Jacques Tardi, la memoria del pueblo (VI) Las manos manchadas

Viene de:
Jacques Tardi, la memoria del pueblo (I) Introducción
Jacques Tardi, la memoria del pueblo (II) Aprendiendo a contar
Jacques Tardi, la memoria del pueblo (III) Libertad, al fin
Jacques Tardi, la memoria del pueblo (IV) Blanc-Sec, Adèle Blanc-Sec
Jacques Tardi, la memoria del pueblo (V) Burma, detective en la bruma

Tardi encuentra placer en el género negro. Nestor Burma le permite saciar esta sed y al tiempo dibujar el París de los años 40 y 50, además de abordar algunos temas políticos en clave histórica. Pero ni fue Burma su primer detective de ficción ni las de aquella época fueron las primeras cuestiones políticas que el dibujante abordó en su carrera.

Allá por 1977, recordamos, año en que se publicaron El sabio loco y los primeros capítulos de Ici Même, François Cavanna, cofundador de revistas tan importantes como Hara Kiri y Charlie Hebdo, decidió lanzar un nuevo semanario de historieta. Wolinski, implicado en el proyecto, se puso en contacto con Tardi y le pidió una colaboración, de modo que este habló con uno de sus admirados escritores de novela negra, Jean-Patrick Manchette, gran aficionado al cómic. Juntos decidieron adaptar una novela que este último estaba terminando, Fatale, pero haciendo honor a su título, el proyecto acabo siendo abandonado poco más allá de la página 20. Así pues, pensaron en comenzar de cero, y Manchette escribió un guión original directamente para ser realizado en forma de cómic. Ese cómic fue Griffu, y se publicó en la recién nacida revista BD en 1977, entre sus números 1 y 27. Pronto Cavanna abandonó el proyecto y el mismo Manchette se convirtió en redactor jefe de la revista, en el número 18. Por desgracia, esta publicación duraría poco más de un año, pero a Tardi le sirvió para parir Griffu y entrar en contacto con un escritor que más adelante volvería a usar como base de sus cómics, por no hablar de que allí fue donde conoció a la que se convertiría en su esposa, Dominique Grange, que relevó a Manchette de sus funciones de editor jefe a partir del número 29 de la revista. A estas alturas, a Tardi lo vamos conociendo, pero ¿quién fue Manchette?

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Página del malogrado Fatale. Es posible encontrar una edición de la novela de Manchette con portada de Tardi, y Fantagraphics publicó un cuadernillo con las 20 páginas de historia realizadas por los autores.

Si Léo Malet está considerado como el padre del roman noir francés, Jean-Patrick Manchette es el responsable de su renovación, acuñando a principios de los años 70 un nuevo término para una nueva forma de entender la novela negra. Este término fue néo-polar, y Manchette fue su fundador, ideólogo y máximo exponente. Si en su día la novela negra supuso una inmersión en los motivos del crimen y del criminal en oposición a la novela de detectives tradicional entendida como un juego de ingenio, el néo-polar es una vuelta de tuerca en la que se introduce el elemento social de manera política y muy violenta. Muy a menudo desaparece la figura del detective y cobra gran importancia la respuesta del individuo –o grupo de individuos– frente a las corruptelas políticas, la agresión física e ideológica ejercida por el estado y la doble moral de los gobiernos y grandes corporaciones. Esta oposición violenta entre ciudadano y estado se hace casi siempre desde posiciones de izquierda en ocasiones muy críticas, precisamente, con la izquierda más tradicional y trasnochada. En una inversión absoluta de lo que fue en su momento la novela policiaca, el bien ya no es está representado por el mantenimiento de un statu quo. Muy al contrario, el stablishment es el origen de la podredumbre y, en la mayoría de los casos, Manchette y otros miembros del movimiento manifiestan su pesimismo poniendo el acento sobre lo inútil de la rebelión individual contra el mal institucionalizado. Manchette, que provenía de la crítica literaria, fue un escritor reputado, y a menudo su trabajo y relevancia literarias se han comparado con las de Jean-Pierre Melville en el cine. Quizá la comparación también provenga de un importante vínculo entre ambos: Alain Delon. El actor, que protagonizó algunas de las mejores y más conocidas películas de Melville como El silencio de un hombre (1967) y Círculo rojo (1970), adaptó al cine junto a Manchette algunas novelas de este, como El derecho a matar (Jacques Deray, 1980) –basada en Balada de la Costa Oeste)– y Choque (Robin Davis y Alain Delon, 1982) –basada en Cuerpo a tierra–, en las que también fue protagonista. En realidad, la carrera de Manchette en el cine fue relativamente relevante pero poco gratificante, ya que tan solo se sintió satisfecho con la adaptación que hizo Claude Chabrol en 1973 de su novela Nada. El resto de trabajos de Manchette en el cine fueron puramente alimenticios.

