Entrevista con el grupo Niños

TRES NIÑOS QUE INVENTARON UN MUNDO

Darío Fantacci (San Marcos Sierras, provincia de Córdoba, 1984), Pedro Mancini (Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, 1983) y Santiago Fredes (San Fernando, provincia de Buenos Aires, 1985) conforman desde hace algunos años el grupo Niños, colectivo autoral de historieta que lleva publicados siete números de la revista Ultramundo. Este grupo ha construido un mundo particular que los lleva a los cruces entre instalaciones, exposiciones, feria de fanzines y publicación de libros. Es esta conversación, las tres voces que son una y distintas a la vez, nos hablan de la historieta y la autoedición no sólo como estrategia de mercado sino como elección y experiencia de vida.

ULTRAmuerte


Ustedes son de la segunda generación post-industrial, por así decirlo. Me explico: son de una generación que empezó a hacer historietas sin haber conocido eso como trabajo asalariado. La generación de los 90s tuvo que readaptarse y volcarse a los fanzines, a trabajar for export, etc. ¿Cómo creen que han recibido ustedes esa herencia, la de la autoedición pero también la de otras formas de hacer historietas? ¿Eran conscientes cuando empezaron?

Darío Fantacci: Desde mi visión esta parte de autoedición nació desde que editamos con Santi Fredes nuestra primera revistita Sic en San Marcos [Sierras, Prov. de Córdoba]. La verdad que no tenía ni idea que esto se iba a extender hasta el día de hoy. Pedro tenía lo suyo también. Éramos conscientes de lo que sucedía, obviamente siendo niños en la edición no podíamos saber a la totalidad de lo que nos enfrentábamos.

El trabajo for export, o como sea, laburar sin cobrar nada, siempre fue un garrón. Nada más doloroso que eso. Además nunca vi el final. O sea, hoy sigo en la misma. La autoedición es un camino inevitable para hacer lo que uno quiere y como quiere. Las otras formas de edición son factibles para quien este en ese lugar. Yo personalmente no encuentro otras vías. Tengo un lenguaje muy personal, donde otros editores se asustan a la idea de enfrentarse a eso. Experimenté muchas formas de decir la misma cosa: muy buen material, pero demasiado personal, demasiado raro, y no tengo la más puta idea de cómo podría editarlo. O el silencio característico del que esta abarrotado de trabajo, o el que no sabe que responder. Obviamente es entendible desde donde se lo mire, ¿quién edita a un chiflado que se pone a hacer historietas sin preguntarle a nadie qué les gusta o qué vendría mejor para la cabeza de quién? Definitivamente una locura.

Creo que esta pregunta es personal. Ustedes verán que cada uno responde por si, somos grupo Niños y ahí nos vemos hablando como un esquizofrénico atareado. No nos molesten demasiado, que la maquina está funcionando. Hoy yo estoy en esta posición. Santi está en otra y Pedro también en su posición personal. Cada uno de nosotros uno, pertenecientes al niño que creamos y crece como un amiguito que se lo puede hoy ver correteando por las calles de Buenos Aires y París. Pero es invisible, se muestra cuando quiere. A veces hace cosas raras para llamar la atención y ver quien se sorprende. Y si nadie se sorprende desaparece por mucho más tiempo del que el reloj puede contar.

Si hay algo que se hace es remar para poder vivir tranquilo haciendo lo que nos gusta. Puede parecer más difícil a uno que al otro pero es lo mismo para todos. Las formas de edición no son más que diferentes maneras que encontró algún individuo para hacer lo mismo que nosotros, remar.

Pedro Mancini: En mi caso el tema de la autoedición surgió como algo totalmente natural. Era la única manera que encontraba de mostrar lo que hacía en ese momento. Lo uno a una época en que tocaba en una banda, en los recitales estaba el puestito de venta de discos, y yo ahí tenía mi primer fanzine, Bizarría. Creo que ni conocía la palabra fanzine.

Más adelante, cuando empezamos con el grupo la idea inicial  fue proponer el proyecto a editoriales (que acá en ese momento serían cinco como mucho). En general la respuesta fue «muy buen material, pero no nos podemos arriesgar con autores nuevos» (gente que estaba publicando a [Héctor] Oesterheld y [Carlos] Trillo). Con otros fue algo así como «esto está bueno, sigan y nos vemos más adelante», o yo percibí eso. Así que quedó la autoedición como única alternativa. A la distancia me parece que estuvo muy bien la forma en que se dieron las cosas, estoy contento con el camino que recorrimos.

Santiago Fredes: Como bien dijo Darío, nosotros dos empezamos a hacer historietas y editarlas en fanzines en los últimos años de la secundaria (promoción 2002), en un pueblo del nordeste cordobés, cerca de [la provincia de] La Rioja. El formato fanzine yo lo conocía a través de mis hermanos mayores, pero no de historietas, sino de la movida hazlo tú mismo hardcore-punk.

Por otra parte mi viejo tenía una colección muy buena de historietas de los ’80: Fierro, Metal Hurlant, Tiras de cuero, Cimoc, Zona 84, [Milo] Manara, Ranxerox, [Horacio] Altuna, Corto Maltés, etc. Las historietas que comprábamos las pedíamos por encargo a Buenos Aires y nos llegaban por correo, creo que todo era manga. Así que imaginate que lo que estaba pasando en Buenos Aires en ese momento era desconocido por completo por nosotros.

Yo volví a Buenos Aires en 2004, y en 2006 ya estábamos juntándonos los tres para empezar con Niños. Mi conocimiento de la movida local no había aumentado mucho para ese entonces. Como dijo Pedro, fue un proceso natural. La respuesta sería: no, no éramos conscientes del derrumbe de la industria editorial local.

