Entrevista con Sento

Hace una semana se anunciaba el fallo del jurado en el VI Concurso Internacional FNAC-Sins entido de Novela Gráfica, cuyo premio recayó en el veterano Sento por su proyecto Un médico novato. En el anterior enlace puede leerse una breve nota biográfica del autor y algunos detalles del proyecto premiado, pero nos pareció interesante profundizar un poco más en lo que puede dar este libro cuya salida al mercado está prevista para el otoño. Ayer mismo Sento visitó Madrid, circunstancia que aprovechamos para mantener una entrevista que reproducimos a continuación y durante la cual el autor demostró una gran simpatía y buena disposión.



¿Este proyecto, Un médico novato, es algo que has creado específicamente para presentar al premio de Sins entido y Fnac, o es algo en lo que ya venías trabajando hace tiempo?

La idea es muy anterior. Yo quiero hacer esta historia desde hace mucho tiempo, pero quizá hice bien en esperarme y ser más mayorcito y poder hacerla mejor. ¡Espero! Lo que pasa es que el momento de crisis actual, bueno, como a todos, me dejó el estudio temblando y me planteé la cuestión de apostarlo todo a tratar de resolver el proyecto de Un médico novato. Y ya estamos metidos en este proyecto desde hace un año largo. El premio está muy bien diseñado, desde el punto de vista de que no necesitas tener una obra completa, sino que es un apoyo a un proyecto. Y eso, la verdad, es que los artistas lo agradecemos. Bueno, me imagino que los artistas y cualquiera que tenga un proyecto. Te ayuda a acabarlo bien y con más ganas. Además, el hecho de incorporarte a Sins entido, con ese catálogo de autores a los que tanto admiro, con Gipi, David Mazzucchelli, Seth, Catel y Bocquet… En ese sentido también es un orgullo y satisfacción, como decía aquel. Y encima supongo que la Fnac va a dar una fuerza poderosa para que el libro se lea.

Dices que el proyecto ya lleva un año en marcha. Entonces, ¿está ya muy maduro, lo tienes todo clarísimo, o hay aún espacio para retocar aquí y allá?

No, no, tengo un story cerradísimo tanto de este como de una posible continuación que también tenemos pensada. Está totalmente cerrado. Ahora es cuestión de lograr hacer nuestra página diaria, que es el objetivo en el que estamos metidos, y seguir trabajando.

¡Una página diaria es mucho trabajo!

Bueno, es una página diaria pero a partir de que ya tenemos un story y la documentación se ha ido realizando durante mucho tiempo, con lo cual ya la tenemos bastante seleccionada. Entonces sí que se puede lograr, sí.

Quería saber algo sobre la obra, sobre el argumento. Y también que me comentes si es todo ficción o si se entrelaza con historias que tú has escuchado o que ha vivido gente de tu entorno.

Sí, va por ahí. A mí el tema de la Guerra Civil siempre me ha interesado, independientemente de esto. Y a veces, la verdad es que te vas a buscar historias muy lejos cuando realmente las tienes cerca. Y en este caso la historia surge de las conversaciones con mi suegro, con el doctor Pablo Uriel, que es un joven de 22 años en el año 36 que acaba de terminar la carrera de medicina en julio y de pronto se encuentra con la rebelión militar y con todo el follón que se montó. No solo son las anécdotas y las vicisitudes que contaba, sino también el tipo de reflexiones que hacía. Mi suegro era un hombre especial, cualquier persona que lo conociera te lo podría corroborar. Era una persona buena e inteligente a la vez, de las que da gusto conocer, de las que te encuentras una de vez en cuando en la vida. Lo digo porque, aparte de las vicisitudes que nos da la acción, la peliculilla, están las reflexiones que él hacía sobre estos momentos, que son muy inteligentes e increíblemente actuales. No pretendo decir que vivimos los mismos tiempos, sino que quizá a veces los argumentos se vuelven a repetir de alguna manera.


Un médico novato


Creo que esto te lo van a preguntar bastantes veces y quiero ser el primero. Cuando se anuncia tu cómic, que va sobre la Guerra Civil, lo primero que nos viene a todos a la cabeza es El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim.

Exacto, sí, sí.

No sé si tu obra va a tener algún parecido o va a ser totalmente distinta.

