Entrevista con Juanjo Sáez

Recientemente Juanjo Sáez ha publicado un nuevo libro: Crisis (de ansiedad), y con motivo de su salida al mercado hemos tenido oportunidad de realizarle a su autor una larga entrevista. Antes de dejaros con ella, queremos agradecer a la gente de Reservoir Books y al propio Juanjo su amabilidad y buena disposición.

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Antes de nada empiezo felicitándote por tu libro, creo que es de lo mejor que he leído tuyo.

Gracias.

En principio es material que se publicó en el Ara durante dos años y medio y después añadiste más material, del que luego te preguntaré. ¿Eran viñetas diarias o no salían todos los días?

Cada día, sí. Incluidos sábado y domingo. Fue un encargo que me hicieron, y yo nunca había hecho algo así y no me veía muy capacitado, esto de no tener ningún día de fiesta, estar siempre un poco pendiente de lo que pasaba en el día a día… Ellos me dijeron que era o cada día o nada. Hicieron esa apuesta. Y yo les dije que sí mientras aguantara, y al final aguanté yo más que ellos, casi. En el diario, como en todo, empezó a haber recortes y decidieron primero sacarme y luego pasarme al fin de semana. Pero sí, al principio fue un reto bestial, cada santo día hacer una viñeta.

Porque tú habías trabajado previamente en prensa pero nunca de manera diaria.

Diaria nunca. Lo máximo que había tenido fue, creo que en El Periódico de Catalunya, una tira semanal. Esto de la viñeta diaria no lo había hecho nunca.

¿Y te costó coger la rutina?

No, y me gustó, de hecho. Lo echo de menos. Me gustaría volver a hacerlo cada día, es un ejercicio que está muy bien.

¿Ibas día a día o cogías un día a la semana y te hacías tres o cuatro…?

Intentaba ir día a día, me monté una rutina, por la mañana ver un poco las noticias y sobre las seis o así entregar la viñeta terminada. Pero a veces, claro, la vida no te lo permite. Si a lo mejor tenía algún viaje, o algún compromiso, sabía que iba a tener tres o cuatro días ocupados con otra historia, y por eso intentaba tener algunas de reserva, por si pasaba algo. ¡Un día igual te rompes un brazo!

O simplemente estás enfermo, sí.

Sí, así que tenía cuatro ahí guardadas de temas más genéricos, por si pasaba algo. De hecho en el diario yo intentaba que tuvieran siempre alguna de reserva por si acaso. Pero me imagino que toda la gente que publica a diario se lo monta así.

Sí, supongo que sí. Bueno, yo te he leído en otras entrevistas que a veces has tenido problemas con algunos medios.

Sí, con todos…

¿Aquí también tuviste algún tipo de problema en cuanto al contenido de la tira, que te echaran para atrás alguna?

No, no, con el Ara la verdad es que no. Una de las condiciones que les puse fue que aceptaba trabajar cada día, pero con libertad. O sea que tampoco me iba a volver loco, y que entendía que en algún momento dado alguna me la tiraran para atrás, pero que no se me marcaran límites con algunos temas. Ellos aceptaron porque consideraban que estábamos en sintonía, que teníamos unas ideas parecidas, y sí, apostaron por eso y no tuve ningún problema. Hubo alguna que al final no se publicó, creo, pero por temas que eran razonables, y no simplemente ideológicos o de censura.

Es algo que yo no termino de entender, cuando pasa eso. Si un medio te llama es porque les interesa tu trabajo y saben lo que haces y el tipo de viñetas que haces…

Es por el tema ideológico… un diario de izquierdas no va a llamar a uno de derechas, y al revés… Pero sí que pasa, porque también el dibujante muchas veces trabaja sin conocer los poderes ocultos que hay detrás de ese grupo editorial, o de los auténticos dueños, los inversores… Lo bueno es que cuando el Ara empezó era muy independiente, era un grupo de personas que provenían, muchos, de TV3 y todos eran pequeños accionistas, y con alguna ayuda lo tiraron para adelante. Después con el tiempo como los números no salen empiezan a entrar inversores. Un inversor, como es lógico, si mete dinero quiere unos resultados, y entonces, si no los obtiene, empieza a meterse en los contenidos. Y ahí es donde puede empezar a haber roces. Los medios de comunicación están siempre sometidos a muchas presiones, pero el Ara podía tener a alguien así…

Se podían permitir la libertad de tenerte un poco a tu bola.

Sí, sí, y fue muy bien.

De hecho, cuando hablas con humoristas gráficos, muchas veces es sorprendente, o a lo mejor no tanto, porque los problemas no les vienen tanto por el tema ideológico, sino por cuestiones comerciales, porque aparece tal o cual marca, y lo que dices tú, que no saben qué intereses hay detrás y si molestan a los inversores.

Claro, también. El Ara en realidad es muy pequeño, y ha funcionado mucho a partir de suscriptores, y de pequeños accionistas que son los periodistas. Esto en el origen.

¿Un poco como el modelo de eldiario.es, sólo que publicando en papel?

Igual sí, yo exactamente no lo sé, claro. Sí sé que después han entrado accionistas y la cosa ha ido cambiando. Pero en origen no dependían tanto de la publicidad, y temas comerciales a mí al menos no me han salpicado. Pero en otros medios sí, claro. De repente hablas de un anunciante, o hablas mal de una película de la que dos páginas más para allá hay un anuncio a toda página… y ahí suena el teléfono, le dan el toque al director y después llama un becario para darte el toque a ti. O un buen día rediseñan la página donde estás tú y saltas. Y como eres freelance

Es más fácil prescindir de ti que de alguien que está en plantilla.

Exactamente, sí.

¿En el libro haces una selección de las viñetas o aparecen todas?

No, hay una selección. Porque había muchas que eran de temas de mucha actualidad, y que no han sobrevivido al tiempo. El trabajo en prensa es caduco.

Eso es otra cosa que te quería preguntar, precisamente, porque me parecía que las viñetas eran bastante universales, porque no trataban casi nunca de una noticia concreta, pero claro, ahora por lo que me dices…

Sí, las más concretas las quité, pero también intentaba evitarlo, ¿eh?

Ah, o sea que sí hay un interés por tu parte por que la viñeta trascienda…

Sí, quería hacer algo más universal, y no caer tanto en lo concreto, de criticar a Artur Mas, o a Rajoy…

Sí, Rajoy creo que es el único político que aparece.

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Sí, porque es el presidente que nos ha tocado ahora, y además por la forma en que están hechas las viñetas pensé que tenían interés por el lado creativo, por el ingenio. Pero sí que intenté que fuera más universal y hablar del fondo de las cosas, no quedarte en la superficie. Porque tengo la sensación también de que la prensa, hablando tan en concreto, oculta los problemas de fondo. Te quedas viendo la tele y ves el diálogo que tienen entre ellos, pero no ves los problemas más sistémicos.

Totalmente de acuerdo contigo. Creo que en tu libro se ve muy bien eso, que hay una serie de problemas… que la crisis no es algo puntual, sino que es una crisis del sistema y de los valores que lo sustentan.