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Pedro Mancini, portada de Ultramundo Nro. 5, 2010.


Hasta ese momento de la autoedición como única salida, ¿había alguna dirección que querían seguir? ¿Cuáles eran sus modelos en la historieta?

Darío Fantacci: Sí, había una dirección. Y esa era la del Ultramundo. No inframundo ni nada que se le parezca. Nos juntamos dos años antes de sacar la revista. Creo que todas las semanas. Seguíamos consignas que nos fuimos armando. Cincuenta páginas de cada uno por revista, ciento cincuenta páginas. Pensábamos en un dibujo terminado, lo mejor que podamos sacar. Era difícil, porque todavía no habíamos sacado nada. Estábamos empezando a dibujar historietas con intención fuerte. Es verdad que teníamos nuestras prácticas pero apuntábamos a una revista de calidad, que muestre lo buenos que éramos haciendo lo que hacíamos. En esas reuniones nos mostrábamos trabajos, un dibujo, diez, lo que se hubiera hecho en la semana. Para mí eso fue lo más impresionante de todo esto. Sin la menor especulación, estábamos formando un mundo, una idea construida por tres. Siempre trabajamos de esta manera. Respeto y apreciación critica.

De esos dos años de visitas y reuniones sacamos un día el nombre Ultramundo. Y Niños como nombre de grupo. Esto fue un compuesto, todos teníamos personajes de niños en las historietas que hacíamos. Ultramundo salió porque salió, se caía de maduro que se llamaba así. Era un súper-mundo, un universo. Cuando empezamos a armar la revista la idea de Ultramundo era clarísima. Teníamos material fotográfico que lo representaba, de otras personas y nuestro, dibujos. Veíamos un libro y decíamos: “esto es ultramundo”, y todos respondíamos, “es muy ultramundo”. De a poco la idea fue sustentable y sólida. Teníamos el ultramundo y nuestros mundos individuales, bien separados. Para mí Niños fue siempre un individuo, un niño que aprendía. Pedro el equilibrio, Santi la mente y yo el cuerpo, y la revista el registro de lo que hacía ese pibe. Niños nunca dejó de funcionar en edición y otras expresiones artísticas como cortometrajes, instalaciones, construcción de objetos, etc. Reuniéndonos, seguíamos el patrón de hacer exactamente lo que se nos cantara el culo. Nadie tenía una negativa para con una historieta que otro presentaba. Una por revista. Lo mejor que pudiéramos, en dibujo y edición.

De modelos de historietas… yo solo había leído Pesadillas de [Katsuhiro] Otomo completa. Las historietas del papá de Santi que nunca terminaban (Metal Hurlant, etc.); así que mi concepción de cómic era muy desinteresada por el mismo cómic. Había entendido que un cuadro iba atrás del otro y los globitos y la continuidad. Nunca olviden, mis amigos, que vengo de un pueblito, muy lejos perdido en las sierras cordobesas. De pedo sobrevivía en la gran ciudad.

Pedro Mancini: Yo creo que cada uno venía con sus influencias, por ahí entre Santi y Darío mas cercanas por conocerse desde antes, pero cuando nos juntamos empezó algo nuevo. Aprendimos muchísimo el uno del otro. Por ejemplo, yo creo que Darío es la persona que me enseñó a hacer historietas, a contar. Un día le muestro unos dibujos con personajes y escenarios, como un mundito ya construido. Lo miro y le digo, ¿y ahora qué carajo hago con esto? Yo tenía la idea de lo que quería contar, pero él me ordenó un poco la cabeza, me dio algunas consignas y así lo pude lograr. Con Santi aprendí mucho de la parte técnica del trabajo, y aún sigo aprendiendo. Tanto en el dibujo como en cualquiera de las cosas que nos poníamos a hacer. Es de los que saben hacer bien todo lo que se proponen. Era también como un hermano mayor que solucionaba las cosas.

Y más allá de lo que traíamos, creo que descubrimos muchas influencias juntos. Estoy seguro de que hay música, cine, literatura que es de Niños Ultramundo: John Zorn, The Breeders, William Burroughs, [David] Cronenberg, [Akira] Kurosawa, David Lynch, [Emilio] García Wehbi, Otomo, Moebius, Yuka Honda, [Jan] Svankmajer y un montón más.

Lo pregunto porque se nota, por un lado y a primera vista, la influencia de Moebius y del manga. Pero también se nota que entre ustedes tres hay una comunión muy particular, que los hace funcionar como colectivo y que incluso cuando invitan a otra gente a participar, siguen manteniéndose como núcleo del proyecto. Es una unión muy interesante la que se dan en estos proyectos colectivos de autoedición, pero que muchas veces termina en la ruptura. Ustedes se han mantenido produciendo y, aun más, han crecido en calidad y alcance. De la periferia de provincias a Lyon y Angoulême. No es poca cosa ¿no? ¿Cómo están experimentando esos traslados a realidades tan diferentes?

Santiago Fredes: En verdad me gustaría poder experimentarlo un poco más, porque hasta ahora no pudimos viajar para allá. Me parece que es algo increíble, pero a la vez muy lejano. El nexo entre Francia y Argentina no es nuevo en la historieta, entonces donde entramos es en una red que se fue construyendo con el tiempo, la cual nos excede, y es la que nos permite desembarcar por esos lados. Por ejemplo, las dos ediciones anteriores del festival Lyon BD que estuvieron dedicadas a Latinoamérica; o el interés de Claire Latxague por Quino, que la llevó a viajar a Argentina y eventualmente a ponerse en contacto con nosotros.

