Entrevista con PowerPaola

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El pasado 11 de abril, coincidiendo con al inauguración del Saló del Còmic de Barcelona, tuve la oportunidad de entrevistar a PowerPaola (Paola Gaviria) en el hall del hotel Catalonia de Plaza España, epicentro autoral durante esas fechas. PowerPaola solo puede pasar un par de días en Barcelona antes de partir hacia un festival de cómic en Francia, y aprovecha para hacer una presentación de Virus tropical junto a Liniers y para atender a la prensa. Virus tropical acaba de ser publicado en España por Mondadori – Reservoir Books y es un relato autobiográfico en el que la autora repasa, comenzando con su propio nacimiento, su vida familiar en Ecuador y Colombia, además de dar cuenta de sus numerosos viajes. PowerPaola, que en épocas pasadas estuvo ligada al movimiento punk, mantiene un look agresivo –vestido corto, medias negras, arete en la nariz, pelo corto y canoso– matizado por una extraordinaria simpatía, un fraseo dulce y una sonrisa perpetua. Esto es lo que dio de sí el encuentro.

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Fotografía: Santiago García


En las solapas de Virus tropical te comparan con Marjane Satrapi, y tú también has mencionado a Julie Doucet como una gran influencia. ¿Cuándo decidiste que querías hacer autobiografía, antes o después de conocer a estas autoras? ¿Y por qué la autobiografía?

Yo me gradué como artista plástica, y cuando empecé a hacer mi trabajo como artista, tenía que ver con la autobiografía. Era pintora y hacía un retrato diario de mis amigos, todos los días venía alguien a mi casa. También tenía un calendario mensual donde escribía y dibujaba todo lo que pasaba en el mes. Gané una residencia artística en Francia, y al llegar, una vecina mía me dijo que mi trabajo tenía mucho que ver con la historieta, porque siempre había narración, una combinación de texto y dibujo. Yo dibujaba y tenía unas libretas que eran como muy mías, nunca me las había tomado como obra artística sino como algo mío. Esta vecina me dijo que tenían que ver mucho con la historieta, pero historieta para mí era otra cosa, eran superhéroes. O sea, leía a Quino, me encantaba Fontanarrosa, de niña había leído algo, pero no sabía mucho de cómic. Y esta vecina me empezó a prestar sus novelas, que eran Jimmy Corrigan, cosas de Julie Doucet… Y yo dije, “¡No puede ser! ¿Por qué me he perdido esto?”. Y me empecé a dar cuenta de que había toda una posibilidad de narración que tenía que ver con dibujo y dije, “Yo quiero hacer exactamente lo mismo”. Siempre quise contar la historia de mi familia de alguna forma y no sabía cómo hacerlo en pintura, y la historieta me daba la posibilidad de contar y narrar la historia. Me costó mucho trabajo empezar a hacerla porque me parecía complicadísimo hacer que otras personas lo entendieran, que los personajes tuvieran una personalidad… Todo eso me parecía imposible. Durante un año empecé a hacer historias de una página, y al año siguiente, que ya formaba parte de un plataforma en blog que se llama Historietas reales, me di cuenta de que tenía suficientes ganas y ya no tenía tanto miedo del resultado, así que empecé a hacer una página semanal de Virus tropical.

¿Cuánto tiempo has necesitado para hacer todo lo que hay dentro de este libro?

Creo que dos años y medio, casi tres.

Y en ese tiempo, ¿ha cambiado mucho tu manera de enfrentarte al trabajo?

Sí. Cuando empecé Virus tropical, tenía la idea de que comprendería desde mi nacimiento hasta los 18 años, cuando la familia se disuelve. Eso lo tenía claro. Gracias a Marjane Satrapi me di cuenta de que todo se podía encapsular en capítulos, cada uno de ellos con un tema y un personaje. Por ejemplo, el amor, y voy a enfocarme en mí. O el dinero, y voy a enfocarme en mi mamá. O la religión, y voy a enfocarme en mi papá. Eso me ayudó un montón a poder narrarlo y condensar las cosas. Además, el hecho de estar publicando una página semanal y tener el feedback de la gente también hacía que la historia fuera tomando ciertos caminos que yo ni me hubiera planteado desde el principio, la historia no me los hubiera podido aceptar. No tenía una historia previa, no dibujaba a lápiz antes… Leo el Virus y veo que era de esa forma que lo quería contar en ese momento, pero ahora tengo ganas de contar las historias con más tranquilidad, más calma, no tener que contarlo todo. Creo que me voy a aproximar a las cosas de una forma mucho más tranquila y calmada. También tiene que ver con la edad y con que ya no me importa tanto contar mi vida, sino que me interesa también el otro. Creo que va de acuerdo a las necesidades de las relaciones y la edad que uno tiene.

