Miércoles (Juan Berrio)

Miércoles (Juan Berrio). Sins Entido, 2012. Cartoné. 19,5×25,5 cm. Bitono. 144 págs. 22€

Juan Berrio es un autor con una amplia trayectoria, tanto en el cómic como en la ilustración. Pero en el primero tiene un papel fundamental en la escena española de los noventa —ese erial—, cuando fue uno de los pocos que se atrevió a hacer cosas diferentes, a abrir caminos nuevos para el tebeo, tanto en lo que respecta a los contenidos como a los formatos, a conquistar al público adulto. Hoy, cuando el tipo de cómic que él practica está plenamente asentado e integrado en el mercado a través de la novela gráfica, tiene mucho sentido que Berrio sea reconocido de alguna manera con el premio internacional de Fnac/Sins Entido de novela gráfica de 2012. El cómic ganador es Miércoles, una de las obras más extensas y ambiciosas del autor.

            Podría pensarse que esta obra le llega un poco tarde a Berrio, pero igual las cosas simplemente llegan cuando tienen que llegar. Puliéndose durante años en la historia corta y en la viñeta fugaz, Berrio ha aprendido a condensar, a sintetizar tanto en contenido como en su línea. Y todo ese proceso de aprendizaje lo vuelca en Miércoles, que es, para mí, una obra de madurez totalmente redonda.

            En lo gráfico, está mejor que nunca, con su trazo fino y minimalista, sin renunciar por ello a la expresividad más sincera. El color es otro de los puntos fuertes: Berrio utiliza una paleta de tonos tierra que exprime al máximo, consiguiendo efectos muy llamativos al usarla junto a tramas manuales. También llama la atención la manera en la que usa las onomatopeyas o las voces que salen de televisores y radios, que casi parecen tener, a veces, existencia física dentro de las viñetas. Con la página no se complica, por el contrario: plantilla básica de cuatro viñetas que en algunas ocasiones modifica mínimamente. En cuanto al contenido y al tono de la narración Berrio se mueve en las mismas coordenadas de siempre. Practica un costumbrismo estilizado, limpio y amable, donde el excelente ojo que tiene para las cosas pequeñas y la magia cotidiana afina aún más y sirve para construir un crisol de historias contadas a pinceladas, como a pinceladas están construidos sus personajes, a pesar de lo cual son no sólo creíbles, sino totalmente humanos. Berrio tira líneas que se cruzan en algunos puntos a lo largo de las ciento cuarenta páginas de Miércoles, de manera que los personajes de una trama afectan y se mezclan con las de los demás a lo largo del día completo que transcurre. El foco de la narración va rebotando de un personaje a otro igual que lo hace el haz de luz con los objetos de una habitación en la primera página. Es una obra de ingeniería ejecutada de manera impecable, un pulso lleno de piruetas del que Berrio sale airoso porque lo situa en un escenario donde es posible: un barrio pequeño e irreal, donde la gente es amable y educada y hasta un mangante parece encantador. Berrio no es un mero reproductor de la realidad, sino que construye una en la que le gustaría vivir.

            Al hilo de esto, resulta sorprendente lo extraordinariamente bien que funciona el protagonista colectivo. El reparto es amplio, pero el lector no se va a perder nunca en él, gracias a un trabajo de caracterización sutil pero impecable. Berrio transmite un mensaje claro: somos seres únicos y especiales, todos nosotros, pero también somos animales sociales, y si sumamos esfuerzos, seremos mejores. La vida es más bonita así. Y precisamente porque Berrio piensa eso Miércoles no cuenta, en realidad, nada especialmente importante, ni sus personajes pasan por ningún rito de paso. Es un día más, un miércoles más en la aventura de la vida. Y al final, sí, me impresiona la estructura de este cómic, pero más aún la manera en la que, aunque sea por un rato, hace tener fe en el ser humano, que, con la que está cayendo, no es poco.