Por un lado hay algo de lógica inexorable en el devenir de nuestras situaciones; por otro se evidencia que luego de aquel inicial desconocimiento de la escena local terminamos formando parte de la misma, junto a otros editores, autores, libreros, lectores, teóricos, distribuidores y periodistas con los cuales fuimos los encargados en este último tiempo de revivir un poco la escena de la historieta local, aunque la industria sigue en estado vegetativo. Fijate que el material de Niños traducido al francés y que quedó seleccionado en Angoulême lo imprimimos con tóner en mi casa, como venimos haciendo hace años. Eso lo aprendimos en la F.L.I.A. (Feria del Libro Independiente y Autogestiva), igual que los distintos tipos de encuadernaciones, el papel, la distribución y la difusión, etc. En la F.L.I.A aprendés todo. Por último me parece que fuimos construyendo un proyecto original y atractivo, y que nuestro aporte es bien recibido.

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Santiago Fredes, mural en la F.L.I.A. 2010, Barracas, Ciudad de Buenos Aires.


Pedro Mancini: Yo lo vivo con alegría y con algo de desconcierto. Se me hace un poco abstracto todo. Puede pasar que un día me levanto y veo en internet fotos de dibujos nuestros en una muestra en un lugar tan lejano, es increíble. A veces me hace gracia el contraste entre las cosas que pasan allá y acá. Pero bueno, las cosas fueron de a poco de todas formas, así que vamos entendiendo el crecimiento de nuestro trabajo.

Darío Fantacci: Para mí, Ultramundo estaba en Francia hace rato. Yo la llevé a Francia, no por hacerme el canchero [el listo], si no desde la realidad. Cuando pisé Francia había gente que conocía Ultramundo y yo llevé los primeros cinco números en el bolso, los cuales se los hice leer a mitad de Francia y parte de Italia. En París editamos con Isabel Loyer, a través de Niños Golondrina  (nombre de la editorial que armamos con Isabel) el recopilatorio de Niños de la basura. Incluso antes de que se termine de publicar completa en Ultramundo. Mi idea estando ahí era poder pasar todo el material de la revista a libros independientes. Por eso editamos, con ISBN incluido y con copias en la biblioteca nacional francesa, Paranoia normal y La máquina de torturar pulpos de Pedro; mi Niños de la basura, y en ese ínterin seguía pensando la posibilidad de empezar a editar Ultramundo ahí. Digo esto, porque pienso que las cosas van de la mano con acciones. Entre esas acciones que nosotros hicimos como iniciar reuniones para una revista invisible, también estuvo ese viaje. Niños Golondrina dejó su marca. Y el «niños», estaba en el nombre por herencia del grupo Niños. Por otro camino, paralelo al mío, Claire seguía avanzando en sus ideas editoriales, y siempre fiel a la propuesta de ayudarnos a entrar a Francia. ¡Mis respetos a nuestra querida Claire!

Pienso que no es poca cosa. Es enorme porque en mi vida pensaba que se iban a dar las cosas así. «Hay que darle para adelante», era una frase que me acuerdo repetíamos mucho. Y creo en eso. Éste, para mí, es un trabajo personal… íntimo. Y sí, se mezcla con la vida. Darle para adelante es una de las cosas que más tengo en cuenta todos los días cuando me levanto. Comparto con Pedro, también lo vivo con alegría y no sé si desconcierto, más bien con desconocimiento. Hay algo de descubrir cosas que no conocía. Muchas cosas desconocidas e increíbles.

¿Y qué respuesta han tenido? Tanto vale la pregunta para Argentina como para Francia.

Darío Fantacci: Muy buenas respuestas. La gente en Francia está muy interesada en lo que sucede con la historieta en argentina. El libro de Niños de la basura vendió 70 ejemplares en tres meses. Después no se pudo seguir trabajando por otras circunstancias que me trajeron de nuevo para Argentina.

Pedro Mancini: Yo veo una respuesta muy positiva. Desde gente que hoy en día me cruzo en algún festival y me dice que tiene una tarjetita de los primeros años del grupo, o el primer número de la revista, hasta propuestas cada vez más importantes para hacer muestras en distintos lugares. En Francia lo mismo. Además de todo lo que hicieron Darío e Isabel, hace algunos años conocimos a Claire Latxague en el festival Viñetas Sueltas de Buenos Aires. Esa vez no pudimos participar con nuestras publicaciones por no mandar un mail a tiempo, así que fuimos a dar una vuelta. De casualidad le dimos una tarjeta que solo tenía un dibujo y la dirección de nuestro blog, y así ella nos encontró. Claire nos ayudó mucho (y aún lo hace) a dar a conocer nuestro trabajo allá. Participamos hace unos cuatro años en el Lyon BD Festival con una instalación que trabajamos a distancia. Era un maniquí de un niño en tamaño real que miraba una animación apocalíptica en loop con una música bastante ruidosa. Desde ahí seguimos haciendo varias cosas, con Santi participamos en la muestra colectiva Souvenirs d’enfance el año pasado, con Darío publicamos varias veces en la antología Gorgonzola, dirigida por Maël Rannou, y siguen los planes, así que las cosas van muy bien.

Santiago Fredes: También desde la prensa hubo buenas respuestas. La muestra Souvenirs d’enfance dentro del Off de Lyon BD fue nota de tapa de una de las revistas de cultura y espectáculos más importantes en Francia, Télérama. También se publicaron notas sobre Niños en la revista francesa Topo de la Biblioteca municipal de Lyon y en algunas revistas más, como la publicación de una entrevista a Niños en el sitio web francés especializado en historietas Du9. Por haber quedado seleccionados en Angoulême, Andrés Valenzuela nos hizo una nota que salió publicada en Página 12.

