Juegos para morir (Jacques Tardi)

El presente texto, con ligeras modificaciones, forma parte de un artículo de mayor extensión que -si todo va bien- se publicará dentro de no mucho en una revista nacional. Aunque no presenta exactamente las características de una reseña al uso, su contenido puede aportar información adicional a aquellos interesados en la obra de Tardi que se comenta.


Juegos para morir (Jacques Tardi). Norma, 2012. Cartoné. 240 págs. Color. 25 €

En 1992, entre los números 175 y 178 de la revista (À Suivre) se publicó Juegos para morir, finalmente editada en España este año tras 20 años de espera. Lo cierto es que entre finales de los años 80 y principios de los 90, Jacques Tardi se aplicó casi exclusivamente a la labor de ilustrador –de las novelas de Louis-Ferdinand Céline– y escritor –de su propia pequeña novela–, tomándose un respiro para realizar Una resaca de cuidado, de la serie Nestor Burma. Pero el dibujante había recibido un adelanto de Casterman y buscó otro roman polar que adaptar “rápido”. Por recomendación de un librero, el dibujante leyó Juegos para morir, la novela de Géo-Charles Véran ganadora en 1950 del Grand Prix de Littétature Policière, y decidió dedicarse a traducirla en viñetas. No sin dificultad consiguió ponerse en contacto telefónico con el escritor y mantener una conversación sobre la posible adaptación. Sería el primer y último contacto del dibujante con el escritor. Escritor que, por cierto, solo llego a publicar la citada novela. Tiempo después de realizada la adaptación y para su consternación, Tardi se enteraría de que Véran había sido periodista en Le Petit Parisien durante la 2ª Guerra Mundial, y por tanto colaboró en el régimen de Vichy. Teniendo en cuenta las simpatías ideológicas de Tardi por la izquierda y por el anarquismo, equivale a decir que el dibujante, sin saberlo, había dormido con su enemigo.

Anécdotas aparte, Tardi decidió no alejarse demasiado del estilo que había marcado Una resaca de cuidado (estilo condicionado por haber sido publicada esta obra en una separata dentro de (À Suivre) con formato de comic-book); esto es, color, pocas viñetas por página, y un dibujo esquemático, poco detallado. El color era un modo de salir del depresivo gris de las ilustraciones para las novelas de Céline, y dado que, al igual que en Una resaca de cuidado, la historia transcurría fuera de sus habituales ambientes urbanos, no había necesidad del detallismo y cuidado que el dibujante siempre se exige en estos escenarios. Las cerca de 200 páginas de Juegos para morir sitúan la acción durante cuatro días de agosto de 1950 en el extrarradio de París, lo suficientemente cerca de la ciudad como para ser una zona industrial pero lo suficientemente lejos como para que los personajes se sientan encerrados en su pequeña comunidad y desplazados del resto del mundo. Es sintomático que los protagonistas tengan su refugio en un basurero: para ellos, esa es el alma de su ciudad. Los personajes principales son un grupo de cuatro niños de edades comprendidas entre los 9 y los 15 años que asesinan a una anciana para robar sus joyas. Todos ellos son huérfanos o tienen problemas serios con sus progenitores. En concreto, el líder de la banda, Cat –todos tienen como apodo una especie animal–, es hijo de un policía viudo y alcohólico, Maringer, que debe investigar el crimen que no sabe que ha cometido su hijo, al que propina periódicas palizas con cualquier excusa. En su persona se encarna todo el desprecio de Tardi por las fuerzas de seguridad del Estado. Maringer no solo es cruel con su propio hijo, sino que es una nulidad en su trabajo debido a su adicción y utiliza la violencia como medio para «resolver» los crímenes.



Si por algo se caracteriza esta novela es por su intensa negrura y pesimismo, que el dibujante exagera por encima incluso del tono del propio libro. El pueblo en el que habitan los personajes y que es el único decorado –con su par de bares, su basurero, sus fábricas en el horizonte– está comunicado con el mundo por un tren. La estación de tren, rodeada por un bar y un apartamento relevantes en la trama, es uno de los epicentros de la historia y, a la vez, la promesa de un futuro que nunca llegará. Así pues, el tren funciona como comentario irónico, en tanto en cuanto los personajes tienen a su alcance el modo de escapar de sus tristes vidas y nunca llegan a conseguirlo. Además de la investigación policial, que corre en segundo plano, la historia plantea la propia disolución del grupo de amigos cuando el botín robado a la anciana desaparece del lugar donde lo escondieron. Crece la desconfianza entre ellos y comienzan a maquinar traiciones para evitar ser traicionados. El hecho de que sean prácticamente unos niños quienes caen en picado en esta espiral de abyección convierte la historia en más tétrica y la desesperanza que describe en más inevitable, si cabe. Según Carlos Vadillo*: “Más que a una intriga puramente policiaca, en Jeux pour mourir asistimos a la muerte progresiva de una esperanza, al desvanecimiento paulatino de la ilusión de unos muchachos que son conscientes de que necesitan huir de un lugar en el que reina la desolación y la miseria. Esa ilusión, aunque de manera esporádica, se manifiesta en diferentes episodios de la obra de Véran. Tardi, al contrario, haciendo gala de un pesimismo total, elimina de la adaptación cualquier vestigio de esperanza”. En efecto, en Juegos para morir Tardi demuestra por qué le fascina tanto la obra de Céline, y por si hiciera falta algún otro tipo de constatación, acabamos con las propias palabras del dibujante: “Como dice el pintor interpretado por Le Vigan en Le Quai des Brumes, “cuando pinto el mar, veo a los ahogados. Cuando pinto los árboles, veo a los ahorcados”. Tengo una visión pesimista de las cosas. Detrás de todas las tentativas humanas, detrás de todo ese enorme gasto de energía, no veo más que una cosa: el fracaso”.

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*Vadillo, Carlos (2000): Jacques Tardi: La conciencia crítica de la historieta francesa contemporánea, Burgos, Universidad de Burgos, Servicio de Publicaciones, pp. 174-175.