Happy Hooligan (Frederick Burr Opper)

Celebramos la incorporación de un nuevo miembro al equipo de Entrecomics: Óscar Gual. Óscar es doctor en Historia Contemporánea y desde hace años viene colaborando con textos sobre cómic en publicaciones como Volumen, La guía del cómic o Mondo Sonoro. Recientemente se ha publicado su libro Viñetas de posguerra. Los cómics como fuente para el estudio de la historia (Universitat de València, 2013), adaptado de su tesis doctoral.

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Happy Holigan (Frederick Burr Opper). 
Laertes, 2013. Cartoné. 21 x 29,7 cm. 96 págs. B/N. 15 €


Sin previo aviso la editorial Laertes ha dado inicio a la temporada de otoño con una sorprendente recopilación de planchas de la serie clásica Happy Hooligan de Frederick B. Opper. Sorprendente por lo inesperado, no porque el contenido en sí lo resulte. Se trata de la recuperación de uno de los pioneros del cómic de prensa norteamericano de principios del siglo XX, inédito en el mercado español desde 1928 (cuando aparecía serializado, desde un par de años antes, en el semanario infantil Pinocho, con el sonoro nombre de Lucio Miraguano). En esa misma cabecera, que había arrancado hacia mediados de la década, también se dio entrada a otras prestigiosas firmas provenientes en su mayor parte de la escudería de William Randolph Hearst: Harold Gray, Rudolph Dirks, Cliff Sterrett, Billy de Beck o Bud Fisher.

El bueno de Happy Hooligan debutó con la centuria, en 1900, en pleno proceso de consolidación de las comic strips, momento en el que la presencia de las mismas en los periódicos empezaba a ser continua, al tiempo que los protagonistas fijos intentaban asentarse. Precisamente el esquema de las desventuras de ese extraño vagabundo, ataviado con harapos y que cubre su calva con una lata de conserva, era siempre el mismo. Hooligan era una buena persona, algo simple, preocupado por el bienestar de los demás, por ayudar a cualquier desconocido que necesite de su auxilio. Como es de suponer esas buenas intenciones se volvían irremediablemente en contra suya debido a su impericia, a su mala pata, a su manía de meterse donde no le llamaban. Nunca deambulaba solo, solían acompañarle otros descerebrados tan inútiles como él, primero sus hermanos Montmorency y Gloomy Gus, el único de toda esta patulea que salía indemne de vez en cuando, y más adelante sus tres sobrinos (Boitram, Foidinand y Hoiman).

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El volumen recoge una selección de páginas que llega hasta 1913, un periodo de consolidación tanto para el personaje como para el autor. En este sentido la creación de Opper, además de gozar de enorme popularidad, supuso una referencia para sus colegas en varios aspectos. El principal fue la utilización con total normalidad del globo o bocadillo a la hora de integrar los diálogos en las viñetas. Hooligan era un parlanchín incurable, lo cual justificaba con creces el uso de esa herramienta. El interés histórico, pues, de estas planchas es innegable, lo cual no significa que al lector actual las andanzas de Hooligan no le parezcan reiterativas en exceso. Más adelante, con la consolidación de la serie, el estilo de Opper se tornará progresivamente más audaz, menos finisecular, en consonancia con unos guiones menos iterativos, más sorprendentes. Tal vez rescatar esa última etapa hubiera sido más aconsejable como toma de contacto.

Aunque en conjunto supone una interesante muestra, la presente edición está muy lejos de considerarse definitiva. Para empezar no se incluye, lo cual es casi imprescindible en un compendio de estas características, un texto explicativo que sitúe al artista y a la obra en su contexto histórico y exponga los criterios de elección, un texto más extenso y más rico que la breve introducción, sin firma, que abre el libro. Tampoco se aclara si, en caso que el invento funcione, se pretende continuar con el rescate, pues teniendo en cuenta que la serie duró hasta 1932, material hay en abundancia. Y, lo que es tal vez más importante, la reproducción de las historietas es en blanco y negro, pese a que la edición original era a color. Una buena oportunidad perdida.