Frank 3. La cuerda del laúd (Jim Woodring)

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Frank 3. La cuerda del laúd (Jim Woodring). Fulgencio Pimentel, 2013. Rústica con sobrecubierta. 21 x 29 cm. 256 págs. Color y B/N. 32 €

Jim Woodring lleva más de dos décadas dibujando historias de Frank, aunque en España no lo hayamos visto hasta hace un par de años, cuando Fulgencio Pimentel inició su publicación en una serie de libros de cuidada factura. Este mes llega el tercero de ellos, La cuerda del laúd, que recopila historias cortas de momentos diferentes e incluye sesenta páginas inéditas en EE UU, así como una entrevista a Woodring realizada por Alberto García Marcos y fotografías de los juguetes que el autor diseñó. El resultado es un libro que, como objeto, es perfecto. Pero el contenido no se queda atrás, claro.

Las historias contenidas en La cuerda del laúd mantienen la misma coherencia que el resto de la obra de Jim Woodring, quien apenas muestra evolución palpable porque tiene desde que empezó inusualmente claro lo que quiere hacer. En las páginas de este libro encontramos el mismo universo viscoso y alucinado de siempre, lo cual no significa que Woodring no conserve toda su ilimitada capacidad de sorpresa. Estas historias que rebuscan en nuestro inconsciente y mutan con la ilógica de lo onírico siempre han conseguido asombrarme como sólo asombran las cosas completamente inesperadas. A veces uno simplemente no puede creerse lo está viendo. Woodring consigue esto de formas que no alcanzamos a comprender del todo, pero sí pueden decirse un par de palabras al respecto. Es esencial, como punto de partida, que asume que el cómic, o la ficción en general, no tienen por qué ser netamente narrativos, no tienen que contar una historia. Las peripecias de Frank y el resto de personajes que merodean por el Unifactor son simples, porque lo que importa no es la aventura, sino aquello que nos provoca, las sensaciones malsanas que se sienten, los procesos mentales que activan. En ocasiones el velo de la realidad se rompe y dos mundos fluyen y se mezclan como líquidos, como sucede en «Pushpaw» o en la especialmente perturbadora «La cuerda del laúd». En otras, retorcidos ciclos de muerte y resurrección afectan a Frank o a Manhog, como en «Frank en la cueva de sus ancestros».

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Otro de los alicientes de este nuevo tomo es difrutar del color de algunas de las historias, más frecuente que en los anteriores. Cuando Woodring elige el color, el Unifactor se convierte en un lugar diferente. No es un simple coloreado de su habitual blanco y negro, sino una reinvención de los espacios y las texturas que añade niveles sensoriales a la lectura. Aunque, desde luego, su dominio del blanco y negro y ese aspecto de grabado no está por debajo del uso que hace del color, y de hecho mi historia favorita del libro es en blanco y negro: esa terrible pesadilla circular que es «Frank y su Pa’ en cierto».

Yo tengo un problema con Frank. Bueno, un problema relativo. Lo que me sucede es que me obsesiona. No puedo dejar de leerlo o de pasar sus páginas mirando esas imágenes irreales, para las que no tenemos referentes. Es algo que pasa muy pocas veces, y que, leyendo La cuerda del laúd, me he dado cuenta de que quizás sólo me había sucedido viendo algunos de los cortos de surrealismo más extremo de otro genio, Jan Svankmajer, que también consigue llevar al espectador a un estado alterado por la falta de experiencias que nos ayuden a ubicar lo que estamos viendo. De hecho, ambos tienen también un sentido del humor cruel y perverso similar, hasta cierto punto, aunque posiblemente Woodring sea más duro, en especial en lo que respecta a Manhog, su personaje más complejo y perturbador, que provoca asco y compasión por igual, que fue protagonista de Filigranas del clima, el segundo tomo publicado en España, y que en este tercero es el centro de algunas historias, como «Manhog detrás del rostro», la única que tiene textos de apoyo, al pie de las páginas.

Cuando leo Frank siempre recuerdo algo que me dijo un profesor en una ocasión: que el ser humano no puede imaginar nada que no exista, que todo lo fantástico es una mezcla más o menos compleja de objetos o seres reales. Igual tenía razón —a día de hoy me lo sigo preguntando—, pero sí tengo la certeza de que si alguien se ha acercado a conseguir inventar lo inexistente ése es Jim Woodring. Sencillamente, no hay nada como Frank.