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Manchette, otro fumador.

Griffu fue una obra importante para Tardi por varios motivos. En primer lugar, fue su primera incursión en la novela negra. Además, aunque finalmente acabó realizando el cómic a partir de un guión original, previamente había hecho su –inacabada– primera adaptación de un libro, Fatale. Y por último, era la primera vez que se embarcaba en un proyecto ambientado en los tiempos modernos y en la realidad de su entorno, ya que Rumeurs sur le Rouergue contenía elementos fantásticos y transcurría en un entorno rural. Para Manchette, Griffu fue también un reto y un ejercicio de estilo. Pretendía ceder a muchas de las convenciones del género negro –el detective con su gabardina, la mujer fatal, la violencia– pero al tiempo introducir un fuerte mensaje político. Todo ello, además, intentando dotar al relato de un aspecto cinematográfico y de un ritmo frenético, sin tiempos muertos, emulando la película de Robert Aldrich, El beso mortal (1955), basada en una novela de Mickey Spillane. Recordemos que Griffu se publicó a razón de dos páginas semanales, obligando a los autores en cierta medida a hacer “interesante” la historia en cada página y, además, cumpliendo el sueño de Tardi de una serialización muy folletinesca. En este relato, el detective privado Griffu, mediante una voz en off en primera persona, narra la investigación que le conduce a destapar una trama de tráfico de influencias y estafa inmobiliaria basada, por cierto, en la realidad política y empresarial de la Francia del momento. Es evidente que el cómic se realiza con una gran presión en el lado del dibujante, que por aquel entonces trabajaba simultáneamente en varios proyectos, y el aspecto del protagonista cambia mucho de las primeras páginas a las últimas. En cualquier caso, Tardi no descuida los escenarios que, como siempre, hablan de la época, recordándonos que en el cine se estrenaba El amigo americano de Wim Wenders, que había un conflicto en Palestina y, especialmente, ya que es inherente a la trama, que París sufría una fiebre constructora. Manchette tampoco olvida hacer alusiones a la guerra sucia del estado contra mesiánicos grupos terroristas de izquierda. Y es que si por algo se caracteriza la obra de Manchette es porque su dedo acusador no deja de señalar a nadie. El propio protagonista –que fuma cigarrillos– no es trigo limpio. Los militantes de izquierda –que fuman en pipa– no dejan de repetir consignas vacías de significado. Los abogados –que también fuman cigarrillos, pero con boquilla– están al servicio de los criminales, que no son otros que los representantes directos del gobierno, los políticos. A medida que el protagonista se acerca a la resolución del enigma, esto es, a desenmascarar a políticos y policías corruptos –y a hacerlo, precisamente, en un club de striptease, “desnudando” la verdad– su integridad física se va resintiendo. Así, sufre una caída, es golpeado en la cabeza, lo dejan inconsciente a base de puñetazos, vuelve a sufrir una caída y se tuerce un tobillo, recibe una bala en un brazo, le arrojan una pistola a la cabeza, nuevo disparo en el brazo y, por fin, un último disparo en el estómago, durante la sangrienta y desaforada escena final. El protagonista acaba agonizando en la calle junto a los cubos de basura. Antes de esta última viñeta, muy en la vena de Manchette y acorde con la visión pesimista de Tardi, todos los personajes importantes del relato han muerto, a excepción del político, de quien se insinúa que podría morir de un ataque cardíaco al ser destapada la trama de corrupción. Así, Griffu es un cómic rabiosamente actual en el momento en que se publica, no ofrece tregua al lector en forma de un héroe con quien identificarse, trata problemas reales y candentes y es un artefacto ideológico de denuncia en toda regla. Si Malet dejaba que se filtrase en sus libros de Nestor Burma el poder evocador del surrealismo, Manchette –también con influencias anarquistas– aludía a las nociones planteadas por los situacionistas.