Darío Fantacci: Me gustaría agregar, ni un solo peso, euro, ni dólar a cambio. Hay ahí un déficit importante en el tema supervivencia que estamos muy preocupados, u ocupados en solucionar. Que eso, más allá de grupo Niños, que rema en dirección de lograr ese objetivo, sea así necesario invadir Francia y todo. Pienso que esto tiene parte en el tema de respuesta. Ni en el primer mundo ni en el tercero es bien pagado el historietista. Y arriesgaría a decir que no es pagado. Muchachos, a seguir pensando estrategias para solucionar este problemita, por favor. Miles de años y siempre el mismo tema.

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Darío Fantacci, Los niños de la basura (2007-2012).


La relación con Europa siempre ha estado presente desde hace 50 años, una estrategia laboral y creativa al mismo tiempo. Sin dudas, la cuestión del dinero es un problema y no creo que ninguna editorial independiente pueda estar demasiado satisfecha en ese aspecto. Al mismo tiempo, me pregunto si no tiene que ver con la misma dinámica de los fanzines y sus circuitos. Como ustedes bien decían, están mezclados en esos festivales desde el rock, la poesía, la literatura, etc. Eso puede ser rastreado desde el comix underground norteamericano de los ’60s (el jazz, el hippismo, el LSD, la poesía beatnik), como con la Movida Española de los ’80s (donde algo como Makoki tranquilamente podría encontrarse aún hoy en una feria de Buenos Aires, Rosario o Córdoba). Es decir: el precio a pagar por la libertad creativa –siempre en términos relativos– es la precariedad. ¿Hay alguna manera de resolver esto? ¿Qué estrategias han surgido desde su experiencia?

Santiago Fredes: En este punto quisiera agregar que la idea que guiaba nuestras acciones en el inicio del proyecto no era la precariedad. Lejos de eso nos propusimos (seguimos haciéndolo) presentar el trabajo de la mejor manera posible, optimizando y exprimiendo los recursos disponibles. De esa intensión obtuvimos como resultado una mezcla entre libro y revista, con lomo, solapa, tapa a cuatro colores laminada, alrededor de 100 páginas y en su interior material cuidado que nos lleva casi un año realizar. Mucho después nos enteramos que a eso también se le llama fanzine, y no solo a las publicaciones hechas a base de collage y fotocopias, abrochadas al medio. Pero nunca habíamos tenido referencias locales de fanzines de ese tipo, para nosotros y para muchos que toman entre sus manos la Ultramundo se acerca más a un libro que a un fanzine. La diferencia estaría sobre todo en el reducido tiraje y la autoedición, que sería la parte precaria del proceso: informalidad, distribución selectiva, difusión boca en boca y cosas por el estilo que no dejan de ser apasionantes y hermosas ¿Precariedad? Sí, monetaria.

El otro punto, asociado a esta situación, es la necesidad de hacer todo el proceso de producción con nuestras propias manos, desde la producción de contenidos, el diseño, edición e impresión a la difusión, distribución y venta. La estrategia era no tercerizar ninguna etapa del proceso para no duplicar o triplicar los costos, haciendo inaccesible el precio de venta al público. Aunque esta situación nos otorga control total sobre el proceso de producción (o descontrol), creo que ya estamos un poco cansados de eso y quisiéramos centrarnos más en los contenidos. Así, el año pasado nos pusimos en campaña para sumar un integrante más al grupo, que nos acompañe acoplándose al equipo editorial.

Darío Fantacci: La libertad creativa se paga caro, es cierto. ¿Por qué? Porque en el mundo las cosas no son tan fáciles para el que propone algo genuino. Es elegir entre que te miren como un linyera [vagabundo] de la historieta ¿o hacer qué? No veía ni veo otra manera de hacer las cosas. Una cosa es lo que te digan, porque si es un decir Ultramundo nunca fue libro, ni revista, ni fanzine. ¿No hay definición para ese objeto? ¿Un libro de tres auto-editores independientes? De esa misma manera me vi yendo a Francia. Y la gente me decía: ¿qué sos vos? ¿Yo soy un historietista? Oooh. De seguro que no tenés plata ni trabajo, respondió el otro y ese otro era francés. Sí, [eso] existe [desde] hace 60 años…

Para mí Ultramundo siempre fue un proyecto completo. Con nuestras limitaciones pero completo. Pero bueno, todos entendemos desde que punto de vista se nombra lo precario ¿cómo se resuelve? No veo otra manera que enseñar lo que se tiene, mostrarlo y que los verdaderos niños, que son los que miran, aprendan a ver. Que no haya que explicar qué carajo se está mostrando o diciendo. Que el pueblo que recibe sepa de antemano apreciar. Y no solo un trabajo terminado, o una carrera resuelta. Si no el proceso entero. Enseñar a ver que un niño no está dibujando para ser un genio, simplemente dibuja. Que un grupo de tres pibes no están queriendo conquistar el mundo, por más que lo aseguran. Están haciendo una revista de historietas. Que el maestro dibuja como maestro porque empezó siendo un niño como fui yo. Enseñar la perseverancia y el apoyar al que persevera. Básicamente criticar menos y ver más. ¿Puede ser eso posible? Me cansé de escuchar a gente diciéndome qué bien quedó el negro en la última revista. ¿Y te gustaron las historietas? Pregunto y pregunto y pregunto hasta que en algún momento uno la lee y ahí responde.

