Spiegelman al habla

Recientemente, Graphic NYC mantenía una coversación con Art Spiegelman. Traducimos a continuación algunas de las declaraciones del autor de Maus.

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Una cosa que me irrita es que yo nunca pensé en lo que estaba haciendo como en una «novela gráfica». No era un término que estuviera en mi cabeza. Conocía lo que Will Eisner había hecho en Contrato con Dios, pero no sentía más conexión con eso que con el Blackmark de Gil Kane, o incluso el Jungle Book de Harvey Kurtzman (que me encantaba). Yo intentaba hacer algo diferente, un trabajo largo estructurado con un principio, mitad y final, no una colección de historias cortas. Era un trabajo planificado y (en ese sentido) novelístico. Quería que tuviese densidad como para resistir, incluso para requerir, la relectura… Estaba haciendo un comic book largo, pero sabía que no quería que pareciese un comic book. De manera que supongo que se encuadra en los parámetros de lo que ahora se llama novela gráfica.

Yo era fan de todos los cómics que no fueran de superhéroes (e incluso de algunos de aquellos). Lo primero que leí fueron comic books… Guardaba los comic books que había comprado en el equivalente a puestos de limonada montados por niños con cajas de cartón, que vendían comic books para limpirar el ático de sus padres. A los 12 años, pasaba el tiempo en la biblioteca mirando los periódicos (antes de que los hicieran pedazos para sustituirlos por microfilms), desenterrando los cómics que ahora se considerarían la historia del cómic… Tiras que se remontaban a 1910, y cualquier cosa que la biblioteca todavía tuviera en un volumen encuadernado que yo pudiera consultar.

[Sobre los cómics de superhéroes] Me gustaban bastante cuando tenía entre diez y doce años. Pero no me gustaban tanto cuando tenía entre diez y doce años como las llamadas revistas satíricas, o incluso los cómics para los que se suponía que ya era demasiado mayor (como La Pequeña Lulú o El Pato Donald). Pero me gustaban bastante. Leía los primeros números del revival de los cómics de superhéroes de Kirby y Ditko con Stan Lee, y eso hizo que siguiera leyendo cómics durante un año más o así de lo que lo hubiera hecho de otro modo. Pero nunca me vi a mi mismo trabajando en ello, y su mitología no permaneció en mí una vez que empezarn a salirme los primeros vellos púbicos.



Ahora mismo, no puedo volverlos a mirar con ojos frescos, fueron parte de mi desarrollo infantil y ya no me inspiran, la fantasía superheroica no me interesa nada. Me desconcierta que la gente siga trabajando en ese área porque ya no tienen necesidad de hacerlo. El área está tan trillada que, ¿por qué ir allí, cuando ahora todo es posible?

Recuerdo que muy a principios de los años 70 yo pensaba que el cómic necesitaba hacer un pacto fasutiano con la cultura, ahora que ya no eran un medio de masas. Eran parte de lo que sucedía en el detritus de la cultura, pero ya no eran el sitio más apropiado para buscar cosas desarrollándose. Las tiras de prensa ya se iban cancelando más que creando, y la industria del cómic rápidamente se estaba convirtiendo en tediosa. Incluso los cómics underground empezaban a cerrar a medida que cerraban la tiendas de parafernalia…

En cualquier caso, yo imaginé que los museos, las librerías, las fundaciones, escuelas y tiendas de libros tenían que ser colonizadas para que los cómics tuvieran un lugar a finales del siglo XX y, ahora, principios del XXI. Ciertas aproximaciones al cómic, como el cómic underground en el que tuve la suerte de estar involucrado, se veían como inferiores porque todavía eran parte de esa cultura pulp del papel barato impreso. Tal vez encontraron una franquicia como sub pornografía exótica.

Ninguno de nosotros [refiriéndose a él y a Françoise Mouly] se metió en la edición como un negocio. En realidad fue por defecto. No había donde publicar, así que tuvimos que hacer algo nosotros, que fue RAW Magazine.

No es que la intención fuera constuir un imperio editorial. Fue más como, «¡Genial! Por fin Fantagraphics quiere mirar el trabajo de Gary Panter y Drawn & Quarterly ha salido de la nada y está publicando muy buenos libros». Cada vez más, fuimos haciendo menos por intentar sacar material, porque ahora había sitios para que eso sucediera. RAW llenó el vacio creado por el colapso de los cómics underground.

