Barcazza (Francesco Cattani)

Barcazza (Francesco Cattani). Sins Entido, 2012. Rústica con solapas. 15×21 cm. 128 págs. B/N. 16 €

Francesco Cattani es un joven autor italiano, fogueado en la autoedición, del que vemos ahora su primera novela gráfica publicada en castellano, tan bien como de costumbre, por Sins Entido: Barcazza.

            Tengo que decir que no conocía a Cattani, lo cual no es del todo malo: pocas veces he leído un cómic con menos prejuicios o ideas preconcebidas, porque no tenía ninguna. Barcazza es un cómic frío y distante, hermético, que presenta a un grupo de personas de vacaciones habitando una casa en una isla rocosa en medio del mar. Y poco más. A partir de esa situación Cattani desarrolla un conjunto de escenas que nos dejan atisbar relaciones entre los personajes que son más emocionales que informativas.

            De Barcazza me ha gustado mucho el dibujo, aparentemente tosco pero en realidad muy trabajado, de línea desnuda, sin sombras ni volúmenes, con un manejo de la anatomía interesante y algunas soluciones gráficas sorprendentes, como la forma en la que dibuja el mar como si el agua fuera totalmente transparente en lugar de reflejar la luz del sol, o algunos primeros planos sorprendentes. También me parece que maneja fabulosamente los silencios, muy presentes en toda la obra y claves en el ritmo que impone Cattani a la historia.

            Pero creo que el cómic, en conjunto, no termina de carburar. Quizás porque, cuando se juega a lo que juega Cattani, es complicado ganar la partida. Él plantea una historia oculta, llena de elipsis y puntos oscuros que el lector tiene que llenar, en teoría. Digo en teoría porque al menos a mí no me han importado lo suficiente los personajes como para intentarlo. Quizás sea un problema mío, por supuesto, pero es indudable que Cattani propone ese tipo de obra, en la que a través de escenas aparentemente aisladas y algunos diálogos más o menos crípticos debemos llegar a algo, a lo que no se cuenta, que es más importante que lo que se ve a simple vista. O al menos ésa es mi impresión. Pero creo que se queda corto, o que se pasa de hermetismo. Mientras se lee Barcazza uno puede disfrutar del tebeo más o menos según la escena, pero al terminarlo invade una cierta sensación de indiferencia ante lo que acabamos de leer. Sale igual que entró de nuestra cabeza, sin dejar demasiado poso como obra. Y no estoy diciendo que no se pueda construir una historia difícil, que exija del lector cierto esfuerzo y no se limite a exponer sin más unos hechos con un esquema clásico de inicio, nudo y desenlace; pero sí que cuando se renuncia a ello hay que saber muy bien lo que se hace.

            El valor de Barcazza está en otras cuestiones, entonces. Está en ese silencio que comentaba antes, en los gestos sutiles de sus protagonistas, en sus miradas, en un mundo emocional que aunque no sepamos a qué responde, conserva cierta capacidad de conmover al lector. Está en escenas muy bien resueltas, especialmente las de carácter sexual, donde Cattani demuestra que es un autor que puede hacer grandes cosas.

            Por eso da un poco de rabia que la obra al final sea peor que la suma de sus partes, que lo que funciona en distancias cortas, en escenas breves, se difumine en el conjunto. Pero merece la pena echar un vistazo a Barcazza, pese a todo, como primera toma de contacto con un dibujante excelente y prometedor que, creo, va en la dirección correcta.