Entrevista con José Domingo



José Domingo es un autor a quien llevamos ya años siguiendo y cuya evolución constantemente nos sorprende. Y además, nos sorprende para bien. Pero tal vez el golpe de timón más importante de su carrera hasta el momento sea precisamente la obra que hoy mismo se pone a la venta de la mano de Bang, Aventuras de un oficinista japonés. En esta nueva obra, Domingo desarrolla un estilo de dibujo que ya habíamos visto en ilustraciones e historias cortas recientes pero que marca una ruptura con su anterior obra larga, Cuimhne. El salto estilístico no se reduce a lo gráfico, ya que este nuevo libro es absolutamente mudo y presenta una estructura de página -e incluso de encuadre- rígida, lo que lo convierte en un tour de force narrativo donde el lector llega a preguntarse qué es más fantástico: si las estrafalarias aventuras del protagonista o la pericia con la que están contadas.

A continuación presentamos una entrevista mantenida por email con José Domingo en la que hacemos un breve repaso a sus trabajos previos para finalmente centrarnos en su Aventuras de un oficinista japonés.


Ilustración de cubiertas de Aventuras de un oficinista japonés. Clic para ampliar.


¿Podrías darnos algunas coordenadas biográficas para que entendamos cuál ha sido tu entorno comiquero hasta ahora y qué te ha llevado a hacer cómics?

Nací y viví hasta los 8 años en Zaragoza, de donde es gran parte de mi familia; aprendí a leer con Mortadelo, como quien dice; devoraba cómics a esa edad, sobre todo los de Ibañez, pero también Superlópez, Zipi y Zape, Carpanta, Anacleto y todo cuanto Superhumor cayera en mis manos. Y superhéroes, claro, me encantaba Spiderman. Ya entonces decía con bastante decisión que quería dedicarme a dibujar tebeos.

Después me mudé con mi familia a Galicia, a Ferrol, y básicamente seguí en mis trece, pillando cómics en los kioskos y papelerías. Cerca de casa había una que, a lo tonto, traía bastantes tebeos, así que ahí me nutría. Lo que caía en mis manos, básicamente. Al llegar aquí a Galicia descubrí la fiebre Dragon Ball, que daban en la la TVG (Televisión de Galicia), con todo aquel tráfico de fotocopias de dibujos de Son Goku en el cole..

En realidad es la típica evolución: Mortadelos, superhéroes, manga y ya en la universidad, el cómic europeo.

A diferencia de muchos otros autores a los que he leído entrevistas y que desde pequeños han querido hacer tebeos, yo nunca me monté mis propias revistas artesanales, ni fanzines, ni nada. Parece que me concentraba más en el propio acto de dibujar. Eso y que soy un poco perro.

La primera vez que leí algo tuyo fue en Barsowia, revista editada por el colectivo Polaqia. No sé si fuiste unos de los miembros fundadores del colectivo o si te uniste a ellos más tarde. ¿Cómo fue tu contacto con Polaqia?

No, no soy uno de los miembros fundadores. Yo entré en 2006, creo, después de que David Rubín nos pusiera en contacto a Kike Benlloch y a mí. Ya estábamos trabajando en el primer capítulo de Cuimhne cuando entré en Polaqia, llegué un poco de rebote. Como estaba en Salamanca, todo el tema del cómic gallego me pilló fuera, Barsowia, BD Banda, H2Oil, Golfiño… Recuerdo, estando en Salamanca, leer en un número de Trama un reportaje sobre los autores gallegos del momento, Kike, Alberto Vázquez, David, etc… y decir: “¡anda! ¡No tenía ni idea de esto!”

Para mí entonces el mundo del cómic estaba fuera, en USA, en Francia y, el cómic español, en Barcelona. No fue hasta que vi todo esto y que me vine a vivir a Coruña que trabé contacto con lo que se hacía aquí.


Sketchbook de José Domingo publicado por Polaqia.


Siguiendo con el tema, creo que en 2008 comenzaste a codirigir la revista Barsowia. ¿En qué consistía exactamente esa codirección, cuáles eran tus funciones?

