Memorias de un hombre en pijama (Paco Roca)


Memorias de un hombre en pijama (Paco Roca). Astiberri, 2011. Cartoné. 17 x 20 cm. 140 págs. Color. 16 €

Presentar a estas alturas de la vida a Paco Roca o decir que es uno de los autores españoles más relevantes de la actualidad no tiene demasiado sentido. Así que paso directamente a comentar su último libro: Memorias de un hombre en pijama.

Publicado como es habitual por Astiberri —en una excelente edición que además rompe esa especie de gafe que parecía tener con los tebeos de Roca—, el tomo es una recopilación de las páginas publicadas por Roca en el periódico local Las provincias. En ellas, vemos un registro del autor que si bien no es la primera vez que utiliza, sí está alejado de lo que ha practicado en sus últimas obras: el humor. Es un humor cotidiano, con autobiografía, y un humor amable pero con cierta mala leche soterrada que lo emparenta —o por lo menos a mí me lo parece— con Las pequeñeces, de Lewis Trondheim. Ambos autores hablan de sus vidas y se ponen en el centro de la diana, exponiendo sus rarezas, sus manías y defectos. Y ambos, claro, tienen una rutina similar en tanto que ambos se dedican a lo mismo: pasan mucho tiempo en casa trabajando —en el caso de Roca, en pijama, claro—, viajan a salones y actos de promoción, etc.

Roca además se caricaturiza —tanto gráfica como psicológicamente— de una manera muy divertida. Y sabe ser variado, de manera que jamás cae en la repetición que este tipo de tiras a veces acaban teniendo. Trata temas tan diferentes como su trabajo, las relaciones de pareja, la crisis de los cuarenta, sus visitas al gimnasio, sus quedadas con amigos, las neuras personales… Siempre con un dominio del ritmo impecable, ofreciendo historias completas de dos páginas —en la maqueta de Astiberri; ignoro el formato de publicación en el periódico— con las que siempre tienes una sonrisa en la boca y no pocas veces estallas a reír en el giro del gag final. Roca conoce los mecanismos de la comedia clásica, y demuestra que en estos tiempos de posthumor —que me parece genial, una cosa no quita la otra— todavía hay lugar para una fina comedia cotidiana como ésta.

Destaca también la excelente caracterización de personajes, uno de los puntos fuertes de Roca y que aquí brilla ante la dificultad que supone crear un personaje realista en unas pocas viñetas. En las páginas de Memorias de un hombre en pijama se encuentran muchos personajes, y todos, simplemente por su aspecto y lenguaje, sabemos en el acto a qué arquetipo responden y cuál es su trasfondo. Y eso, por mucho que Roca lo haga parecer fácil, no lo es.

Luego, lógicamente, cada cual tendrá sus historias favoritas. Las mías suelen ser las más personales, en las que Roca habla de algún despiste que ha tenido o de alguna anécdota que le ha pasado. Por ejemplo, la historia en la que cuenta en qué consisten los regalos que le hacen por ir a charlas y qué hace con ellos me parece divertidísima, o en la que recuerda todos sus anteriores trabajos y cómo acabó siendo dibujante. Alguna tiene un toque surrealista muy interesante: aquélla en la que la Iglesia elimina el Limbo y Dios tiene que hacer reformas, por ejemplo. Destaco un par de ellas —pero podría hacerlo con muchas otras—: las páginas en las que habla de una reunión con su viejo grupo de amigos, que me parecen que ocultan bajo el humor cierta amargura sincera y muy bien entrelazada, y la historia en la que asiste a la inauguración de un club de lectura escolar, con una escena genial en el aseo con la que Roca demuestra que también domina una vieja arte del cómic, quizás la que más: el gag mudo.

No voy a jugar a comparar Memorias de un hombre en pijama con las obras serias de Paco Roca, porque creo que son incomparables, pero sí diré que ha supuesto una agradable sorpresa y desde luego no es en ningún caso una obra menor o con menos importancia en su trayectoria. Al contrario, sirve para confirmarle como un autor maduro y polifacético. No le doy más vueltas: una lectura divertidísima, que es de lo que se trataba.