Niñatos (Rick Veitch)

bratpack.jpg
Niñatos (Rick Veitch). Norma, 2007. Prestigio. 176 págs. B/N. 15 €


Hablar de Rick Veitch es hablar de uno de los autores de cómic más camaleónicos, experimentales y críticos con la industria de las últimas décadas. Si en Miracleman, junto a Alan Moore mostraba el primer parto explícito en un cómic de superhéroes (armando un considerable revuelo), en sus Rare Bit Fiends exploraba el mundo del sueño de modo completamente surrealista. Si en Supreme (de nuevo junto a Moore) era capaz de adoptar el estilo de dibujo de los autores de los años ’50 a la perfección, en La Cosa del Pantano sería un digno y terrorífico sucesor (otra vez) del barbudo de Nothampton hasta que su decisión de reunir en el huerto de Getsemaní al monstruo verde con el mismo Jesucristo propiciase la censura de DC y consecuentemente el abandono de Veitch de la serie. Y este hecho tiene mucho que ver con el tebeo que hoy nos ocupa, una sátira cruel y sin ambages de la industria del cómic de superhéroes.

Niñatos se puede encuadrar en la trilogía superheroica de Veitch, que comenzaría con El Uno (Norma, 2006), concebida en el mismo año que Watchmen y The Dark Knight y en la que también analizaba la figura del superhéroe mediante una deconstrucción salvaje filtrada por guiños humorísticos y surrealistas. En El Maximortal (Norma, 2006), de nuevo Veitch trata de acercarse a las raíces del mito del superhombre, su relación con el fascismo y el papel que las grandes editoriales han tenido en el desarrollo del género superheroico. Este último aspecto es el que se trata en más profundidad y con más descaro en este Niñatos (Brat Pack en el original), que en ciertos momentos se entrecruza con El Maximortal. Y para ello nada mejor que tomar uno de los elementos de la industria con más clara intención crematística: los sidekicks. Usando como base argumental una recreación brutal del modo en que DC mató a Robin por petición popular en el arco argumental Una muerte en la familia, Veitch convierte a su ciudad en la misma DC (o por extensión cualquier otra gran compañía editora), a los locutores de radio en editores, a la audiencia en lectores y al sacerdote en el propio creador que ha perdido el control sobre su obra. En la misma época en que Robin era asesinado por el público, Estrella del Norte de Alpha Flight declaraba su homosexualidad, provocando un importante eco mediático que hizo subir la cotización del cómic en cuestión por las nubes. La industria había encontrado el camino para el éxito rápido y por el camino había acabado con la inocencia del público. Tiempos nuevos, tiempos salvajes.

A sí pues, Veitch decide renegar del cambio de rumbo en la industria y hace que sus personajes principales sean deformaciones hiperbólicas de lo peor que encarnan los superhéroes, visto desde la óptica de un Fredric Wertham cualquiera: el fascismo del Capitán América, la androginia de Wonder Woman, el abuso de las drogas de Flecha Verde y la pederastía de Batman. Contínuos guiños en los nombres y acciones de los personajes (e incluso en el estilo de dibujo) nos acercan al panorama editorial real con la intención de que a nadie se le escape el ataque directo subyacente, que no es otro que demostrar que la industria ha matado el ideal del héroe y ha convertido el mito en una parodia barata de lo que debería ser. Este es tal vez uno de los puntos que hacen perder fuerza a Niñatos: la sutileza y la insinuación no son su punto fuerte, de modo que las críticas se regurgitan ya masticadas al lector, y el nivel de brutalidad de la historia de Veitch es tal que puede incluso provocar rechazo en algunos (mientras que a otros les ofrecerá un buen puñado de risas). La relación entre los sidekicks y sus mayores, que en gran medida representa la pérdida de inocencia del propio público, será otro de los puntales sobre los que se apoya la obra de Veitch, y tampoco quedará fuera de la órbita del libro el ataque a los propios lectores, considerados como últimos responsables.

bppg.jpg


El libro, sin hacerse pesado, sí que resulta repetitivo en algunos momentos, y algunas de las soluciones narrativas adoptadas pierden fuerza por reiteradas: la división de dos páginas en cuatro partes diferenciadas en las que se describen las acciones paralelas de los cuatro protagonistas hacen que el ritmo se resienta bastante, y en ocasiones parece que la historia no tiene un rumbo claro y que Veitch usa un gran número de páginas para gritar al mundo su descontento. También hay que decir en su descargo que el dibujo es excelente y que sabe imprimir fuerza y simbolismo a sus viñetas, con momentos muy brillantes y detalles enriquecedores, e imprimir un aire oscuro y decadente muy acorde a lo que se cuenta a lo largo de todo el relato.

Niñatos es una obra nacida de la rabia, ejecutada con las tripas, y como tal carece de una reflexión profunda del fenómeno que analiza, deviniendo en un mero ataque a pecho descubierto. Por supuesto, en el panorama editorial de nuestros tiempos, es de agradecer que se editen obras de este tipo, pero Rick Veitch es capaz de más, de mucho más. De cualquier manera, Niñatos es un tebeo más que recomendable que sin duda, pese a su antigüedad, sorprenderá a más de uno y hará que pase un rato… desagradable.

3
Bueno, este es el nivel medio que habría que pedir a cualquier tebeo


el tio berni