Bueno, más que codirección era coordinación, y creo recordar que fueron un par de números. Básicamente la idea era hacer de centralita, para agilizar muchas cuestiones prácticas. No era un tema de decidir contenidos ni nada así. Era simplemente llevar un poco a cabo lo que habíamos acordado en reunión los doce. Escribir a los autores, recibir las historietas, recopilarlas para pasárselas al maquetador, hablar con la imprenta…

Como colectivo autogestionado, ¿teníais contacto con otros colectivos para realizar intercambio de historietas? ¿Y con instituciones u otros patrocinadores para financiar la revista?

Los contactos eran más a nivel personal que como colectivo. Polaqia es muy ecléctica en cuanto a gustos, cada uno venimos de un lugar diferente y, por tanto, no había esa cohesión grupal o estética que te identifique con otros grupos afines. Cada uno tiene sus contactos, sus gustos, sus autores preferidos y en las reuniones se iban proponiendo nombres en función de esto.

En cuanto a las instituciones, patrocinadores, subvenciones, etc… nada de nada, siempre se funcionó con las ventas y con la publi, lo cual es un orgullo para nosotros.


Portada de José Domingo para Barsowia nº 16.


¿Existía algún tipo de sentimiento de que lo que estabais haciendo en Polaqia era algo netamente gallego, o más bien pensabais que vuestra localización geográfica era algo meramente anecdótico?

Como comentaba antes, a mi me pilló más bien de refilón, pero Polaqia se creó con plena conciencia de hacer algo dentro del panorama gallego, empezando por el idioma. Luego, que llegase a gente de todo de todo el país vino por añadidura. En ese sentido siempre fue un rollo abierto, metíamos autores de todas partes, empezamos a distribuir a nivel nacional y a aumentar tirada.

Pero nació como una necesidad de publicar cómics propios Galicia y en gallego, porque no había muchas opciones por aquel entonces, por no decir ninguna.

Este verano habéis publicado el que será el último número de Barsowia y habéis anunciado la disolución del colectivo. ¿Por qué? ¿Porque ya habéis alcanzado vuestros objetivos o porque os parecen inalcanzables o desfasados a día de hoy?

El objetivo era básicamente publicar. Por ver nuestro trabajo impreso y por crear algo aquí y abrir un poco de camino. A día de hoy ambas cosas están cumplidas, Polaqia ha servido para foguearnos, para aprender como autores, como editores y para crear una referencia dentro del panorama del cómic gallego y nacional.

También es una cuestión de momento vital, ahora estamos todos centrados en nuestras respectivas carreras individuales, lo que ha sido posible en gran parte gracias a Polaqia, al menos por la parte que me toca. El proyecto, de seguir, hubiera tenido que cambiar mucho, digamos que es una cosa muy ligada a lo personal y a una etapa de la vida de sus integrantes. Es una especie de pubertad comiquera, ahora ya tenemos barba. Además literalmente; casi todos.

Para terminar con el tema de Polaqia. En la revista Barsowia publicabas una serie muy divertida, Euclides Mortem. ¿Tienes pensado hacer algo con ese trabajo?

Pues me lo ha preguntado más gente y la verdad es que nunca he abandonado la idea totalmente, pero de retomarla tendría que plantearme cómo; para empezar, tendría que redibujar y replantear las historias ya hechas. Supongo que sería un tomo de historias cortas, pero me gustaría darle una cohesión de alguna forma. Hay bastantes ideas bullendo en el caldero ahora mismo, no la descarto.


Una página de Euclides Mortem.


Tu primera obra larga, Cuimhne, con guión de Kike Benlloch, se publica en Dolmen en 2008. ¿Cómo se gestó esta obra? ¿Ya teníais editorial al comienzo del proyecto?

No, primero hicimos el primer capítulo como álbum individual con la excusa de presentarlo a un premio. Después lo empezó a mover Kike por editoriales y Dolmen se interesó si le añadíamos extensión, así que pensamos en un segundo capítulo, “La herida que no sangra”, que acabó de conformar el libro.

El contacto con Kike fue a través de David Rubín, cuando yo estuve de prácticas como dibujante en Dygra durante un verano, un año antes de acabar la carrera; enseguida nos pusimos de acuerdo en todo y empezamos a trabajar, aunque tardé en poder ponerme a completar el tebeo porque estaba en mi último año de carrera, así que esa fue más bien la fase de documentación, de pruebas. Lo presenté como proyecto final en dibujo. Hice ocho páginas y después ya viviendo en Coruña me puse a dibujar el resto del primer capítulo, 48 en total.

