Cuaderno de frases encontradas (Juan Berrio)

Cuadernos de frases encontradas portada

Cuaderno de frases encontradas (Juan Berrio). Autoedición, 2013. Rústica con solapas. 16 x 22,5 cm. 320 págs. B/N. 22 €

Juan Berrio lleva años trabajando en un proyecto muy curioso, derivado de su afición a pasear por la ciudad: básicamente, consiste en apuntar frases que se oyen por casualidad mientras se camina y luego dibujar una viñeta con la situación. Lleva tiempo colgándolas en un blog, pero ahora Berrio ha decidido realizar una nutrida selección de las mismas y autoeditarse —con mucho primor— un volumen de más de trescientas páginas con ella.

Una de las cosas que más me gustan de la obra de Berrio es su habilidad para sacar lo mejor de nosotros mismos. Quizás no es tanto una habilidad como un rasgo de su carácter: es como si fuera incapaz de ver y representar la maldad. Sus personajes, que en este tomo por ser anónimos podríamos ser todos nosotros, siempre son guapos y tienen un candor desarmante.

Todos tenemos un puntito cotilla que nos hace poner la oreja cuando vamos en el metro o caminando por la calle si una voz nos llama la atención. Y aunque no lo tengamos, a veces la frase te golpea por su extravagancia, sonoridad o vocabulario llamativo. Creo que en este Cuaderno de frases encontradas hay algo de eso, pero también es cierto que Berrio tiene un interés especial en esas frases: más que encontrarlas, a veces parece que las atrapa, que sale a andar con un cazamariposas al hombro.

La edición, como decía antes, está muy cuidada. Buen papel y buena impresión, un extenso texto introductorio del propio Berrio y traducción al francés y al inglés, algo que además de darle proyección internacional al libro añade un interés extra para los que nos gustan los idiomas, porque está lleno de expresiones coloquiales de ésas que dan dolores de cabeza a los traductores.

Cuadernos de frases encontradas portada interior

Extraídas durante años de paseos por, sobre todo, Madrid y Jaca, esta sucesión de viñetas engancha porque en ellas se observa un panorama preciso de la sociedad española actual. Concretamente, las viñetas de Madrid —ciudad en la que vivo y por tanto en la que mejor puedo juzgar esto— reflejan muy bien esa variedad que puede verse por su centro y aledaños, la zona por donde Berrio suele pasear, y nos hablan, además, de las cosas que nos preocupan a todos. Hay jóvenes y ancianos, niños —las ocurrencias infantiles, por supuesto, tienen su espacio aquí—, oficinistas, obreros, limpiadores y estudiantes. Esa variedad le da un toque especial al Cuaderno, y, además, Berrio ha elegido muy bien el orden: vamos de las más recientes a las más antiguas, de octubre de 2013 a agosto de 2009. Hay frases chocantes —«¡Ya me conozco la técnica Burkina-Faso!»— que valen por sí solas, pero luego hay otras más convencionales, más cotidianas, que son las que encierran el verdadero sentido de este libro: cada frase cazada al vuelo tiene detrás una historia. Y eso es algo que cada uno descubre en un momento determinado de la lectura, a partir del cual se enriquece muchísimo: ¿quién es esa chica? ¿De quién habla ese señor? ¿Por qué discute esa pareja? ¿A dónde van esos chavales? Sólo podemos imaginar las respuestas, porque la verdad se ha perdido ya para siempre: sólo quedan las instantáneas que, pacientemente, ha ido tomando Juan Berrio para compartirlas con nosotros.