Dora (Ignacio Minaverry)

Dora (Ignacio Minaverry). Sins Entido, 2012. Rústica con solapas. 16,7×24 cm. 186 págs. Color y B/N. 22 €

El mercado del cómic argentino es uno de los más desconocidos en España, por mucho que algunos de sus autores tengan aquí el estatus de grandes artistas que merecen. Sin embargo, nos queda aún mucho por conocer. Afortunadamente, una de las cosas buenas que tiene el fenómeno de la novela gráfica es la difusión internacional de muchos libros que, en otro momento de la historia del cómic, no habrían traspasado jamás las fronteras de sus países de origen.

Ignacio Minaverry es un autor joven que ha publicado en la segunda etapa de la revista Fierro, por ejemplo, pero que, si no me equivoco, nunca había realizado un cómic de la extensión de Dora, que editó Sins Entido en España hace unos meses y que ha resultado una lectura más que interesante.

            Dora cuenta una historia real, la de Dora Bardavid, una cazadora de nazis que operó en diferentes países durante los años sesenta. Es una historia de espías clásica en muchos aspectos pero atípica en otros, principalmente por la manera en la que Minaverry entrelaza las tramas de espionaje con la historia de maduración personal de la protagonista, inmersa paralelamente en su misión y en una búsqueda de su identidad sexual que resultan igualmente fascinantes. Minaverry maneja con soltura el ritmo del relato, que no baja nunca el pistón y mantiene al lector pegado, con algunos momentos realmente excepcionales, de gran sensibilidad. Su dibujo puede parecer convencional, pero en su contención encuentra el tono perfecto para una historia como ésta, y maneja excelentemente bien el blanco y negro, sólo roto por alguna ensoñación de Dora para la que sí usa el color.

            Destaca además su cuidadosa ambientación, complicada dado que la acción transcurre en países y épocas diferentes, y sobre todo el uso de documentos, mapas y anuncios reales que se integran en la página para aportar información y sensación de realidad al conjunto. Es un recurso que hemos visto otras veces, pero que Minaverry maneja con mucho tino, igual que la dosificación de la información histórica imprescindible para contextualizar la acción, que nunca se hace pesada. Su estilo literario es también muy llamativo: preciso y con un dominio del lenguaje que no siempre se ve en los guionistas de cómic, y sin escatimar en modismos argentinos, claro.

            Dora, es cierto, no deslumbra. Pero no es un cómic pensado para eso. No hay alardes, sino una narrativa eficaz, funcional, que no desvía la atención del lector de lo que Minaverry quiere que sea el centro de su obra. Y en eso está impecable. Es un cómic más que solvente, con una historia apasionante que engancha como las mejores sobre espías y además tiene el atractivo del viaje de aprendizaje vital de Dora, fantásticamente construido.

            Me da la triste sensación de que está pasando un poco desapercibido en España, y es una pena. Minaverry es un autor a seguir, porque si siendo tan joven —el cómic tiene ya unos años, él tenía unos treinta— ha sido capaz de salir airoso de la realización de un cómic tan ambicioso como éste, estoy convencido de que en el futuro dará más que hablar.