Las estrategias varían de acuerdo a todo eso. Según de qué humor esté el entorno, de cuánto dinero se disponga y cuánta energía motriz tengamos. Como dijo Santi, nos pusimos en campaña para encontrar un nuevo integrante con la cabeza como para solucionar temas fundamentales donde fallamos. Y ahí estamos, esperando que todo se suceda lo mejor posible ante las dificultades.

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Darío Fantacci, Maddine.


Pedro Mancini: Por mi parte hoy en día no tengo problemas con esa precariedad. Lo veo como un dato pintoresco sobre la forma en que se va dando todo. Por ejemplo, pasan cosas muy buenas con el grupo como puede ser lo de Angoulême, sin embargo no ganamos dinero con esto. Me acuerdo de charlas en bares con Darío de hace unos seis o siete años, hablando sobre el tema, quemándonos la cabeza pensando cómo resolver nuestros problemas económicos, y que esa misma charla se repita casi exactamente igual durante todos estos años. Al final es casi gracioso.

De todas formas creo que todo alimenta el Ultramundo. O sea, somos incluso lo que no pudimos lograr, o lo que no quisimos hacer. Con Darío más de una vez propusimos proyectos a la revista Fierro. Nunca obtuvimos respuesta salvo alguna colaboración. Hubiera estado bueno, hubiera sido algo así como un sueldo, y sobre todo darse a conocer más rápido, lo cual es muy bueno cuando uno trabaja dando clases. Pero bueno, no pasó, y logramos las cosas por otro lado. Inventamos la forma de lograrlas. Y creo que eso es muy valioso. Creo incluso que gracias a cosas así nuestro trabajo cobró más cuerpo y se mantuvo intacto y protegido.

Aclaro que con precariedad no me refería a la calidad de su trabajo ni al de la edición –que viene siendo lo mismo–, sino a la situación editorial y a la perspectiva de poder mantener un proyecto en el tiempo, con cierta regularidad, calidad, distribución, etc. sin tener detrás de uno la estructura de una corporación. Por eso me preguntaba sobre las estrategias, cómo integrarse a circuitos y construirlos al mismo tiempo, los contactos con gente local e internacional, las maneras de poder tomarse el trabajo como un goce más allá de las angustias frente al trabajo normativo y disciplinante que todos más o menos conocemos. Dar talleres, por ejemplo, es una bella manera de continuar la tarea creativa: dejándole lugar a los otros. Y también dialogando con esos otros que pertenecen a realidades que uno tiende a idealizar o mitificar, como Francia. ¿Cómo viven ese ida y vuelta entre estar con alumnos acá y como historietistas reconocidos –o en proceso de– allá, en Europa?

Darío Fantacci: Comparto con vos en lo de precariedad. Es exactamente como se vive a veces. La forma de destruir a esta precariedad de vida, o mala calidad de vida en el proceso del hacer: por mi parte la disciplina es uno de los caminos más viables para soportar todo tipo de presiones, desde sociales, hasta la responsabilidad diaria de vivir y sobrevivir. Tener lugares de entrenamiento de diferentes partes, sea del cuerpo, como de la mente como de la voluntad. Del entrenamiento del dibujo, diario e invisible, del equilibrio, y del relajarse al vivir momentos de placer.

En la edición, es ver todas las posibilidades al alcance de la mano y buscar el mejor resultado dentro de esas posibilidades, que son las nuestras, fruto de la experiencia y el trabajo. Lo más común en una edición independiente, donde no hay apoyo estructural externo, es dejarse llevar por el divague de sueños e imaginación. Hacerlo posible sin preguntarse si alguien lo va a entender. Si de la imaginación, de las ideas se trata, nada puede salir mal. Ah, poner todo el conocimiento en post de la realización, nunca olvidar de poner todo lo que uno tiene en el cargador, destinado a eso.

La parte económica es la más difícil. Hay millones de maneras de conseguir dinero, ustedes sabrán a que extremos llegan con eso. Yo trabaje de diferentes cosas, y hoy por hoy, prefiero ver la manera de hacer las cosas incluso sin dinero de mi bolsillo. Epa… no le robo a nadie, vale aclarar.

En cuanto a Ultramundo, es un conjunto de todas estas cosas. Yo sé algo, Pedro otro poco, Santi otro tanto y el anónimo misterioso otro montón más. Combinación en post de un objetivo mutuo. Si eso funciona, no hay más que juntarse y tomar unas cervezas y parlotear mientras se trabaja, con conciencia e intención.

La diferencia económica y profesional entre vivir acá y vivir allá, Pablo, perdoname, pero no la hay. Acá las veredas están más rotas; allá las veredas están sanas y salvas (por el momento). Acá la gente habla castellano y allá francés. Cuando uno está allá no es reconocido más que el autor que tenés al lado. Que también, francés y todo, se caga de hambre y la rema diariamente con novia e hijos. En Europa los autores son reconocidos y trabajan si les va bien, si hacen lo que les dicen que hay que hacer, hay otros que reman, años y años. Conocí a una revista que sentía cercana por la idea editorial o no sé qué cosa. Turkey Comics se llama. Laburan ahí hace como 15 años y recién ahora empiezan a ver la posibilidad de ganar unos euros, todos sus autores creo que ya se olvidaron que buscan algo de ganancia con ese laburo. Después de 15 años de trabajo continuo sin cobrar, el dinero desaparece y aparece al fin. Odio decir esto, porque uno injustificadamente se caga de hambre en el medio y después también un poco. Creo que muchos se deben sentir identificados con trabajar en un call center de mierda, o vivir con 1000 pesos por mes o trabajar limpiando edificios o limpiando platos en una cocina. En Francia de alguna manera pasa de la misma forma. Repito, a los que lo hacen de la forma que les digo. Y el historietista autor, editor y albañil, es quien trabaja de esa manera que yo les digo. El primer mundo no existe. Es lo único que aprendí allá. Estamos en una bicoca jodida y hay que bancársela ahí adentro.