Es más profundo, y los medios de comunicación hablan mucho del día a día, y no se va al fondo, de por qué tenemos un presidente así, o por qué vamos a votar sólo una vez cada cuatro años, o por qué tenemos una constitución que se cambia cuando interesa, o que si Cataluña sea independiente… De esto, por ejemplo, ahora no se para de hablar, y se habla mucho del referéndum, pero no de que el sistema tiende a privatizarlo todo. Y a mí me apetecía que el libro hablara un poco más de eso, para que se fuera a la base. Dentro de lo que es hacer una viñeta para un diario, que tampoco es nada del otro mundo. Pero, bueno, quería que cuando la gente pasara por ahí viera que estamos discutiendo si Rajoy se ha sacado un moco, y hostias, el problema que tenemos es que todo se compra y se vende.

Además yo creo que tus viñetas tampoco responden a la idea más extendida de viñeta de prensa, porque en realidad, para mí, no son viñetas humorísticas, o muy pocas.

No, no son chistes.

Claro, no es humor gráfico, son ideas expresadas de una forma muy directa.

Sí, es lo que has dicho, son ideas, pensamientos que tengo, y busco la forma de transmitirlos. Pero sí, la etiqueta de humor gráfico se ha quedado un poco anticuada, a lo mejor, porque lo que hace El Roto, que es el referente principal de opinión gráfica… Es un cenizo (risas), humor no hay por ninguna parte. Es una panadera lo que te da ese hombre. Y por otro lado tiene mucha aceptación, la gente se siente identificada, pero de chiste nada. Yo creo que los chistes en este ámbito se han quedado anticuados.

Por lo menos el chiste blanco, que se mueve en una zona de confort, en la que sabes que no vas a ofender ni que vas a ser incómodo, y es lo que veo en tu trabajo, que eso lo apartas, no sé si conscientemente o es que te sale así.

Me sale así, me sale así. Es que, joder, están las cosas… me pillo unos cabreos cada día… Y tú tienes la suerte de tener una ventanita. Yo no soy nada de pertenecer a asociaciones, ni meterme en partidos políticos, es que no voy ni a las manifestaciones. Soy muy individualista, pero sí que veo que tengo ese espacio, y es mi profesión, y eso creo que se me da más o menos bien. Voy a contribuir algo, o voy a denunciarlo por lo menos, ya que después soy tan pasota, ni hago nada por nadie, realmente. También es donde puedo hacer algo que a lo mejor vale la pena.

De hecho aparte del panorama tan negro que dibujas, a mí me ha pasado una cosa. Cuando tú dibujas una viñeta en prensa, sabes que se va a leer ese día, y va a quedar ahí, igual impacta y genera una emoción en el lector, pero luego va a tener 24 horas para olvidarse de ella hasta que lea la siguiente. Pero leyendo el libro completo se genera una sensación muy angustiosa. No sé si has hecho la prueba de leer el libro completo, pero es como si las viñetas se fueran acumulando una encima de otra y llega un punto en el que es verdaderamente agobiante, la sensación.

Sí, claro, unas se potencian a otras… Por eso creí necesario hacer un libro con todo ese material, porque todo junto cobra más sentido, y a lo mejor sí que es cierto que es más contundente, o te deja más mal sabor de boca. Pero también en el final del libro he dejado una puerta abierta a la esperanza. Pero creo que el discurso coge mucha más fuerza cuando está todo recopilado.

Claro, conste que yo no lo decía como algo negativo lo de que angustie, me parece que es el gran valor del libro, y creo que hacen falta este tipo de obras.

A mí me gusta trabajar con las emociones. Queda un poco pretencioso decirlo, pero sí me gusta que al lector se le remueva algo por dentro, no hablar tanto a lo racional, sino ir al fondo, a las emociones, a colocar al lector en un estado de ánimo. Y en este caso lo que pasa es que estoy hablando de unos temas que son un poco fuertes. La situación no es para menos. Pero también creo que tiene una parte de empatía, o de consuelo. Tampoco intento darle una paliza al lector y dejarlo ahí tirado, es más bien decir «hostia, tíos, que estamos todos pasando por lo mismo y que hay una salida, algo pasará».

Me he apuntado aquí algunas frases de las viñetas que más me han impactado, por ejemplo ésa en la que aparece un trabajador y dice simplemente «Tomo pastillas para dormir». Es decir, que muchas veces no son metáforas gráficas súper elaboradas, son simplemente ideas, que a mí me parece que funcionan perfectamente.

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Es que esa realidad no sale en los periódicos. Hay mucha gente que no puede dormir, porque tiene su puesto de trabajo en peligro, y de ahí su familia. Y de eso nadie habla. Hay gente que está tomando ansiolíticos para llevar el día a día, simplemente. Creo que en un periódico también es interesante poder sacar eso. Y a lo mejor una persona que está pasando por esa situación lo lee y se siente un poco arropada. Por eso he sacado también las partes más personales: porque detrás de todo esto hay personas. Y en los medios no se habla. Nunca hay un rinconcito dedicado a algo más particular, un señor que lleva no sé cuántos días sin dormir porque está pendiente de un ERE.

Claro, la noticia es el ERE, pero no las historias humanas que hay detrás.

Claro, y me pareció también reivindicable. Las historias particulares. Porque al fin y al cabo es lo único que importa, todo lo demás, las decisiones empresariales, o los ERE, al fin y al cabo eso no es nada. Lo que importa son las personas que estás ahí jodidas.

Otra cosa que yo considero que ayuda a esa identificación es tu estilo de dibujo, porque realmente da la sensación de ser muy inmediato, muy espontáneo. Que igual luego no es así, no sé si te lleva mucho tiempo hacer una viñeta.

No, tardo más en caer en la idea, en ver qué quiero hacer. La ejecución son cinco minutos, realmente. Pero también me interesa eso. Que el señor que no puede dormir y que toma pastillas vea ese dibujo y no piense que lo ha hecho Leonardo da Vinci, que es un señor que está súper lejos y que no tiene nada que ver con él, sino que lo vea y diga «soy yo, también».

Además es que las personas que tú dibujas somos todos en realidad, porque no son nadie en concreto, son un icono.

Es lo que a mí al menos me gustaría conseguir, que la gente se identifique: «mira, por fin están hablando de mí en un periódico».

Estoy pensando en otra viñeta que me ha gustado mucho, ésa en la que sale un antidisturbios y dice algo así como «Me dedico a pegar palizas a estudiantes», simplemente. ¿Tú crees que al leer eso un antidisturbios le puede hacer pensar en esa parte de su trabajo?

A mí me encantaría, que lo vea y que le haga pensar. Porque hoy en día ser policía no es cualquier cosa. Cuando surgió el cuerpo de los Mossos D’esquadra en Cataluña, eran como los policías buenos, se vendió que tenían una función social, para protegernos de los malos. Pero ahora de repente la gente de la calle son malos, también. Y yo tengo un amigo que es Mosso y muchas veces pienso en él, porque el día que lo manden a desalojar a una familia… ¿qué va a hacer? Es que son temas muy delicados. Y mostrados con esa sencillez y esa obviedad… Creo que si lo lee alguien que se dedica a esa profesión a lo mejor dice: «¿Ostras, en esto me he convertido?».

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Es que además no deja de ser otro drama personal. Igual hay una minoría que son unos brutos y no les importa, pero yo estoy convencido de que la mayoría lo pasa mal, luego.

Claro, ¡la mayoría son chavales! Al menos en Cataluña, que se les ofreció un trabajo que estaba muy bien, con un sueldo que estaba bien, con muchos días libres, y no tenían trabajo, eran chicos que les gustaba el deporte, este tipo de actividades… Pues como si fueran a los bomberos. Pero no son los bomberos. De repente hay que pegar. Y eso se lo han encontrado. Y está habiendo escándalos y están pasando cosas muy trágicas con los Mossos D’esquadra porque son chavales muy jóvenes y el estrés hace mella. Y precisamente porque conozco casos me apetecía sacarlo con esa crudeza y obviedad.

