La hermandad de la Biblia Perry (Nicholas Gurewitch)


La hermandad de la Biblia Perry (Nicholas Gurewitch). Astiberri, 2012. Cartoné. 22×17 cm. Color. 152 págs. 20 €

            La tira de prensa debe de ser uno de los subgéneros más complicados que pueden abordarse en el cómic. Construir una historia completa, que se entienda por sí sola, con inicio, nudo y desenlace, en tres o a lo sumo cuatro viñetas, no es algo para lo que valga cualquiera, de la misma forma en que excelentes novelistas pueden naufragar en el relato corto —y viceversa, claro.

            Por eso llama la atención que Nicholas Gurewitch lleve desde que era un muchacho estudiante en la universidad de Syracusa —sí: donde se hallan conservadas las pruebas de color originales de Prince Valiant— produciendo tiras cómicas increíbles, con un dominio casi total de sus mecanismos más básicos. Con una dificultad añadida: las tiras que forman La hermandad de la Biblia Perry no son una serie. Cuando leemos una tira cualquiera de Peanuts sabemos quiénes son Charlie Brown, Linus o Lucy y cuáles son sus rasgos, sabemos que hay un perro que habla y que filosofa encaramado a su caseta. Esa tira aleatoria que hemos tomado funciona porque el lector conoce el trasfondo, porque comparte con el autor el universo que ha ido creando durante décadas. Es un rasgo que puede aplicarse a casi cualquier  tira, una red de seguridad a la que Gurewitch renuncia conscientemente: cada pequeña historia es independiente y está protagonizada por personajes diferentes, que habitan distintos mundos regidos por sus propias reglas, y que rara vez revisita. Por eso no puede limitarse a contar un chiste, sino que en cada tira desarrolla las claves del universo que sustenta el gag, y sin el cual no podría funcionar porque el lector no compartiría el código.

            Pero ¿cómo lo hace? Principalmente haciendo uso de iconos reconocibles por el lector y elementos de los géneros tradicionales: terror, fantasía, ciencia ficción, superhéroes… Así construye todo su trasfondo. Pero hay más, claro, porque precisamente el mérito de Gurewitch está en la perversión, en el sutil giro, en los ataques de puro surrealismo. Soldados fichas de dominó, un Belén de naipes, personas que son dientes… Con gran habilidad, traslada sus ingenios a situaciones cotidianas o tópicos de género, y del choque violento entre una cosa y otra surge el humor. La gran versatilidad de su dibujo acentúa esto más aún, porque así el impacto también es visual. Por ejemplo, cuando vemos a encantadores animalitos o personajes de cuento coloreados en tonos pastel hacer todo tipo de barbaridades.

            Moviéndose con toda comodidad entre el humor absurdo y el negro, Gurewitch evoluciona a través de las páginas de La hermandad de la Biblia Perry de un modo extraordinario. Los monigotes esquemáticos que dibuja al principio se van alternando cada vez con más frecuencia con otros registros gráficos y otro tipo de personajes que evitan cualquier atisbo de monotonía en la lectura del tomo recopilatorio. Incluso se atreve a homenajear a clásicos como Bill Keane, Gorey o Robert Crumb. Los guiones van ganando complejidad, desde las situaciones rocambolescas pero sin vuelta de hoja de los inicios a otras con más calado, que plantean dilemas al lector —a veces el mejor humor es el que nos hace sentir culpables por reírnos—  y situaciones mucho más ambiciosas, hasta el punto de que, en las páginas finales, Gurewitch ya se ha convertido en un maestro del formato y es capaz de contar historias increíbles con sólo tres o cuatro viñetas, gracias a que ha aprendido qué momentos de la secuencia debe mostrar en cada una y dónde situar las elipsis. Dicho proceso no es fruto del azar ni únicamente del talento, sino que requiere por parte del autor una planificación meticulosa, mucho trabajo y asumir, como cuenta en la entrevista que incluye el cómic, que a veces tendrá que renunciar a viñetas e incluso tiras enteras. En esa misma respuesta, además, dice algo que me ha resultado muy revelador acerca de su personalidad como artista: «me parece en cierto modo emocionante poder eliminar algo a lo que he dedicado horas de esfuerzo». Tal vez por eso no sea muy prolífico, pero creo que afortunadamente hace tiempo que terminó la época en la que la productividad era el valor absoluto por el que se medía a un dibujante de cómics. No hay ninguna necesidad de tener una tira de Gurewitch al día, y si la tuviéramos, si se viera en la obligación de dibujarlas, serían probablemente irrelevantes.

            El intrincado sentido del absurdo de Gurewitch y su habilidad de relojero para el gag y la tira breve convierten La hermandad de la Biblia Perry en uno de los mejores tebeos humorísticos que he leído últimamente: original, divertido, con un ingenio malévolo bien dosificado y una visión del mundo y del hombre muy ácida. La edición de Astiberri, realizada a partir de la última recopilación editada por Dark Horse, es excelente, especialmente en la traducción de Óscar Palmer y en el trabajo que realiza con las tipografías la rotulista Ana González de la Peña, muy cuidadas por Gurewitch en el original.