Habibi (Craig Thompson)


Habibi (Craig Thompson). Astiberri, 2011. Cartoné. 672 páginas. B/N. 39 €

La nueva obra de Craig Thompson ha generado una gran expectación. Primero, porque el autor de Blankets —un cómic excelente al que considero uno de los que abrieron el camino a la novela gráfica en España— la merece. Y segundo, porque Habibi, sus 672 páginas, le han llevado a Thompson casi siete años de realización, durante los cuales vivió del adelanto que le pagó Pantheon Books, en lo que ha supuesto una manera de trabajar bastante inusual en el cómic. Y la verdad es que, por lo menos para mí, ha estado a la altura de esas expectativas.

Habibi es la historia de Dodola y Zam, niña y niño destinados a ser esclavos y que escapan para sobrevivir en un barco viejo encallado en medio del desierto. Así empieza, claro; va mucho más allá de eso. Dodola y Zam crecen, se separan, se reencuentran, sufren la crueldad de los poderosos y su relación cambia, ellos maduran a través de las pérdidas y sacrificios que experimentan. Es un relato absorbente de verdad, que engancha como las mejores novelas de aventuras, y que muta a medida que se pasan sus páginas de una manera sutil y perfecta. Como preludia su propio título, acaba convertida en una historia amorosa atípica y con la misma sensibilidad que la de Blankets, aunque tamizada por una madurez como autor y persona que ésta no tenía —recordemos que Thompson tenía poco más de veinticinco años cuando empezó a dibujarla—. Pero además Habibi es un crisol de historias del folclore árabe y de sus textos sagrados, algunas de las cuales son compartidas con los cristianos —y de hecho Thompson juega varias veces de manera magistral con las diferencias entre ambas versiones—. Estas historias, narradas casi siempre por Dodola, están perfectamente integradas en la narración principal, y se relacionan con ella influyéndola al mismo tiempo. Pero además, como es habitual en Thompson, el dibujo fluye con tanta naturalidad como la historia: el dibujo es historia. Pasamos de la cotidianidad, de la historia real con los personajes reales, a las historias mitológicas en las que lo gráfico puede desbordar los límites de esa realidad y volverse poderosamente simbólico. De hecho, el universo de símbolos de Thompson, que ya era rico en Blankets, evoluciona y se consolida hasta acercarse a los niveles del mismísimo David B., aunque su naturaleza es tan diferente que posiblemente la comparación no proceda, si no es en lo que respecta a su calidad. En Habibi se integran sin traumas los espíritus y criaturas mitológicas con personajes reales, lo erótico con lo religioso, y se juega con todos los elementos narrativos, desde el diseño de página, siempre variable, a las formas de los bocadillos de texto. Hay impresionantes viñetas página y composiciones pictóricas, de arquitectura medida. Las escenas de acción son escasas pero brutales, vertigiosas, casi a brochazos. Los minuciosos arabescos sirven de presentación de los capítulos pero también están integrados en la estructura de algunas las páginas.

Como puede deducirse, Habibi acaba siendo un trabajo artesanal verdaderamente titánico. Thompson, espectacular dibujante con una gran capacidad para retratar la emoción y el sentimiento, alcanza una madurez como autor plena, en la que conoce sus recursos y los utiliza con soltura y sobre todo tensando siempre la cuerda para ir en cada página un poco más allá. Y lo hace con devoción por el trazo y el trabajo manual, como sólo con la libertad y el tiempo que se le da a un autor de novela gráfica contemporánea puede hacerse: esos arabescos, por ejemplo, son una tarea de horas y horas.

Hay mucho más. La manera en la que utiliza la escritura arábiga integrada en el dibujo, o las matemáticas de los cuadrados mágicos, o los diagramas… Todo siempre al servicio de una historia emocionante, y grande, muy grande. Desde su primera página tenemos la sensación de estar leyendo algo en lo que el autor ha puesto todo. Se la ha jugado y ha salido victorioso. Es cierto que su sensibilidad, su tono narrativo, por personal puede no ser del agrado de todos. Yo conecto muy bien con ellos, me parece que Thompson sabe ser emotivo sin caer en lo fácil, en lo cursi. Juega con lo simbólico y lo onírico para omitir el culebrón banal, y concretamente en Habibi, no hay ni una sombra de eso. Y me gusta en especial cómo la ambientación, el mundo en el que viven Dodona y Zam, va cambiando sutilmente según crecen ellos, y pasamos de un escenario que no desentonaría en Las mil y una noches a una actualidad sucia, con una gran urbe llena de rascacielos y unos suburbios de vertedero. Sin explicaciones, sin que quede muy claro por qué esto es así, de una manera que, creo, lo emparenta con el realismo mágico.

Bueno, ya digo: me ha parecido un tebeo brutal. Una historia maravillosa —en los dos sentidos—, cargada de fuerza en sus dibujos y en sus palabras. Aquellos que le tienen alergia a la autobiografía se han quedado sin excusa: Habibi es una historia universal contada con una voz personal, un trabajo de años que se materializa en un libro redondo —con una edición perfecta por parte de Astiberri, por cierto—. Una historia llena de sacrificios y crueldad, que gira en buena medida en torno a la culpa, pero también llena de esperanza. Y es, ante todo, una historia de amor. Del de verdad, del que duele.