Yo creo que no… es parecida en el sentido de que compartimos tema, lo mismo que compartimos tema con Las serpientes ciegas. Ha habido varios… Paco Roca está haciendo ahora uno sobre… no es esa época, creo que lo suyo va de después de la guerra española, con exiliados durante la Segunda Guerra Mundial o así… Parece que nos ha dado a todos por ir un poco para allí. Pero no creo que mi obra se parezca a El arte de volar, en el sentido de que Antonio Altarriba lo que hace es contarnos la vida de su padre, pero de una manera muy extensa. En Un médico novato yo me limito a contar una historia que se desarrolla en tres o cuatro meses, nada más, y en la que se ve cómo cambia la vida. Es como Lo que el viento se llevó. Estar en una situación y de pronto cambiar radicalmente. Mi suegro era un chaval de 22 años de izquierdas que se queda en la zona nacional, donde han ganado los rebeldes. Es una historia que va de julio a diciembre del 36. No tiene la pretensión de contar toda la vida de este señor, sino de plantear cómo a una juventud se le trunca la vida de esta manera tan salvaje. Esa sería la primera reflexión. Y aparte, el cómo y las circunstancias.

Ahora que hablamos de la Guerra Civil, es curioso, porque cuando se habla de cine español la gente dice “¡Otra película de la Guerra Civil!”, mientras que a mí me parece que todavía no se ha hablado lo suficiente.

Estoy de acuerdo contigo.

Ha sido un hecho traumático, con unas consecuencias más traumáticas si cabe, y creo que queda mucho espacio para contar esas historias, ¿no?.

Además, es que es interesante ya como escenario. Fíjate en los americanos con el oeste, siguen haciendo westerns y nadie dice, “¡Coño, otra del oeste!”. Que haya otra historia de la Guerra Civil da igual, lo que nos tiene que interesar como lectores es que sea buena o que sea mala. El tema no tiene por qué tirar para atrás. Yo sigo pensando que la Guerra Civil es aún un tema por hacer. Hace un año o dos aún salía la Real Academia de Historia diciendo que Franco era un hombre un poquito autoritario. Que eso lo diga la Real Academia de Historia demuestra que hay que hacer mucha, mucha, mucha más historia de la Guerra Civil para que quede claro lo que fue. Que es lo que tienen claro en Italia con Mussolini o en Alemania con Hitler, que son los contemporáneos de Franco, sus amigos, sus socios, y son de la misma calaña.


Un médico novato


¿Es este el proyecto de mayor envergadura en el que te has embarcado hasta ahora?

Pues quizá sí.

¿Y cómo te has animado ahora? Después de tanto tiempo más o menos retirado, en vez de volver poquito a poco vuelves con una obra de peso.

Pues porque ya soy mayorote, me imagino. Lo que te decía al principio, yo conozco a mi suegro desde hace muchos años y pensé esta historia hace ya años. Pero a lo mejor somos más sabios de lo que nosotros mismos creemos y la verdad es que me ha costado mucho meterme. Primero, porque lo quería hacer extenso, no quería hacer un folletillo rápido y quitármelo de encima, sino al revés. Me hacía falta fuerza, me hacía falta capacidad para hacerlo, y es ahora cuando las he encontrado. Para mí la crisis ha sido una bendición, entre comillas, porque yo me he dedicado mucho a publicidad y al terreno más comercial del dibujo durante estos años para mantener un estudio y para desarrollar otros proyectos también bonitos. Y de pronto todo ha ido cayendo y he recordado que es en el tebeo donde siempre me he encontrado bien, y por eso he vuelto. Y he vuelto con algo gordo también porque creo que ahora tengo más fuerza que antes.

He leído que tenías otros dos proyectos en marcha, ¿puede ser?

En realidad, si esto funciona, mi intención sería continuarlo, porque hay más materia que contar. De hecho, ahora voy por la página 80 o así dibujada y al irte metiendo más, te apetece ver una posible continuación, que va a depender de cómo vaya, si a la gente le gusta, etc. Bueno, que le guste al jurado ya me anima bastante.

