Los Muertos Vivientes o cómo cambiar todo para seguir igual

Nunca me han gustado las historias de zombies.
Todo lo que he leído de Robert Kirkman me está gustando mucho.

Los Muertos Vivientes



Con estas premisas, iba a enfrentarme a la lectura de Los Muertos Vivientes. Y en realidad digo enfrentar porque así es como lo veía en un principio: después de todo, parece ser que los zombies tenían más peso en la decisión a tomar de lo que parecía en un primer momento. Al menos, hasta que me comentaron que estos no-muertos eran una mera excusa para desarrollar una trama que poco o nada tenía que ver con ellos. Partiendo, así, de esta base, comentaré que los malditos y asquerosos zombies sí salen y con todo lujo de detalles, como debe ser un bicho así de repugnante, que por algo están a medio desintegrar; pero el aviso resultó ser cierto, pues no son ni mucho menos los protagonistas de esta historia a la que gustosamente ceden el título. El dibujo de Tony Moore se centra en primeros y medios planos, llenos de gusto (disgusto) por los detalles escabrosos, y deleitándose en trozos colgantes de vísceras y carnes putrefactas, permitiéndose el gustazo de obsequiarnos con páginas completas de desagradables situaciones horripilantes (además de darnos un muestrario muy didáctico de cómo no se debe colgar nunca la ropa al tenderla).
Una, visto lo visto, se asoma al inicio del primer número, Días Pasados, y empieza a dejarse llevar: es Kirkman, señoras y señores, y te atrapa por poco que se lo proponga. Buena forma ésta de empezar con un misterio, muy en la línea de la película 28 días después, llegando a la conclusión de que, por causas sin determinar, la humanidad está al borde de la auto extinción: las poblaciones están llenas de pandillas de zombies en busca de alimento, que –como es tradición- hace que el resto de los que les sirven de sustento pasen, a su vez, a convertirse en nuevos y flamantes ¿no vivos?

Como se ha decidido destruir el mundo y su organización social (al menos, la conocida como occidental: todo sucede en Estados Unidos), no queda otra que empezar desde cero. ¡Qué fantástica oportunidad para un escritor! El mismo Kirkman se ha propuesto reinventar la sociedad, partiendo de un pequeño grupo humano y lo que decide es ¡echarlo todo a perder!… desde mi punto de vista, claro, que seguro será muy criticado por los adeptos a este tebeo, que se cuentan por multitud, aunque espero que haya por ahí un alma caritativa que comparta opinión conmigo, en este nuevo fregao en el que me estoy metiendo.
Creo que Kirkman tenía una oportunidad única para dar una visión nueva de cómo se podría comenzar, unidos, partiendo de unos principios que nunca serán cero, puesto que lo vivido nos condiciona la existencia que aún nos queda. Pero la situación que se nos plantea es extrema y las soluciones bien podrían haber sido más innovadoras. Yo lo veo como un nuevo El Señor de las Moscas en el sentido de que, tal vez, el ser humano vuelva a tropezar una vez y otra más en los mismos errores rocosos, pero siempre –creo, me gusta creer- nos queda la esperanza de pensar que no, que todo podría ser de otra manera si nos diesen la oportunidad de comenzar .

Los Muertos Vivientes se salta el género de los zombies, aunque lo usa para reformarlo, para darle un nuevo aire: eso Kirkman lo sabe hacer muy bien. Parte de una premisa, de algo conocido y en teoría trillado y hace que resulte atractivo y divertido para quienes nunca se habían acercado a este tema. Es justo lo que ha ocurrido con Invencible: ha devuelto las ganas de volver a disfrutar con la lectura de superhéroes.

Los Muertos Vivientes_interior



Les cuento, a ser posible sin destripe alguno, porque este primer número no es ni mucho menos de transición y suceden muchas, muchas cosas.

Un hombre despierta en un hospital después de una larga convalecencia y encuentra que no hay nadie (NADIE) por ningún lado que atienda a su llamada de auxilio. Es policía y se viste con la autoridad que le da el uniforme. Decide salir a buscar a su esposa, su hijo, su amigo, para recuperar, en la medida de lo posible, su vida: lógico y normal. Los cambios no suelen ser fáciles de aceptar ni cómodos de llevar… pero una vez que descubres que el mundo, el mundo tal y como lo conoces, no volverá a ser igual:
¿empezarías tu vida para continuar desde el punto de ruptura o intentarías adaptarte a la nueva situación?
¿Seguirías creyendo en todo lo que te enseñaron o, partiendo de esos conocimientos, elaborarías otros nuevos?
¿Mantendrías las tradiciones de tu cultura a toda costa?
¿Aceptarías cosas, situaciones, premisas, con las que antes no hubieras podido?
¿Preservarías los roles que se suponen típicos de cada sexo?
¿Podrías cambiar tu actitud ante nuevas formas de “agrupamiento sentimental”?
¿Son las armas la respuesta?
Todas estas, y seguramente alguna más, son las preguntas que se me plantean en este primer volumen de Los Muertos Vivientes y, desde mi punto de vista, Kirkman ha optado por la solución más tradicional y conservadora, cerrando puertas que apenas si había empezado a entornar. Es su opción, evidentemente, pero creo que es una manera de liquidar futuribles posibilidades. O simplemente, se trate de aquella famosa diferencia entre el público americano y el europeo, o entre la mayoría de los que gustan de leer esta obra y yo.

Empezaba este pensar en voz alta con la afirmación de que no conocía, ni ganas, el mundo zombie: eso ha cambiado y seguramente compre el número dos de estos muertos vivientes, pero desde luego, no será ni por asomo, la obra que me esperaba, que tanto me habían recomendado, de la que tan buenas críticas había leído… Discrepo. No es, ni de largo, el buen trabajo de Brit, ni por supuesto, de Invencible, y que, a mí, me deja el poso amargo de lo que pudo ser y no es.

Mar