Luego, ya con el tebeo apalabrado con Dolmen y trabajando en Dygra, como un año y algo después, hicimos el segundo capítulo, de 60 páginas.

¿Cómo afronta un autor joven su primera obra larga? ¿Hay muchas dudas y frustración, o por el contrario es un acicate para producir a buen ritmo?

Buf, sí. Hay bastantes dudas. Y mucho esfuerzo, sobre todo con el segundo tomo porque compaginaba el trabajo con dibujar el álbum, quedándome todas las noches durante meses hasta las 2-3 de la mañana… fue una etapa bastante agotadora. Pero también hay mucho ímpetu y ganas de “llegar al otro lado” que es básicamente lo que te mantiene trabajando y trabajando.

Antes y después de Cuimhne has trabajado básicamente en solitario, escribiendo tus propios guiones. ¿Por qué en Cuimhne trabajaste con Benlloch? ¿Qué cosas aprendiste de esa colaboración y en qué momentos habrías preferido ser autor completo?

Principalmente porque surgió la oportunidad y el proyecto me pareció chulo. Kike estaba también mucho más enterado de todo y metido en el ajo, a mi me costaba arrancar de cero, porque tenía esa idea un poco idealizada del rollo tebeil que comentaba antes, la cosa esa de: “hay que ir a Barcelona, hay que dibujar así, escribir un guión asá, hay que esto, hay que lo otro…”

Con Kike me dí cuenta que lo único que hay que hacer es empezar y querer darle salida a tu trabajo.

Luego ya, pues muchas cosas, una buena colaboración siempre es enriquecedora. Como autor completo está claro que tienes el control total de la obra y todo es acorde a tu gusto, por eso colaborando hay que buscar qué aporta el otro que no puedes aportar tú, y olvidarse un poco del individualismo. Si haces un proyecto en colaboración pensando en que sea tuyo, o en que se diferencie bien el trabajo de uno del del otro, mal asunto, porque no va a quedar una obra coherente. Se trata de sumar. En Cuimhne hay páginas con narración de Kike, diseños de personajes de Kike, líneas de diálogo o secuencias de guión mías…


Kike Benlloch y José Domingo.


Tu estilo en Cuimhne era más realista y más sucio que en las historias de Euclides Mortem. ¿A qué se debe ese cambio? ¿Una decisión consciente para adaptarse a la historia, una evolución natural de tu estilo, alguna influencia poderosa de otros autores…?

Es principalmente para adaptarme al tono de la historia, no pedían lo mismo. Euclides pide algo más cartoon, Cuimhne era todo como más trágico. Me parecía natural cambiar el dibujo para adaptarme a la historia, ahora posiblemente trataría de llevármelo a mi terreno y de contar esa historia independientemente del estilo de dibujo.

Como influencias, en Cuimhne hay mucho Miyazaki, Mononoke, principalmente. Después, como fue un proyecto bastante largo, pues vas viendo otras cosas y cambiando, curioseando, buscando tu rollo.. Desmenuzando un poco, podríamos decir que en el primer capítulo hay más Bone y Frederik Peeters y en el segundo más Christophe Blain y Guy Davis.

Euclides Mortem creo que son las primeras pruebas de hacer una cosa más humorística, más desenfadada.

Creo que originalmente Cuimhne estaba concebido como una serie. ¿Por qué no hubo un segundo tomo?

Bueno, yo tenía interés por desarrollarme como autor completo, encontrar mis temas, mis personajes, necesitaba aislarme un poco bastante.

Lo que nunca hubo fue tampoco un proyecto cerrado para un segundo tomo o para una serie. Había ideas, eso sí.


Dos páginas de Cuimhne.


Aventuras de un oficinista japonés es tu segunda obra larga y, si las cuentas no me fallan, la tercera editorial en que publicas. ¿Te parece normal?

Supongo que te refieres a Dolmen, Polaqia y Bang. Es una paradoja completamente normal. Cuimhne encajó donde tenía que encajar, el oficinista también y publicar en Polaqia es jugar en casa.