Esto me está recordando mucho a Emmanuel Guibert y La guerra de Alan, que también es una historia que transcurre en la guerra, que relató al autor una persona mayor que él, y que es una historia que además luego ha sentido la necesidad de continuar, con La infancia de Alan y posiblemente en el futuro con un libro sobre la adolescencia.

Yo no tanto, si acaso me quedaría en los tres años de guerra, el periplo de este joven de Zaragoza que acaba prisionero de unos y de otros, que está en Belchite… Hay muchas circunstancias que contar. Yo principalmente me quedaba con la primera, porque me interesa ese momento de cambio. De cambio en el país y en las personas. Pero creo que después se puede continuar. Me gustaría.


Un médico novato


Te quería preguntar, basándote también en tu experiencia previa como autor en los años 80, si ves que ahora existe una mayor posibilidad de contar historias basadas en hechos reales. Antes era más habitual la ficcionalización, se tiraba mucho de clichés de género, tal vez porque eran más habituales las historias cortas y había que acotar muy claramente el terreno al lector para que entrara rápidamente en la historia. ¿Crees que ahora es el momento de contar este otro tipo de historias?

Yo creo que la generación anterior a nosotros, por ejemplo, estaba muy marcada por el tipo de industria que existía, que estaba dedicada al público infantil o muy juvenil, y así tenían que funcionar. Por tanto, se hacía aventura y se hacía ficción muy detrás del cine de sábado por la mañana y estas cosas. En ese momento, nosotros también somos muy jovencitos, y tenemos el espíritu del underground y el espíritu de no hacer las cosas para niños, pero creo que también nos ha hecho falta madurar personalmente. Y el medio también ha tenido que madurar para que admita este tipo de historias. El arte de volar, en el año 80, a lo mejor no se hubiera comido un colín, creo yo. Por el público. Y seguramente porque Antonio Altarriba también era demasiado jovencito para hacerlo, como me ha pasado a mí. Yo ahora quiero hacer algo con peso, no quiero hacer algo ligero, aunque posiblemente luego querré hacerlo. Quiero hacer algo con peso, para personas que tengan interés en este tema. Aunque no sé por qué extraña razón, yo siempre que estoy dibujando esto y lo estoy pensando, pienso en gente joven. No estoy buscando para nada en los viejunos como yo, sino que pienso en la gente del instituto, en la gente que está en segundo de la facultad… Gente que a lo mejor está menos contaminada, que les queda más lejos la guerra y lo pueden ver más como una película de guerra lejana.

Como Un médico novato todavía no ha salido, quería preguntarte cosas sobre tu carrera previa. Tú eres integrante de lo que se llamó la escuela valenciana de los años 80, y de repente parece que hay muchos autores de aquel grupo que están volviendo: Micharmut con un nuevo libro impresionante, Montesol con Speak Low y reediciones de trabajos anteriores…

El Mique [Beltrán] acaba de sacar una recopilación de Marco Antonio

Y Pere Joan, que no es valenciano…

No, es de Mallorca, somos primos…

Pero al que siempre he relacionado mucho con esta escuela y que de hecho creo que tiene cierta relación estética contigo.

Hemos tenido siempre mucha relación.

¿Cómo es que ahora volvéis todos de golpe y sacáis además obras de envergadura?

