Baco 1 (Eddie Campbell)

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Baco 1 (Eddie Campbell). Astiberri, 2013. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. B/N. 216 págs. 17 €

De todos los autores anglosajones que durante los 80 comenzaron a colocar los cimientos del cómic adulto contemporáneo, probablemente Eddie Campbell sea el menor reivindicado y conocido en España. Es comprensible, dado que tardamos muchísimo en ver obras suyas por aquí, y se empezó por From Hell, de la que no era autor completo. Pero la segunda muestra de su trabajo que se publicó en España fueron un par de recopilatorios de Baco, precisamente el material que ahora ha editado Astiberri.

Es una buena noticia tanto porque aquellas dos entregas hoy son completamente inencontrables como porque ahora la idea es publicar la serie completa. Pero, bueno, ¿de qué va Baco? Podemos definirla como la serie con intención comercial de un autor cuya mirada se ha dirigido siempre primero al arte y luego al mercado. Cuando Campbell empieza Baco, en 1986, ya llevaba tiempo dibujando sus historias autobiográficas, el material que podemos encontrar en Alec. Lo que intentó fue crear su propia versión de una serie en comic book con personaje fijo y temática más o menos fantástica, o, digamos, de género. Pero lo hizo en sus propios términos, claro. Como dibujante, Eddie Campbell es mucho mejor de lo que sus detractores creen. En Baco se aprecia que mira hacia el cómic de género adulto que se había empezado a hacer en Europa en los 60, y a mí me recuerda un poco al Crepax de las primeras historias de Valentina. Sus trazos finos y afilados se combinan con masas de negro empleadas de formas sorprendentes, que remiten a Breccia y que, en algunas páginas, recuerdan poderosamente a lo que años más tardes hará Miller en Sin City. Campbell es siempre imaginativo en la planificación de las páginas, experimenta con fotocopias, juega con tramas y exprime al máximo las posibilidades de su querido zip a tone. También varía su estilo de dibujo, y a veces deja el acabado en manos de su ayudante, Ed Hillyer, con un estilo mucho más blando que Campbell, de formas más curvas.

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Con esa base se dedica a contar historias que caminan a conciencia entre el género negro y la mitología. Porque el Baco del título es el auténtico Baco, el dios del vino, entre otras cosas. Es un Baco envejecido, acabado, con su poder reseco, y su relato es por tanto crepuscular y amargo, aunque el típico humor de Campbell siempre está presente. Él imagina un presente en el que sobreviven los restos de aquel brillante panteón de dioses, semidioses y héroes: Teseo, el propio Baco, y un sorprendente personaje: el niño Ojos, asesino de gran parte de los dioses y portador del poder de Zeus, como Teseo lo es del de su padre Poseidón. Los tres son el centro de un relato que gira en torno, precisamente al poder, y a la búsqueda del mismo, ya sea el poder crudo o el económico.

Por el camino, se van reinterpretando las antiguas historias, en boca de Baco o de Teseo, y algunas de ellas se cuentan entre lo mejor del tomo, por el ingenio y el tono desmitificador —nunca mejor dicho— con el que Campbell las aborda. La lucha contra el Minotauro, la incursión en el Inframundo, o la guerra entre Cronos y Zeus son algunos de los mitos clásicos que aparecen, pero hay, y supongo que habrá en el futuro, bastantes más.

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Con ellas se consigue dotar de un trasfondo y un calado a los personajes que de otro modo costaría mucho conseguir. La imagen imponente del decrépito Baco —un diseño brutal, la verdad— no sería lo mismo sin conocer ese pasado glorioso. La inclusión de estos flashbacks no entorpece en absoluto a las tramas principales, de ritmo trepidante. Es una serie, como decía antes, de género, llena de acción. Los combates se inspiran en las coreografías de los superhéroes americanos, aunque la flema británica de Campbell no es fácil de controlar y muchas veces tienen cierto punto ridículo, como las armaduras de goma que usan ciertos personajes en un momento dado. Pero, a fin de cuentas, el buen pulp sabía moverse justo en esa línea entre lo sublime y lo absurdo sin problemas: fue durante años el hábitat de ese Jack Kirby cuyos tebeos fascinaron al pequeño Eddie.

El rumbo que toma Baco en el segundo arco incluido en el libro hace pensar que el protagonismo va a ser muy coral, dado que el dios del desenfreno aparece sólo brevemente al principio para luego dejar el peso de la historia en el niño Ojos y Teseo. Y es un acierto que sea así, porque se refuerza el concepto de moderno panteón divino. Hay que estar muy atentos a Baco, porque tiene pinta de mejorar número a número, y no es que empiece mal, precisamente.