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A todos los autores de autobiografía les hago la misma pregunta, y es de qué manera tu trabajo autobiográfico influye en tu vida real, si en ocasiones intentas provocar situaciones para después plasmarlas en el papel.

No… Lo que más me interesa en la vida… Soy adicta al amor, y a la vida, y quiero vivir muchas cosas. Luego, cuando estoy dentro de una situación, me pregunto cómo salir de ella, cómo entenderla. Si estoy pasando por un momento difícil, cómo hago para entenderlo. Y mi forma de entenderlo es a través del dibujo. Primero, es una necesidad básica y muy egoísta para mí. Y luego está el hecho de que se lo puedo transmitir a otro y hacer que el otro también se sienta identificado. Si estoy sufriendo, si estoy reenamorada, si no sé lo que estoy sintiendo, si estoy enamorada de dos personas, ¿cómo hago para sacarme esta cosa de encima? Pues, de verdad que el cómic me aligera, me hace bien. Es la única manera que he encontrado para entenderme a mí misma. Puede ser muy cliché y muy mal visto en el arte, es como medio arte-terapia… Pero es una necesidad, no es algo que yo haga porque quiero mostrar, sino porque necesito entenderlo. Podría ir al psicólogo, pero intento entenderlo desde mis propios medios, siempre me he enfrentado a la vida de esa forma.

Es curioso, porque a ti te funciona a nivel personal pero también le funciona a la gente que lo lee. Si tus historias gustan es en parte porque hay una identificación.

Eso sí que lo pienso. En cierto modo no es solo mi vida, formo parte de una generación, de un montón de vidas. Y entonces es cuando me digo que no soy solo yo, que no lo estoy haciendo solo para mí. Es como cuando leí a Julie Doucet y me dije, “A ella no le da vergüenza decir que se metía cocaína, y que sufría en Nueva York, y que sangraba”. Y me encanta que no le dé vergüenza y me anima a mí a que no me dé vergüenza, porque no soy la única mujer que sangra. ¡Creo que a todas les pasa lo mismo! Vivimos todos igual, no soy tan especial, y eso también me tranquiliza en la vida.

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¿Alguna vez te has planteado si estabas traspasando las barreras de lo ético contando cosas de otra gente, contando cosas demasiado íntimas de los otros?

Creo que las cosas más duras no las conté, y lo que más me interesaba era tratarlo todo con todo el cariño del mundo. Muestro mis partes negativas, no solo las de mi familia. En cierto momento me di cuenta de que no estaba solamente de mí, que estaba hablando de la gente, y no me parecía tan mal. Cuando lo fueron leyendo mis papás y mis hermanas, a pesar de que había cosas que les daban un poco de vergüenza, se sintieron contentos. Porque sintieron que lo estaba haciendo con cariño, en ningún momento había reproches o insultos. Todos tenemos que tomar ciertas decisiones en ciertos momentos, y permitirse cometer errores en la vida está bien.

¿Cómo eliges las escenas que introduces en tus cómics? ¿Por la relevancia que han tenido en tu vida o por tu interés en tratar un tema concreto?

Como te conté, no lo planeé mucho. Está el primer capítulo, que tenía claro que tenía que ver con mi nacimiento y que mi mamá se había operado. ¿Y qué seguía después? Me acuerdo de ciertas anécdotas. Como uno no se puede acordar de toda la vida que ha vivido, se acuerda de ciertos episodios. Los iba enlazando unos con otros y decía, “Ah, aquí hay un tema”. Y ponía, “El dinero”. Y eso me ayudaba a enmarcarme en algo. Fue todo muy intuitivo, no fue nada planeado, no hay un boceto. Bueno, si hay un boceto anterior al Virus, muy corto, pero yo ya sabía que quería enmarcar ciertas anécdotas en un tema principal y eso me iba ayudando a contarlas. Fue muy intuitivo, no sabía el orden de antemano, pero sí que decidía que cada capítulo estuviera protagonizado por un miembro de mi familia. Ponía a cada uno de protagonista, contaba lo que pasaba en ese momento y trataba de pensar, conceptualmente, cuál sería el título de ese capítulo, el tema principal. Ese era el hilo conductor.