Esta pregunta es obligada. Quien no haya leído nada tuyo desde Cuimhne se va a sorprender mucho cuando lea tu nuevo tebeo, porque el cambio en el estilo de dibujo es radical. ¿A qué se debe? ¿Me lo podrías explicar en términos de evolución, de influencias, de reto artístico, de cambios en tu concepto del cómic, funcionalidad de la imagen, etc.?

Es fruto de esa búsqueda de tu propia voz, de tus propios mecanismos e intereses creativos.

Me empecé a interesar por la línea clara, el dibujo limpio, a sintetizar, tratar de transmitir con menos líneas y con una representación más basada en la composición y en la forma. Me di cuenta de que me sentía más a gusto ahí, porque me permitía más libertad formal, pero también, a través de ello, de concepto. Me parecía un buen camino para experimentar y quitarle capas a la cebolla. Todavía estaba en medio de la realización del capítulo 2 de Cuimhne cuando empecé a darle vueltas a todo esto.

El contacto con Miguel Robledo, trabajando juntos en Dygra creo que fue el primer punto de inflexión. La forma en que se plantea Miguel el trabajo, como busca las formas de los personajes… Luego me fijé en el trabajo de Gabi Beltrán, fue un poco por donde entré al terreno de ese dibujo más sintético. Luego Max, Javier Olivares, Chris Ware, etc…

Me empezó a atraer el hecho de pasar el dibujo por un filtro intelectual, intentar reducir las cosas a una representación más sencilla, no utilizar claroscuro, primar el trabajo de línea buscando cómo plasmar diferentes texturas, materiales, expresiones, objetos, etc. únicamente con el trazo, e intentar modular éste lo menos posible.

Y sobre todo, tratar de acompasar esta idea del dibujo con las historias que yo quería contar, tratar de que una cosa y la otra fueran lo mismo, que el dibujo fuera también una forma de pensar, porque en el fondo para mí siempre lo ha sido. No soy muy bueno previsualizando cosas, necesito empezar a dibujar algo para poder aproximarme. Hay otros autores que lo arman todo muy bien en su cabeza y luego los trasladan al papel con precisión, yo soy incapaz. Pero no me había dado cuenta o más bien, no había intentado conectar conscientemente con el dibujo de esta forma.


Página de Robot gigante, una historia corta ganadora del concurso Xuventude Crea.


¿Cuánto tiempo has necesitado para completarlo?

Pues empecé más o menos en febrero y terminé en agosto. Eso lo que es la parte de cómic pura y dura, después con el diseño, la maqueta, portada, etc… ya se alargó la cosa algo más. Lo coloreé entero creo que en 3 semanas. Aún sufro secuelas por ello.

Aventuras de un oficinista japonés tiene una estructura narrativa muy clara y restrictiva. En primer lugar, no hay texto. ¿Has encontrado que la falta de diálogos te facilitaba la tarea o todo lo contrario?

Me resulta relativamente sencillo narrar sin diálogos. Dentro de lo fastidiado que es narrar siempre, claro. La historia está concebida de una manera muy física, como para desintelectualizarla, para no pararse a pensar o a sacar conclusiones de todo lo que pasa. De esta forma, la sensación de vorágine y de locurón es mayor. No hay mensaje definido, no es una experiencia con una finalidad. Simplemente, “shit happens”.

Por ello nunca tuve ningún problema con los diálogos. Las dificultades fueron más bien formales, a veces echaba en falta meter un primer plano o cambiar de encuadre y ahí tenía que devanarme los sesos para mostrarlo de la forma que había elegido.

Por otra parte, todas las páginas tienen una estructura similar en cuanto a número, forma y disposición de las viñetas, lo cual unido a un encuadre constante da una sensación casi de videojuego. ¿Consideras que puede existir una influencia en este sentido?

Sí, totalmente. Soy hijo de la NES y la Play. Me han gustado desde siempre los videojuegos y sobre todo me marcaron mucho los que jugué de pequeño, las primeras aventuras gráficas de LucasFilm como Loom, Maniac Mansion o Monkey Island, así como los Zelda, Marios y demás. Es una influencia tan importante como puedan ser el cine, la literatura, la música o los propios tebeos.

Me interesan principalmente los juegos que tienen una historia, que tratan de sumergirte en un mundo propio y hacerte participar en él, cómo se articula la narración en una mezcla de herramientas tradicionales como vídeos y textos como a través de las propias del videojuego, como las acciones del jugador o las reglas y mecanismos propios de cada juego.



