Los mejores enemigos. Una historia de las relaciones entre Estados Unidos y Oriente Medio. Primera parte 1783-1953 (Jean-Pierre Filiu y David B.)

Los mejores enemigos. Una historia de las relaciones entre Estados Unidos y Oriente Medio. Primera parte 1783-1953 (Jean-Pierre Filiu y David B.). Norma, 2012. Cartoné. 19,5 x 26,5 cm. 128 págs. B/N. 20 €

Desde el convencimiento de que el cómic es un medio que puede servir de vehículo de absolutamente cualquier contenido, siempre he defendido su valor para ofrecer cosas diferentes a lo que entendemos por «narrativa». Por su propia naturaleza, la historieta es perfecta, si se sabe utilizar, para difundir contenidos teóricos o ensayísticos. Es una vertiente que no se ha explotado todavía demasiado, a pesar de los buenos ejemplos que hay de ello, y por eso estaba muy interesado en leer Los mejores enemigos.

David B., uno de los nombres más relevantes de la BD actual, se une al experto en el Islam Jean-Pierre Filiu para trazar una historia de las relaciones entre Estados Unidos y Oriente Medio. Pese al tono divulgativo, no deja de ser una obra personal y autoral, lo cual, por otro lado, hablando de David B. no es ninguna sorpresa. Su arrolladora personalidad gráfica, rica en alegorías, no puede atemperarse nunca, y  hace suya la historia y la ilustra con fuerza arrolladora, dotándola de la carga icónica de los mitos. Precisamente con uno arranca el volumen: el poema de Gilgamesh sirve de prólogo a una historia de violencia, engaños e intereses enredados, que empieza en el mismo nacimiento de los EE UU como nación independiente y llega hasta nuestros días, aunque este volumen se detiene en 1953.

Sintetizar y dotar de sentido semejante maraña de datos sin perder la claridad expositiva es el mayor logro de David B. y Filiu, que consiguen armar un relato coherente y apasionante si interesa la cuestión —si no, evidentemente costará más—, en el que además consiguen evitar el mayor riesgo de los cómics de este tipo, que no es otro que abusar del texto y sobrecargar de información al lector. No sucede en ningún momento, al contrario: la sensación es de lectura ligera, muy visual. Los textos de apoyo, narrados en un presente que aporta inmediatez, son concisos y asépticos, de manera que la subjetividad valorativa queda para los dibujos de David B., que realiza un trabajo impresionante, en absoluto inferior al de tebeos anteriores. Destaca, como siempre, en la plasmación de las batallas, uno de sus motivos favoritos, pero también en el retrato psicológico de los protagonistas, y en la búsqueda de soluciones narrativas simbólicas que suponen mucho más que una mera ilustración a los textos, como puede verse en la siguiente página.

David B. llegó a la madurez como autor hace mucho, y ha sabido librarse del peso asfixiante de La ascensión del Gran Mal, obra incomensurable, del tipo que siempre amenaza a su autor con monopolizarle y reducirle únicamente a ella. Si hubiera pasado sería comprensible y desde luego no lo empequeñecería como autor, pero hemos tenido la suerte de que ha contado con la inteligencia suficiente como para seguir creando obras sin intentar remedar aquélla. Sólo puede hacerse algo como La ascensión del Gran Mal una vez en la vida, y él lo ha sabido entender, dirigiendo su energía al terreno de la ficción y el mito, y ahora al de la historia, aunque posiblemente no haya tanta diferencia como podría pensarse en un principio.

Habrá que esperar a la conclusión, pero Los mejores enemigos apunta muy bien. Un retrato certero de una historia de tira y afloja, de ni contigo ni sin ti, que han marcado las relaciones entre EE UU y los países árabes, donde el petróleo juega un papel central y no se excluyen los episodios más incómodos o, directamente, vergonzosos, como la operación Ajax que la CIA llevó a cabo en Irán durante los cincuenta, con la que acaba el tomo. Queda para el resto de la obra muchísimo por contar, y, a medida que se acerque al presente, muy delicado. Espero que lo veamos pronto.