Yo creo que… Hablo por mí, no puedo hablar por los demás, pero creo que esto también viene de la decepción. Hay un momento en que te metes en el tebeo y ves que es muy difícil. A pesar que en aquellos años hubiera tanta fama y tanto estar en el “candelabro”, y que si vas a La edad de oro, y después te llevan a Angoulême y tal, no había unos resultados económicos que te permitieran una continuidad clara.  A partir de ahí, cualquier oferta que nos hicieran, nos satisfacía, y empecé a hacer otro tipo de trabajos, de dibujos. Me lié también en Valencia con cosas de fallas, que es algo que me encanta… Me parece muy espectacular ver materializarse mis dibujos, y el ambiente del taller, que es un ambiente totalmente medieval, con el maestro artesano, el niño que va a tortas por ahí, gente con una gran capacidad manual… Llevas un dibujito de una silla de seis metros y al día siguiente la tienes. Y flipas. En Bellas Artes, una silla de seis metros sería el proyecto de toda una carrera, y en el taller de fallas te lo hacen de hoy para mañana. A mí eso siempre me ha gustado mucho, pero también quema mucho. Hasta dentro de cinco años no vuelvo, porque me saturo. También me surgió la figura del Gulliver, una figura de setentaitantos metros, como un campo de fútbol, que está en un parque de Valencia. Me entretuve un poco con todo esto, con publicidad… De alguna manera me acuso de haber ido a por el dinero, pero también eso me permitió montar un estudio, conocer gente y tener colaboraciones con más personas que podían multiplicar mi trabajo. Y después vino la decepción, con la crisis esta, donde ves que todo aquello era espuma. Creíamos que éramos ricos y lo debíamos todo. Y menos mal que, dentro de lo que cabe, yo no me metí en grandes embolados económicos, pero lo que sí que quería era seguir manteniendo la relación con las personas con las que trabajaba. Y aparte, hacer cosas más interesantes. La publicidad está muy bien, pero al fin y al cabo no firmas, no tiene una trascendencia de cara a tu currículo. Esa es mi explicación. Además, hubo un gran esfuerzo editorial que se fue a la porra. Mique se desplazó hacia el cine, estuvo haciendo muchos guiones y de pronto aquello también cayó. Aquí el bueno, el que se quedó con la bandera, fue el Mirchamut. Pasaron los indios, y él ahí.


Parque Gulliver


El premio Fnac/Sins entido está muy bien dotado, pero en general, sacar un cómic hoy en día tampoco suele reportar gran cosa económicamente a los autores. Quiero decir, que no volvéis a la llamada del dinero, sino que hay una llamada más profunda, más artística.

Sí, vuelves a aquello donde te lo pasaste bien y donde realmente diste el salto y te formaste como dibujante. Todos estos años me han servido muchísimo. Trabajar con directores de arte te enseña muchísimo, porque te putean, entre comillas, y aprendes a trabajar para las personas con lenguajes muy claros y con mensajes muy unívocos. O trabajar con mucha gente, como cuando hicimos el Gulliver. Había mucha gente alrededor que dependía de que tú dijeras verde o blanco. Y eso te enseña mucho. Pero por otra parte, ahora lo que me apetece es, por las mañanas, descolgar el teléfono y que nadie me llame ni me diga nada. Yo lo que quiero es hacer mi novelita, que me lo estoy pasando pipa.

En los años 80, tras el boom del cómic vino el crack. Ahora hemos tenido o tenemos de nuevo esa situación de boom, pero dada la crisis económica podemos intuir que en el futuro podría haber de nuevo un crack. ¿Qué similitudes y diferencias encuentras tú entre lo que sucedió en los años 80 y hoy en día?

Ahora somos más listos. Ahora no nos pasaría. Ahora no me sorprendería que viniera un crack, por decirlo de alguna manera, porque ya he visto que muchas veces las circunstancias son totalmente externas a ti y de pronto te caen encima, como ha pasado en otras ocasiones. Eso quizá, en la crisis del 93, no lo tenías tan claro, pensábamos que tal vez sería una crisis de unos añitos y después volveríamos. Ahora sí que creo que ha afectado lo suficientemente a los creadores como para saber de qué va esto, porque la crisis no solo está en el sector del cómic, sino también en el cine, en la literatura… Y los que seguimos en esto, nos lo tomamos más en serio, en el sentido de que no es ya hacer una obrita de mantenimiento, no existe una publicación donde meter cinco paginitas al mes. De manera que lo que te planteas es hacer una cosa que tenga su trascendencia y que, independiente de la situación externa, si te sale bien, si es interesante, vaya a permanecer en el tiempo, sabiendo que aquí no se vende lo mismo que se vende en Japón. A mí la situación actual me gusta, como lector veo muchísimas cosas, y los productos que hay me sugieren muchas cosas. Y se debe, única y exclusivamente, a que una gran mayoría de autores y editores apoyan a los autores que hacen una obra más personal. Después de lo que pasó en los 80, lo que pasó es que en la capital, en Francia, hubo grandes autores que iniciaron un camino que los editores quisieron prolongar creando una tête de la course y un pelotón detrás siguiendo. Si estaba bien el tebeo histórico de André Juillard, por qué no hacer diez Juillards detrás. Y, de alguna manera, acercarte a la industria era que te dijeras, “Bueno, tú, ¿de qué vas? ¿A quién quieres copiar? ¿A Juillard o al otro?”. Funcionaba así, de alguna manera. Ahora lo veo más fresco, veo que hay actitudes más creativas, más sugerentes. Y sobre todo si hablamos de Sins entido, que siempre ha seguido esta línea, que no es Dargaud o una cosa de estas que vienen ya de Asterix.

