el “Ursonate”.

Pero en realidad, el trabajo de un artista es una síntesis de mucho más que el trabajo de otros creadores. Supongo que tu pregunta podría preguntarse para intentar establecer el linaje creativo de un artista. Es divertido pensar en mí misma de esa manera. Como alguien que hace cosas, aquellos que contribuyeron más directamente el artista del tipo que yo soy, fueron mi padre (un artista), mi abuela (una médico) y mi abuelo (un chatarrero), todos ellos de Philadelphia. Soy Phoebe, hija de David, nieta de Louise y Ed.

¿Puedes hablar un pooco acerca de uno de tus escritores favoritos, el Dr. Ira Lunan Ferguson?

Era un escritor autopublicado extremadamente prolífico, un psicólogo negro que tenía una espinita clavada tras no ser admitido en el Colegio de Medicina de la Universidad de Howard. Lo compensó sacándose varios masters y siendo miembro activo en incontables organizaciones profesionales. Escribió cerca de 30 libros, todos ello, menos uno o dos publicados bajo su propio sello, The Lunan Ferguson Library.

La mayoría de sus libros eran crónicas farragosas de su propia historia y logros. Su prosa es repetitiva y sus anécdotas se cuentan con poca auto-reflexión. Él era, me parece, una persona moralizante y propensa a juzgar, narcisista y enaltecedora de sí misma. A menudo me he preguntado como podría haber sido ser su paciente.

Su persistencia es lo que me fascina. Murió hace 10 o 15 años, casi con 90 años. Estuvo dictando manuscritos para libros nuevos hasta su muerte. La obra que dejó tras de sí, es la voz del espíritu humano en un mareado reconocimiento de que tenía vida. Es el conmovedor lamento de un alma anhelando ser escuchada en su desesperado intento para escapar de lo etéreo y encontrar la inmortalidad en la sustancia. Y para todas sus luchas encontró pocos elogios o reconocimientos más allá de su propio círculo de amigos y conocidos. Afortunadamente para él, permaneció impertérrito. Creo que estaba convencido de su propia superioridad y consideraba a aquellos incapaces de apreciar su brillantez con compasión indulgente.

Algunos de sus títulos:
83 Practical Observations by an Octogenarian Psychologist
Fantastic Experiences of a Half-Blind, and His Interracial Marriage
I Dug Graves at Night, to Attend College by Day
(3 volúmenes)

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Retrato del Dr. Ira Lunan Ferguson, por Phoebe Gloeckner


Art Spiegelman logró impactar a una audiencia literaria y mainstream con Maus. El los últimos años, gran cantidad de revistas literarias han dedicado un espacio a los cómics; el suplemento de The New York Times comenzó a serializar cómics en 2005, empezando con los de Chris Ware. Aunque durante años los cómics han sido denigrados a la categoría de “arte menor” — en Diary, Monroe scoffs at them and says «head comics» are something he read in college, wonders if «Art Crumb» is even still alive —parece que se están volviendo más ampliamente aceptados y quizás incluso validados como forma artística y de narrativa literaria. ¿Estás de acuerdo con esto?

Sí. Estoy de acuerdo en que se están volviendo más aceptados como forma artística, pero a la vez, los cómics son una forma artística “joven”, y hay mucha confusión respecto a cómo tratarlos. Las imágenes tienen más impacto inmediato que las palabras, y no todos los lectores pueden ser convencidos de relajarse para experimentar el trabajo como lo que es –ni palabras ni dibujos, sino una forma diferente, donde la narrativa es impulsada por la combinación de imagen, palabra y secuencia, y donde ningún elemento puede ser extraído y tener el mismo significado por sí mismo. Cuando este arte se muestra en una galería, se llama la atención sobre “la cosa”, ya no se experimenta como “historia”, sino como un artefacto del proceso del artista.

Sean lo que sean, ¿pueden los cómics ser “Arte”? Por supuesto que pueden. El “Arte en una obra es algo independiente del género, forma o material. Para mí, la mayoría de las pinturas, películas, música, literatura y la mayoría de los cómics, no logran ser “Arte”. Una obra maestra de cualquier género, forma o material, es igualmente “buena”. Es ridículo imponer una jerarquía de valor sobre el arte. La división entre arte mayor y menor es indefendible porque no tiene correlación con la respuesta estética.
Creo que los cómics están siendo más ampliamente aceptados, e incluso validados como forma artística, y como literatura narrativa larga.

¿Crees que este tipo de validación es inhibitoria de alguna forma, que los cómics están en peligro de volverse menos rebeldes o creativamente libres porque son más aceptados y siendo publicados en el mainstream?

La mayoría de los cómics NO son realmente rebeldes o libres creativamente. La mayoría de los cómics, pinturas, música, etc., son derivados de otros trabajos con más éxito. Y muy a menudo aquellos que no tienen un espíritu rebelde son los que lo imitan. La expresión radical genuína es difícil de lograr, pero generalmente se consigue cuando el dinero no es un factor de motivación. Te puedes tomar todas las libertades que quieres cuando el dinero no está en juego. La “validación” que describes no es una amenaza para los cómics. Una amenaza mucho mayor para la libertad creativa de los artistas que trabajan en cualquier medio es la y la propia conciencia y la autocensura.

