Potlatch (Marcos Prior y Danide)

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Potlatch (Marcos Prior y Danide). Norma Editorial, 2013. Cartoné. 17 x 24 cm. 104 págs. Color. 16 €

El potlatch es una ceremonia que practican sobre todo algunos pueblos indígenas de la costa del Pacífico americana que consiste, básicamente, en que alguien muy rico regala todas sus posesiones… o las intercambia, más bien, por prestigio y futuros favores. Máximo Pérez Gil es un joven que sufre síndrome hipertimésico y no puede por tanto olvidar ni un solo detalle de su pasado. Máximo se dispone a realizar un potlatch en el siglo XXI, y la primera pregunta que nos hacemos ante esto es si realmente el significado de la ceremonia y sus implicaciones han cambiado o siguen siendo las mismas.

He empezado por el final, pero dado que los autores de Potlatch hacen lo mismo confío en que sabréis perdonarme. Marcos Prior y Danide ya colaboraron en el extraordinario Fagocitosis, que completaba, junto a Fallos de Raccord y El año de los cuatro emperadores —ambos de Prior en solitario— lo que podríamos llamar «la trilogía de la crisis», o «la trilogía de nuestro tiempo», que, en realidad, viene a ser lo mismo. Lo digo porque hay pocos cómics que sean más del aquí y el ahora que los que dibujan Danide y Prior, y no lo digo sólo por su temática, sino también por varias cosas a tener en cuenta. La primera, el uso posmoderno —a falta de un término mejor— que realizan de la cultura. Con las barreras entre alta y baja cultura desaparecidas, las referencias elevadas se mezclan en el mismo nivel con la cultura de masas: Baudrillard meets Watchmen. Tampoco es algo nuevo, pero aquí es capital. Igual que lo es el uso de los referentes que definen nuestro tiempo: la imagen de marca —Potlatch está lleno—, la sobrecarga de información, el consumismo salvaje, la incomunicación… Y los medios como realidad más real que la verdadera, como simulacro de realidad que define nuestras vidas. Los tebeos que escribe Prior son, si me permitís el palabro, metamedia: en ellos se emplean con fines narrativos claros —no como meras cabriolas— la página web, el Facebook, presentaciones en Powerpoint, anuncios, folletos, e incluso vídeos de Youtube.

Con todas estas herramientas Prior y Danide han abierto un camino para el lenguaje del cómic que han desarrollado hasta alcanzar un grado de complejidad muy interesante. Sus cómics hasta el momento han analizado no tanto la crisis como sus causas profundas, los fallos del sistema capitalista, los mecanismos oxidados que nadie quiere reemplazar. Y se las han apañado siempre para hacerlo con un discurso no lineal, con una narración atípica que, al final, es lo que permite la doble lectura. Siempre han sabido ser sutiles y huir de lo panfletario para moverse entre la ficción y la no ficción con un equilibrio muy medido.

En Potlatch todo esto está, pero también veo un cambio significativo: la trama, la historia, es aquí más central que en anteriores trabajos de Prior. La mirada crítica al sistema está, pero más subterránea que otras veces. Esto en sí mismo no es ni malo ni bueno, claro, aunque probablemente sí hace que los contenidos sean menos densos que en otras ocasiones.

Pero la historia de Máximo se transforma pronto en una gigantesca farsa en la que casi nada es real, empezando por esa cita a ciegas que forma parte de un reality show —¿puede haber calificativo más mentiroso?— y continuando por el conato de relación sentimental de Máximo. Tanto él como otros dos de los personajes trabajan en una agencia de detectives, y esto no es casual, porque uno de los temas importantes de Potlatch creo que es la información y lo que hacemos con ella. Máximo es un experto en Bolsa y utiliza su memoria hipertrofiada para ganar mucho dinero; la información es lo que le permite a su amigo de la adolescencia encontrarlo y a él mismo intentar ligarse a Claudia.

Potlatch interior

Hay algo que uno entiende rápidamente leyendo este cómic, y es que, ante todo, Prior es un guionista muy inteligente, que no sólo se anticipa al lector sino que dirige su mirada con precisión. Por ejemplo, cuando empezamos a leer el monólogo intermitente de Máximo, que simultanea diferentes momentos de su vida y recuerda en presente simple los hechos más nimios con total exactitud, nos damos cuenta de que nos resulta muy familiar. Bingo: antes de que caigamos, Prior ya saca a colación en la historia el número 9 de Watchmen, cuyo personaje central, el Doctor Manhattan¸ puede perfectamente interpretarse como un caso extremo de la hipertimesia.

Danide, gran dibujante, traza con pulcritud escenarios y personajes, a los que aporta cierto toque cartoon muy llamativo. Es importante, porque Marcos Prior también los escribe desde cierta caricatura, alguna evidente —el detective coleccionista de cromos— y otra no tanto, como Claudia, licenciada-en-sociología-aspirante-a-actriz-empleada-de-planta-de-reciclaje-temporal.

Los saltos temporales en la narración obligan a una lectura atenta, y permiten a Prior y Danide dejar ciertos huecos que la interpretación del lector tendrá que llenar para entender qué busca Máximo con su potlatch, por qué fracasa, y qué proyección tiene eso en la política y economía, aunque quizás aquí no hiciera falta la alusión final a la cuestión que se hace en las páginas finales.

Es una pega muy menor, de todas formas, a un trabajo interesantísimo que, como todo lo que hace Prior, genera debate y pide relecturas. Y el dibujo de Danide es excelente. Aunque Potlatch sea diferente a sus tebeos anteriores, su obra sigue siendo una de las más coherentes del cómic español; Potlatch supone, además, un gran broche a este año 2013.