Has comentado antes esas páginas del final. Son a posteriori, ¿no? No son páginas que aparecieran en el periódico.

Sí, sí lo son. Es que de vez en cuando me apetecía que apareciera un mensaje un poco positivo. A fin de cuentas yo creo que todos deberíamos tener fe en las personas, y pensar que la vida está muy por encima de los sistemas. Se han vivido catástrofes como la segunda guerra mundial y la vida ha triunfado. Las crisis han proporcionado después situaciones mejores. Yo creo en el progreso… en Europa al menos hay menos guerras, y los índices de violencia bajan. Sigue habiendo pero históricamente, desde la Edad Media a ahora, se ha ido mejorando. Ahora coges la gripe y no te mueres. Ahora estamos pasando una crisis sistémica por la codicia de unos cuantos, pero yo tengo fe en que por algún lado saldremos.

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Y de alguna manera necesitabas plasmar también eso en el libro, ¿no?

Sí, claro. Es que tampoco quiero parecer un amargado, porque no lo estoy. Al fin y al cabo yo vivo de dibujar, no me puedo quejar. De hecho la gente del cómic llevamos en crisis desde los noventa (risas).

Eso es cierto, es un sector que está acostumbrado a la precariedad.

Claro, en los noventa, cuando empecé, sí que era terrible, de hecho publicábamos fanzines porque no había nada más. Hacías fotocopias y lo grapabas tú mismo, y lo distribuías. Ahora, bueno, me estás haciendo tú una entrevista, tampoco puedo vender el rollo de que todo es una mierda porque tampoco es verdad. En los ochenta España daba miedo. Yo soy de un barrio de la periferia, y hostias, cómo era aquello.

Sí, yo también lo soy aquí en Madrid, y bueno, en los ochenta yo era un chavalín, pero me acuerdo, me acuerdo de cómo estaba la situación.

Claro, aquello era terrible. Todos los hermanos mayores de mi generación estaban enganchados a la heroína. Eso sí que era duro. Ahora, bueno, nos están apretando mucho para que los sueldos bajen, para que España vuelva a ser lo que era, mano de obra barata, pero venimos de muy atrás… Tampoco quiero tener un discurso apocalíptico. Hay que tener fe, y lo que no nos guste intentarlo cambiar… hay que protestar más, hay que presionar y hay que votar con la cabeza, no para joder. Que tenemos este problema, como la izquierda lo ha hecho mal, pues voto a la derecha. Eso no tiene ningún sentido.

Hay una falta de cultura democrática.

Claro, hay que votar por ideología… ¿para ti qué está bien y qué está mal? Y después al partido que lo representa, exígele que lo haga bien, pero no votes por joder. Es que esto no pasa en ningún sitio del mundo.

Bueno, es lo que decíamos antes, son problemas que van mucho más allá de la situación puntual que tenemos ahora y que vienen de la cultura que tenemos.

Claro, totalmente. Aquí el voto es de castigo.

Sí, y luego además hay una resistencia a exigir, a criticar al tío al que has votado tú.

Ah, sí, claro, orgullo de pacotilla. Yo creo que también nos falta tradición democrática, que la gente sepa un poco más de política. Somos un poco analfabetos en todo esto. La gente no sabe lo que es la derecha y la izquierda. En general, ¿eh? Hay mucha gente que sí, evidentemente. Pero en general la gente va por bandazos. Y después con la derecha, claro, aquí en España hay un problema ya histórico, no es una derecha europea, o incluso americana. Allí los neoliberales, son Satanás, pero al lado de la derecha española son modernos.

Claro, aquí la derecha tiene los orígenes que tiene.

Claro, es casposísimo. Y se meten en tu vida. La derecha moderna, bueno, le interesan los temas económicos, que todo funcione de una forma privada, pero no se meten en tu vida. Tú te puedes casar con quien quieras, puedes abortar, puedes follar con quien tú quieras… ahí no entran, pero es que aquí encima se meten en tu casa, que es lo más bizarro.

Y todo ese material que aparece insertado entre el material del Ara… ¿cómo se te ocurre incluir historias personales, y además tan duras como las que cuentas?

Porque quería darle un sentido humano, lo que supone que una persona se quede en paro. Lo que comentaba antes, se habla siempre en abstracto, «hay tantos parados». Pero detrás de cada parado hay un drama familiar. Para una persona que se queda en paro, en muchos casos su identidad se desmonta. Y más en la familia tradicional española. Para el hombre su profesión forma parte de su razón de existir, porque trae el sustento de la familia. Entonces un hombre así que se queda en paro… Y en las parejas más jóvenes, que tienen que trabajar los dos para poder pagar la hipoteca igual. Detrás de eso hay dramas, y pensé contar precisamente el drama que supuso en mi familia.

¿Pudo ser una forma de implicarte más con el libro, o de hacerlo más personal?

Sí, porque también mi trabajo se caracteriza por eso, por llevarlo siempre a lo personal. Era una forma de humanizarlo, de que no fuera simplemente un compendio de ideas más o menos ingeniosas para explicar determinadas situaciones. Quería hacer algo más testimonial, llevarlo a la verdad.

¿Y cómo llegas a la conclusión de que tienes que hacerlo mayoritariamente escrito? Hay muy pocos dibujos en esas partes.

Era una cuestión también de equilibrio, porque lo otro era muy gráfico y creía que hacía falta un poco más de contenido y aparte porque quería algo que fuera muy visceral y directo. El texto está hecho del tirón y de hecho está bastante mal redactado, y hay saltos raros y cosas que cuesta entender, pero quise que fuera casi como un vómito.

Sí, yo lo leí con esa sensación, y realmente me parece que es el gran valor que tiene. Se nota perfectamente que no quieres hacer un texto elevado, y funciona muy bien.

Quise hacer como un bofetón. Y también es un tema muy duro y muy íntimo. Decidí hacerlo y lo hice como el que da una patada contra algo y no quiere pensar mucho lo que hace. Porque si lo pienso mucho probablemente no lo habría hecho. Y lo de releerlo… es que veía que era un texto con el que tampoco me podía dedicar a revisarlo, y a dulcificarlo, o a corregirlo y darle muchas vueltas, porque entonces era mejor no hacerlo. Lo hice y no lo he vuelto a leer.

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Me imagino que no debe de ser fácil para ti.

No, pero lo veía necesario y también tengo ese punto kamikaze de decir, «hostias, voy a hacerlo y sé que la gente lo va a entender». Porque va a ver que es de verdad. Para mí era importante.

Creo que lo consigues perfectamente. Y además transmitir tus propios sentimientos en ese texto que es duro, es duro leerlo.

Gracias.

Casi más que las viñetas en sí, precisamente porque le das a la crisis una dimensión completamente nueva, que no estamos acostumbrados a ver, y te puedes ver reflejado en esa historia.

Es lo que quería. Llevarlo a nosotros. La prensa habla desde una atalaya y la voz la tienen siempre los políticos y la gente que tiene el micro. Por suerte está internet, donde la gente puede decir sus cosas también. Y esto era una forma de decir, «bueno, éste es nuestro libro». Ahora ha salido el de Felipe González, o el de Aznar… que hablen ellos de su película, pero ahora, dentro de mi humildad, he intentado hacer algo que sea desde este lado.

