Ex Machina 2: La marca (Vaughan & Harris)

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Ex Machina 2: La marca (Brian K. Vaughan y Tony Harris) Norma, 2006. Prestigio. Color. 128 págs. 12 €


Muy de vez en cuando surge dentro de las grandes compañías de cómics USA (léase Marvel y DC) una serie que despunta por su originalidad o por el nuevo tratamiento que ofrece de temas clásicos, y que nos ofrece algo más que el último cambio de traje del supertipo en cuestión o la muerte o resurrección de algún secundario olvidado. En este sentido destacan actualmente nuevos guionistas como Robert Kirkman, que retoma temas clásicos como el del superhéroe adolescente en Invencible o el de los zombis en Los muertos vivientes para darles la vuelta, o el que hoy nos ocupa, Brian K Vaughan, que ya en su día despuntó y cosechó gran éxito con el inicio de su serie Y, el último hombre (que a mí, personalmente, me decepcionó mucho) o la visión refrescante de Runaways. Pero es en Ex Machina donde Vaughan da el do de pecho y escribe su mejor trabajo hasta el momento. Afortunadamente la calidad de la serie ha sido acompañada en los USA por un premio Eisner a la mejor nueva serie el año pasado, unas ventas importantes, e incluso se prepara una película basada en el personaje. Es el momento de Ex Machina.

La serie se centra en las vivencias de Mitchell Hundred, un ingeniero normal y corriente que un día encuentra un objeto extraño que le explota en la cara y le confiere la habilidad de hablar con las máquinas y controlarlas con su voz. En un mundo sin superhéroes, Hundred decide hacer el papel de bienhechor de la humanidad y se enfunda en un traje para luchar contra el crimen con el nombre de “La Gran Máquina”. Pero la realidad no es ni siquiera parecida a los cómics, y cuando se da cuenta de que con sus heroicas acciones hace tanto mal como bien, opta por colgar el traje en el armario y presentarse a la alcaldía de New York, no sin antes tomar parte activa en un evento decisivo de la historia reciente de los Estados Unidos.

En el presente tomo (que recoge los números 6 a 10 de la edición americana), como en el anterior, Vaughan utiliza a menudo los flashbacks (en realidad toda la serie es un gran flashback) para contarnos cómo Hundred llega a convertirse en alcalde de New York, a la vez que enlaza los sucesos del pasado con el presente en que se encuadra la historia principal. El tomo engloba tres líneas argumentales: la investigación del origen de los poderes del protagonista, su carrera política (tanto previa como una vez elegido alcalde de su ciudad) y una serie de sucesos y crímenes macabros, entrelazados con buen pulso, con ritmo, y que se alimentan y complementan perfectamente unos a otros. El esquema es básicamente el que vimos en el primer volumen de la serie: hay un problema político que implica una decisión a tomar de carácter ético y por otra parte hay un problema más inmediato que implica violencia y muerte. Si en el tomo anterior se presentaba un dilema moral en torno a la libertad artística y al racismo, en esta ocasión se tratará la libertad religiosa y sexual, a la vez que de nuevo se darán pinceladas sobre el sistema educativo americano. La parte de la investigación criminal está en este número mejor llevada, o al menos mejor concluida que en el tomo anterior, aunque deja preguntas muy intrigantes en el aire que seguramente verán su respuesta en siguientes entregas.

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Vaughan equilibra muy bien la acción y la reflexión, maneja con soltura el drama y el humor negro y sabe hacer las largas conversaciones interesantes y fluidas. No es una serie de superhéroes al uso, ni mucho menos. Los poderes de Mitchell distan mucho de ser espectaculares y muy a menudo los utiliza con resultados patéticos. Vaughan prefiere cargar las tintas en el apartado político de la serie, y para ello crea situaciones creíbles que le permiten expresar sus propias preocupaciones y secundarios con una personalidad consistente. En definitiva, consigue que las páginas se devoren, con un buen uso, además, del cliffhanger.

Tony Harris (Starman) cumple con creces en el apartado artístico, aunque a veces su excesiva dependencia del modelo fotográfico da sensación de estatismo, pero al menos logra que los personajes sean reconocibles, imprescindible en una serie con tan pocos disfraces. Narrativa limpia y fluida y con la suficiente dosis de espectacularidad cuando es necesario.

En resumen, una buena serie que en este segundo tomo ha subido un poco el listón con respecto al primero y a la que merece la pena no perder la pista. Tenéis algo más de información sobre el devenir de la serie en esta entrevista, y alguna muestra más del trabajo de Tony Harris en esta otra.

3
Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


el tio berni