Día de mercado (James Sturm)

Reseña publicada originalmente en Zona Negativa y ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


Día de mercado (James Sturm). Astiberri, 2010. Cartoné. 96 págs. Color. 16 €


El rumbo estilístico que va tomando la obra de James Sturm (Nueva York, 1965) es precisamente un rumbo en la dirección que personalmente más aprecio en el tipo de cómic que practica. Si en las historias de Encima y debajo, correctamente ejecutadas, se olisqueaba tras la parábola un tonillo moralizante, como de advertencia, en El asombroso swing del golem la anécdota cobraba mayor importancia, y aunque continuaba pareciendo querer ser el chico más listo de la clase, Sturm se las arreglaba para no resultar demasiado condescendiente con el lector. Ahora, con Día de mercado, una historia tremendamente sencilla, parece haber encontrado esa nueva vía que tiende más a formular las preguntas adecuadas que a tratar de aleccionar con las respuestas intuidas. Día de mercado, como digo, es de una sencillez que desarma. Todo el relato transcurre en un día, en el que asistimos al viaje al mercado de un fabricante artesano de alfombras. Allí, pretende venderlas para ganarse el sustento. Pero los tiempos han cambiado y su elevada maestría en la confección de alfombras ya no parece ser garantía de venta, mucho menos de venta a un precio justo. De nuevo Sturm recurre a la parábola: ¿os imagináis de qué puede estar hablando un autor de cómic que relata la historia de un artesano, cuyo arte ya no es valorado en un mundo cada vez más materialista e industrializado, que tiene dificultades para salir adelante, que duda si debe prostituir su arte en beneficio de su superviviencia? Exacto.



La cuestión es que en Día de mercado se percibe, casi se palpa, la sinceridad, la preocupación, la entrega con la que el propio autor ha confeccionado este cómic, entretejiendo palabras y dibujos para ofrecer un producto bien hecho y “artístico”. También es fácil encontrar cierta sensación nostálgica, cierto ritmo moroso, que acerca este libro, en cierta manera, a la obra Seth. Y por supuesto, tratándose de Sturm, el tema judío está muy presente, y me ha recordado a algunas historias de Sammy Harkham y por supuesto a otro gran retratista de la sociedad judía, Will Eisner. Esta similitud no sólo tiene que ver con el qué, sino también con la preocupación por el cómo. Porque quizá lo más interesante de Día de mercado sea el modo en que su propia forma resuena con su fondo, más que en cualquiera de los anteriores trabajos de Sturm, y en gran parte debido a varios cambios en su estilo de dibujo -que ha virado hacia la economía de línea y la rotundidad-, su secuenciación de las escenas -marcando ritmos más pausados, más intropectivos- y su tono naturalista. Una escena, una doble página (justo aquí arriba), resume una de las ideas más bellas del libro: el protagonista observa el populoso mercado, y en su cabeza las formas y manchas de color que captan sus ojos se transforman en formas abstractas plasmables en una alfombra. Imagino que esto puede suceder a menudo en la mente de un historietista, cuando retuerce la realidad, simplificando su complejidad y reduciéndola a sus elementos esenciales, para adaptarla a su artística. Solo encuentro un pero a este Día de mercado, y es la secuencia final, que parece tan apocalíptica y tan alejada del tono del resto de la obra, que se hace inverosímil. Parece como si Sturm necesitase una especie de momento catártico para cerrar un libro que, a lo mejor, se podría haber cerrado con la misma pausa y sosiego con que comenzó. Salvando ese pequeño detalle, Día de mercado es un tebeo muy recomendable y además despierta nuevas expectativas ante el trabajo futuro de su autor.