He visto ballenas (Javier de Isusi)

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He visto ballenas (Javier de Isusi). Astiberri, 2014. Cartoné. 17 x 24 cm. 168 págs. Color. 18 €

Iba a empezar este texto comentando que el azar ha querido que coincidan en las librerías dos cómics sobre el mismo tema, ETA: éste de Javier de Isusi y Las oscuras manos del olvido, de Bartolomé Seguí y Cava —que no he leído aún—. Pero la verdad es que no creo que haya sido solamente cosa del azar, sino también del estado actual de las cosas en general y del cómic en particular, que cada vez mira más a la actualidad y a la historia.

He visto ballenas se apoya en un trabajo gráfico por parte de De Isusi encomiable por meditado, con el que busca un tono lírico y un ritmo muy pausados, casi lánguidos. La elección de los colores, azul y amarillo, parece buscar el enfriamiento de un relato que fácilmente podría haberse escapado a posiciones exaltadas y viscerales que, seguramente, lo habría desvirtuado y restado valor.

Digo esto porque la temática de He visto ballenas, ya lo he comentado antes, gira en torno a la banda terrorista ETA, pero más allá de eso la óptica es delicada, y ahí reside el mayor valor de este cómic: los tres protagonistas principales son el hijo de una víctima de un atentado, un ex etarra y un ex GAL, estos dos últimos cumpliendo condena en prisión; todos personajes de ficción. De Isusi no juzga ni condena: trata de comprender a todos los personajes y relata algo complicado: la ruptura del círculo vicioso de la violencia, que ha marcado sus vidas para siempre de forma indeleble y que ahora intentan dejar atrás, sin olvidar el pasado, porque eso es imposible, pero intentando mirar al futuro, si es que hay uno para ellos.

Cuando calificamos actos deleznables como «inhumanos» en el fondo lo que expresamos es un deseo desesperado por distanciarnos de ellos: sus autores no pueden ser de nuestra misma especie, no es posible que un semejante sea capaz de ciertas cosas. Pero sí lo es. Sí lo somos. Aquí creo que hay que recordar el concepto de banalidad del mal de Hannah Arendt, pero incluso aquellos casos extremos de crueldad y sadismo que no se explican con esa tesis siguen siendo humanos. Aceptarlo, aceptar que somos capaces de hacer el mal, es el primer paso para entenderlo y para prevenirlo. Las guerras están llenas de gente que pensaba que jamás sería capaz de llevar a cabo muchas cosas.

Habrá quien piense, estoy convencido, que el mero hecho de retratar a un etarra como una persona ya es un insulto. Yo pienso exactamente lo contrario: el insulto es la deshumanización del verdugo. Javier de Isusi sabe dónde se está metiendo y avanza con cuidado, pero no renuncia a mostrar su visión y tratar a sus personajes como personas complejas en lugar de como estereotipos convenientes al relato oficial o a cualquier otra interpretación. No hay, decía, justificación, ni tampoco se exculpa a nadie, pero sí se incide en algo doloroso: la manera en la que la ideología puede llegar a cegar y plantar, precisamente, el filtro que consigue que no veamos al de enfrente como un semejante. «Una vez que ves… ya no puedes no ver. Y no puedes hacer como que no ves».

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Javier de Isusi es consecuente con su planteamiento hasta el final —ojo con los spoilers—, abierto, en el que queda en el aire el mismo hilo conductor dramático de He visto ballenas, la relación de amistad entre el etarra y el hijo del hombre que asesinó a su padre, al tiempo que se abre otro interrogante: cómo crecerá y vivirá el hijo del etarra, marcado por los actos de su progenitor.

Hay más temas: el choque generacional, la endogamia del grupo, la legitimación de la violencia cuando la ejerce el vencedor… Como en todo lo demás, se huye de las respuestas fáciles para entrar en ese terreno pantanoso que son las relaciones humanas, en un tebeo al que sólo le encuentro un pequeño pero en ciertos tópicos de la ficción carcelaria que chirrían en un conjunto tan sincero y conscientemente libre de tópicos y lugares comunes. Termino destacando las fantásticas acuarelas Leticia Ruifernández en la coda final, un cuento breve ilustrado que a través de la alegoría recalca los temas del libro.