Triunfo y tormento (Roger Stern, Mike Mignola y Mark Badger)

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Triunfo y tormento (Roger Stern, Mike Mignola y Mark Badger). Panini, 2013. Cartoné. 19×28,5 cm. 80 págs. Color. 11 €

Durante los años 80 Marvel comenzó a publicar graphic novels, cómics en un formato pensado para perdurar en un momento en el que los comic books se producían como objetos fungibles, con historias autoconclusivas que, al no ser publicadas como comic book, no pasarían por la censura del Comic Code, lo que en teoría redundaría en una mayor libertad para los autores. Y aunque es cierto que varias de estas novelas gráficas eran algo parecido obras de autor, lo verdad es que al final el sello editorial acabó siendo un cajón de sastre donde cabían desde cómics creator owned hasta historias que servían como número 0 de nuevas series, como The New Mutants.

Todo esto es necesario para contextualizar Triunfo y tormento, una de estas novelas gráficas que llegó al final de la década, en 1989, cuando posiblemente la línea había perdido ya gran parte de su sentido, tanto por los cambios en el mercado como por la deriva de la política editorial respecto a ella. Posiblemente ya no hacía falta recurrir a una novela gráfica para mostrar determinados contenidos, pero aún podía tener sentido como historia independiente de las series regulares, con un acabado más cuidado. Y Triunfo y tormento, afortunadamente, toma esos derroteros.

Es una historia ya completamente alejada del despiporre pop de los 60 o de la metafísica lisérgica de los 70, donde, probablemente, un personaje como el Doctor Extraño podía desplegar su potencial y tenía verdadero sentido. Triunfo y tormento es una historia post Watchmen y The Dark Knight Returns, eso es obvio, pero no renuncia por ello a su propia personalidad. Roger Stern escribe una historia seria con pretensiones de trascendencia, pero la respalda con su inquebrantable oficio y con un conocimiento del material que maneja incuestionable, y por eso el resultado final, lejos del ridículo en el que a veces se caía en la época cuando se intentaban hacer superhéroes adultos, es más que interesante y alcanza momentos realmente buenos. Pasadas las trescientas palabras, el manual de hacer reseñas dicta que hay que hablar un poco del argumento, así que diré que esto va de que por una carambola del destino y una regla un poco deus ex machina, el doctor Extraño tiene que cumplir una petición del doctor Muerte, y ése le exige que lo acompañe al infierno para liberar el alma de su madre. Es una historia de Muerte antes que de Extraño, en realidad, y el excelente tratamiento que hace Stern del villano empequeñece un poco al hechicero supremo. No importa demasiado, en todo caso. La grandeza de Muerte y su dimensión como personaje, su verdadera esencia, pocas veces se ha mostrado tan bien, incluyendo sus incómodas contradicciones, por ejemplo en lo que respecta a su papel como dictador de Latveria, país que lo venera y donde nadie pasa necesidades si él puede evitarlo —y puede, claro—. De alguna forma, Stern actualizó al doctor Muerte y terminó de redondearlo como personaje y aportó los últimos rasgos importantes a su personalidad, que lo convierten, cuando está bien usado, en uno de los personajes de Marvel más fascinantes.

triunfo y tormento interior

La trama, tan llena de engaños como podría suponerse con Muerte y Mefisto en el ajo, no pierde nunca el ritmo y se resuelve con mucha inteligencia, y deja al juicio del lector la interpretación de los actos finales de Muerte: en ese rasgo reside la verdadera adultez de una obra. Aunque, desde luego, Triunfo y tormento debe muchísimo al trabajo de Mike Mignola, uno de los dibujantes más personales y mejores que han pasado por la editorial, apoyado aquí en unos excelentes colores y tinta de Mark Badger —colores pintados directos, como era frecuente en las novelas gráficas—. Mignola está aquí en pleno proceso de transición de su primer estilo al más sintético de Hellboy, y borda al doctor Muerte y sobre todo a Mefisto. Su Extraño remite al original, al de Steve Ditko, de quien siempre he pensado que Mignola es una especie de discípulo remoto, no porque lo imite o lo siga, sino porque comparte con él cierta rareza y la capacidad para generar mundos propios verdaderamente alienígenas. Probablemente por eso también recuerda a P.C. Russell mucho.

Triunfo y tormento, en su sobriedad, puede que se haya quedado algo desfasada, pero desde luego mantiene el tipo mucho más que otros productos similares de su época, supuestamente adultos y serios, que leídos hoy no parecen otra cosa más que pretenciosos. Ha resultado una gran lectura que mantiene muy bien el equilibrio entre todos sus elementos y entre el hecho de ser un cómic de superhéroes pero buscar algo más.