Supergod (Warren Ellis & Garrie Gastonny)

Supergod (Warren Ellis & Garrie Gastonny). Glénat, 2011. Rústica. 17×26 cm. Color. 128 págs. 15 €

Warren Ellis es uno más dentro de la venerable tradición de guionistas británicos que cruzaron el charco para trabajar en la industria del cómic americano. Y como tal, comparte con los Alan Moore, Neil Gaiman, Peter Milligan o Grant Morrison ciertos rasgos comunes —un lenguaje más adulto, gusto por determinadas temáticas, influencias literarias—, pero también ha desarrollado su propio discurso y estilo que lo convierten en un autor con una voz reconocible y las ideas muy claras.

Tal vez por esa claridad decidió, tras años de ir y venir de Marvel y Wildstorm e influir de forma decisiva en el género superheroico, dejar de colaborar con las grandes editoriales y trabajar en exclusiva para Avatar Press, un pequeño sello que desde su creación ha dado cabida a cómics de Garth Ennis, Alan Moore o Frank Miller, y que se caracteriza por la ausencia de censura, la libertad total para los creadores y la garantía de que retendrán sus derechos de autor. Y en esas condiciones, Ellis se ha puesto cómodo y lleva varios años sacando tebeos a un ritmo extraordinariamente prolífico, que demuestra su inquietud.

Uno de los últimos frutos que hemos podido ver editados en España de esa actividad incesante es Supergod, una miniserie de cinco números que aquí Glénat, con buen criterio, ha publicado como un tomo. Supergod presenta muchas de las constantes de gran parte de las obras de Ellis, como la presencia de teorías científicas especulativas pero plausibles, que hacen que la tecnología sea tan avanzada que parezca magia, como, más o menos, dijo Arthur C. Clarke. Pero en realidad gira en torno a una idea muy atractiva. Porque, aunque viendo la cubierta y leyendo el texto de contracubierta uno pueda pensar que la historia trata de superhéroes diseñados en laboratorios, la cosa es algo más incómoda: Supergod explica cómo el hombre crea a Dios.

Ellis contradice a Nietzsche o a Comte y propone la idea de que la humanidad, lejos de tender al ateísmo y a superar la necesidad de adorar algo sobrenatural, persiste en la religión y busca siempre un elemento externo que organice el mundo y le dé el sentido que no tiene. “Enganchados a la idea de dioses deslumbrantes”, dice el protagonista al principio de la narración. Y si la historia de la humanidad se lee en clave religiosa y se define como un constante intento por parte del hombre de crear a los dioses, la premisa de Supergod, consecuentemente, nos lleva a un escenario mundial en el que, a partir de la Guerra Fría, las grandes potencias se han dedicado a ir más allá en ese intento y no quedarse en el plano metafísico. Así, EE UU, la URSS, China, la India o Irán se lanzan a una carrera por crear a Dios… a su idea de Dios. Con desastrosos resultados, como puede suponerse.

Porque, en el momento en el que se inicia la narración, el mundo ya se ha ido al garete y están en pleno apocalipsis, después de que los dioses, como era de esperar, guiados por motivos no siempre comprensibles para los humanos, destruyeran las principales ciudades del globo por iniciativa propia o peleándose entre ellos. Toda la historia se organiza como un flashback contado por un científico inglés, Reddin, que graba la narración de los hechos con la esperanza de que ésta sobreviva a la destrucción y llegue a los humanos del futuro, si los hay. Es un recurso típico y hasta rudimentario, pero que funciona muy bien gracias al oficio de Ellis. Los diálogos tienen su inconfundible marca de fábrica, aunque son escasos, dado que la mayor parte de las escenas únicamente funcionan con el texto del narrador, lo que genera cierta sensación de monotonía, reforzada además por el dibujo estático y carente de personalidad de Garrie Gastonny, un dibujante indonesio sin trabajos previos de empaque, típico artista meticuloso, y esforzado en los planos generales de destrucción masiva pero con carencias narrativas serias.

Por supuesto, Supergod está lejos de los mejores cómics de Ellis, pero las ideas incómodas que plantea bien valen su lectura. Es una lástima que no profundice un poco más en esa visión tan pesimista de una humanidad sin ética, obsesionada con la divinidad, y que se pierda demasiado pronto en la simple acción, en las batallas entre esos dioses que, por otra parte, están excelentemente caracterizados como seres no humanos con unos valores propios que nos resultan alienígenas. Al final esa falta de concreción y profundidad, sumada a la ausencia de un dibujante más capaz —problema que comparte con casi todas las series de Ellis en Avatar—, le pasan factura a la serie y le restan trascendencia, pese al interés y atractivo del cóctel que mezcla Ellis, con sus habituales aderezos de sexo y drogas. Con todo, me ha parecido, junto con Freakangels, lo mejor de Ellis para Avatar de lo que he leído hasta ahora.