FIRMADO MR. J (XIV) Inventando la historieta

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La historieta es un arte joven. Nació en Europa, a mediados del siglo XIX, fundiendo la ilustración y la literatura en un caldo nuevo y revolucionario. Tal como nos recuerda Álvaro Pons en la introducción de El arte de Caran d’Ache, titulada “Caran d’Ache, las dos caras de un arte en nacimiento”, la gestación del nuevo lenguaje se atribuye al suizo Rodolphe Töpffer, autor de hermosas novelas en estampas, como las dos recogidas en el volumen Monsieur Crépin, Monsieur Pencil (El Nadir, 2012).

“Si bien es cierto que Töpffer puso los cimientos del arte del cómic”, escribe Pons, “no lo es menos que todo el edificio formal del noveno arte se ha levantado gracias al trabajo de muchísimos autores que, por desgracia, quedaron muchas veces en un segundo plano o incluso en el olvido”. Este es el caso de Caran d’Ache, seudónimo de Emmanuel Poiré (Moscú, 1958-París, 1909), un audaz artista del cambio de siglo, continuador del camino desbrozado por Töpffer. Brillante y talentoso, Caran d’Ache (por karandash, lápiz en ruso) fue “un investigador exhaustivo de la dinámica de la narración dibujada, tanto en la descomposición del movimiento (…) como en la búsqueda de la esencia de la síntesis gráfica, inspirándose en las experiencias del teatro de sombras para experimentar con la línea y mancha como elementos básicos”.

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El arte de Caran d’Ache. Un historietista del Fin de Siècle recopila algunas de las viñetas del genial dibujante, agrupadas en tres bloques temáticos: “Artistas, burgueses y animales”, “Militares” y “Políticos”. El conjunto es un completo zoológico repleto de situaciones y comportamientos cómicos y absurdos. Son historietas mudas, o acompañadas de textos de apoyo, de longitud corta y estilo variado, realizadas con distintas técnicas, en blanco y negro o color, lo que da puntual noticia del virtuosismo de Caran d’Ache. De temática satírica, todas muestran la sobresaliente calidad de un autor único, poseedor de una línea vigorosa y un talento especial para la narración, así como de una incansable curiosidad creativa. Hay muchas piezas destacables, aunque, por su peculiar formato y su extensión, destacan “El talonario” (una suerte de talonario plagado de viñetas que se puso a la venta en 1892) y las xilografías tituladas de modo genérico “Ferblanterie” (chatarrería), recogidas originalmente en el número de enero de 1902 de la revista socialista y anarquista La Assiette au Beurre. Unas y otra dan cuenta de la “venalidad de una clase política corrupta, y de una sociedad en sí misma dispuesta a la corrupción”.

Pons señala también en su introducción que el talento de Caran d’Ache posee un triste talón de Aquiles, su antisemitismo, si bien matiza que “la ideología de la obra de Caran d’Ache es tan solo el espejo de una época”. Más allá de lo reprobable de los elementos antisemitas del discurso del artista, El arte de Caran d’Ache es un libro espectacular, necesario para conocer y apreciar los primeros pasos de la historieta. Un volumen gozoso e imprescindible, cargado de joyas visuales.