El amnios natal (Alan Moore & Eddie Campbell)

El amnios natal (Alan Moore & Eddie Campbell). Astiberri, 2012. Cartoné. 17×24 cm. B/N. 64 págs. 12€

En 1995 Alan Moore, que dos años antes se había convertido en mago, llevó a cabo una representación musicada en Newcastle cuyo título completo fue The Birth Caul (A Shamanism of Childhood)El amnios natal (un chamanismo de la infancia)—. Tiempo después, su amigo y colaborador en la por entonces aún en curso From Hell, Eddie Campbell, interesado en la obra, le pidió permiso para convertirla en un cómic, cosa a la que Moore accedió. El resultado es el tebeo que vimos publicado en castellano hace ya doce años en un cuadernillo de La Factoría de Ideas, y que ahora, felizmente —porque esa primera edición está descatalogadísima— Astiberri reedita en una excelente edición.

            Voy a empezar poniendo sobre aviso a mis lectores y diciendo que El amnios natal es uno de mis cómics favoritos. Posiblemente es así porque lo leí en el momento perfecto para que una lectura así me marcara, por muchos motivos, pero leído hoy sigo viéndole suficientes virtudes como para no bajarlo de su posición. El amnios natal es básicamente un mapa de la vida humana, una exploración de nuestra psique a través del tiempo —feto, infancia, adolescencia, y primera adultez— y del lenguaje y los símbolos; el más poderoso de todos es el propio amnios, una membrana que cubre la cabeza de algunos neonatos, incluyendo a Moore y Campbell, y que para el primero es ese mapa de la humanidad que se dispone a descifrar. Aunque en un momento pueda parecer que la obra tiene una estructura inexistente, en realidad es más convencional de lo que pueda parecer: vamos pasando etapas en orden inverso hasta llegar al vientre materno, explorando por el camino la esencia de lo que somos en cada época de nuestra vida, para intentar responder la pregunta sin respuesta: ¿quién soy? Es una búsqueda de la identidad a través de las palabras —porque pensamos con palabras y con ellas definimos el mundo, a nuestros semejantes y a nosotros mismos— que Moore realiza con los modos despiadados con los que acostumbra a diseccionar al ser humano en todas sus obras: hay muy pocos momentos alentadores en El amnios natal.

Esa visión desoladora de la vida, llena de pesares, desilusiones y sobre todo renuncias —renunciamos a lo que queremos, a lo que tenemos, y al final a ser nosotros mismos— no impide que cada una de las fases de la vida estén retratadas tan certeramente que asombra y aterra a partes iguales. La salida al mundo real que supone el fin de la adolescencia, el universo infantil y la manera de pensar de un bebé, el primer amor, la primera muerte que nos toca de cerca, el sistema que nos devorará —“Trabajamos y dormimos. Trabajamos y dormimos. Fin de semana. Olvídalo todo. Diviértete.”—… A pesar de que Moore parte de su propia biografía, consigue que cada uno de nosotros, los lectores, nos reflejemos totalmente con las palabras de El amnios natal, da lo mismo nuestra edad, nacionalidad o clase social, porque el texto habla de lo universal y de lo que todos nosotros somos en el fondo. Y no podemos escapar más que volviendo al útero, siguiendo el cordón umbilical que nos lleva al principio y nos permite trascender lo incidental. En esas fases en las que Moore se aleja de lo concreto y se mueve a esa especie de limbo del lenguaje es donde más falla y se vuelve farragoso, en mi opinión. Me parece mucho más valiosa la manera en la que recorre las diferentes etapas vitales que las disquisiciones metafísicas, en las que se roza con la genética para establecer conexiones con el adn, por ejemplo, algo que aquí se insinúa y que desarrolló de forma más extensa en una obra inmediatamente posterior de naturaleza similar a ésta: Snakes and Ladders, de inminente aparición en nuestro país también de la mano de Astiberri.

