Pulir (Nacho García)

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Pulir (Nacho García). Fulgencio Pimentel, 2013. Rústica con solapas. 24 x 16,5 cm. 208 págs. Color. 22 €

¿Qué tiene en la cabeza Nacho García? Yo me lo vengo preguntando desde hace tiempo, y esperaba, iluso, encontrar alguna respuesta en Pulir, el libro exquisitamente editado por Fulgencio Pimentel que recopila gran parte del material que ha ido acumulando en los últimos años, no sólo el publicado en diversos fanzines, sino también mucho inédito. El caos maravilloso que es Pulir se mueve entre una amalgama de iconos culturales que García bate sin filtros ni estratos: pokémons, tortugas ninja, Gran Hermano, la selección española de fútbol o los Cantores de Hispalis pasan por las páginas de Pulir configurando el mapa de los referentes de García, que los interpreta en clave de afterpop, tal y como lo definió Eloy Fernández Porta.

Pero esto no basta para explicar su obra. Al final, ha resultado que sus extraños cómics llenos de líneas rectas y personajes chungos son la parte menos alien de su producción. Sus dibujos, paridos casi siempre con materiales bastardos —boli bic, rotulador carioca, cera plastidecor—, tienen la frescura de lo infantil, pero también la cualidad perturbadora de lo que se dibuja sin pensar, del dibujo automático que surge mientras la mente está atendiendo, por ejemplo, una llamada telefónica. El icono pop, mediante este método, se transforma en monstruo y se deforma de maneras completamente imprevisibles, pero causa estupefacción por el choque violento entre el resultado grotesco, cercano al art brut, y el origen aún visible de personaje infantil con inquietante sonrisa.

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Hay chistes dibujados, y dibujos que se convierten en chiste al añadirse una simple frase que lo descontextualiza: monstruos como de juego de rol con el nombre de los presidentes de la democracia a sus pies. Hay otros que parecen dejados a medias, y dibujos abstractos de enigmática o imposible interpretación. A veces copia retratos y cuadros famosos con un lápiz que me recuerda al de Javi Cejas, otras juega con una de esas plantillas para dibujar líneas curvas. Quizás hay algo del goce del voyeur al mirar muchas de estas páginas, las que parecen privadas, no concebidas para ver la luz.

O quizás sí lo están. No lo sabemos. Como tampoco sabemos si la improvisación es real o fingida, si la deriva de su lápiz  tiene un rumbo claro o es puro azar. Pero al final, eso no importa. Lo esencial es la sensación de desconcierto, el rico acervo de Nacho García, su capacidad de perversión y de provocar la risa mediante el puro estupor. ¿Posthumor? Puede. ¿Deconstrucción? Igual sí. Miguel A. Pérez-Gómez opina que García ha superado la posmodernidad. Es muy posible. O al menos, se mueve en otros parámetros, alumbra otros territorios por explorar. Mario Bros, Don Miki, Queen, Daredevil: son sólo superficie, medio para conseguir un fin. Seguimos sin saber qué busca Nacho García. Si es que busca algo. La pregunta sigue sin verdadera respuesta. ¿Qué tiene en la cabeza Nacho García?