Quizás ése es otro problema, la falta de cultura democrática de la que hablábamos antes. La política desde la transición siempre ha sido una cosa que se hacía en las altas instancias, en los despachos, es una política de grandes protagonistas, y no se da voz realmente a la gente anónima.

Ninguna. No, no tenemos ningún tipo de mecanismo para que se escuche la voz de cualquier señor o cualquier señora de la calle. De hecho si quieres convocar un referéndum hay que recoger no sé cuántos miles de firmas y aun así lo pueden tirar para atrás, lo pueden desestimar.

Sí, y luego aunque saliera adelante nunca va a ser vinculante.

Ah, no, claro, tampoco es vinculante. Lo que ellos llaman democracia es ir a votar una vez cada cuatro años, que en realidad no es nada, es como el árbitro que tira la moneda para que saque un equipo o el otro.

Y luego a partir de ahí tú ya no tienes ningún tipo de decisión en nada de lo que suceda.

Nada. ¿Esto es democracia? Hostias, no lo sé, ¿eh? Es muy primitivo el sistema, y muy engañoso, porque realmente se lo van repartiendo, ahora mando yo y después mandas tú. Tú haz lo que consideres y cuando me toque a mí pues ya lo haré yo. Y si te fijas entre ellos se respetan mucho, en el parlamento hacen un poco de rollo, pero después se les ve juntos por ahí…

Saben que en el fondo son parte del mismo sistema.

Sí, los que mandan. Y más ahora con todas estas medidas represivas, ¿no? Que no se pueda insultar a un policía, no se puede grabar…

Sí, es una locura.

No hay oposición clara a todo esto, en el fondo están más o menos de acuerdo. Porque cuando no mandes tú, mandaré yo y a mí me va a venir guay.

Se me está ocurriendo una idea bastante chunga, no sé si te has planteado alguna vez si llegará un momento en el que se prohibirá la crítica en medios, o por ejemplo en tu trabajo, en las viñetas…

Hostias, suena muy apocalíptico.

(Risas) Sí, ¿verdad? Pero también lo parecía esto que van a aprobar ahora.

Sí, exactamente. No sé, todo es posible, mientras esté este sistema con el que durante cuatro años pueden hacer lo que quieran… Más apocalíptico me parece lo de los desahucios. De abuelitos, ¿eh? De repente echan a alguien por no pagar la hipoteca y como tenía de aval a su madre o a su padre que es un abuelo jubilado, acaban echando ya al abuelo, también. Y dices, «pero si éste señor se va a morir».

Y luego además te multan si duermes en la calle, que es una perversión absoluta.

Claro, pero si a este señor, ¿qué le quedan? ¿Diez años de vida? Pues espérate, después ya da igual. Más apocalíptico que eso… Que prohíban las viñetas, está en sintonía. O al menos que te puedan multar si hay un desacato… Bueno, con la monarquía de hecho en El Jueves ya tuvieron movidas. No está tan alejado.

Bueno, esperemos que no llegue un momento en el que hacer una viñeta sea una especie de acto de insumisión.

Me sentiré importante entonces, porque, hostias, soy peligroso para el sistema (risas). En el fondo yo creo que saben que no tenemos ningún poder y tampoco creo que nos hagan nada, porque es una válvula de escape, también. «Que protesten por ahí» y después no hacen nada. Como hasta dentro de cuatro años no pueden votar…

Hace poco entrevisté a Gallego y Rey, y les hice una pregunta parecida, respecto a cómo ven el tema de la censura en su trabajo. Y ellos me comentaban que consideran que están bastante más protegidos que un periodista de opinión porque es muy impopular meterse con los humoristas. Para un político sería una publicidad nefasta.

Puede ser, sí, porque nosotros tenemos ese punto de hacer las cosas medio en broma, somos un poco el bufón, al que se permitía hacer bromas del rey. Lo de los periodistas va en serio. Que lo nuestro también, en realidad, pero como vamos disfrazados, con los dibujitos…

(Risas) Puede ir más en serio, incluso.

Vamos disfrazados de bufón y se nos permite más, eso sí que es cierto.

Cambiando un poquito de tema, pero tampoco demasiado: tu estilo de dibujo, y no sólo de dibujo, sino también de escritura, me hace pensar que aparte de querer ser inmediato, también concibes la caligrafía como dibujo. ¿Puede ser?

Sí, sí, para mí es dibujo también. Creo que expresa mucho. El estado de ánimo… sí, la letra cambia. Depende de cómo estás o la temporada de la vida que estás pasando. Ahora es que, claro, la gente escribe menos a mano, y a lo mejor se da menos cuenta de eso. Pero a lo largo de tu vida la letra va cambiando. Yo creo que transmite, y que ahí se ve una línea más nerviosa, o menos, los tachones…

También sueles, aunque aquí no se ve tanto, utilizar muchos elementos gráficos. Alguna vez te he leído que para ti el cómic es diseño gráfico en gran medida.

Sí, creo que el cómic engloba un poco todas las disciplinas artísticas, y el diseño gráfico forma parte del cómic, sí. El cómic desde que surgió hasta ahora ha ido adoptando una serie de recursos que se usan ya con naturalidad, pero por ejemplo el bocadillo es una cuestión de señalética pura y dura. Yo creo que un buen dibujante de cómics es un buen diseñador gráfico. De hecho todos los dibujantes de cómics diseñan su portada, hacen carteles, portadas de discos, todos son capaces de comunicar visualmente una idea concreta, y eso es el diseño gráfico. También se rotula, la mayoría de los dibujantes tienen su tipografía.

Sí, aunque ya sean en muchos casos informáticas, muchos se las diseñan también.

Sí, claro.

¿También puede ser que lo que haya pasado en los últimos años es que se haya normalizado eso, que en un momento dado el cómic no tenga por qué tener una estructura fija de viñetas, sino que se puede prescindir de ellas, o utilizar un diagrama…?

Sí, es que yo creo que el cómic en el fondo es muy reciente, es un arte nuevo, y queda todavía mucho por explorar. Pero el lenguaje que se relaciona con el cómic no tiene por qué ser exactamente eso. Igual que el cine, que ha ido evolucionando y distintos directores han ido desarrollando recursos que después se han adoptado como universales. En el cómic ha habido un punto de partida pero queda mucho por deconstruir, experimentar… Chris Ware, por ejemplo, ha aportado mogollón de recursos que ahora se usan.

Para mí ha sido la última gran revolución en el cómic.

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Chris Ware.

Sí, y de hecho hay un ejemplo muy claro en la evolución que ha tenido el Daniel Clowes post Ware.

Seth, también.

Sí, y te das cuenta de que todos esos recursos ya se han asimilado y determinadas cosas que antes pertenecían más al mundo de lo que se entendía por diseño gráfico o incluso del literario, ahora es cómic. En el caso de Daniel Clowes es evidente, era un tío que tenía ya una trayectoria muy amplia, y parecía que ya tenía su estilo, y de repente aparece otro autor y él coge recursos. Y ahora el cómic es un poco distinto a lo que se consideraba cómic antes. Está más cerca de lo literario, también, hay grandes masas de texto, mientras que antes se huía de eso. Bueno, yo creo que en el lenguaje del cómic, como engloba tantísimos recursos, hay muchísimo por hacer. Estaba muy vinculado también al cine. Se trabajaba mucho la secuencia. Y ahora no necesariamente. Ahora hay partes narrativas que te interesa contarlas como secuencia y hay partes que no, y aparecen de una forma más literaria.