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Página de A shoulder to cry on, incluido en Vida de una niña, de Phoebe Cloeckner


Enseñas arte en la Universidad de Michigan: ¿Qué enseñas? ¿Qué le cuentas a tus alumnos? ¿Te gusta?
Sí, enseño en la Escuela de Arte y Diseño de la Universidad de Michigan. He terminado mi segundo año de enseñanza en mayo, y ha sido, bien –mi mente tartamudea mientras trato de encontrar un adjetivo para describir la experiencia. Yo-yo-yo-yo-yo no puedo pensar en uno.

Un poco de historia te puede ayudar a entenderlo.

Fui expulsada de tres universidades, e “invitada a no volver” durante un año en el instituto. No me detendré a explicar por qué, y realmente no importa. Lo que quiero que sepas es que uno de los objetivos de las recientes reuniones en la Universidad de Michigan era definir el tipo de estudiante que queríamos atraer. El consenso identificó a esta persona como “capaz de grandes logros, involucrado en actividades extra-curriculares no limitadas al deporte, sino que incluyan servicios comunitarios, situado académicamente en el 5º percentil superior de seniors graduados”.

¿Cómo me hace sentir eso? Me siento en esas reuniones con lágrimas en el corazón, sabiendo muy bien que yo nunca habría sido aceptada en la Universidad de Michigan.

Pero aquí estoy ahora. Paso mucho tiempo pensando en mis estudiantes. Los miro a ellos, a su trabajao, escucho lo que me dicen, y trato de imaginar en qué se pueden convertir en el mejor de los mundos posibles. No es fácil. Los estudiantes tratan de darte pistas; a veces te miran como implorándote que entiendas algo sobre ellos que todavía no tienen manera de articular ellos mismos. ¿Cómo puede una lograr esto? ¿Y cómo puede una hacerlo 20 veces por todos los estudiantes de la clase? Es imposible, por supuesto. Lo sé, pero de todas formas lo intento. Se sabe que me echo siestas en el suelo de mi oficina cuando tengo un descanso.

Otro pequeño problema que tengo es que no creo que sea posible enseñar a una persona a ser artista. Pero aún así, aquí estoy, y supongo que eso es lo que se espera que haga. Imparto un cursollamado narrativa gráfica y uno llamado estudios digitales –las clases cambian de semestre en semestre, pero independientemente del tema, el principio básico que subyace en mi “método” de enseñanza (desarrollado en tan sólo dos años) es que un artista/creados bien preparado simplemente debe saberlo todo. No sólo dibujar, sino cómo mirar. No sólo cómo usar un programa de ordenador, sino saber lo que significa la palabra “penúltimo”. Y la forma y la orientación de la pupila de una cabra. Y dónde están Kentucky y Chile, al menos aproximadamente. Lo única manera de saberlo todo es aprender a pensar, cómo hacer las preguntas, como navegar por el mundo. Los estudiantes deben aprender cómo enseñarse a sí mismos a usar nuevas herramientas, como hablar a gente desconocida, y básicamente cómo ser valientes.

Es mucho mejor para un artista saberlo todo que estar limitado por la ignorancia, ¿no crees?

Hergé pasó por un período de desesperación y ansiedad durante el cual sufrió pesadillas recurrentes con espacios en blanco -¡sueños ciertamente irónicos para un autor de cómics! Finalmente, tras psicoanalizarse, resurgió con una nueva orientación: Tintin en el Tibet, con sus austeros paisajes montañosos y reparto e historia minimalistas, fue una gran novedad para Hergé. ¿Tienes períodos donde pierdes la fe en tu trabajo? ¿Cómo los has afrontado? ¿Cuál crees que es tu mayor logro artístico?

No sabía eso acerca de Hergé. Recuerdo estar en Angoulême, Francia, el año pasado en el Festival Internacional de Cómics –había un busto enorme con la cabeza de Hergé en medio de una plaza al aire libre. Está sonriendo, pero no parece genuinamente feliz. Parece demasiado expuesto. Estaba lloviendo cuando lo ví, pero estoy segura de que no habría parecido más feliz si hubiera sido un día cálido y soleado. Me gustaría que le hubieran dado un cuerpo. Tal vez lo hagan algún día, y será tan grande como el Coloso de Rodas. Con ese tamaño, cualquiera sería feliz.

Soy consciente de lo que es existir en un estado casi constante de agitación y discusión interna. Me frustro con mi trabajo cuando la solución para un punto muerto creativo parece un secreto que no quiero contarme a mí misma. No es que pierda la fe en mi trabajo –estoy bastante segura de que las respuestas están ahí, pero gran parte de mi energía la empleo en golpear a mi psique para que las revele. Describiría mi vida interna como constantemente vigilante, siempre lista para huir o responder con violencia. Me he sentido así desde que era una niña pequeña. Aunque a menudo es bastante divertido, a veces es agotador vivir conmigo misma, y cuando estoy cansada y saturada, me deprimo. Si soy incapaz de trabajar por mucho tiempo, empiezo a cuestionarme mi propósito en el mundo y si merezco o no vivir. Cuando miro a las otras personas, tengo la sensación de que viven mucho más en paz consigo mismas.

Trato de afrontar esos períodos con psicoterapia, largos paseos, llorar, cuidar de mi ronroneante gato de tres patas, jugar con juegos de ordenador y mirar a mis niños mientras duermen.

el tio berni