Los repartidores de cerveza (Pau)

Reseña publicada originalmente en la revista Dolmen, ligeramente modificada para su publicación en Entrecomics.


Los repartidores de cerveza (Pau). Glénat, 2010. Rústica. 144 págs. Color. 15 €


Por algún oscuro motivo, los tebeos de Pau no parecen tener la repercusión que un historietista de su talla merece. La antología Escápula Greatest Hits (Edicions De Ponent, 2004) es uno de los tebeos españoles más divertidos del último lusto (año arriba año abajo) que sin embargo ha quedado diluido por esa especie de menosprecio que suele acompañar a las publicaciones cómicas, como si fuesen una categoría menor dentro del medio. Nada más lejos de la realidad -y de hecho el cómic nació del humor-, y con Los repartidores de cerveza, recopilación de historietas de estos personajes realizadas a lo largo de 10 años y publicadas en distintas revistas, Glénat hace justicia al genio creador de este autor que aúna en lo gráfico tanto a la escuela Bruguera como a la francobelga. A pesar de que estas influencias son claras, en este tomo se puede apreciar claramente su evolución a lo largo de de una década, y es especialmente interesante observar cómo adopta variados registros y técnicas en las distintas historias del libro, resueltos siempre con buena mano.



Pau emplea referencias al tebeo clásico de humor tanto en lo gráfico como en la construcción de personajes, cuya propia cualidad de prototipos es uno de los motores de las historias, y sobre esta base clásica recrea un universo propio cargado de humor autorreferencial (todo el mundo sabe que las ovejas explotan al morir) y de rupturas de la cuarta pared, estableciendo una complicidad con el lector que juega a su favor e incrementa el efecto cómico. Estamos hablando del humor de toda la vida, pero vuelto a hacer de manera graciosa. En los cómics de Pau, tanto la historia como el dibujo están al servicio del gag administrado con inteligencia: no son sólo las situaciones y los diálogos los que mueven al lector a la risa, sino la acertada utilización del ritmo, la secuencia, y la propia comicidad de la imagen. La edición de Glénat incluye una entrevista con el autor, ilustraciones y bocetos, y por si todo esto no fuera suficiente, los malos son un sabio loco, un grupo terrorista de vacas chechenas, y Max.