También sucede que hasta hace quince o veinte años la mayor parte de dibujantes venían de un estilo muy académico, muy cerrado. Y quizás eso también tiene que ver con el tipo de género que se practicaba en el cómic.

Claro, es que el cómic en su origen, o lo que se popularizó, básicamente, eran géneros que en su mayoría venían del cine, menos los superhéroes. Se hacía como cine estático, se fragmentaban las secuencias.

El cine de los pobres, ¿no?

Claro, pero el cómic es mucho más que eso. De todas formas la secuencia en el cómic es un recurso que en el fondo es muy sofisticado, llevar una secuencia del cine al cómic es un proceso intelectual que tiene mucho peso. De hecho los niños que hemos crecido con eso tenemos un bagaje visual muy complejo. Pero evidentemente no nos podemos limitar a que el cómic sea simplemente eso, o que la acción pase entre viñeta y viñeta. Es interesante pero hay muchísimo más.

De hecho hoy en día, cuando los efectos especiales han avanzado tantísimo y se puede mostrar prácticamente cualquier cosa en el cine, bajo mi punto de vista si el cómic siguiera por ese camino tendría la batalla perdida.

Sí, por supuesto. Y a mí me parece muy interesante todo el bagaje que tiene la literatura, y los recursos literarios. Poderlos incorporar al cómic, incorporarlo a la gráfica, poder meter una secuencia… Creo que es de una riqueza apabullante, y que estamos en el origen, ¿eh? Es un terreno virgen todavía.

Sí, estoy de acuerdo, y estamos en un momento además de arranque. Yo creo que tienes toda la razón.

Yo creo que la última década ha sido apasionante, pero si te paras a pensar todavía seguimos mucho una tradición. Persépolis, que fue un boom, no deja de ser un tebeo dibujado un poco más relajadamente, sin tener en cuenta tanto la anatomía… es un poco más de autor, pero no deja de ser un tebeo, con sus viñetas, su bocadillo, hay secuencias…

Pero se avanza muy rápido, porque incluso si cogemos el ejemplo de Chris Ware, tú ves lo que está haciendo ahora mismo, y te coges el Jimmy Corrigan, y nada que ver.

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Un ejemplo del trabajo de Ware.

Pero es que Chris Ware es… ¡buf! Es el gran genio del cómic. Hay gente que lo ve como excesivo, que no interesa, pero a la que le prestas un poquito de atención y empiezas a leer te estalla la cabeza. Porque aparte de la complejidad que tiene, es muy narrativo, y se sigue perfectamente. Tiene mucho ritmo, no es un tostón. Cuando se tiende a experimentar mucho hay veces en que se cae en el ladrillo. «Esto, vale, sí, qué original es, pero vaya peñazo». Pero no, en su caso es trepidante.

Y además es muy emocional, que yo nunca he entendido esa crítica que se le hace de que es muy frío.

Ah, no, pero eso lo dice la gente que no se lo lee; lo abre, y ve todos esos dibujos hechos con tiralíneas, esa cosa que tiene él de maniático, de persona que está un poco mal de la cabeza (risas), pero después el tío maneja las emociones… es que con el Jimmy Corrigan cuesta no llorar. No, no, es un fuera de serie. Todo lo que ha venido después, va detrás de él. ¡Hasta los grandes! Hasta Daniel Clowes se ha arrodillado ante Chris Ware. Es muy exagerado.

Sí, es inmenso, estoy de acuerdo contigo. Y de hecho creo que es ya no sólo una influencia bestial para cualquiera que esté haciendo ahora mismo novela gráfica, sino también una especie de faro inalcanzable, ¿no?

Es inalcanzable, sí. Totalmente. Es la mente de un loco.

Sí, y además es un tío con una capacidad de trabajo brutal.

Sí, una persona normal no puede meter esa energía ahí. No, porque tiene una vida al margen (risas), haces otras cosas. Pero él me da la sensación de que es un hombre que vive dentro de ese universo y está ahí metido todo el día. Y sólo piensa en eso. Yo lo tuve delante una vez en Angoulême y pensé «Buf, qué tipo».

Está muy obsesionado con su trabajo y con que no sea tan malo como él cree que es. Algo así dijo en una entrevista. Cuando lees eso te quedas alucinado.

Sí, es un maniático, yo creo que está en un bucle de insatisfacción permanente, que haga lo que haga nunca es suficiente. Una vez hablando con Pepo Pérez decíamos que gracias a eso nosotros disfrutamos y somos felices (risas). Pero sí, es un tío especial, y es difícil que se dé otro personaje así en la historia del cómic. Es como un Einstein.

Y ya no sólo Ware, sino todos estos dibujantes que no tienen un estilo realista, o estrictamente académico: ¿te fijaste en ellos cuando empezabas a dibujar, o proviene de otro lado tu estilo?

Yo empecé dibujando superhéroes (risas). Leía superhéroes, tonteaba con el europeo, con Moebius. Pero yo siempre he sido muy vago y he tenido mucha urgencia. Todo lo he tenido que hacer muy rápido. Y, claro, como mi carácter no encajaba en esa forma de trabajar, lo de dibujar a lápiz, entintar, esa paciencia… yo siempre he sido del rollo inmediato, pero por mi forma de ser. Soy impaciente para trabajar. A partir de ver que para eso no valía, empecé a fijarme en otros autores que no eran tan de cómic, pero que veía que su lenguaje encajaba más con mi forma de ser, como Mariscal, o Calpurnio, con un lenguaje más inmediato. Y después los dibujantes de la historia del arte, porque el arte ya había llegado a una evolución que no estaba tan ligada a la realidad, a lo académico, la anatomía… Basándome en esa urgencia, y en mi forma de ser, de ahí fue derivando lo que hago ahora. De Mariscal yo me acuerdo en los noventa  de empezar a ver sus cosas y decir «hostias, no hace falta hacer las cosas tan así».

Cobi, ¿verdad?

Cobi marcó mucho, sí. En principio como que lo detesté, porque no lo entendí: «hostias, ¿esto qué es?». Pero cuando pillé el rollo me di cuenta de que era maravilloso: «éste es mi camino». De hecho empecé a recuperar cosas que tenía de cuando estudiaba en La Massana, o cuando estudié pintura, y a ver que por ahí podía tirar, esto es lo que me gusta, aquí disfruto. Yo estuve en la Joso y eso era muy frustrante para mí. De hecho dejé de dibujar una temporada, porque no conseguía dibujar como Mazzucchelli (risas), y era frustrante, y por otro lado tenía más necesidad de comunicar y explicar mis cosas, y no encontraba el lenguaje, y ése no era.

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Cobi, la mascota para Barcelona 92 creada por Mariscal.

Para ti el dibujo era una manera de  comunicar, como acabas de decir, más que de plasmar imágenes virtuosas…

Sí, sí, yo siempre he sido muy hablador, y muy de socializar, y de comunicar mucho… Y sí, fui por un camino cuando era joven que no…

Es normal, en esa época no había tantos referentes para hacer otras cosas, tampoco.

Claro, claro. Entonces, ya ves lo que había. Superhéroes, Bruguera, y poco más. Sí, nuestra generación, los que hacemos novela gráfica, que son tebeos, al fin y al cabo, nos hemos hecho un poco a nosotros mismos, un poco por intuición.