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A la hora de contar la historia, ¿qué es lo que más te preocupa? ¿El dibujo, la trama, el diálogo, el ritmo?

El texto es lo que más me cuesta. Siempre dibujé, siempre me acerqué a una forma estética de expresarme con la imagen, así que el texto era lo más difícil. Por suerte, en ese momento, mi pareja era un escritor, y cada página que escribía se la mostraba. Lo lindo es que él aceptaba que yo lo quería contar de esa forma y simplemente me daba como impulsos en ciertas cosas. Pero sí, el texto todavía es lo que más me cuesta. Me cuesta mucho trabajo escribir.

Lo que también eres es una viajera. Ecuador, Colombia, Argentina, Francia, Australia… ¿Has encontrado ya tu sitio?

No. Pero creo que por ahora Argentina. Es donde más feliz he estado, donde tengo amigos dibujantes, es como la mezcla de Latinoamérica y Europa… El lugar ideal, me gusta mucho vivir ahí. Pero no sé si ahí me quiero quedar para siempre.

¿Y como dibujante también has encontrado tu sitio?

Lo bueno es que existe internet. Puedo dibujar en el Amazonas y puedo dibujar en Bogotá.

Bueno, me refería más bien a si estás satisfecha con el cómic que haces y el modo en que lo haces.

Yo creo que cada momento de la vida me lo quisiera plantear de una forma distinta, no quisiera encontrar una fórmula de cómo hacer las cosas. El Virus lo hice de esa forma, pero la próxima historia la estoy contando de una forma distinta, con otros materiales y con un dibujo que, a pesar de que tiene mucho que ver con este, cambia. Cuando me empiezo a sentir cómoda en un lugar, me digo, “Algo está pasando aquí”. Me gusta seguir explorando las posibilidades, seguir equivocándome. Pienso que son tan amplias las posibilidades de expresarse y de narrar las cosas que no me interesa quedarme en un solo lugar.

Tu estética, tu forma de contar tan espontánea, también me recuerda al espíritu del do it yourself. ¿Crees que ahora mismo está habiendo un resurgimiento de este espíritu que tal vez nació con el underground?

Creo que siempre ha existido, pero no es una cosa que le guste a todo el mundo. Ahora uno puede tener un libro en formato e-book, pero cuando se trata de algo ilustrado, de algo como la historieta, nunca va a ser lo mismo tener un libro ilustrado que un e-book. Y ahora los libros ilustrados, o de historieta, se han convertido como en un objeto preciado. Porque el Virus lo puedes leer en internet, está todo en mi blog, pero al mismo tiempo yo soy una de esas personas que no leen historieta en internet. Algo que sea corto sí, pero una novela gráfica me parece aburridísimo leerla en la pantalla. Hay algo en el dibujo que necesita ser impreso. Sin embargo hay otros libros que casi es una suerte poder leerlos en e-book, porque puedes leer un libro de autoayuda sin que nadie sepa que lo estás leyendo [ríe].

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¿Lees libros de autoayuda?

Nooo. Fue un ejemplo como muy gráfico [ríe]. Pienso que las editoriales han encontrado ahí un camino. Y en el hecho del cambio del nombre de historieta a novela gráfica. Y que haya novelas gráficas o historietas largas de cosas cotidianas que no tienen que ver con superhéroes. Mucha gente se quiere acercar a eso, y las editoriales encontraron que eso también son grandes libros.

La portada de Virus tropical la has diseñado tú? Me gusta mucho.

Sí. Gracias, gracias. Bueno, hice un dibujo pero no me parecía del todo bien. Se la enseñé a mi expareja y tampoco le convencía. Le enseñé otro dibujo de hojas y me dijo que ese dibujo de hojas era perfecto para el Virus. Lo mandé, el diseñador gráfico en Argentina puso esas letras encina en fucsia, y funcionaba muy bien. Fue una colaboración, no es exactamente mía.

¿Y cómo llegas a publicar con una editorial tan grande como Mondadori?