Ahora que mencionas las tendencias me ha venido a la cabeza la famosa guerra en los 80 entre la línea clara y la línea chunga. Y tú precisamente publicabas en El Víbora, que era el máximo exponente de la línea chunga, pero también en Cairo, que era el abanderado de la línea clara. No sé si en algún momento te posicionaste o te parecía absurdo. O si realmente había algo ideológico más profundo en todo aquello.

Había algo ideológico, pero también era una juerga. Yo trabajaba en El Víbora hasta que yo mismo me di cuenta de que las cositas que estaba haciendo cuando empecé con los tebeos de chicas no tenían cabida ahí. Entonces surgió Cairo y me apunté al otro lado. Pero no había ningún mal rollo. Yo con Gallardo y Mediavilla me llevaba muy bien. Hubo la gran suerte de que, de pronto, aquello se extendió, y la cuestión de diferencia entre línea clara y línea chunga era más bien una cuestión semicomercial, semigraciosa, para decirle a los medios, “Diles que yo soy de la línea chunga, diles que yo soy de los claritos”. Pero clarificó bastante la cosa, porque en un momento determinado yo sí que me encontré incómodo en El Víbora, pero no personalmente, sino porque me parecía que lo mío quedaba blandito, porque lo que yo quería era hacer risas sobre los tebeos de nenas de los años 70, que era un tema que no se había tocado y a mí me gustaba. De todas maneras, lo de la línea clara lo sigo manteniendo como mi deseo más profundo. Yo quisiera que en mi estética, la característica fundamental fuera la claridad, porque yo quiero contar historias y quiero hacerme entender. No soy Gary Panter, ni pretendo sugerir y que la gente lo interprete. Yo trato de dar el mensaje lo más claro posible. Siempre sugieres, indudablemente, aunque no quieras, pero trato de ser bastante claro.


Página de Las ruinas del Tibidabo, de Onliyú y Sento, publicada en El Víbora nº49 (1983)


Pero por las pocas viñetas que he visto del proyecto, me da la sensación de que esta obra es un poco distinta de tu trabajo previo. Hay más volumen en los personajes, hay más matices, tal vez…

Sí, pero cuando hablo de claridad, independientemente de que aquí vaya a meter unas sombras, me refiero a que una mano es una mano y una oreja es una oreja. Yo trato de ser claro, como Micharmut también trata de ser claro, en el sentido de que aunque su mensaje sea más críptico, si ves un pescado muerto, una col y una antena de televisión, la antena sabes que es una antena, la col una col y el pescado un pescado. Que lo interpretes de una manera u otra ya es tu problema. Pero en lo que es el dibujo, sí que somos claros, siempre nos hemos preocupado de que si eso parece o no parece una nariz.

¿Y por qué la línea clara está tan relacionada con Valencia? Bueno, tal vez diría con los mediterráneos, aunque en Barcelona había mucho chungo…

Sí, allí había más chungos, sí…

¿Pero por qué en Valencia? ¿Erais amigos todos los autores y a partir de ahí fuisteis encontrando soluciones convergentes, o ya teníais ese concepto de partida?

No, yo creo que fue una cuestión de formación simultánea. En el años 75, en Valencia solo había tres librerías donde podías ir a buscar arte, y al final coincidíamos todos. ¡Y todos nos comprábamos la oferta! Es lógico que luego se dieran determinadas coincidencias, aparte de que nos conocíamos y nos juntábamos, aunque no teníamos un estudio común. Bueno, con Micharmut sí, muy al principio, pero después no, cada uno estaba en su casa. La formación venía de las fuentes de las que bebíamos. Valencia, curiosamente, estaba llena de dibujantes mayorotes, de señores. Debajo de Micharmut vivía un señor que se llamaba Karpa y que estaba de toda la vida en Pumby. José Ortiz también andaba por allí… O sea, que veías que la profesión de dibujante era posible. Me acuerdo de joven y a Coruña y allí los dibujantes lo concebían como muy extraño, porque allí no había dibujantes mayores, señores que se habían dedicado a ser dibujantes. Nosotros sí, aunque siempre nos decían, “¡No te apuntes, xiquet, que esto es una mierda!”. Y tú te empeñabas. Si ese señor lo hace, yo más y mejor. Quizá eso sí que nos animó mucho a meternos. Y luego, las coincidencias, ya te digo, surgen de que hay una amistad y de que todos íbamos a comprar a una librería que se llamaba París-Valencia, que es donde vendían los libros descatalogados y de oferta. “¡Mira qué libro tan gordo por seis pesetas!”.