Sí, sin tantas referencias.

Sí, ahora hay muchas cosas, pero cuando nosotros empezamos sólo había eso.

De todas maneras, claro, lo que pasa con tu estilo es que  me parece obvio que si fuera más elaborado lo que conseguirías sería alejar al lector de esa inmediatez que consigues con el dibujo que tienes. Y luego también, a ver, tú eres uno de los autores españoles más vendidos que hay… Bueno, está Ibáñez, o Paco Roca.

Sí, es lo que te iba a decir, que está Paco Roca.

Sí, pero a lo que voy es a que tu estilo no es en absoluto elitista, ni es una cosa conceptual que sólo entendemos cuatro; al contrario, tiene vocación de llegar al público masivo.

Sí, y de hecho, el punto de inflexión aquí en Mondadori conmigo fue que mi trabajo llegó a otros lectores que no eran los de cómics. A Paco le pasó igual, él  fue más que a través del lenguaje por las temáticas que elige, que llegan más allá. Porque, seamos realistas: la gente que leíamos cómic éramos mil personas en España, no más. Una tirada media eran mil, se vendían lo mil y no se reimprimían, entonces sí querías llegar a más de mil personas tenías que hacer cosas que interesaran a esa otra gente, porque los cómics en el fondo siguen siendo una cosa underground, les interesa a poca gente. Es normal, también, porque hablaban de géneros, sobre todo interesaban a chicos, no nos hablaban mucho de emociones… El género es muy masculino. Pero cuando empezamos a través del dibujo o la temática a hacerlo más amplio, ha empezado a ir mejor. Tanto a Paco como a mí, como a Gallardo, que hizo el cómic de su hija [María y yo], que es muy universal y es fácil que cualquier persona empatice con eso, ¿no? Venimos del gueto, lo que comentabas antes de dejar de hacer género… Es la forma de llegar a más gente, pero también creo que viene de una forma natural, no creo que ni Paco, ni Miguel [Gallardo] se planteen decir: «Voy a llegar a un público mayoritario…»

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María y yo, de Miguel Gallardo.

No, claro que no, es una consecuencia.

Sí, es una consecuencia de nuestras inquietudes, y también de hacerte mayor, claro.

Claro, ése es uno de los problemas que ha tenido el cómic: los autores crecían pero tenían que seguir haciendo material infantil y juvenil que a ellos como lectores no les interesaba en absoluto.

Claro, ése es el tema. Si te haces mayor, ¿qué te preocupa? Pues la crisis. Ésos son los temas que tienes. ¿Qué pasaba antes? Vas a la editorial a dibujar superhéroes, o en Bruguera a dibujar chistes para críos… Había  una separación entre tu vida y tu trabajo, que, claro, te alejaba también de la autoría, de hablar de tu propio mundo y de tus inquietudes. Nosotros, de una forma natural, porque vino así, nos saltamos esa barrera. «Voy a hablar de las cosas que me gustan a mí, y voy a hacer los tebeos que me gustaría leer a mí». Yo es que ya leer cosas de mamporros… ¡buf!

Ya has leído todo lo que había que leer, ¿no?

Sí, ya no me gustan, no leo cómics de mamporros. Entonces, claro, verte a ti mismo dibujando eso sería un rollo. Y por otra parte, antes era un modo de vida, la gente que trabajaba en Bruguera tenía su sueldo, pero ahora ya ni eso. ¿Y encima voy a hacer cosas que no me gustan? Pues ya que lo hago, voy a hacer cosas que me gusten. Miguel Gallardo debió de decir «hostia, voy a contar esto que me pasa con mi hija. Me apetece que la gente lo sepa, y yo esto lo leería». Y Paco igual, conoció este caso de Alzheimer y dijo «cómo me molaría explicar una historia de esto».

Y se nota lo que dices tú: que no es una cosa calculada y prefabricada, es simplemente una cuestión personal.

Y después creo que había un grupo de gente bastante amplio, nosotros mismos, que habíamos dejado de leer tebeos. Nos habíamos hecho mayores y era ya como… hostia, Spiderman… ¡puf! Qué palo leerme ahora esto. Pero, claro, de repente, un día vas y te encuentras María y yo y dices «hostia, mira qué ha hecho Miguel, qué guay» y te lo lees. Y muchos volvimos a leer cómics a raíz de este cambio.

Y mucha gente que no leía empezó a hacerlo, ¿verdad?

Claro, y se incorporaron las chicas, también. Que eso parece sexista comentarlo, pero es que es verdad. Las chicas pasaban totalmente de estas historias épicas, y no se sentían identificadas para nada, además de cómo salían las chicas retratadas (risas). En cambio en cómics como María y yo o Persépolis sí podían. Y eso hizo que subiera el número de lectores, y ahora hay chicas que dibujan, también.

Y no sólo eso, sino que gente de cierta edad, que igual no han leído cómics nunca, porque no está dentro de su cultura, de repente se coge un libro como el tuyo y le está hablando de sus problemas…

De sus cosas, claro. El cómic ha vivido una revolución. La han llamado novela gráfica, que creo que es un término que se queda pequeño, porque va más allá de eso, pero ha ocurrido una revolución en esta última década. Yo creo que es el medio que mayor vuelco ha dado. Eso y la fotografía con Instagram (risas), que se ha democratizado, pero el cómic ha dado un salto…

Y tú además lo has defendido mucho a través de tu propia obra, porque tienes varias historias en las que defiendes el cómic como medio de expresión artística. Pienso por ejemplo en tu colaboración en Panorama.

Sí, sí. Y a mí a veces desde dentro del mundo del cómic más tradicional, se me ha mirado un poco como un intruso…

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Panorama, la antología de novela gráfica española coordinada por Santiago García.

Sí, es otra de las preguntas que quería hacerte (risas).

… «Éste no hace cómics»… Pero yo siempre me he sentido parte del cómic como el que más, y lo reivindico todo lo que puedo. Incluso más que algunos que hacen un cómic más tradicional, que parece más cómic. Pero yo he crecido con los cómics y siempre he querido hacerlos.

Sí, yo además tengo la sensación de que el lector de toda la vida, esto que siempre se ha llamado fandom, de alguna forma te ha visto como una persona que en un momento dado ha visto que esto estaba de moda y ha tirado por aquí…

Sí, como que me picó hacer un día hacer cómics. Yo no hacía cómics antes porque no podía, porque nadie me publicaba, y entonces me dedicaba a profesiones cercanas, que me permitían vivir. La ilustración, el diseño, la publicidad… Pero todas esas profesiones que he ido desempeñando han sido gracias a haber crecido con los cómics, y a haberme metido en esto por ellos. Y los recursos que he desarrollado trabajando en publicidad o escribiendo guiones los he aprendido de los cómics. Y a la pintura también me aproximé porque era lo que veía más amplio, porque no había estudios de cómics. Yo pensé que ahí me iban a enseñar a dibujar y a colorear, y luego también historia del arte y cosas así, con las que también iba a practicar la escritura. Era lo que veía cercano, porque dibujante de cómic no era una profesión, en los noventa. Hacías una página, te la publicaban en El Víbora, y creo que te pagaban 8.000 pesetas. Si publicabas tres páginas al mes, ése era tu sueldo. Y a mí en El Víbora no me cogían, por eso empecé con fanzines, pero yo siempre he querido ser dibujante.