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Ensalada de tiros en Griffu.

Tras esta primera incursión en la novela negra, Tardi volvería con asiduidad al género, convirtiéndolo en uno de los tres pilares sobre los que de descansa su carrera, siendo los otros dos el folletín y el tema bélico. Sin embargo, por algún motivo hubo que esperar hasta 2005 para que Tardi se decidiese a adaptar alguna de entre la decena de novelas publicadas por un Manchette fallecido una década atrás. La escogida fue Le petit bleu de la Côte Ouest, que en España se tituló –muy desafortunadamente– Volver al redil y cuya adaptación al cómic apareció en España con el más apropiado título Balada de la Costa Oeste. En Francia la publicó, inopinadamente, Les Humanoïdes Associés. Si Griffu ya fue un experimento formal, Balada de la Costa Oeste vuelve a demostrar las inquietudes de Manchette por el estilo. En realidad, ya no existe el misterio en el sentido en que se entendía habitualmente en el roman noir, sino que desde el mismo principio de la novela estamos asistiendo a su desenlace, desarrollándose la trama en forma de un larguísimo flashback. Asimismo, Manchette, mucho antes de que suceda, va avisando al lector de que tal o cual personaje va a morir o va a sobrevivir. En realidad, la novela es en gran medida un experimento con la estructura, que aquí dinamita la mayor parte de lugares comunes del género. El argumento es sencillo: un ejecutivo encuentra a un hombre accidentado en la carretera y lo lleva al hospital. A partir de ese momento, dos asesinos a sueldo comienzan a seguir e intentar matar al ejecutivo, iniciándose una espiral de violencia que trastoca por completo su vida. Como el título español de la novela indica y como podemos deducir de sus primeras páginas, tras la sangrienta peripecia el protagonista retoma su vida normal. El tema central, de fondo, es el “malestar de los ejecutivos” de los años 70, una especie de pesimismo existencial provocado por el servilismo y la falta de objetivos realmente humanos que no se acaba de aplacar a pesar del ascenso en la escala social y económica. A diferencia de lo que sucedía en Griffu, Manchette plantea la existencia de un narrador omnisciente en tercera persona, lo que le permite practicar el tipo de escritura que le caracterizaría, el conductismo, en el cual no tenemos acceso a los pensamientos de los personajes, que tan solo pueden ser juzgados por sus actos. Si bien la novela –y el cómic, claro– es casi un canto a la casualidad, ya que no hay un principio moral que la dirija hacia una conclusión determinada, no cabe duda de que el “viaje” del protagonista dice mucho de las opiniones de Manchette y de Tardi. De hecho, tenemos que pensar que, de entre todas las que ha hecho, las de Manchette son las adaptaciones que con más fidelidad se ciñen a las propias ideas del dibujante. Hay que tener en cuenta que con este novelista, Tardi se ve obligado a dibujar ambientes rurales y a situar la acción en la década de los 70, una década que le resulta anodina y fastidiosa a nivel de dibujo. Si, a pesar de ello, decide emplear años de su vida en adaptar al escritor, no es por el placer estético que sí le producen muchas de sus otras producciones, sino por subrayar unas ideas políticas que aún a día de hoy considera válidas. En esta novela se hacen alusiones al anarquismo y a las dictaduras, pero a diferencia de la mayor parte de obras de Manchette –y de Tardi– el culpable no está directamente relacionado con el Estado. Es una historia sobre la clase media-alta y su angustia existencial. El protagonista, que al principio del relato mantiene un alto nivel de vida –un Mercedes en el garaje, veraneo en la costa y jazz en su equipo de alta fidelidad– llega a perderlo todo y a aprender a vivir una vida de austeridad en la que ha de cazar su propia comida, una vida en la que está liberado de las presiones que convertían su vida anterior en un calvario. Y, sin embargo, acaba volviendo al redil como si de un reflejo aprendido se tratase. La circunvalación por la que circula al principio de la novela sirve de metáfora tanto a la estructura circular de la novela como a la imposibilidad de salirse del camino marcado. Manchette y Tardi parecen estar de acuerdo en que solo somos dueños de nuestras vidas hasta cierto punto, y que el ambiente social nos condiciona hasta el punto de dominar nuestras propias decisiones. También es interesante observar cómo se invierten los papeles con respecto a la novela negra clásica. En Balada de la Costa Oeste, el protagonista resulta antipático. No conocemos las razones de sus actos, no penetramos en sus pensamientos, y por ello se nos antoja caprichoso y egoísta. Por el contrario, los dos asesinos que le persiguen, aunque dan muestras de frialdad, crueldad e incluso psicopatía, no dejan de resultar más simpáticos, gracias a la humanidad y la cotidianeidad que se desprende de su relación y sus conversaciones. Como ya se apuntara en Griffu, no son los seres humanos los que han de ser juzgados como buenos o malos, sino cada uno de sus actos individuales, a menudo condicionados por el ambiente.