Cuando fui a Francia por primera vez, a finales de los años 70, me impresionaron sus álbumes de cómic, por lo alto que realmente podía ser el nivel de mediocridad. Parecía genial comparado con el mediocre nivel de mediocridad que teníamos nosotros en Estados Unidos. Me di cuenta de que «si el cómic fuera consciente de todo su potencial, la mediocridad se volvería realmente más interesante». Ahora tenemos de verdad un mar de trabajos mediocres que merece ser considerado mediocre.



Es tan estimulante como desconcertante, porque quiere decir que las reimpresiones de historias japonesas que tienen 10.000 páginas, son novelas gráficas, una recopilación de Batman es una novela gráfica, pero también lo es Génesis de Crumb, Notas al pie de Gaza de Sacco o Asterios Polyp. Todos salieron en año pasado, junto a otros libros. Ya habría flipado si hubieran salido en un período de entre tres y cinco años. El potencial de lo que se puede hacer, se está descubriendo justo ahora.

Pero, por otra parte, si ahora tuviera la edad apropiada, ¿me interesaría hacer cómics? No estoy seguro de que me interesase. Y en gran parte es por esa especie de consideración de los cómics como la propiedad privada de una casa encantada que se derrumba y a la que puedes ir pero que nadie más conoce. En parte es por eso por lo que se convirtió en un santuario para mí, no parecía estar superpoblado… Nadie más vivía allí, así que era muy estimulante, un sitio genial para rebuscar. Ahora me siento confuso fácilmente: hay gente que adora cosas que yo miro y me pregunto si merecen diez minutos del tiempo de nadie, y hay cosas que admiro porque las habilidades de la gente que hace cómics son asombrosas.

Ahora mismo, [el cómic] ya está a la par con cualquier otra categoría que quieras mencionar, tanto si es literatura como pintura… Ahora tienes una biblioteca de cómics de tamaño babilónico, es difícil de encontrar lo que merece la pena encontrar… Posiblemente, ahora no sé lo que está pasando, incluso en la parcela de los cómics que me suelen interesar, las cosas independientes, raras, extrañas que todavía se hacen.

Este intento por alcanzar la cultura en el que yo estaba interesado, jugaba con fuego. En cuanto todo está categorizado, colonizado y etiquetado, las cosas empiezan a parecer cerradas y prohibidas como lo estaba la cultura cuando hizo que me escapase a la mencionada casa encantada llena de viejos comic books.



Una de las cosas que se me han ocurrido al final después de ver una o dos cosas que han salido durante el último año y que realmente admiro, es que muchos autores ahora se sienten obligados a lidiar con esa enfermedad de ocho años y 300 páginas llamada novela gráfica. Tal vez yo sea el único autor del planeta que no tiene que hacerlo. Pensar eso es un alivio.

A pesar del hecho de que los lectores pueden disfrutar de la inmersión en un trabajo de 300 páginas -y parece que existe un mercado para cómics caros con lomo- ¿cuántas historias contadas en cómic necesitan de verdad tener 300 páginas? No tantas.

Así que, de repente, una nueva conversación puede reemplazar o incrementar aquella sobre el alto y bajo arte, y puede ser una sobre la compresión y descompresión. A mí me encanta el hecho de que el cómic sea un medio altamente comprimido que se abre dentro de tu cabeza, y me he pasado años haciendo las historias que componen Breakdowns intentando encontrar cuántas ideas pueden encajarse en un espacio pequeño. Maus necesitó esas 300 páginas, no es que metiera relleno para que tuviera la extensión de un libro. Intentaba comprimirlo para que no fueran doce volúmenes.

En cualquier caso, creo que muchas de las cosas que he empezado como novelas gráficas estarían bien si las repensara como segmentos de ocho páginas. Tengo varias estanterías llenas de investigación que he hecho para proyectos largos abortados que ahora podría retomar en cualquier forma o extensión que pidan… si piden estar en prosa, lo aceptaré. Si piden ser una combinación de prosa e imágenes, perfecto; y si piden ser cómics de dos, ocho o doce páginas (y cada una en un formato diferente), lo aceptare.

Por primera vez, al cómic se le permite tener una historia. Antes era tan caprichoso… estaba esa versión de la historia hecha de retazos que era como la versión de Fahrenheit 451 de mantener los libros vivos, con los recuerdos de los tipos más viejos en su lugar. Pero ahora, gracias a internet, la cosas están ahí, disponibles. Documentos, los recuerdos se acumulan y los historiadores pueden escudriñarlos.