El hombrecito (Chester Brown)

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El hombrecito (Chester Brown). La Cúpula, 2013. Rústica con solapas. 16 x 23 cm. 196 págs. B/N. 16 €

The Little man fue una recopilación de la mayoría de los trabajos breves de Chester Brown que Drawn & Quaterly publicó en 1998. La edición que acaba de publicar La Cúpula en España se basa, sin embargo, en la reedición que la editorial americana editó en 2007, con algunos extras en los apéndices.

La antología presenta veintisiete historias de extensión dispar publicadas originalmente entre 1980 y 1995 en diversas cabeceras, pero sobre todo en Yummy Fur, el comic book que publicaba Brown. La lectura cronológica de estas historias supone no sólo una manera perfecta de comprobar como Brown iba creciendo como artista, sino también de observar la evolución del cómic independiente americano, precisamente en sus quince años claves. Las historias de El hombrecito ilustran esa búsqueda intuitiva de los autores independientes por encontrar una voz propia y un canal apropiado para ella, una pugna entre lo que el cómic comercial era entonces y lo que ellos necesitaban expresar, que abrió definitivamente el horizonte del medio.

Así, las primeras historias de este libro son ensayos en una, dos o tres páginas de un veinteañero que intenta seguir la línea del cómic underground que en 1980 era ya casi un animal extinto. El joven Brown no está interesado en los superhéroes, así que intenta hacer lo otro que se podía hacer en 1980 en un cómic. No había referentes para nada más. Dado que, como él mismo explica en los apéndices, no estaba interesado entonces en escribir sobre sexo, drogas o política —los tres grandes temas del underground canónico— dibuja historias fantásticas para adultos con alguna dosis de violencia y escatología, y un punto de delirio en el que se identifica fácilmente al autor de Ed, el payaso feliz, su primera obra larga. «La revuelta del papel higiénico» es la que abre el tomo y, aunque es obra de un joven aún verde, ya se aprecia su dominio de los espacios y la originalidad en la composición de las páginas. «Bocadillos de grasa de morsa», «Los gourmets del planeta X» o «Marte» son divertimentos, gamberradas deliberadas. «Dirk, el jerbo» y «Vivo en la sima sin fondo» son un intento de ir más allá de eso, de dotar de cierta profundidad su trabajo, aunque nunca cae en lo obvio; ya entonces Brown era un autor inteligente y sobrio, que decía mucho sin recalcados burdos, dejando su espacio a la interpretación del lector. En esta línea «Tentempié a medianoche» me parece lo más sobresaliente de esta etapa; una historia que pervierte los funny animals —algo muy del underground— que casi parece un reverso oscuro de los primeros trabajos de Craig Thompson.

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Pero en 1989 la obra de Brown va a dar un giro radical. Tras leer un cómic de Julie Doucet, se da cuenta de que eso es justo lo que él quiere hacer: cómic autobiográfico.  Se apresura a zanjar Ed, el payaso feliz y empieza «Helder», su primera historia en este género, que cuenta algunas de sus experiencias en un piso compartido. Es verdaderamente increíble que en este primer intento ya consiga unos resultados tan buenos. El relato es tan absorbente como sus obras largas, y ya tiene ese tono característico, el uso de los silencios, y el hermetismo en torno a lo que le pasa por la cabeza a su alter ego. Pero resulta aún más remarcable la siguiente historia, «Mostrando “Helder”», donde riza el rizo y explica el proceso de creación de «Helder» y los problemas que conlleva el género autobiográfico cuando se trata de mostrar a amigos en tus cómics. Es una historieta increíblemente avanzada para 1990, en la que prescinde de marcos de viñetas y deja mucho espacio en blanco en la página.

«El hombrecito» es otra maravilla, una historia que arranca en clave de memoria de la infancia, se transforma en una locura que remite a los primeros tiempos de la obra de Brown y termina como empieza. «La historia de Danny» es otro relato autobiográfico, sincera hasta lo escatológico, y «Mi madre era esquizofrénica», la historia que cierra el libro, es un muestra temprana de ensayo dibujado, en el que Brown explica sus tesis sobre las enfermedades mentales. Pese a ciertas torpezas —no resuelve siempre bien la monotonía que resulta de dibujar un monólogo— ya se aprecia la técnica que luego explotará en Pagando por ello, uno de sus mejores tebeos.

Las notas finales del propio Brown, escritas a mano —detalle respetado por La Cúpula en su edición— terminan de definir el marco en el que se dibujaron todas las historietas, algo esencial en un libro como éste. El hombrecito, en su recorrido por quince años de carrera de Chester Brown, es una obra imprescindible para entender la relevancia y evolución de uno de los autores de cómic más importantes de las últimas tres décadas. Y, de paso, es una colección excepcional de historias de todo tipo.