¿Tiene algo que ver en esta estructura la intención de hacer el cómic más legible en dispositivos digitales?

Realmente no. Cuando me planteé el tebeo aún no había llegado este boom de los smartphones, tablets y demás, no tenía ni idea de que era un formato idóneo para nada. Luego cuando les presenté el proyecto a Bang enseguida pensaron en el formato del iPhone, pero eso fue tiempo después y yo seguía sin haber tenido un iPhone en la mano en mi vida.

Y aún así, el libro va a salir en principio en papel, no hay prevista por ahora una edición digital. Yo lo llevo en PDF en un iPod Touch y la verdad es que se adapta de maravilla, eso es verdad, así que parece una opción bastante lógica.

Y a nivel de trabajo, ¿cuáles han sido los pros y los contras de esta estructura?

Como comentaba antes, el no variar de plano a veces te lo pone un poco difícil para mostrar según qué cosas o para hacer énfasis en un determinado gesto, momento, expresión…tenía que ser todo a base de elipsis y de ritmo de secuencias. A veces, una acción determinada pedía desarrollarse a lo largo de varias viñetas pero claro, podía quedar descompensado, al tener todas las viñetas el mismo tamaño y tener sólo cuatro por página, una acción que llevase desarrollar más de tres viñetas ya pasaba de ser una acción a ser una secuencia en sí misma, así que había que resumir, encontrar el punto justo de síntesis, a veces jugar con tiempos diferentes dentro de una misma viñeta.

Y los fondos. El elegir un plano cenital me obligaba a dibujar los fondos en todas las viñetas, lo cual a veces era agotador. Cuando llegaba a alguna escena en la que había fondo negro o sencillo, respiraba aliviado.

Pero también tiene pros, claro. Me gusta el hecho de trabajar con unas reglas prefijadas, que pueden ser la composición, el encuadre, me ayuda a sentar unas bases de trabajo. En Aventuras de un oficinista japonés lo que buscaba era sobre todo crear un ritmo de lectura uniforme para acentuar esa sensación de concatenación de cosas una detrás de la otra, como un goteo constante y mediante el encuadre cenital, proporcionar una posición privilegiada como observador, algo alejada de la acción, como estar asistiendo a un espectáculo.

La historia en sí es muy loca, constantemente suceden cosas cada vez más estrambóticas y las viñetas están llenas de detalles en segundo plano que requieren mucha atención por parte del lector. ¿Dibujas estos detalles como un extra y un aliciente para la relectura, o te han parecido elementos indispensables para contar tu historia?

Creo que son el matiz y la atmósfera del tebeo. Es un poco lo que da el tono y el contexto al devenir del oficinista, se trata no sólo de ubicar al personaje sino de intentar transmitir una sensación sobre el sitio y el momento en el que está. El escenario es tan protagonista como el propio oficinista; un cartel en un árbol, un charco o un personaje haciendo algo ajeno a la acción principal es al escenario como al oficinista es asustarse, ir despeinado o quedarse en pelotas.

Rellenar por rellenar hubiera sido demasiado aburrido, me gusta que todo esté por alguna razón, aunque obviamente hay atrezzo. Pero siempre intento que ese atrezzo cuente algo.


Página de Aventuras de un oficinista japonés.


Ciertamente, Aventuras de un oficinista japonés me recuerda a algunas cosas que he visto, como el Caminando con Samuel de Tommi Musturi o incluso a Chris Ware en el uso de las perspectivas y la claridad del dibujo. Sin embargo no se me ocurren muchos referentes nacionales con los que comparar tu trabajo, aunque seguramente los haya. ¿Crees que a día de hoy tu cómic es un cómic “raro” dentro del panorama nacional?

Supongo que es algo sui generis, principalmente por el planteamiento de la historia, que se sale un poco de lo corriente. Es un experimento con la narración, con el proceso de guión.. Pero bueno, más que nada porque se aleja de los cánones clásicos para construir una historia y hay menos obras en ese estilo, sobre todo por la extensión, a lo mejor es una rareza más propia de historia corta, de hecho nació como tal. Pero vamos, nada que no esté en cómics como Bardín el superrealista, las historias cortas de Miguel B. Núñez, Superputa de Manel Fontvedilla, los cómics de Ben Katchor

A nivel de dibujo no creo que se salga de ninguna tabla, la verdad. Hay ahí Chris Ware, Max, Dave Cooper

Yo he leído una versión en pdf de tu cómic. ¿Qué me va a aportar el libro que no haya en la versión digital?

