Atajos (Martí Riera)

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Atajos (Martí Riera). La Cúpula, 2013. Cartoné. 21,5 x 28 cm. 112 págs. B/N. 16 €

Martí Riera es uno de esos autores que desarrolló su carrera en las revistas españolas de los 80 y que cuando aquéllas llegaron a su fin prácticamente pasó a la clandestinidad. El resultado de aquello es que pese a su importancia, ha permanecido invisible para un par de generaciones de lectores, entre los que me incluyo. Si uno llegó tarde a la reedición de su obra magna, El taxista, en 2004, y no consiguió Calvario Hills, publicada en 2007 en EE UU, no ha tenido más oportunidades para descubrirlo, así que yo, más allá del nombre, desconocía por completo a este autor.

Por tanto Atajos ha sido mi primer encuentro con él. Bueno, más que encuentro, yo lo definiría como impacto brutal. Esta recopilación de historias cortas aparecidas a lo largo de dos décadas descubren a un autor inmenso, duro, despiadado en su representación del ser humano. Supongo que podemos considerarlo un dibujante underground, o por lo menos un epígono del movimiento, que enlaza y se integra con naturalidad con el cómic independiente americano de los 80. Pero aunque su dibujo y su uso del blanco y negro recuerden a contemporáneos como Chester Brown y sobre todo Charles Burns, en realidad Martí apunta, y así lo manifestaba él mismo en su momento, al clásico más vanguardista de todos: Chester Gould, autor de Dick Tracy.

Otra de sus inspiraciones se deja sentir en las primeras historias: David Lynch. La influencia de Eraserhead (1977) en «El mundo de Óscar» es obvia, y quizás por eso ahí es donde uno puede acordarse más de Burns, que en sus inicios también tenía algo del surrealismo lynchiano. «El gabinete del doctor Martí» continúa esa línea con el relato de una pesadilla, al igual que «Sospecha letal», que creo que ha sido la que más me ha gustado de todo el libro.

Pero más allá de sus influencias, que siguen siempre ahí, a partir de determinado momento lo que hace Martí cambia, y se mete de lleno en la tradición del tremendismo, algo que me gusta porque dota a su obra de una identidad diferente, propia, no impostada. Hay algo muy español en historias como «Repulsión», «Calma chicha», «¿Culpable?», «Mal de ojo» o «El hijo del Cid», algo que entronca con el realismo sucio, exagerado y brutal de Cela, y con el esperpento de Valle-Inclán. Son historias redondas en cuanto a su estructura y viscerales, completamente crudas, y por eso impactan como sólo las cosas así pueden hacerlo.

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No quiero decir con esto que historias como la más reciente «Calvario Hills» —que gira alrededor de la paranoia ultraderechista en EE UU— o «Terrorista» —sobre un ídem palestino— sean peores, en realidad: tienen un nivel excelente. El único borrón que echa Martí, en mi opinión, claro, es la adaptación de un cuento de Juan Rulfo, No oyes ladrar a los perros, visualmente poderosa, pero cuya lectura se empasta por la acumulación excesiva de texto.

Atajos, en definitiva, ha sido para mí el descubrimiento de un autor esencial. Martí es un dibujante brutal, rotundo, y sus imágenes son de las que dejan huella. Me cuesta encontrar un autor que siendo tan local consiga ser también tan universal y estar en su tiempo como él. Es una pena que parezca retirado, pero al menos me queda por descubrir El taxista y El doctor Vértigo. La edición que ha llevado a cabo La Cúpula de Atajos es buena, en especial en lo que respecta a la reproducción, pero yo personalmente en este tipo de ediciones antológicas agradezco un mínimo de contextualización. ¿En qué año se publicó originalmente cada historia, en qué revista? Me habría gustado un texto breve o al menos un índice que diera estos datos, pero, en todo caso, la publicación de estas historias ya es por sí sola una noticia excelente.