No hay una regla para la edición yo pienso. O haces lo que te dicen, si tenés suerte ya estás ahí; o encontrás al editor que piensa como vos y creció con tus mismas ideas, o lo mismo que le pasaba a un pibe muy copado, que entró a la [revista] Fierro, el chaboncito [tío] me decía que empezó a dibujar mirando Fierro última generación… ¡Y me pareció increíble! Me dije “ahí está, ese pibe es al que aceptan”, porque le gustaba ese lugar, hacia desde el corazón una obra para el lugar indicado. Me pareció obvio y claro que nunca hayamos podido ni conversar con Lautaro [Ortiz, jefe de redacción de Fierro], O [Juan] Sasturain, que es parte también (Buenos días, Sasturain, ¿nos conocemos? Un saludo desde el otro lado del océano).

No sé si me explico bien. Digo, dibujar y hacer historietas es una cosa, porque ahí mismo tenés el infinito de posibilidades. Editar una revista es otra, por la misma razón. Por eso queremos un editor, porque es un trabajo completo y dificilísimo, completa un porcentaje de la obra. Y otra cosa que es buscar reconocimiento en Europa. Ése es otro mundo, como te dije antes: no sé si llamarle primero o tercero o segundo, como grupo Niños. Somos tres, eso está bien, pero quién es el primero, ¿mi amigos Santi? ¿Pedro? ¿Darío? Pero bueno, ahora hay un cuarto. Que podría ser el primero de la lista. En fin…

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Grupo Niños, Ultramuundo. Exposición en la Biblioteca del Congreso de la Nación, Ciudad de Buenos Aires, mayo de 2013.


Pedro Mancini: En mi caso utilizo los logros para mostrar que se pueden lograr un montón de cosas. Tal vez veo todo con un poco de inocencia, por ahí por no haber viajado todavía. Las cosas que pasan en relación a Europa me parecen increíbles. Entonces llevo a mis clases desde la primera publicación nuestra hasta las últimas colaboraciones con Gorgonzola. Y trato de contagiar a mis alumnos con esto de intentar proyectos propios, publicaciones, fanzines, proponer material a editoriales, mostrarles que esto está vivo, pero que depende bastante de ellos mismos. Por ahí me pongo un poco denso en este punto. Un día me di cuenta de que no todos tienen esa intención de dedicarse o tomar esto de la manera en que nosotros lo hicimos. Algunos sólo quieren dibujar para divertirse un rato, y está perfecto. Pero bueno, hay de todo, y creo que desde hace un tiempo empezó a cambiar la cabeza de muchos chicos con respecto a este tema. Me parece que el cambio pasa porque hoy en día un chico se puede plantear tomar al dibujo o a la historieta como su profesión.

Santiago Fredes: La relación con Francia es muy abstracta aún, al menos para mí. Lo que sí siento es que esto es algo que Ultramundo se merece, por su trabajo y constancia. Si lo tuviera que comparar hablaría de mi experiencia dentro del circuito de artes visuales: apenas vendí unas pocas obras en mi vida, en cambio sí he ganado varios concursos y participado en muestras internacionales. A Ultramundo le estaría pasando algo parecido. En todo caso lo que pueda pasar afuera influye en nuestra reputación local y viceversa.

Hasta ahora no hemos hablado de sus trabajos de historieta. Si uno sigue con atención las tres líneas, se da cuenta que son bien distintas y al mismo tiempo diferentes a todo lo demás, con lo cual se logra una especie de comunión particular: la de no parecerse a nada. Pienso en el lumpen-manga de Darío (Los Niños de la Basura), el surrealismo gótico de Pedro, mezcla de Thomas Ott, Moebius, etc. y en esa especie de hiperrealismo de Santiago es de alguna manera algo irreal, como extremar las posibilidades de lo real desde la otra punta. ¿Cómo se leen entre ustedes? ¿Discuten sobre sus contenidos, hay ideas establecidas sobre qué hacer y cómo hacerlo? Es decir, si entre ustedes le reservan un tiempo para la discusión estética y ética.

Darío Fantacci: A Santi nunca me costó leerlo, quizás porque lo hago desde que soy chiquito. A Pedro aprendí a leerlo poco a poco. Debo haber leído más de 15 veces cada una de sus historietas en Ultramundo. Hasta que lo entendí. Después fue más fácil. Las Ultramundo las leo una y otra vez, en diferentes estados, o en los mismos de siempre. Siempre le encuentro atractivo a los trabajos de Santi y a Pedro. Se me ocurren nuevas historias todo el tiempo.

Discutimos a lo pavo [mogollón], sobre todo antes de irme a Francia [donde vivió entre 2010 y 2013]. Discutíamos duro y parejo y nos mostrábamos todo el material en originales. Sin dudas, todas las semanas teníamos nuevo material para mostrar. Era buen incentivo. Hoy no lo hacemos. Creo que cada uno confía en el otro como autor. Yo varias veces pedí que no se me den muchas críticas. Prefiriendo encontrarme yo solo conmigo mismo. Pero sí que me digan cuando algo les gustaba. Hay momentos de inseguridad con eso, uno se siente juzgado constantemente. Puede que a muchos no les pase. Pero a mí esa particularidad me comió siempre el cerebro y me impidió mucho el avanzar con seguridad y disfrute. Creo que se ve bastante de eso en la «lumpen» historieta de Niños de la basura, que tiene mil huecos, cambios de estilo y etcéteras. Sobre todo en la versión editada en Ultramundo, de las cuales rehíce más de 40 páginas.