Primero, nunca me imaginé que me iba a publicar nadie. Yo empecé a hacer esto porque estaba en Historias reales y ya me parecía increíble poder subir una página semanal, ese era mi enfoque. Yo me decía, “Bueno, cuando la termine ya la podré mostrar en editoriales”. Pero nunca me imaginé que a alguien le pudiera interesar. Es un dibujo un poco distinto, un dibujo que no le gusta a todo el mundo. Y ya en el primer capítulo, una editorial colombiana me dijo que lo quería dibujar. “Pero si solo tengo un capítulo”. “No importa, lo publicamos por partes”. Y de hecho en Colombia está publicado en tres partes, son tres libros. Y al mismo tiempo, Liniers en Argentina me dijo, “Nos encanta lo que estás haciendo en Historietas reales y lo queremos publicar”. Yo dije, “No puede ser que esto me esté pasando” [ríe]. No lo podía creer. Me acerqué a la historieta ya muy grande, no era nada joven, nunca había hecho historieta, y que me dijeran eso me parecía increíble. Y un día por Twitter me escribió una chica, “Mira, soy de Random House, nos llegó al edición colombiana, nos encanta el Virus y lo queremos publicar”. “No puede ser. No me lo puedo creer”. Eran las siete de la mañana y estaba en Bogotá. Me parecía surrealista.

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Hace poco has hecho sacado un libro mediante micromecenazgo. ¿Por qué haces un crowdfunding después de publicar en editoriales grandes?

Antes de que Random House apareciera yo ya tenía la idea de sacar este diario. Había hablado con esta editorial, Jellyfish, que es una editorial chiquita, es el segundo libro que quería sacar, y me dijo “yo quiero sacar un libro tuyo”. Y yo contesté, “Pero no tengo nada todavía, estoy haciendo uno, pero es para Editorial Común”. De hecho, la editorial que me publicó el Virus en Francia también estaba interesada. Pero me dijo, “No me importa, muéstrame qué tienes”. Yo tengo un montón de libretas que son mis diarios, donde escribo y dibujo todos los días. Uno de mis sueños era que alguien lo editase, porque yo no sé bien qué escoger, necesito que alguien me ayude a tomar esa decisión y que haga una curaduría de mi trabajo. Y así fue. A mitad del proceso, cuando ya habíamos firmado el contrato, me dijo, “Mira, la verdad es que yo lo puedo hacer, puedo sacar de mi plata y hacer el libro, pero quiero que tenga stickers, quiero que tenga ciertas cosas que van a costar un poco más de plata. ¿Por qué no hacemos el crowdfunding?”. Y así fue.

¿Y ha funcionado?

Sí, perfecto. Pero fue una decisión antes de que apareciera Random House.



¿Cómo ves tú la escena del cómic ahora mismo en Colombia y en Latinoamérica? Ahora mismo hay una buena cantidad de festivales y congresos: Viñetas con altura en La Paz, Viñetas sueltas y Viñetas serias en Buenos Aires, Entre Viñetas en Colombia…

Creo que todo está pensado para que haya un recorrido por toda Sudamérica. El panorama actual me parece muy interesante. Por ejemplo, en Colombia, todas las personas que hacían historietas estaban muy aisladas y encerradas en su casa dibujando. Gracias a internet muchos nos conocimos. Yo empecé a hacer historietas y un chico de Medellín me dijo, “Me gusta lo que haces”. Le mandé un fanzine. Luego fui a Argentina y me dijo que también estaba en Argentina y me presentó a otros amigos que también hacían historietas. Un mundo de historietas que no tenía nada que ver con el mío, pero me parecía linda esa cosa como de ayuda. “No me gusta mucho lo que haces, pero ayudémonos, porque somos muy pocos” [ríe]. Y entre todos como que realmente se ha vuelto una medio tribu. Y en Colombia se siente eso. De hecho, los que organizan Entre Viñetas son de una revista de Armenia, y se unieron a unos chicos que hacen historias en Medellín y con otro en Bogotá que no hace historietas pero lee, y fundaron una editorial. Están sacando unos libros divinos.

¿Cómo se llama la editorial?

Editorial Robot. Están sacando unos libros que no se puede creer. Claro, son autores. Están publicando cosas que antes nunca hubieran sido posibles. Y también son muy abiertos en cuanto al dibujo, que tampoco existía eso antes. En Colombia, los que hacían historietas eran como, “Ah, tú no sabes dibujar, tú no puedes contar nada”. Y ahora cada uno siente que tiene un estilo y hay público para todo. Hay mucha gente a la que lo mío le parece horrible y no se va a acercar a ello, pero se va a acercar a lo de otro amigo mío que dibuja de cierta forma. Y hay otra gente a la que no le gustan las historias que él cuenta pero le gustan las mías. Hay muchas posibilidades, y creo que entre todos nos hemos ayudado bastante. Y cada vez hay más chicas dibujando, que antes estaban escondidas.

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