Colección Chubasquero nº 9 a 16 (VVAA)

negrochino

Colección Chubasquero nº 9 a 16 (VVAA). Mazo Cómics, 2014. 4 cómics grapados reversibles. 21×15 cm. 64 págs. c.u. B/N. 3 € c.u.

A la buena gente de Mazo Ediciones la conocí hace poco, cuando compré el último número del fanzine que editan, Migas. Descubrí así uno de los colectivos más activos de la autoedición del país. Trabajan mucho y trabajan bien, pero además transmiten buen rollo cuando hablas con alguno de ellos, o durante las presentaciones de sus novedades. Leyendo la crónica que escribieron sobre el último evento en Madrid uno entiende que son, también, un grupo de amigos que se lo pasa genial con los tebeos.

Lo que voy a comentar hoy es precisamente lo que presentaron entonces: la segunda oleada de la colección Chubasquero de tebeos grapados reversibles —¿formato de moda en el cómic español?—. Los voy a comentar sin seguir ningún orden, un poco como vaya saliendo la cosa.

Lo primero que hay que decir es que son fanzines, con todo lo que ello conlleva. Son realmente baratos, y la impresión y los materiales son los necesarios para mantener esos precios, aunque la factura de los tebeos, más que digna, no dista mucho de la que tenían hasta no hace tantos años algunas publicaciones profesionales. Pero eso no importa demasiado. Cuando uno lee fanzines debe saber lo que lee: obras de autor, actos de amor por el medio y por los lectores, a los que se les regala el trabajo propio. No hay filtros ni hay intermediarios, con todo lo que ello conlleva. Hay que saber por tanto que se van a leer historias de autores en diferente grado de madurez, más o menos hechos, más o menos perfilados como artistas. Gente que publicará algún día de manera profesional, otros que no llegarán a hacerlo y otros a los que, directamente, no les da la gana hacerlo, y seguirán disfrutando de una posición marginal que hoy, más que nunca, es un compromiso ético y artístico, una decisión personal. Pero al final lo importante es que leer a todos ellos forma parte de la experiencia de leer fanzines, y tengo que decir que independientemente de lo que luego me guste cada tebeo, pocas veces pago más contento por uno que cuando se trata de un fanzine.

sacrificio

Por todo lo que he dicho hasta ahora, quizás voy predispuesto para encontrar muchas coincidencias entre los tebeos de la colección Chubasquero y el underground primigenio. Parecen animados por el mismo espíritu, aunque lógicamente mediatizado por las circunstancias actuales, lo que hace que no sea tan autodestructivo ni beligerante contra el statu quo; hoy el mercado es muy diferente, y como decía antes, varios de los autores de estos tebeos podrían publicar sin problemas en editoriales tradicionales, pero no quieren. O no quieren con estos cómics en concreto, claro. Pero más allá de ajetreos editoriales, si considero esta corriente como una especie de neounderground es también porque, como el primero, le tienen totalmente pillado el pulso al aquí y ahora. Todos, incluso los que recurren a la parodia de géneros clásicos, son cómics españoles de 2014. En sus páginas hay yonquis, jebis, chonis, mendigos, precariedad laboral, inseguridad adolescente y miseria material y humana. Esto es más importante de lo que parece, y aunque hay muchas formas de conseguirlo —en otro cómic que he leído recientemente, Miedo Issue, se logra por caminos casi opuestos—, creo que siempre hay que llegar a ello de un modo u otro si se quiere que el cómic sea un medio vivo y relevante en la cultura de su momento. Hablar de los temas universales pero con ópticas actuales.

Es lo que hace, por ejemplo, Marcos Montoya en Sacrificio, que empieza con un grupo de chavales en la calle, haciendo lo que hacen los chavales en la calle, continua con Aníbal enamorándose  de la Yolis e iniciando una búsqueda del santo grial que le abrirá las piernas de su enamorada: una botella de whisky. Y, claro, uno no encuentra el santo grial sin hacer algún sacrificio. Hay mucho humor, pero por debajo de él también hay un retrato de la adolescencia preciso y un poco amargo, al final. Esa especie de línea clara a lo manga que practica Montoya aún tiene que pulirse, pero ya arroja detalles muy interesantes, por ejemplo lo bien que le quedan las expresiones faciales.

También de adolescencia trata Love Thing, la historia de Joaquín Guirao, aunque lo hace de una forma muy distinta. Guirao, que me parece el más hecho como autor de los dibujantes de estos cómics, el que más camino ha recorrido ya, es también uno de los que sigo tan de cerca como puedo, menos cuando va al baño. Guirao une lo mejor del cómic independiente americano de los noventa con lo mejor de Los Simpsons y lo funde todo en un estilo absolutamente personal, con el que ha logrado eso que define a los grandes autores: un universo realmente propio. Por ceñirme a Love Thing, aquí ensaya un drama adolescente, centrado en el despertar sexual —lo cual es casi decir lo mismo—. Son adolescentes feos y desgarbados, sudorosos y torpes, llenos de dudas, nervios y traumas. Son, por tanto, dolorosamente reales, y lo son aún más gracias a los diálogos de Guirao, que me han parecido brillantes en su naturalidad y sencillez. Lo demás lo hacen las tablas a la hora de componer la página y contar historias que tiene ya Guirao, fruto, como suele suceder, de su capacidad de trabajo y su insatisfacción permanente.

