Baco 2 (Eddie Campbell y Ilyan)

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Baco 2 (Eddie Campbell y Ilyan). Astiberri, 2013. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. 264 págs. B/N. 18 €

Tras la reseña que escribí del primer volumen, tengo la sensación de que es pronto para volver sobre Baco de Eddie Campbell con un texto largo, pero no puedo evitar lanzar unas cuantas ideas sobre el segundo tomo, que me ha parecido aún mejor que el anterior.

Primero, que Campbell ya le ha cogido el pulso totalmente al asunto, y sabe de verdad por dónde quiere ir. Toda la primera parte es un impresionante viaje por las islas griegas en las que el agotado Baco recuerda su juventud y con ella los mitos, que para él son su pasado, su historia personal. Y en la confrontación entre ambas cualidades de las historias que cuenta está la mayor virtud de Baco, que es fiel al canon y al mismo tiempo lo rompe —en su interpretación del mito del minotauro, por ejemplo, que recuerda a La casa de Asterión de Borges—, muchas veces desde lo gráfico, que es, no me cansaré de decirlo, inseparable del contenido. La forma es mensaje, y basta con imaginar estas historias dibujadas por Charles Vess o John Buscema para darse cuenta de cómo cambiarían. Campbell, por cierto, va dibujando cada vez mejor, se suelta del todo y saca el máximo partido a ese trazo que puede ser furioso o contenido según el caso. Y además dibuja de todo: escenas clásicas, modernas, hombres viejos y mujeres jóvenes, ambientes urbanos e islas desiertas… Vamos, que de «dibujante limitado» nada de nada, en mi opinión.

La socarronería de Campbell, ese humor tan suyo que vemos en su obra autobiográfica, le permite abordar temas complejos sin perder ligereza, y sin que eso le impida llegar a algunas conclusiones brillantes. Es sólo que no se sube a una tarima ni se pone la toga para enunciarlas. El exceso de trascendencia a veces mata los logros de algunos autores, aunque, claro, siempre habrá alguien que opine que el mensaje de Campbell es menos profundo porque le falte la gravedad de un Neil Gaiman o un Alan Moore, que son, antes de que alguien me salte al cuello, dos autores excelentes y que han tratado la misma cuestión que aparece en Baco de manera interesante. Simplemente digo que Campbell, desde sus antípodas, no es menos válido en su reflexión. Pero sí es, probablemente, más divertido.

¿Cuáles son esas cuestiones? Muchas: las ideas sobre arte, ciencia, moda y economía que pone Campbell en boca de Baco son interesantísimas. Pero por encima de ellas hay dos: el paso del tiempo y la vejez del inmortal, que ve cómo todo cambia a su alrededor y que, él mismo, acaba por cambiar. También, a través del mito, se profundiza en el concepto de ficción y realidad, eso que es tan consustancial a la posmodernidad pero que, en el fondo, es una dicotomía que está casi en el nacimiento mismo de la narración: buscamos en las historias el orden y el sentido que nos falta en nuestra vida. «La vida es un tumulto, pero tú quieres tus historias ordenadas y competentes poéticamente».

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Pero hay un último tema en este segundo tomo que me parece muy pertinente, aunque no esté en primer plano. Cuando los romanos asimilaron a Dionisos, desactivaron buena parte de la carga subversiva que tenía como reflejo oscuro de lo apolíneo —eso que Nietzsche enunció tan bien— al transformarlo en el dios del vino y la jarana, y aunque las bacanales tenían aún sus peligros, distaban bastante de lo que fueron cuando el culto era clandestino. Campbell no reniega de la dimensión vinícola de Baco —al contrario—, pero recuerda que además fue una deidad de caos, desenfreno y ruptura de tabúes y de leyes sociales, algo que va mucho más allá de montarse una juerga cada poco días. En este sentido, el capítulo del libro que transcurre en una isla desierta donde Baco y Simpson se encuentran con un grupo de turistas es la mejor prueba de ello.

La segunda parte del tomo de Baco recupera al niño Ojos y a los Telquinos, y cuenta en la mayoría de las páginas con el dibujo de Ilya, muy mejorado respecto a su trabajo inicial con Campbell. La visión de Ojos sobre los mismos temas es radicalmente diferente de la de Baco, sobre todo porque Ojos está bastante tocado de la cabeza, pero también por el enfoque del guión, más loco y con más acción de inspiración superheroica, como la que encontramos en el primer volumen.

Conforme se va consolidando como autor Campbell mejora Baco, y no es que los inicios sean dubitativos: recordemos que ya llevaba seis o siete años de carrera escribiendo historias autobiográficas, en las que, si lo pensamos bien, encontramos el mismo interés por la cuestión de la barrera entre realidad y ficción. Si los siguientes tomos continuan la línea ascendente, creo que Baco va a resultar que no tiene mucho que envidiarle a Alec.