La noche de siempre/Fin de semana (Ramón de España & Montesol)


La noche de siempre/Fin de semana (Ramón de España & Montesol). EDT, 2012. Cartoné. 120 págs. B/N. 15 €

Han pasado más de 30 años desde que Ramón de España y Montesol parieron La noche de siempre y Fin de semana, o lo que es lo mismo, los hijos de los protagonistas de estas historias tendrían hoy en día edad suficiente para ser protagonistas de las mismas historias. Y lo más curioso es que, salvo por pequeños detalles, es muy posible que siguieran paso por paso el rumbo de sus padres. Por supuesto, el mundo ha cambiado mucho en estas tres décadas y a menudo se citan estas obras como una fotografía del momento de la modernidad barcelonesa de cambio de década. Y por eso mismo resulta tan curioso, tan interesante y tan revelador que La noche de siempre/Fin de semana sea un tebeo tan actual y refleje tan bien tantas actitudes actuales.

La noche de siempre y Fin de semana se publicaron entre 1981 y 1982 en las revistas Bésame mucho y Cairo respectivamente. Sus autores contaban entre 25 y 30 años, y no hicieron otra cosa que describir el ambiente burgués en el que ellos mismos se movían, un ambiente donde el postureo, las referencias snobs a la cultura extranjera, los líos amorosos y los estupefacientes parecían ser lo único que daba sentido a las vidas de unos jóvenes sin demasiadas aspiraciones. En realidad, y salvando las distancias, casi parece que los autores estuvieran escribiendo el guión de una película para Woody Allen, una Vicky Cristina Barcelona igual de burguesa pero con bastante más pulso y vitalidad que la original. La noche de siempre y Fin de semana son variaciones sobre un mismo tema (abulia juvenil, tedio existencial, falta de motivación en un ambiente pedante y adinerado), y a la vista del excelente resultado que suponen ambos libros, es de lamentar que no pudieran completar la trilogía con un tercer libro que nunca llegó a realizarse. Hay que reconocer que La noche de siempre/Fin de semana no es una obra formalmente redonda. En ocasiones los diálogos de Ramón de España son excesivamente verborreicos, y el dibujo de Montesol, roto y nervioso, de alguna manera muy de la época, tampoco alcanza un elevado grado de perfección gráfica. No importa, el alma de estas historias vuela muy por encima de su plasmación, se podría decir que la ética se impone a la estética y que lo que finalmente prima, trasciende y aterriza en el lector es la sinceridad de dos jóvenes vomitando sobre las páginas la angustia postadolescente de no saber cuál es su lugar en este mundo ni qué hacer con su recién adquirida (supuesta) madurez. La noche de siempre/Fin de semana, gracias a su espontaneidad y sus imperfecciones, tiene la rara virtud de desnudar a sus autores. Y solo viéndolos desnudos es cuando entendemos que las frivolidades de un joven acomodado pueden ser también su nausea existencial.



En la época en que se publicaron estas dos historias, el cómic español se movía en otros ámbitos. El retrato de la juventud se orientaba generalmente a la explotación salvaje de las recién adquiridas libertades, al panfleto contestatario, a la gamberrada antisistema y a la parodia, muy en la línea del underground norteamericano. Lo que hicieron Ramón de España y Montesol fue proponer un cómic adulto, algo realmente meritorio si consideramos su edad. Hace poco le comentaba a Santiago García que este cómic me había parecido una especie de antecedente de la novela gráfica actual y no puedo sino estar de acuerdo con su matización: no es un antecedente, sino, como mucho, un precedente. Es cierto que todos aquellos que recuerdan la publicación original de estas historias lo hacen con agrado y mencionan lo especial y diferente que les pareció en su momento, pero nadie pareció seguir la estela de estos autores, no caló lo suficiente entre sus colegas como para impulsar obras similares. Si acaso, es una rama lateral que llegó, mucho antes que otras y siguiendo su propio camino, al punto de cómic adulto en el que ahora nos encontramos, un punto en el que no hacen falta coartadas de género (lo cual no quiere decir que no sean bienvenidas) para contar historias de la propia experiencia. A lo mejor tenían que pasar 30 años para que La noche de siempre y Fin de semana, tan actuales aún, encontraran su hueco.