Está muy bien que digas que tienes estudios de arte, que estuviste en la Joso, porque es otra de las críticas que se te hacen: «No, es que no sabe dibujar» (risas) ¿Cómo que no sabe dibujar? ¿Qué es saber dibujar?

Claro, eso ya es muy ambiguo, pero, bueno, yo sé dibujar lo que sé, lo que me hace falta. Es cierto que no me considero un virtuoso, pero tampoco es como una militancia, no creo que serlo sea mejor.

¿Pero podrías serlo si quisieras, hacer un dibujo más realista, más académico que el que haces?

Ahora ya no lo sé, ahora igual no (risas). Me costaría mucho, llevo mucho tiempo trabajando así, pero bueno, en principio, tengo mis conocimientos, y mi destreza. Pero yo he desarrollado mi lenguaje y es éste, con su evolución, ¿eh? Porque de los primeros trabajos a ahora se ven cambios. Pero llevo el sambenito ese a cuestas, claro. Mariscal también, y es un dibujante que sí que es un virtuoso, es un dibujante del copón. Es un maestro. Pero bueno, escuchas cosas de éstas con Picasso también (risas).

Sí, en el cómic le ha pasado mucho también a Mauro Entrialgo.

Claro, y Mauro es un bestia de la síntesis. Yo creo que parte de la gente que hace estas críticas sólo lee cómics, sus referentes son del cómic. Pero a la que vas un poco a otras disciplinas relacionadas, que engloben el dibujo, o incluso a nivel literario… Ves que todo es mucho más plural y que hay otras disciplinas que tienen una historia detrás y que han superado estos escollos de que si se parece más a la realidad o menos. De esto se hablaba, vamos…

En el XIX, sí.

Sí, a principios del siglo pasado no, del otro. El lenguaje simbólico está asimilado desde las cuevas de Altamira (risas).

Sí, sí, además, de hecho, la historia del arte es un ir y venir entre más y menos síntesis. Tú coges pinturas rupestres del Neolítico y son muñecos como los que hace Calpurnio (risas).

Claro, y también va en función de lo que se necesita expresar, de los momentos culturales de la sociedad, infinidad de conceptos. Es lo que tú dices, muchas veces se vuelve, se recula, se cambia. El rómanico es muy parecido al cómic que se está haciendo ahora, había una necesidad de comunicar de forma muy sencilla, y se llegó a una síntesis que a su vez es muy parecida a la síntesis del antiguo Egipto. Y sí que el cómic es un poco… cateto, en este aspecto.

Quizás lo que pasa es que hay un grupo de lectores que están «educados» en estilos de dibujos muy realistas, porque es el tipo de dibujo que se ha hecho desde que ellos son lectores, y les falta ese panorama más amplio que dices tú, de otras artes.

No, y que les gusta, simplemente. También hay que aceptarlo, y está fenomenal, pero tampoco es para descalificar lo que no es así. Por ejemplo a mí hay muchas cosas de ésas que me gustan. Mazzucchelli me flipa, yo por hacer esto no detesto todo lo otro.

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Rubber Blanket, la revista editada por David Mazzucchelli.

Pero fíjate que has puesto un ejemplo de un autor que empieza con un estilo muy académico…

Ah, claro, Mazzucchelli ha tenido mucho recorrido, sí, sí. Claro, es un ejemplo de evolución que muy pocos autores hacen, cuando te acostumbras a un estilo, reinventarte… es digno de admiración. Pero me refiero a que a mí también me interesa el realismo, y hay historias además que lo piden. Pero bueno, en todas las disciplinas hay algo así, como la academia. Y en el cómic supongo que también tenemos una academia (risas).

Sí, supongo que es un poco eso. Antes hemos hablado de Panorama, y de un estado general de la cosa en España. ¿Tú tienes la sensación de pertenecer a una comunidad o a un grupo artístico?

Sí, en ese aspecto sí. Bueno, con la gente que sale en Panorama, por ejemplo, me siento bastante afín. Cada uno con su lenguaje, pero sí. Teniendo en cuenta que todos nosotros, en general, en España somos muy individualistas, somos todos muy distintos, no es como en Francia, que enseguida crean movimientos, como la Nouvelle BD… Nosotros vamos todos a nuestra bola y desarrollamos nuestro trabajo de forma muy independiente porque es nuestro carácter también. Pero al margen de eso sí considero que formamos un colectivo.

Quizás a eso también ayuda, aparte de las redes sociales, que en los últimos años se están multiplicando mucho los salones y los encuentros…

Sí, sí, y más o menos seguimos todos los que vamos haciendo. Creo que los que estamos englobados en la novela gráfica sí somos un colectivo. De cara a vendernos fuera como un movimiento es más complicado, porque creo que el carácter español es muy de francotiradores, aparecen figuras muy destacadas pero cada uno bastante a su olla. Paco Roca y yo no tenemos nada que ver, aunque tengamos cosas en común y toquemos temas que no son de género, pero nuestro trabajo es totalmente distinto. Aunque yo sí me siento afín con él. Paco es colega.

Sois además de la misma quinta, ¿no?

Sí, sí, creo que él tiene un año más o así, no sé.

¿Crees que este tipo de cómic adulto está empezando por fin a fijarse en la realidad y tomar una posición de compromiso con respecto a ella?

Sí. Pero como lo ha hecho históricamente la literatura u otros medios. Yo creo que la revolución que estamos teniendo en un periodo tan corto en realidad es que estamos intentando ponernos a la altura de otras disciplinas artísticas.

Por eso se va tan rápido.

Sí, porque hay un camino hecho ya por lo demás. Estamos poniéndonos al día y tocando los mismos temas, en el fondo es eso.

Es que además últimamente están apareciendo muchos cómics en los que está pasando algo que, como dices tú, venía pasando desde hace tiempo en literatura, en cine… es decir, que haya crítica social, que no le volvamos la espalda a la realidad. Acaba de aparecer Crisis (de ansiedad) y hace poco apareció el de Manel Fontdevila, no sé si lo has podido ver.

Sí, sí, no lo he visto todavía, pero como voy siguiendo las viñetas que hace, ya estoy al tanto.

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No os indignéis tanto, de Manel Fontdevila.

Se titula No os indignéis tanto, y es una especie de ensayo muy diferente al tuyo, pero también se parece en que intenta ir a las causas generales del problema.

Sí, lleva ya no sé cuántos años haciendo las viñetas, empezó en Público, y ya lo toca de este modo, no quedándose simplemente en la sátira política del día a día. Es que el cómic es un medio muy bueno para el ensayo. Es ideal para todo, al fin y al cabo tiene un origen muy divulgativo y didáctico, para que el pueblo llano lo entienda. En el fondo es un lenguaje pop. Se convirtió en algo elitista en los noventa, creo. Pero tiene una voluntad popular, de explicar las cosas con dibujos. Aleix Saló, por ejemplo, tiene muchísimo éxito, y en el fondo lo que hace son pequeños manuales, que explican cosas complejas de una forma sencilla.

Y a él le pasa un poco lo que te pasa a ti, que siempre hay gente a la que le genera dudas vuestro trabajo con respecto a si es o no cómic… Todavía existe ese debate, es muy curioso.

Sí, bueno, Aleix utiliza lo recursos del cómic, eso está claro. Tiene algunos que tienen más texto, otros que menos… Es que a lo mejor no se ha inventado aún una palabra para que englobe todo lo que sea comunicación gráfica, no sé cómo llamarlo… Pero también son muy interesantes los terrenos fronterizos, en los márgenes es de donde salen las cosas más interesantes.

