Cinco mil kilómetros por segundo (Manuele Fior)


Cinco mil kilómetros por segundo (Manuele Fior). Sins entido, 2011. Rústica con solapas. 17 x 24 cm. 144 págs. Color. 19 €

A principios de este año, Cinco mil kilómetros por segundo, de Manuele Fior, recibía el Fauve D’Or en el Festival de Angoulême, o lo que es lo mismo, el máximo galardón en el festival de cómic más importante de Europa. Pocos meses después, Sins entido publicaba La señorita Else, una obra previa del mismo autor que sin ser un trabajo extraordinario sí que demostraba buenas hechuras en el autor e invitaba a esperar, con el añadido del premio en Francia, un trabajo de muy alto nivel. Sin embargo, la lectura de Cinco mil kilómetros por segundo me ha resultado bastante decepcionante, por lo que me pregunto hasta que punto son mis propios prejuicios o mis preferencias estéticas los que han venido a echar por tierra un trabajo que parece gozar de un reconocimiento unánime. Yo os cuento y vosotros juzgáis.

Cinco mil kilómetros por segundo es la historia de amor que no puso ser, contado desde los desencuentros. Una relación que no funciona pero que los protagonistas idealizan desde la distancia física y temporal, intuyendo –deseando, más bien– que si aquello hubiera funcionado el curso de sus vidas no se habría visto abocado a un sentimiento de soledad y monotonía. Es un tebeo íntimo y sensible, cargado de momentos trascendentes y silencios evocadores. Pero en su intento de crear un relato emotivo, Fior elude el humor y la tragedia, la distancia y la ironía, y una sensación de dramatismo monocorde e intrascendente recorre toda la obra. Un valle sin montañas deja de ser valle, y Fior dedica tanto espacio a mirar hacia abajo que nunca llegamos a tener una perspectiva del paisaje completo. Tampoco ayuda el hecho de que los personajes apenas si tengan una voz propia, o que ponga máximas filosóficas en boca de un personaje secundario que sólo para por allí para pronunciarlas. En su sencillez argumental o, si se prefiere, en su falta de auténtica profundidad camuflada en un envoltorio de agobio existencial, me ha recordado a Asterios Polyp, lo que por otra parte tampoco es una comparación tan negativa. La lástima es no poder compararlo con Jason, con quien Fior podría compartir intenciones. Lo que el noruego resuelve a través de la subversión del género, la condensación y de un ritmo que alterna sensaciones contradictorias para transmitir finalmente un único significado, en Fior es puro melodrama.



Puestas las pegas una tras otra podría parecer que Cinco mil kilómetros por segundo es un horror, y tampoco es eso. Me ha parecido que la estructura episódica, los saltos en tiempo y espacio y las elipsis que contienen, son un acierto y parte fundamental de la obra, y hermanar estructura y mensaje es ya un logro importante. El hecho de soslayar los momentos en que se desarrolla el enamoramiento es un importante golpe de ingenio, y esa pequeña coda final que funciona como recuperación de la memoria de un momento feliz es una buena forma de acabar la historia con un clímax que la narración pedía a gritos. Tampoco hay que hacer de menos la labor de Fior como dibujante, con ese dibujo esquemático completado por el color, un color que define cada uno de los capítulos. El libro de Fior es bonito. Y aunque parezca un contrasentido, ese es, desde mi punto de vista, otro de los factores que juegan en su contra y lo convierten en un producto sin demasiada alma. Hay más vida y emoción en una página pintada a la acuarela por Joann Sfar o por Brecht Evens que en un capítulo completo de Cinco mil kilómetros por segundo. Utilizando una herramienta tan viva y tan proclive al feliz accidente como la acuarela de una manera tan rutinaria, entonada y meditada, pierde la frescura y el impacto visual. Si la historia carece de altibajos emocionales, las páginas siguen una estructura rígida y los colores, que se intuye que Fior ha considerado como fundamentales en la construcción de su relato, no nos cuentan secretos al oído, no nos quedan aristas a las que agarrarnos.

Pero retomando el tema inicial, si algo me ha sorprendido tras la lectura del libro es ese premio en Angoulême. Repasando la lista de ganadores de años anteriores, e independientemente de que su elección me parezca más o menos acertada, encuentro nombres con una marcada personalidad: Riad Sattouf, Gipi, Shaun Tan, Shigeru Mizuki, Marjane Satrapi… Todos ellos poseen voces definidas que recorren el grueso de sus obras, son autores que cuentan las historias que necesitan contar, extrayendo elementos de sus propios organismos. Por su parte, Fior elabora un relato que da la sensación de que podríamos haber leído con la firma de otro. Es como si aquellas fueran realmente las hijas de sus autores, mientras que Cinco mil kilómetros por segundo sólo fuera la sobrina de Fior, algo con lo que jugar un rato pero que no forma realmente parte de su vida. Pero el italiano tiene mano. Ya domina la técnica, sólo le falta encontrar aquello que de verdad es importante en su vida. Y contárnoslo, claro.