tetasvirgen

De Gabi me gusta mucho el contraste violento entre el estilo con el que dibuja a sus personajes y lo malsano de sus historias. Tetas de virgen es la continuación de Rabo de lagartija, aunque la historia sea independiente. En ella Gabi profundiza en su mundo de sexo sórdido, pasajes oníricos y, sobre todo, una ilógica costumbrista interesantísima. En los cómics de Gabi nunca sabemos cuánto de lo que hemos leído ha sucedido de verdad, y aunque se le pueden encontrar referentes como autor —David Sánchez, por ejemplo—es muy original, y si sigue por aquí va hacer cosas grandes. El final de Tetas de virgen, por cierto, es un órdago de los que a mí me gustan, donde ganas o pierdes. Nada de medias tintas.

Tampoco hay medias tintas en la burrada de Jehf, Las aventuras del siamés negrochino. Su dibujo guarro —en el mejor sentido del término, ojo— contrasta violentamente con el de Marcos Montoya, al que acompaña en el mismo cuaderno, y debido aeso veo su tebeo como el más cercano, estéticamente, al primer underground. Pero también lo veo así porque se nota que Jehf se divierte sinceramente mostrando burradas, escandalizando con chistes políticamente incorrectos sobre racismo y dibujando a Winnie the Pooh con un pollón: básicamente el tipo de cosas que había en los primeros comix. Iba escribir, como conclusión, que pese a que me parecía una excepción entre todos los demás, el único que estaba fuera de época, me había divertido la lectura y resultado interesante, pero, creo, que igual eso es así porque no está tan alejado del hoy como pueda pensarse: epatar vuelve a ser un poco necesario.

Mitosis!, de Pablo Romano, también habla a su manera de los tiempos que vivimos. De incomunicación, soledad y fe ciega en la ciencia que tiene que salvarnos de nosotros mismos, pero que, por supuesto, jamás lo hará. Así que sólo queda despertar del sueño y darnos cuenta de que vivimos la pesadilla. Formalmente Mitosis! me ha parecido muy notable, especialmente por cómo suple la falta de textos con recursos visuales y lenguaje gráfico, pero también porque me gusta mucho el estilo de Romano y su facilidad para despojarlo de elementos que no son imprescindibles y que siga funcionando perfectamente.

puto

Su compañero, Puto, es un reverso formal casi literalmente: las herramientas narrativas que maneja Óscar Riquelme son muy convencionales. Su historia empieza como tantas otras: un licenciado parado —¿pleonasmo en 2014?— que contesta en internet a un anuncio de empleo y se mete en una trama propia del cine negro. Llegado a ese punto confieso que empecé a perder un poco el interés en el tebeo, porque no es un género en el que disfrute mucho, pero enseguida remonta al meterse en una situación que no desentonaría en las películas de Quentin Tarantino, manejada además con mucha gracia.

También parece ceñirse a un género convencional Álvaro Samaniego con To majetes, en este caso las buddy movies y las road movies, pero en cuanto vemos llover la cabeza de cierto político español asumimos que estamos ante otra cosa. Samaniego tiene chispa para los diálogos y disfruta —o lo parece— dibujando cristalitos, gotas de sangre y balas por todas partes. Aunque creo que le cuesta un poco arrancar, en cuanto lo hace y la cosa se vuelve loca alcanza un nivel más, a medio camino entre la acción de Hollywood y la oralidad naturalista de las historias de Guirao o Montoya: «¡Matar o morir, chavales!».

to majetes

Miguel Ángel Moreno cubre una temática clásica del underground que sus compañeros no tocan: la parodia de los superhéroes. Pervertir y arrastrar por el fango moral a los iconos del stablishment no es algo nuevo, evidentemente, y de hecho es anterior al underground, aunque en él pueda rastrearse uno de los antecedentes más claros de este DVDMan, el Wonder Wart-Hog de Gilbert Shelton. Pero que no sea algo original no significa que no sea divertido, y además Moreno encuentra un punto innovador en todo el juego que construye con la tecnología, los programas informáticos y las aplicaciones, todo ello antropomorfizado: el sidekick de DVDMan es una cinta Beta, su terapeuta el Panda Antivirus, etc. Esta historia puede parecer en principio menos conectada a la realidad que otras, pero entonces DVDMan acepta una misión para encontrar las copias del videojuego de ET enterradas en Nuevo México, justo al mismo tiempo en que son encontradas en nuestra realidad y todo adquiere un tono de coincidencia cósmica muy raro. De todos los dibujantes de estos Chubasqueros Moreno puede que sea el más verde, pero eso no es nada malo —recordad: son fanzines— porque, a estas alturas de partido, solamente significa que tiene más margen de mejora.

DVDMan

Cuando se lee del tirón toda esta tanda de tebeos de Mazo Cómics —y yo lo he hecho un par de veces—, más allá de que unos gusten más que otros, cosa lógica y natural, lo que queda es una sensación genuina: alegría y amor por los cómics. Hay autores prometedores, autores que ya dan un nivel más que bueno, y uno, Joaquín Guirao, cuyo Love Thing debería estar a finales de año en todas las listas que se hagan.