Principalmente el propio objeto en sí. Yo sigo prefiriendo tener un libro de papel en la mano, especialmente si la edición está cuidada. Parece además que un libro tradicional te lo lees con más calma y más atención que en un dispositivo digital, a mi al menos me provoca como más ansiedad, paso más rápido por las páginas, supongo que esa dispersión mental que te provoca el que con el mismo cacharro en el que lees puedas leer el mail, mirar el twitter, etc.

En concreto, Aventuras de un oficinista japonés va a tener una edición muy chula, en formato grande, 24×33 cm., los dibujos se verán realmente bien sin perder la estrutura de página, que es uno de los inconvenientes de una edición digital no hecha ex-profeso para el soporte en sí.

Y además, ya pasamos bastantes horas al día quemándonos las retinas, ¡compráos el libro por vuestro bien, más dinero para los dibujantes y menos para los oculistas!


Otro par de páginas de Aventuras de un oficinista japonés.


¿Cómo de orgulloso te sientes de tu oficinista? ¿Y por qué es japonés?

Todo lo orgulloso que se puede ser sin dejar de ser autocrítico, pero aún así, muy orgulloso y muy satisfecho porque siento que es exactamente lo que quería hacer, me he divertido haciéndolo y por eso creo que la gente se va a divertir leyéndolo.

Lo de que fuera japonés es una premisa bastante boba, por partir de un estereotipo, esa dualidad que tienen en japón de ser ultraformales y ultrafrikis al mismo tiempo es básicamente el leitmotiv del tebeo. Poner a un tío totalmente gris enmedio de un torbellino de sucesos completamente desmadrados. Era un poco dónde podían juntarse los dos mundos como punto de partida.

Creo que trabajas en un estudio con otros autores. ¿Quiénes son esos otros autores? ¿Hay una dinámica de colaboración?

El Estudio La Pelu, aquí en Coruña. Una antigua peluquería de señoras en una entreplanta comercial donde nos refugiamos David Rubín, Alberto Guitián, Roque Romero y Bernal Prieto y un servidor. Principalmente trabajamos en nuestras respectivas cosas, pero sí que surgen colaboraciones de vez en cuando.

Sobre todo lo que hay es mucha interacción, mucha consulta… es muy enriquecedor ver cómo trabajan otros compañeros, especialmente si son tan buenos como los que yo tengo; cómo desarrollan sus ideas, cómo resuelven gráficamente, técnicas, trucos, referencias… Por ejemplo, solemos asistir habitualmente a los brainstormings telefónicos que mantienen Guitián y Leandro cuando preparan una página para El Jueves o Retranca y también hemos visto el proceso de El Héroe completo, página a página.


La Pelu se vislumbra en Aventuras de un oficinista japonés.


Por último, ¿podrías recomendarme algunos de los cómics o autores que más te han gustado últimamente?

Pues la verdad es que voy un poco atrasado con las lecturas y soy algo errático también. Me interesa mucho la gente de Nobrow, aunque tengo en casa el Forming y Birtchfield Close hace unos meses y aún no los he leído, así que a nivel lector aún no tengo opinión formada.

De lo último que he leído, me gustó mucho el tomo de la etapa de Animal Man de Grant Morrison y el Tú me has matado de David Sánchez me dejó volado. La Mano del Diablo, de Brais Rodríguez, recomendable a tope, también. Y me encanta Joe Daly. Me compré The Double Monkey Happiness Book casi por azar y me flipó, y Dungeon Quest es mejor aún, si me apuras. Y lo último con lo que he disfrutado un montón fue con un tomo de historias clásicas de Spiderman de Romita, Kane, Andru… Así que ya ves, eclecticismo a tope.

En cuanto a futuras lecturas, tengo muchas ganas de echarle el guante al nuevo de Lola Lorente, Sangre de mi sangre, a Las fabulosas crónicas del ratón taciturno de Martín Romero y a lo próximo de Max.

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Y a continuación, algunas fotografías en las que puede verse el proceso de creación de la portada de Aventuras de un oficinista japonés.

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