Después el trabajar en conjunto con Pedro fue una de las cosas más importantes en el trabajo de formación y realización. Conjunto, digo como guionista de mi parte. Se trabajó mucho y bueno en esos años, paralelo a lo que se llegó a editar. Muchos libros, mucho trabajo. En el momento de armado había mucho de la respuesta que cada uno hacia al otro. Por mi parte la visión de Santi y Pedro en mi laburo siempre fue fundamental, muy intensa. Se profundizaba muchísimo en el laburo. Era como una terapia grupal de jóvenes artistas, podría decirse. Por eso en un momento me fue necesario separarme de la opinión ajena. Y empezar a crear una propia. Hoy por hoy no necesito de mucho para que me guste lo que hago, mientras uno o dos amigos o novia (importante) aprecie lo que hago, ya estamos hechos.

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Darío Fantacci, Los niños de la basura (2007-2012).


Pedro Mancini: Yo creo que de base hay una gran admiración de cada uno hacia el trabajo del otro. Después si podemos ser bastante críticos, pero siempre apuntando a mejorar las cosas. Santi por ahí es el más duro, Darío es bastante positivo y supongo que yo soy un término medio. Así fue funcionando el grupo, en ese equilibrio. De todas formas no discutimos demasiado sobre los contenidos. En general lo que proponga cada uno es bien recibido, aunque las opiniones son imprescindibles y más de una vez influyeron y hasta cambiaron el rumbo del trabajo del otro.

En cuanto a si hay una idea establecida a partir de la cual trabajar, yo creo que sí, aunque nos fue bastante difícil determinarla o ponerla en palabras. Me acuerdo que tuvimos una especie de crisis en el momento en que Darío decidió irse a vivir a Francia. La idea era seguir con el grupo a la distancia. Entonces hubo una serie de cuestionamientos sobre qué éramos o hacia dónde íbamos. No creo que haya salido nada muy claro de todo eso, más bien todo lo contrario, nos enroscamos bastante en ese momento. Hoy en día creo que a la hora de trabajar los tres sabemos muy bien de qué se trata todo esto. Mi conclusión sobre el tema es que somos tres personas que nos comunicamos mejor a través de lo que hacemos. Somos mejores con nuestros dibujos que con nuestras palabras. Y así se crea un diálogo mucho más mágico y poderoso a través de las imágenes.

Santiago Fredes: Pedro lo dijo ya muy bien. Durante el proceso de producción constantemente estamos mostrándonos el desarrollo del material, y emitiendo y recibiendo comentarios. Esto requirió de un aprendizaje ya que, más allá de la amistad y confianza, hay que ser cuidadoso a la hora de emitir un juicio. De hecho, mientras producimos el contenido de Ultamundo, el mostrar el proceso es el momento de mayor comunión, ya que principalmente cada uno trabaja por separado en su casa.

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Santiago Fredes, El Valle Mecánico de los Reyes (IluSorias, Editorial Muerde Muertos, 2013). Lápiz color y lápiz acuarelable sobre cartulina, 20cm x 27cm.


¿Encuentran ustedes una relación entre estética y política, o ética, en lo que hacen? ¿Y cuál sería la especificidad de un lenguaje como la historieta, lo que permite y lo que no? Pregunto teniendo en cuenta que Pedro y Santiago también producen obra plástica. No sé en tu caso Darío, pero me interesa conocer sus ideas –las de todos– sobre el mundo del arte y el de la historieta.

Santiago Fredes: Relacionándolo con la política, me parece que el aporte más importante que tiene la historieta por sobre las demás artes visuales, es su formato material: sea libro, diario o revista, lo importante es su condición de material impreso y seriado, de bajo costo. El libro como formato material tiene la particularidad, entre las artes visuales, de posibilitar un formato práctico, económico y de fácil y rápida circulación que admite su presencia en distintos círculos, ambientes e instituciones, que se puede llevar en la mochila, se puede prestar y viaja de mano en mano hasta territorios lejanos; todas acciones que tienden a acercar la obra al público general, fuera de los espacios tradicionales de exhibición que, intencionalmente o no, se caracterizan por cerrarse sobre si mismos generando un diálogo entre el artista y otros artistas, como así también con críticos, galeristas, curadores, historiadores, gestores culturales, periodistas, marchands, coleccionistas, subastadores, entre otros actores especializados del campo.

Darío Fantacci: Mi visión de la historieta siempre fue dentro de lo popular. Es un lenguaje completo en sí mismo, donde lo narrado no puede contarse dentro de otro formato. Para mí las artes, todas, tienen su lenguaje propio y sus leyes. Estas leyes que llevan al infinito de posibilidades, por eso lo artístico. La historieta es magia con el lector, se encuentra desde niño. Se aprende a leer y se puede uno entrenar en este leer en muchos niveles, como el realizador de la obra evoluciona en su hacer. La historieta existió siempre, de mil maneras diferentes podemos ver imágenes secuenciadas a lo largo de la historia del arte. Hoy se encontró una forma de evolucionar esa forma de narrar, sacándola del medio de la pintura, etc. Sus limitaciones son amplias, pero no me centraría en estas para responderte, Pablo, por la idea que todo tiene su lado oscuro tan grande como el luminoso; «el lado oscuro de la fuerza» da el complemento a la totalidad de ella. Pudimos encontrar en la ciencia ficción formas de contar experiencias que ya no se permiten contar en otro medio artístico, por el control de las diferentes disciplinas, que se da con el hacer continuo de miles de personas y preconceptos rígidos en el pueblo receptor (soy escritor y compito contra incontables genios ya leídos y reconocidos que me explican cómo se es un genial escritor). Esto produce una destrucción de ese arte, por eso, encontramos premiados a escritores mediocres, que lo único que hicieron es pensar cómo vender un objeto/producto que se llama libro. Nuestros verdaderos escritores y poetas mueren pobres y solos, más por la mirada del error que por la mirada de la genialidad. En la historieta tenemos una visión periférica clara de la situación contemporánea del humano en el mundo. Podemos ver un cómic estadounidense como una historia de fantasías o también como una descripción del estado actual de ese mundo/país. Lo mismo en Francia, Japón o donde se encuentre la disciplina de la historieta.