Sí, hay una especie de obsesión por mantener la esencia de las cosas. «No, esto ya no es cómic…». Bueno, y si no lo es, ¿qué pasa?

Claro, da igual. Sí, a veces en torno a mi trabajo, sobre todo con Viviendo del cuento, cuando salió, se generó mucho debate sobre si podía optar a premios de cómic o no… A mí en el fondo me daba igual, de hecho ese libro lo hice así por pereza, porque quería contar todo eso del tirón y lo escribí del tirón, y así quedó. Esto lo hace sobre todo la gente que es muy analítica, una parte de la crítica, que le gusta etiquetar y esto le preocupa. Pero ese debate también creo que es interesante, ¿eh? Hace que la gente piense. No está mal que haya gente que diga «esto no es cómic», porque entonces habrá otros que digan «¡sí que lo es!» (risas). Y de ahí irán naciendo cosas.

Mi postura personal es que me da igual (risas). Entiendo el debate y participo en él, de hecho, pero al final…

Sí, yo también participo, yo cuando hice Arroz pasado, dije «ahora voy a hacer un cómic, con viñetas, sin textos de apoyo, todo diálogo, secuencias…». Dentro de mi forma de trabajar macarrónica, dije «voy a hacer un cómic rollo manga, con muchas páginas». Yo mismo decía que iba a hacer un cómic, más cómic que lo que hago normalmente… No sé, es un debate que en el fondo es enriquecedor.

Sí, de hecho, creo que también es síntoma del momento, es algo que faltaba, ese debate teórico.

Claro, que se teorice. Santiago García está haciendo un trabajo súper bueno, es un tío que está dándole una base teórica, con estos dos libros que ha sacado, que, hostias, hacía falta. O vuestra tarea con los blogs. Se está creando una base teórica que todo movimiento artístico necesita.

Sí, eso lo defiende mucho Santiago.

Sí, nosotros estábamos muy huérfanos de eso. De cara también a que se nos vea fuera de otro modo. Tengo un amigo que ha llegado hace poco a Nueva York que me dijo que estaba Panorama allí en librerías.

Anda, qué bien.

Yo creo que hace falta una base teórica. Y que hagamos entrevistas, y que los autores hablen, y se hagan mesas redondas, y que haya gente estudiosa que se dedique a investigar… Creo que eso es lo que nos va a dar la madurez definitiva.

Además creo que lo que ha cambiado es la manera en la que los propios autores veis el medio. Antes era bastante habitual que los autores no leyeran cómic, no estaban interesados en lo que se hacía. Y sin embargo ahora lo raro es un autor que no esté siempre pendiente de lo que se hace a su alrededor.

Sí, todos leemos lo que se va haciendo, nos conocemos, estamos al tanto, sí. Yo creo que como nosotros siempre vamos al revés… en los noventa fue el momento de recuperarse de la crisis, del esplendor económico español, y nosotros estábamos en el pozo (risas), era lo peor, cerraban todas las revistas, un drama. Y ahora que todo es desolación a nuestro alrededor nosotros estamos en un momento creativo histórico. Lo de Panorama, una antología de cómic, ¡es una locura mental que eso fuera posible! ¡Y faltan autores!

Sí, se podía haber hecho otra del mismo grosor con otros autores.

Es un momento muy dulce. Y lo mejor de todo es que como es un movimiento que ha crecido al margen de la economía, que los autores lo han hecho como los pintores  de principios de siglo XX, que pintaban aunque pasaran hambre, creo que se va a quedar, no creo que haya sido un momento como los ochenta, que en los quioscos se vendían muchos cómics y podía haber empresas como Bruguera. La anterior época dorada nació amparada por una industria, pero ahora ha sido por libre, ha sido por los artistas, los autores que se han puesto a trabajar al margen de ganar dinero o no. Y yo creo que eso es muy sólido, y hay mucha gente joven, que están haciendo cómics que publican editoriales muy pequeñas y no ganan dinero. Yo creo que eso se va a mantener, lo de vivir de ello no lo sé, pero eso sí.

El hecho de que no se pueda vivir del cómic tiene una parte indudablemente negativa, pero por otro lado no te hace esclavo de un público ni de una industria.

No, claro, y yo creo que si ha surgido en ese entorno, y la gente no se ha apuntado al cómic porque fuera un medio de vida, sino que lo han hecho por una inquietud artística, como siempre ha sido en el arte. La gente se ha metido en esto por una necesidad de comunicar, como empezó en su día Almodóvar, trabajando en Telefónica y pidiendo dinero a los amigos para hacer su primera peli. Si ha surgido así, de la nada, yo creo que es algo muy sólido y que permanecerá. Si algún día llega la bonanza todo esto ya estará ahí.

Sí, eso está claro, hay un poso artístico que cuando lo permitan las circunstancias yo quiero pensar que va a explotar.

Sí, pero no es una industria. Lo de los ochenta en el fondo es engañoso, porque había un mercado, y había unas editoriales que apostaban por esto y la gente compraba en los quioscos, y se daban unos sueldos. Ahora no, ahora es como un escritor que se sienta y escribe una novela, y después busca editor hasta que encuentra uno y al principio no le pagan adelanto, pero ellos siguen escribiendo porque es su vocación.

Es algo que yo siempre pongo como ejemplo, cuando se habla de la situación de los autores de cómic: que en realidad cualquiera que se dedique al arte, en cualquiera de sus formas, está así. Por lo menos un porcentaje elevadísimo de la profesión.

La mayoría tiene su columna en un periódico para vivir.

O son profesores, o funcionarios…

Sí, vivir de escribir es a partir de cien mil copias vendidas, y tampoco es garantía, porque uno puede vender eso y el siguiente mil. Es muy inestable. Pero los escritores los son por vocación, y creo que en nuestro caso es lo mismo. Han salido obras de mucho peso, hay cómics muy buenos hechos en estas circunstancias. No creo que sea una moda pasajera.

Bueno, si te parece, con este pensamiento tan positivo lo dejamos. Bueno, te quiero hacer una última pregunta. Es muy típica pero te la quiero hacer: ¿estás trabajando ya en algún otro proyecto?

Pues estoy preparando otro cómic, lo que pasa es que voy muy despacio. Es sobre los mismos cómics. Hay una parte muy autobiográfica pero también hay un recorrido por todos los cómics que me han marcado.

¿Lo vas a hacer desde un punto de vista autobiográfico?

Sí… no sabría cómo explicártelo. Es una mezcla de éstas que hago yo. Hay una parte más de ensayo, otra más autobiográfica. Es como un homenaje a los cómics. Me parecía que era un buen momento ahora, porque hemos cumplido como los diez años de la novela gráfica, igual que Santiago hizo Panorama, me apetecía hacer algo parecido, pero a mí manera.

Qué bien, pinta muy bien.

Pero estoy tardando mucho (risas). Me he metido en un berenjenal, porque hay tantas cosas que decir, tantos cómics de los que hablar… No sé cuándo lo acabaré, y después hay cosas para la tele. Estoy preparando otra serie para Cataluña… hay cosillas por ahí.

Pues genial. ¡Que lo veamos todo pronto!

A ver, a ver, porque también hay que pagar las facturas (risas), y hay que hacer trabajos también de comer, hay que ir alternando.