El fin del régimen de Pleksy-Gladz (Jaume Pallardó) y Solo es ficción (Pau Valls)

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El fin del régimen de Pleksy-Gladz (Jaume Pallardó). APIV, 2013. Grapa. 15 x 21 cm. 16 págs. B/N. 3 €
Solo es ficción (Pau Valls). Autoedición, 2013. Grapa. 14 x 21 cm. 38 págs. B/N. 3 €

El 19 de agosto del pasado año apareció en el periódico Las Provincias un artículo a doble página de Carlos Garsán titulado “El resurgir del fanzine valenciano”. En él, y con sentencias como “las publicaciones alternativas vuelven como referente cultural basado en la calidad y la libertad”, celebraba la aparición de nuevas cabeceras que, ajenas a la generalización de los medios digitales, estaban proliferando en el panorama local (un fenómeno que va tomando forma con cierta intensidad, hasta el punto que obliga a las librerías a servir este tipo de productos e incluso a la mayor biblioteca de la ciudad a dedicarles un espacio exclusivo). Garsán se centraba básicamente en los trabajos de Esteban Hernández, en el catálogo de Ediciones Valientes, y en las revistas El Fresquito y Arròs Negre, ejemplos evidentes de que el talento creativo, como es natural, no tiene, ni debe, ni quiere, circunscribirse a aquello que podríamos denominar el circuito profesional (con todas las comillas, matizaciones y objeciones que se quieran). Y que además tampoco buscan ser consideradas como una plataforma de prueba para dar el salto dentro del sistema (en este sentido estamos experimentando también cierto camino inverso cuando autores como Jose Tomás o, de nuevo, Esteban Hernández renuncian a publicar con editoriales establecidas para ir por su cuenta), sino más bien como certeros vehículos expresivos.

Arròs Negre en concreto es una publicación semestral, capitaneada por Elías Taño, que va ya por su cuarta entrega, y donde han tenido cabida, en lo que a historietas se refiere, tanto nombres bien conocidos del panorama nacional (Juan Berrio, Javier Olivares, Sento o Paco Roca), como firmas habituales del mejor fanzinerismo (Pau Anglada, Marc Torices o Gerardo Sanz). Precisamente en este último grupo podríamos incluir a dos autores que, en los últimos meses de 2013, han dado un paso más presentando dos mini-tebeos (¿se pueden llamar así?) con trabajos propios de difusión limitada. Por un lado Jaume Pallardó, ganador del Premio Ciudad de Valencia Crea 2012, con El fin del régimen de Pleksy-Gladz, primer número de la prometedora colección Paper cru, editada por la APIV (Associació professional d’il·lustradors de València), y por otro el alcoyano Pau Valls, seleccionado en la convocatoria del Injuve de 2011, con Solo es ficción, compilación de cuatro historietas breves. Evidentemente estos primeros pasos en la carrera de un dibujante hay que valorarlos precisamente como tales, como búsquedas –a base de ensayos, aciertos y errores– de una voz propia. Ambos poseen en común un estilo convencional, en el mejor sentido de la palabra, son narradores clásicos que beben de referentes bien evidentes, que no disimulan sus influencias sino que las potencian. Que se autodefinen como historietistas y que reivindican el medio como argumento, contenido y cuestión de sus obras, entendiendo que el cómic tiene cuerpo suficiente por sí mismo para nutrir una historia.

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El fin del régimen de Pleksy-Gladz, de Jaume Pallardó.


Pallardó, quien revisita en sus incursiones previas (“Amnèsia espacial” en Isla flotante o el webcómic “Ultrayó”) géneros como la ciencia-ficción, se inspira ahora, y no sólo nominalmente, en el mundo de Hergé, en los márgenes de la aventura tintinesca. En El fin del régimen de Pleksy-Gladz, los lectores habituales de Tintín retornamos a Borduria, y a algunos de los escenarios descritos en El cetro de Ottokar o El asunto Tornasol, pero mucho después, a mediados de la década de los ochenta, a las puertas de la glasnost y de la caída del Muro de Berlín. Pallardó, insiriendo la política real en ese universo de ficción, traza una ocurrente y divertida metáfora de los conflictos (forzados y artificiales) entre corrientes artísticas, al tiempo que desmenuza el sinsentido de las dictaduras, y de las sanguinarias consecuencias que se derivan de su resistencia al aperturismo y a la instauración de las libertades individuales básicas. En cambio Valls, quien en poco tiempo ha colaborado en interesantes antologías como Boktor Magazine o Fin Kit, se muestra más interesado en el costumbrismo de corte intimista, recordando en cierta manera, en acento y tema, a los trabajos primerizos de Calo, Fermín Solís o, incluso, Sergio Córdoba. En Sólo es ficción recupera dos relatos ya publicados en su página personal (“Barba”, la más personal, y “Bill Farrow, el dibujante”), junto con otros dos inéditos (“Último sábado de verano” y “Esa tarde”), y un quinto que sirve de enlace entre ellos y le da título al cuaderno. Moviéndose entre la nostalgia y la cotidianidad (las dudas de la primera cita, el reencuentro de una pareja de divorciados con niño de por medio, o aquellas salidas nocturnas cuando contábamos menos años), plasma en tono distendido un atractivo anecdotario.

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Solo es ficción, de Pau Valls.


Son dos muestras (de innegable calidad) de la buena salud de la prensa independiente, que ayudan a entender mejor la situación del tebeo patrio desde la óptica del amateurismo, donde conviven desde las propuestas más rompedoras a los trabajos de corte tradicional. Afortunadamente hay vida ahí fuera, y mucho todavía por ver.