O sea, que no tiene que ver con la luz de Valencia ni con Sorolla.

No, no. Bueno, si quieres, así en plan crítico, la diferencia entre el Pumby o Jaimito, que se hacían en Valencia, y el Pulgarcito o el DDT de Barcelona, es que los primeros eran más claritos, incluso más infantiles, mientras que la escuela Bruguera era más cañera. Pero bueno, eso ya es para grandes gourmets, es hilar muy fino.

Tú has sido o eres profesor de Bellas Artes.

He sido. Acabo la carrera y me quedo allí a dar anatomía durante tres o cuatro años. En un momento determinado gano más dinero en El Víbora que dando las clases y digo, “¡Ahí os quedáis!”. Y ahora he vuelto, pero ya no soy un profesor como entonces, que estaba en primero clasificando niños, sino que doy cursos de posgrado. Formo parte de un grupo de profesionales que damos un máster en ilustración, doy un curso en Bellas Artes, doy cursos monográficos en una escuela de arte y tecnología… Pero ahora ya voy a mi tema, ya no les cuento lo que hacía Vitrubio ni lo que hacían los anatomistas del siglo XVI, ahora voy a lo mío.

Y entre las clases que dabas en los años 80 y las que das ahora, ¿has percibido si en la universidad, en Bellas Artes en concreto, hay más interés en el cómic?

Claro, claro.

No solo por parte de los alumnos, sino también por parte de la institución.

En los años 80, cuando yo entro, el cómic no existe. Si querías hacer cómic, te ibas a la calle, que es donde se hacían los cómics. No era normal que un dibujante de cómics tuviera formación universitaria, por ejemplo. La mayoría de señores que habíamos conocido, como José Ortiz y tal, nos decían, “Yo ya estaba ahí puteado a los catorce años, dibujando”. O sea, que se habían ido autoformando. Yo sí que hice Bellas Artes, Daniel Torres también, pero en aquella época no era normal. De hecho sí que hay un momento, cuando yo estoy de profesor, en que las escuelas de Bellas Artes se convierten en facultades de Bellas Artes, dejan de depender de la Dirección General de Bellas Artes para pasar al Ministerio de Educación. Y ahí sí que Juan Antonio Ramírez, que era también profesor, crítico y teórico, y yo, propusimos y logramos que se creara una asignatura que se llamaba “narración figurativa”. Pero claro, estaba en quito de carrera, era optativa… digamos que era una manera de empezar. Ahora el panorama ha cambiado radicalmente. Ahora en Bellas Artes hay un 30% de estudiantes que quieren ser pintores, pero el resto son o diseñadores equivocados de camino o dibujantes de ilustración y de cómic, básicamente. Ahora hay más interés por el cómic, hay asignaturas de animación, los medios son mil veces superiores a los que teníamos entonces… En aquel entonces, lo que te hubieras traído de casa eran los medios que tenías. Ahora está muy bien. Yo doy clase a los de posgrado, que se quieren dedicar a la ilustración, y en arte y tecnología, que es otro rollo, tengo mucha gente que hizo Bellas Artes en un momento determinado, por distintas circunstancias dejaron de dibujar, y ahora quieren volver a dibujar. Y yo lo que hago es entusiasmarlos de nuevo con el placer de dibujar.

¿Y cuál es exactamente el placer de dibujar? Dibujar es solitario, cansado, doloroso… ¿de dónde surge el placer?

