Todo Alter Rollo (Mauro Entrialgo)

Todo Alter Rollo (Mauro Entrialgo). Diábolo, 2012. Rústica con solapas. 24×28 cm. 96 págs. Color y bitono. 14,95 €

Mauro Entrialgo es uno de los autores más importantes del cómic de humor español de los últimos años, pero su obra ha aparecido tan fragmentada, en publicaciones de todo tipo, que es tremendamente difícil acceder a ella. Por fortuna, poco a poco el autor va recopilando todo el ingente material que ha ido produciendo, de manera que para el lector es mucho más fácil seguirle la pista. Es algo necesario y que además se está haciendo con bastante calidad, ya sea en los libros de Plétoras de Piñatas o Ángel Sefija que publica periódicamente Astiberri o en El Dibujosaurio, ese impresionante tomazo publicado por Diábolo que recopila sus ilustraciones de los últimos treinta años. Y de nuevo de la mano de Diábolo llega ahora Todo Alter Rollo.

            Es un cómic que reúne historias aparecidas en diversos medios, protagonizadas por Alter Rollo y otros personajes de este subuniverso de Entrialgo, como el mismo explica en el texto que precede a las historietas. Por las páginas de Todo Alter Rollo veremos pasar, además de al titular, a personajes tan conocidos como Paquito, Carlos el informático o Ángel Sefija, mi favorito. Alter Rollo es definido por su autor como un “mercachifle”, un aprovechado que medra por el mundo de lo independiente y underground para sacarse pasta regentando bares de moda, tiendas de discos con precios descaradamente hinchados y bazares de ropa de segunda mano para modernos. Aunque en ocasiones la tira y el universo de Alter Rollo sirven de excusa para contar alguna otra cosa —a veces desconcertante, como la página en la que se habla de la posición de las manos en las fotos—, normalmente giran en torno a ese mundo alternativo que se critica sin mucha piedad. Como Herminio Bolaextra o el propio Ángel Sefija, Alter se dedica en sus historias a poner de manifiesto nuestra hipocresía y las incongruencias de la sociedad con una mezcla de humores de todos los colores que, aunque nos haga reír, siempre dejará un poso algo chungo, porque ésos de los que se ríe Entrialgo somos nosotros, todos nosotros.

            Gráficamente Mauro Entrialgo ya había desarrollado totalmente el estilo sintético por el que hoy es reconocido, y que destaca por su gran iconicidad; por mucho que alguno piense que “no sabe dibujar”, Entrialgo es capaz de dibujar absolutamente cualquier cosa y que la reconozcamos, y eso no es nada fácil. También destaca, como de costumbre, el uso que hace del color, en aquellas páginas donde lo usó —hay muchas que en origen eran en blanco y negro y que para esta edición se han modificado añadiendo el naranja—, por ejemplo en la página 70, que tiene una de las viñetas más bonitas que le he visto nunca a Entrialgo. En Todo Alter Rollo, además, demuestra su talento para el diseño con algunas páginas llenas de diagramas, como el que explica internet o el del juego del Rock & Roll, además de con los rótulos de las historias, cada uno diferente al resto. Esa especie de diseño que niega el diseño, de grafismo estridente y líneas irregulares, y viñetas abigarradas de contenido, parece proceder de un esfuerzo consciente por huir de modas y tendencias, y por eso toda su obra, vista con la perspectiva de los años, tiene una coherencia sólida y no queda nunca anticuada, porque de alguna manera está fuera del tiempo.

            Pero si este Todo Alter Rollo me ha encantado, ha sido sobre todo porque su lectura ha supuesto un viaje al pasado alucinante, a la segunda mitad de los años noventa, que Mauro captura en su esencia y contradicciones de manera tan certera como en él es habitual. Porque si decía antes que su dibujo parece estar al margen del tiempo, el contenido se hunde hasta el fondo en él. De verdad que espero que algún día, además de su talento como dibujante de historietas, se le reconozca a este hombre su capacidad de análisis, que lo convierten en un cronista de nuestra sociedad, o al menos de una parte importante de ella. El humor puede tener contenido más allá del chiste y puede estar cargado ideológicamente sin ser político, y lo viene demostrando desde hace décadas. Prueba de ello es que en las páginas de este cómic están condensados esos años tan fielmente que asombra. Los fanzines fotocopiados, la contraprogramación de los canales de televisión privados, las monedas de veinte duros que llamábamos chapas, los suplementos culturales, la aún incipiente internet y el desconcierto que generaba: todo eso fueron los últimos noventa, y quien los vivió se sentirá leyendo estas páginas como si volviera a ser joven. Decidir si eso es bueno o malo es algo que ya dejo a la elección de cada uno.