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Ensalada de tiros en Balada de la Costa Oeste.

Al parecer, Tardi se sintió lo suficientemente satisfecho con Balada de la Costa Oeste como para plantearse adaptar una nueva novela de Manchette. Esta fue Cuerpo a tierra, última novela publicada del escritor (aunque su génesis data de mucho tiempo antes) y que el mismo autor consideraba “el relato de un asesino absolutamente sin interés intrínseco, tan solo un ejercicio técnico desde mi punto de vista”, tal y como se recoge en el prólogo de la edición española. Este “ejercicio técnico” que, por cierto, apareció serializado en la revista Hara Kiri en 1980, es para muchos críticos la mejor novela de Manchette, en dura pugna con Nada. Lo cierto es que en esta ocasión Manchette lleva su estilo conductista hasta el extremo, presentando un personaje principal que, de cara al lector, es tan frío como enigmático. Estirando al máximo su propuesta inicial, no solo se nos priva de conocer los pensamientos de este protagonista, sino que a partir de cierto momento este pierde incluso la facultad del habla. En su cómic, serializado en el periódico Libération en 2010 y recopilado en álbum poco después por Futuropolis, Tardi traduce esa condición inexpugnable de sus pensamientos dotándolo de un rostro inexpresivo y de un lenguaje corporal anodino. En determinado momento, un personaje espeta al protagonista: “me gustaría saber qué te pasa por la cabeza”, pero nunca llegamos a saberlo, y sus actos parecen casi mecánicos. A grandes rasgos, la historia cuenta lo que sigue: un eficaz asesino a sueldo decide abandonar su trabajo. La organización para la que trabaja intenta imponerle un último trabajo, pero el asesino se niega y comienza a dar los pasos que le conducirán a su nueva vida, siendo el primero de ellos recuperar a la que fue su amor de juventud. Sin embargo, acaba padeciendo un intento de asesinato por parte de allegados de algunas de sus víctimas del pasado, lo que unido a la pérdida de todos los ahorros acumulados en el ejercicio de su profesión, lo llevan a aceptar la oferta de la organización para realizar un último crimen. A pesar de contar con importantes diferencias, Cuerpo a tierra tiene mucho en común con Balada de la Costa Oeste. En la primera, el protagonista quiere acabar con la –sangrienta– rutina de su vida actual –si es que se puede considerar como rutinario el trabajo de asesino a sueldo– y ser dueño de su propio destino, para terminar cayendo en el pozo de su propio pasado. En la segunda, el protagonista tiene la oportunidad –forzosa, violenta, extrema– de alejarse de una vida que no le satisface y, por algún motivo, finalmente vuelve a su insatisfactoria rutina. En ambos casos, Manchette, y también Tardi, se ponen del lado del pobre diablo absolutamente antiheroico incapaz de manejar las riendas de su propio destino. En ambos casos, evitan caer en la autocompasión y crean personajes antipáticos para el lector, de modo que el resultado final sea una lectura fría y desesperanzada, y en ambos casos se utiliza una estructura circular que conecta pasado y presente de manera inevitable. En determinado momento, un personaje comenta al protagonista de Cuerpo a tierra: “…si algo sale mal, no sé cómo reaccionaría… ¡Tú, en cambio, siempre reaccionas bien!”. Este personaje no puede estar más equivocado. El asesino es incapaz de tomar una decisión correcta fuera de su profesión. Está abocado a ser un asesino o a no ser nada. El número de cadáveres en esta historia es extraordinario, y el nivel de la violencia explícita muy elevado. No es de extrañar que Casterman, casa habitual del dibujante, no sea quien edite estas adaptaciones de Manchette cuya sangre salpicaría irremediablemente los álbumes de Tintin.