No cabe duda de que, pese a las virtudes que tiene, se trata de un texto denso y difícil, lleno de dobles significados, sentidos ocultos y que tiende muchas veces a prescindir de las reglas gramaticales para centrarse en el poder evocador de las palabras, a lo irracional por encima de lo lógico —especialmente en la secuencia del bebé—. Por eso creo que es esencial la labor de Eddie Campbell en el resultado final, labor que he ido apreciando cada vez más con el paso de los años. Para empezar porque Moore sólo aporta el texto, y no tuvo nada que ver con otros aspectos narrativos que, casi siempre, tiende a controlar de forma obsesiva. Pero en este caso la paginación, la composición, el ritmo, e incluso la elección de qué imágenes aparecen en las viñetas son de Campbell: en ningún caso podemos, por tanto, considerar El amnios natal una obra colaborativa al uso. Se trata más bien de una adaptación al cómic de una representación teatral que lleva el texto original a otros territorios: los dibujos, lejos de ser meramente ilustrativos y redundar en lo que narra el texto —y cuántas veces hemos visto esto, ¿verdad?— le añaden significados y valores que no tenía originalmente. Campbell dota de sentido la decisión de convertir el texto en cómic, y demuestra que sabía lo que hacía cuando le hizo esa extraña proposición a Moore: si las palabras de este último se nos clavan en el córtex, los dibujos de Campbell no nos provocan menos desazón ni nos identificamos menos con ellos.

Y aunque hoy, unos doce años después de la publicación original, El amnios natal pueda parecernos formalmente un tanto desfasado, no sólo ya comparándolo con obras posteriores de Campbell, sino con obras de otros autores que se han aventurado también en ese terreno de la prospección psicológica —por llamarlo de alguna manera—, creo que sigue conservando toda su fuerza. El trabajo de Campbell es magnífico, y consigue convertir un texto ajeno en una obra personal, de autor. Y el cómic en su conjunto posee tal carga de verdad, de pequeñas verdades que duelen, que nos desarman y despojan de las pequeñas mentiras que nos permiten estar a gusto con nosotros mismos, que difícilmente dejará indiferente a nadie que entre en el juego que se nos propone. Lo cual no siempre va a suceder, por supuesto, ya he dicho antes que es un texto difícil y excesivo, que tiene una exposición de las ideas poco clara, y que, a fin de cuentas, no todo el mundo comulgará con la visión de Moore, y eso en el caso de El amnios natal es fatal. No es un cómic de medias tintas: o se ama o se odia con todas las fuerzas. Y de hecho, creo que me he encontrado en estos doce años con más casos de lo segundo que de lo primero.

De cualquier forma, e intentando ser todo lo ecuánime que puedo ser con este tebeo, creo sinceramente que tiene más importancia histórica de la que le hemos dado. No sólo por ser una colaboración de dos de los historietistas más relevantes de los últimos treinta años, sino también porque fue pionero en un tipo de cómic no estrictamente narrativo, que trataba cuestiones hasta entonces —y bastante tiempo después— apenas exploradas en el cómic, y que ahora, años después, empiezan a ser más frecuentes y han alcanzado un grado de complejidad y sofisticación incuestionable: pienso que hay un hilo imperceptible, quizás también para sus propios autores, entre El amnios natal y el Lint de Chris Ware, ese cómic alucinante que, inexplicablemente, sigue inédito en castellano.

En definitiva, que guste o no el tebeo, me parece una noticia excelente su reedición en castellano. En un mercado saludable cualquier cómic de Alan Moore y Eddie Campbell debería estar siempre a disposición de los lectores, y en este caso la primera edición es desde hace tiempo imposible de encontrar. El libro de Astiberri supera además a la vieja edición de La Factoría, incluye la primera parte de una interesantísima entrevista entre Campbell y Moore y supone uno de los mejores trabajos que le he visto últimamente a la editorial, que se nota que ha echado el resto, igual que el maquetador Manuel Bartual, la rotulista Ana González Peña y la correctora Soraya Pollo, pero creo que es justo destacar especialmente la labor del traductor, Santiago García, porque cumple con nota con la tarea de traducir un texto intraducible, el infierno del gremio.