Surge, en primer lugar, de que te sorprendes a ti mismo, y eso está muy bien. No sabes que tú tenías eso en la cabeza. Ahí es donde yo creo que está el placer de dibujar. Y después está el placer de que la gente te admire, de que la gente te quiera, eso es muy bonito. Hace poco, contactó conmigo un señor de Barcelona empeñadísimo en que quería un original de Velvet Nights, que se había quedado colgado con la serie en su momento. Claro, a mí, vender un original en color de Velvet Nights me rompe la colección. Y aparte mi hijo me lo dijo, “No me vas a dejar ni hacienda ni dinero ni nada, así que esos dibujos son míos, ¡no los vendas!” [risas]. Así que al señor de Barcelona le dije que tenía lápices y bocetos, y la portada del Cairo. “¡Sí, sí, sí!”. El tío pagaba lo que fuera. Eso te llena de orgullo y satisfacción también. Que le hayas llegado tan hondo a una persona que no te conoce, está muy bien. Y el hecho de dibujar es divertido en sí, como tocar la guitarra, el que está tocando la guitarra disfruta de alguna manera. Y de hecho, lo hablo mucho con mis alumnos, ellos están aquellos momentos en que se lo pasaban tan bien. ¿Qué ocurre? Cuando haces música o cuando dibujas hay un punto, si te metes suficientemente en ello, en que estás fuera de la realidad. De alguna manera, meterte en ese punto cero en el que no estás aquí sino que estás extracorpóreo, es muy bonito.


Página de Velvet Nights, de Ramón de España y Sento, publicada en Cario nº30 (1984).


Ahora que has dicho eso de que a veces dibujas para gustar a otros, me ha recordado mucho a los niños que dibujan para entregar el dibujo a sus padres. Esto de hacer cómics es un poco como volver a la infancia, ¿no?

Totalmente, totalmente. Vamos a buscar aquello. Quieres hacer cómics el día en que eres consciente de que ese dibujo que para ti era algo maravilloso, sale de una mano y tú lo podrías hacer. Y te pones y sale.

Quería terminar con una pregunta frívola, pero no me sale. Así que vamos a lo fácil y te voy a preguntar por algunos cómics que hayas leído últimamente y que te parezcan extraordinarios.

Bueno, casi ya lo hemos hablado. Cuando salió El arte de volar, me pareció precioso, muy, muy bien hecho. Paco Roca me suele interesar mucho, también. El último libro de Micharmut me parece el libro más atrevido de la historia del tebeo en España hasta la fecha.

Hasta que haga el siguiente.

Hasta que haga el siguiente exacto. Ese camino lo lleva él, así que nadie le va a chafar por ahí. Y extranjeros, Gipi me interesa. David Mazzucchelli también. Los italianos en general me gustan, me gusta mucho Lorenzo Mattotti. Es curioso, porque la primera vez que yo publiqué en el Bésame Mucho, publiqué con Mattotti. “Este tío qué bueno es”, y ahí sigue. Sigo más autores que obras. De Mazzucchelli me gusta mucho Asterios Polyp pero me interesa también La ciudad de cristal. Llega un momento en que casi te gusta más la actitud del autor que la obra en sí, que también, claro.

¿Cuál es tu actitud ante la vida y ante el arte del cómic?

Mi actitud ante la vida es tratar de ser feliz, como la mayoría de las personas. Y para mí, el secreto es tener una buena relación con el entorno. Y el entorno son las personas. Para enfadarme a mí hace falta que te esfuerces, porque yo no voy a enfadarme si no es muy necesario. Y respetar mucho a las personas. No actuar con rapidez, sino con reflexión sobre las cosas. Yo admitiría mucha influencia de mi suegro, Pablo Uriel. Sus actitudes me han enseñado mucho, el modo en que el trataba con el mundo que nos rodea.

¿Y cómo te ayuda el cómic a ese objetivo, a ser feliz?

Me ayuda porque es un trabajo que me gusta hacer. Es un trabajo solitario, lo cual también me interesa, porque es más descansado. Y encima hace que acumules trabajo y experiencia para después compartirlo con otras personas. El hecho de que haya interrelación con otros siempre me ha gustado. Siempre sumas. Y porque de alguna manera, en esto eres autor, a diferencia de cuando haces trabajos más alimenticios. Eres autor y de vez en cuando te sale un señor de Valladolid que dice que te quiere desde el año 80.