Yo dibujo tratando de hablar popularmente. Me gustan ciertos autores que narran de una manera que llamo «universal», un lenguaje que abarca al humano entero. Trato de hacerlo de esa manera. Pero sin olvidarme que soy yo el que descubre y observa. Por eso es inevitable representarme en mis propios símbolos dentro de mis trabajos. Más allá de la práctica artística que uno haga, creo que lo importante es siempre encontrar aire limpio, nuevas maneras de decir las cosas y expresarse. La historieta es nuevita y reluciente. Mucho se está experimentando y mucho se encuentra. Sé que un día esta disciplina se va a acentuar en sus bases y no me cabe duda que va a surgir otra nueva idea que marque el estado de evolución de las cosas, la mutación y la búsqueda en ello.

Pedro Mancini: Aporto a lo que decía Santi que en el caso particular de Ultramundo yo creo que hay un logro en cuanto a crear una obra independiente, un espacio en donde nosotros ponemos casi por completo las reglas. Digo casi porque siempre hay algún límite, como el dinero. Tal vez llegamos por accidente a esta instancia, pero con el tiempo y al enfrentar distintas realidades relacionadas a la historieta argentina, creo que valoramos mucho este hecho. Ultramundo es la voz de tres personas a las que un día se les ocurrió crear un mundo.

En cuanto al tema de la especificidad de la historieta como lenguaje, creo que no hay mucho más que diferencias superficiales en relación a otras artes. El resto es magia, algo inexplicable, o que yo por lo menos no quiero entender. Creo que podría contar lo que necesito contar a través de cualquier otro medio. Solo que de chico me enamoré de esto, y acá estoy.

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Pedro Mancini, acrílico sobre tela (2011).


Me gusta mucho esa idea de crear una voz entre tres, pero no para renunciar a la singularidad de cada uno sino para multiplicarla. Y ése es el gran desafío ¿no? Los proyectos editoriales suelen terminar en amargas disputas –el caso de L’association es paradigmático–, pero en todo caso es mejor intentarlo antes que no hacerlo, porque si es por la industria o los editores, no habría casi historieta.

Pedro Mancini: En nuestro caso la forma que tomó el proyecto fue casi por accidente. Tuvimos esas reuniones con editores, no pasó nada, así que hicimos lo que nos quedaba, sin mucha consciencia de lo que estaba pasando. Pero lo que si era seguro era que la revista tenía que salir como sea. Una persona clave en este punto fue Juan Bobillo. Con Darío íbamos a su taller en el Sótano Blanco, y él, que es un entusiasta de este tipo de proyectos y de la historieta en general, nos incentivó mucho a ir para adelante. Hizo la tapa del primer número y nos dio muchos consejos para arrancar. Yo hasta dejé mi trabajo como repositor en un negocio para dedicarme a dibujar.

Así empezamos. Y en ese momento vimos al costado y nos dimos cuenta de que algunos grupos estaban casi en la misma que nosotros, empezando proyectos independientes: La Pinta, Hotel de las Ideas, un poco más adelante Agua Negra (con Juan como uno de sus fundadores), y varios más. Todos proyectos chicos en un principio, que fueron creciendo mucho con el tiempo.

Santiago Fredes: En nuestro derrotero logramos superar distancias oceánicas, tecnológicas, de lenguaje y otras, que nos separan y nos unen como sujetos. Creo yo que tuvimos en este sentido también una influencia de la F.L.I.A, ya nombrada, en el sentido de su propuesta poético-política más importante: la organización horizontal de sujetos más o menos disímiles, albergando la diferencia en el seno de nuestro proyecto editorial y artístico. El colectivo Pánico también fue una influencia similar.

Darío Fantacci: De hecho, me gustaría agregar a lo que decís, Pedro: cuando pensamos el nombre, yo al menos, no puedo negar que la mitad del nombre Ultramundo tenía mucho de la revista Ultra, donde laburó Juan [Bobillo] entre otros artistas. Es la misma revista que leíamos con Santi en San Marcos Sierras, donde empezamos a dibujar. Fue una revista referente en cuanto a calidad final de lo que queríamos publicar algún día. Solo duro un par de años con tres ejemplares que quedaron en donde quedaron por problemas editoriales. Me es muy interesante como repercuten las energías.

Las disputas siempre estuvieron. Zafamos de dárnosla muchas veces. De hecho ese equilibrio es siempre muy delicado de mantener. L’association es un buen ejemplo de como algo muy bueno se puede transformar en una pesadilla. Los celos, las inseguridades entre otras cosas como el dinero (siempre presente) generan obstáculos y desequilibrios importantes, como en las parejas. Es convivir, ahí salen todas las cosas a la superficie, buenas y malas. Creo que nos salva que cada uno es como es, y en lo profundo, respeta la forma del otro por mas incoherente que parezca.

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Darío Fantacci, Les Infants Hirondelle.