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Cuerpo a tierra, primera página, primer muerto.

A diferencia de lo que pasaba en Balada de la Costa Oeste, en Cuerpo a tierra sí que existe un comentario político, aunque se sitúe en segundo plano. Descubrimos que el protagonista ha sido entrenado por organizaciones de izquierda, KGB, cubanos y palestinos, y una organización paragubernamental está directamente implicada en la trama de intento de asesinato de una importante personalidad extranjera.

Curiosamente, Tardi acabaría abandonando su intento de adaptación de la novela más política y antisistema de Manchette, la mencionada Nada, pero afortunadamente, a finales de 2011 acometió la adaptación de otra obra del escritor, Ô dingos, ô chateaux! (La lunática en el castillo, en la descatalogada edición española), publicada en 1972, merecedora del Grand Prix de Littérature Policière al año siguiente y llevada al cine por Yves Boisset en 1975 bajo el título Una loca para matar. La adaptación de Tardi la publicó en Francia Futuropolis en 2011, y en España se ha editado bajo el título La loca del laberinto. En el título de la novela original, el escritor homenajeaba a Arthur Rimbaud y su poema Ô saisons, ô chateaux, por lo que no es de extrañar que a veces se refiriesen a él como “el Rimbaud del género negro”. El guiño en el título no es gratuito: el poema de Rimbaud habla de los sueños y aspiraciones de una vida y de cómo, al final de esta, uno puede encontrarse con todo aquello desmoronado; con que la búsqueda de la felicidad no fue otra cosa que un castillo en el aire. Del mismo modo, el novelista sitúa el clímax de su novela en un castillo derruido, un proyecto loco y genial arruinado por las bajas pasiones humanas convertido en el laberinto al que hace referencia el título español. En esta ocasión Manchette vuelve a dar pruebas de su originalidad, concediendo el protagonismo de su novela a una mujer recién salida de un sanatorio mental (la loca) encargada de velar por la vida de un niño malcriado y perseguido, saltándose de nuevo muchas de las convenciones del género. Un caramelo para Tardi, experto en dar vida a mujeres proactivas y de fuerte personalidad como Adèle Blanc-Sec, Julie en Ici Même o Hélène, la secretaria de Nestor Burma. Por supuesto, la psicología de esta protagonista es absolutamente oscura para el lector, es un personaje totalmente ilegible que solo se define por sus acciones y que en su frialdad recuerda al protagonista de Cuerpo a tierra. Como en el resto de historias basadas en obras de Manchette, la violencia juega aquí un papel relevante, papel que Tardi se niega a dulcificar y muestra en toda su crudeza, con un final espeluznantemente explícito. Posiblemente, tras la lectura de Balada de la Costa Oeste y Cuerpo a tierra, el lector sienta cierto déjà vu al enfrentarse a La loca del laberinto, ya que de nuevo la obra viene definida por el conductismo, la violencia, el ser humano acorralado y la crítica social poco soterrada. Al mismo tiempo, este trabajo no alcanza el nivel de matices y capas de aquellos. Así y todo, vuelve a resultar fascinante adentrarse en las páginas paridas por el genio creativo de estos dos titanes en sus respectivos campos. 

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La loca del laberinto, primera página, primer muerto.

La prosa de Manchette, descarnada, libre de florituras y descripciones superfluas, permite a Tardi centrarse en el dibujo partiendo de una estructura y una narración precisas y epatantes y conservando gran parte del texto original en su adaptación al cómic. Por otra parte, en la orientación política de Manchette y su compromiso, su pesimismo existencial y su construcción de personajes antiheroicos  zarandeados por la vida, Tardi ha encontrado un reflejo de sus propias preocupaciones. Si Tardi afronta las adaptaciones de Malet como una excusa para dibujar lo que le gusta, las de Manchette tienen el valor añadido de reflejar lo que piensa.