La muchacha salvaje (Mireia Pérez)

La muchacha salvaje (Mireia Pérez). Sins Entido, 2011. Cartoné. 106 páginas. Color. 20 euros.

Algo está pasando en el cómic español. Algo bueno, claro. Poco a poco van apareciendo nuevos autores que aportan necesarios nuevos aires, y los que han ido surgiendo en los últimos años tienen al fin las circunstancias adecuadas para soltarse el pelo y hacer los tebeos que siempre han querido hacer, incluso sin saberlo. Sí, es cierto que ninguno vende los cientos de miles de ejemplares que vendían las revistas de Bruguera. Pero, asumámoslo de una vez, ese mercado no va a volver jamás. Disfrutemos pues del presente, y del prometedor futuro, del ilusionante panorama plagado de autores con ganas y sin prejuicios, y de obras que rompen tabúes y airean el mercado, que olía ya a cerrado que tiraba de espaldas.

Y entre esos autores hay que contar, sin duda, con Mireia Pérez, y su obra ganadora del premio de novela gráfica de Fnac/Sins Entido: La muchacha salvaje. En ella recrea un pasado imaginario y mítico en el que la humanidad está en la bisagra entre el Paleolítico y el Neolítico, entre los cazadores/recolectores y los sedentarios. Y en ese mundo vive la protagonista, una quinceañera pelirroja y salvaje que se niega a recolectar o a dejarse montar por cualquier hombre. Y acaba marchándose de su tribu, y viviendo una aventura muy peculiar.

El estilo gráfico de Pérez, influido por Joann Sfar —pero no sólo; en este interesante vídeo habla de otros—, fluye con soltura y transmite alegría y libertad a espuertas. Éste es uno de esos tebeos en los que se aprecia claramente lo mucho que ha disfrutado el autor, y cuánto hay de él en la obra. La muchacha salvaje es muy divertido, y lo es sobre todo, porque Pérez se ha soltado, ha dibujado sin reglas, con descarada libertad. Si algo caracteriza al cómic contemporáneo, es precisamente eso: todo puede hacerse. Y eso se ha entendido a la perfección en este libro. Así, nos encontramos con viñetas y secuencias que sorprenden, por su efecto pero también por venir de una autora muy joven y que se enfrentaba por primera vez al reto de dibujar una historia tan larga. Casi cada viñeta en la que aparece la protagonista es una delicia, pero por poner un ejemplo concreto, personalmente la secuencia en la que intenta cazar a la rata me ha parecido brillante, además de tremendamente divertida.

Creo que es en esa libertad donde más se nota la influencia de Sfar, antes que en el trazo. Pérez deforma los rostros y los cuerpos y juega con ello para mostrar emociones y sentimientos, algo que es crucial porque en la historia hay relativamente pocos diálogos. De hecho, la protagonista no dice ni una palabra. La muchacha salvaje no deja por ello de ser un personaje magnético, porque simboliza la libertad absoluta, y la alegría de vivir, y porque tiene una sonrisa franca y enorme. Pero también porque es una mujer real, escrita por una mujer real.

Me explico: no creo que Louise Simonson, Devin Grayson o Ann Nocenti escriban sus tebeos desde una voz femenina, independientemente de la calidad de sus obras. Son autoras que remedan la voz masculina omnipresente en el mainstream y escriben para lectores masculinos. Por eso creo que una de las mejores cosas que nos ha traído la novela gráfica, o quizás que la novela gráfica ha rescatado del movimiento underground, es que tenemos voces femeninas escribiendo cómics. Tebeos escritos desde su sensibilidad, lo cual, evidentemente, no implica ni temáticas concretas, ni historias cursis, ñoñas o insoportablemente románticas. No tiene nada que ver con determinadas obras de la denominada literatura femenina. No son historias “para señoritas”, ni siquiera historias “para mujeres”: son historias para el lector que sepa apreciarlas, pero contadas, pues eso, con una voz femenina clara. Y La muchacha salvaje es un excelente ejemplo. La cuestión del género está tratada con desenfado y desparpajo, y hasta cierta mala leche. Y es muy significativo que el estatus quo se rompa y la felicidad no llegue a través de su restitución, como sucede en tantas y tantas historias conservadoras, sin ir más lejos en casi cualquiera de Disney: La muchacha salvaje es el anti Rey León.

Habrá quizás quien eche en falta algo más de acción. A mí sin embargo me ha parecido que algunos de los mejores momentos del tebeo son puramente contemplativos. Es un cómic para dejarse llevar. Es verdad que quizás algunos capítulos piden algo más de espacio, o que alguna idea habría podido desarrollarse más —por ejemplo, la manera en que los habitantes de la ciudad tratan a las esclavas nómadas que capturan, que me ha parecido muy atractiva—, pero creo que en conjunto es una excelente primera obra. Porque es original y libre, y porque Pérez sabe sacarle partido a su innegable talento y a su intuición, porque creo, o al menos así me lo ha parecido, que es un cómic muy espontáneo, y ahí radica gran parte de su atractivo, y de su acierto, aunque quizás el mayor de todos es dejarnos con muchas, muchas ganas, se seguir leyendo no sólo aventuras de la muchacha salvaje, sino nuevos tebeos de Mireia Pérez.