Papel estrujado (Nadar)

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Papel estrujado (Nadar). Astiberri, 2013. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. 400 págs. B/N. 19 €

Cuando leemos una primera obra de un autor joven, creo que es muy difícil no ser algo indulgente, o como mínimo contemporizarla, y buscar la promesa de futuro, la potencialidad del autor más que lo que ofrece, sea mucho o poco. Desde el punto de vista comercial, quizás no tenga mucho sentido: al fin y al cabo esa obra novel compite en igualdad de condiciones con las de autores consagrados. Pero bajo criterios artísticos, no parece del todo justo valorar igual una primera obra de un veinteañero y otra de un autor consagrado en plena madurez. De todas formas, en este caso da igual, porque todo esto lo explico, precisamente, porque con Papel estrujado no me ha pasado en absoluto.

Nadar —pseudónimo de Pep Domingo—, tiene 28 años, y Papel estrujado —editado por Astiberri es su primer cómic, mas allá de pequeñas colaboraciones. Pero nada de eso se aprecia leyendo las cuatrocientas páginas de una novela gráfica rotunda y compacta. Yo, sinceramente, me acerqué a ella con cierta cautela, a pesar de los halagos que había recibido, porque, como decía antes, temía encontrarme con ciertos tics o errores de novato. Pero, no: ni uno. No voy a decir que es una obra perfecta, claro, pero sí que no he hallado ningún rastro de bisoñez. Es un cómic maduro, con una historia ambiciosa con su complejidad, y que está a la altura de esa ambición. No se desinfla en ningún momento y mantiene el interés constantemente gracias a una trama de ritmo medido y muchas incógnitas, y a unos personajes realistas y convincentes en sus papeles.

Se le ha comparado o remitido a Frederik Peeters, supongo que por su estilo dibujando, aunque yo, la verdad, más allá de algunos gestos y la elección de algún plano, no creo que sea una influencia tan poderosa, o no más que otras que pueda tener. Nadar maneja muy bien varios recursos gráficos, como la omisión de fondos, o de marcos de viñeta, en momentos muy concretos, pero no tiene esa necesidad que a veces se ve en autores muy jóvenes de demostrar claramente de lo que son capaces, hasta el punto de silenciar su propia historia o echarla a un segundo plano. Eso puede funcionar, desde luego, si es tal la intención del autor, pero cuando uno apuesta por una historia como la de Papel estrujado, sencillamene no tendría ningún sentido.

Así que Nadar se concentra en lo importante, y su habilidad como historietista reside precisamente en hacerse invisible. Papel estrujado absorbe. No lo hace tanto por su trama, o por querer resolver el misterio, al menos en mi caso, sino simplemente por la humanidad de sus personajes, por el realismo de las situaciones que se cuentan. No es frecuente encontrar a alguien de la edad de Nadar que tenga ese punto de sabiduría a la hora de observar la realidad en sus pequeños detalles, y a la de plasmar las emociones, los anhelos y las frustraciones de sus personajes de forma sutil y veraz. Y sus adolescentes son tan convincentes como sus adultos y sus ancianos.

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El cómic se abre con una secuencia magnífica, profundamente evocadora, de un padre y su hijo en un paseo por el campo o el parque. No sabemos quiénes son, pero ya marca el tono de Papel estrujado con su melancolía. Las tres líneas argumentales que se alternan comparten eso: Jorge llegando a la ciudad y buscando alojamiento y trabajo, el mismo Jorge, tiempo atrás, conviviendo con un anciano en una casa de pueblo, criando caballos, y el adolescente Javi y su familia; más un puñado de secundarios muy sólidos. Las tres historias giran en torno a la culpa, o a la pérdida. Todos los personajes están rotos, y buscan algún tipo de redención, aunque esto no sea del todo obvio siempre, porque, sobre todo Jorge, es un tipo bastante hermético e inexpresivo.

La construcción de los personajes es uno de los puntos fuertes de Papel estrujado: siempre a través de sus actos y sus conversaciones, en general concisas y naturales, evitando los textos de apoyo, sin narrador extradiegético y sin bocadillos de pensamiento. Una mirada, un detalle, un gesto, son suficientes para conseguir el efecto deseado en un lector que, si ha empatizado con los personajes, ya está completamente enganchado.

El universo de símbolos que despliega Nadar va trazando poco a poco el mapa de Papel estrujado, porque damos por hecho que los personajes que aparecen están conectados de algún modo. Pero, en realidad, por lo menos en mi experiencia lectora, eso era lo de menos. Quiero decir que, sí, estaba en el horizonte, me imaginaba que llegaríamos allí, pero no me parecía que eso fuera más importante que el trayecto, que las emociones que generaba la lectura, o todo lo que sugería Nadar. Es verdad que las conexiones que se revelan en su final son, algunas, un poco forzadas, o incluso innecesarias, cuando involucran a los secundarios, pero Nadar lo solventa al no pretender justificar esas coincidencias: no se atropella en explicaciones vanas, no intenta convencernos de que todo eso es posible. Su apuesta es ésa: es una historia de cruces, y una vez llegamos al final —que no es tal— todo encaja.

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Semejante golpe sobre la mesa no está pasando desapercibido, y como decía al principio, Nadar está recogiendo bastantes elogios. Papel estrujado los merece, por su pulso, por el calado de sus personajes y sus temas, y por la extraordinaria puesta en escena del que, pese a que no haga alarde de ello, es un dibujante ya maduro. Con este cómic creo que Nadar se une a un grupo de autores españoles de entre los 25 y los 35 años, que está pariendo obras excelentes, y que, estoy convencido, acabarán conformando la mejor generación del cómic español, lo cual es decir mucho.

PS: No quería desviar la atención sobre Papel estrujado en la reseña con esta cuestión, pero no puedo dejar de decir que creo que esta novela gráfica supone un sopapo en la cara a los que tomaron la decisión de eliminar la beca Alhóndiga, pues sólo gracias a ella Nadar ha podido realizar un proyecto tan ambicioso. Tampoco es que crea que a esos responsables esto les importe mucho, pero duele igualmente.