El borrón (Tom Neely)

Reseña publicada originalmente en la revista Zona Negativa, ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


El borrón (Tom Neely). La Cúpula, 2009. Rústica. 196 págs. B/N. 15 €


Esta es la primera obra del autor que me llevo a los ojos, y creo que su primera monografía de cierta entidad, y la impresión no podría ser mejor. En lo estético Nelly bebe de Walt Disney, de EC Segar y de otros clásicos de la historieta y el slapstick, y también de los cómics de horror de los años ’50 y de sus herederon en Warren. Al igual que Al Columbia, Neely emplea ese tipo de personajes que de alguna manera conectan con nuestra infancia y nos hacen levantar instintivamente la guardia. Y después los agarra del cuello y los coloca frente a situaciones trágicas y macabras. Nos pilla con la defensa baja -¡el cuento no era así!- y el impacto emocional está asegurado. Porque el dibujo de Neely puede ser divertido, pero sus temas e intenciones no lo son, ni siquiera un poco. Otros de los referentes que vienen a la cabeza al leer esta obra son Jean Paul Sartre, Herman Mellville o René Magritte. Ya no nos movemos en el plano de la mera diversión.



Se puede decir que entre las ideas que recorren la obra, en la que un borrón de tinta persigue al protagonista y lo posee como si fuese un demonio, se encuentran la obsesión, la exclusión social, el terror existencialista y más concretamente el ansia irracional que impulsa la creación artística, un ansia que es tanto motor vital como sanguijuela devastadora de su portador. Apenas sin palabras, con una puesta en escena sobria pero elegante y unos personajes tan patéticos como inquietantes y aterradores (como los humanos reales, vaya), Neely hace que su protagonista atraviese calvarios personales en busca del amor y del sentido de su existencia. Las licencias surrealistas de Neely no son arbitrarias, y aunque es evidente que se puede hacer más de una lectura de los pasajes de este cómic, también está bastante claro que el autor sabe siempre por donde quiere llevar su historia. La parábola tiene visos de representar al artista en su contradictoria búsqueda a un mismo tiempo de dos polos opuestos: por una parte, la singularidad, y por otra el reconocimiento popular. Aunque cada lector posiblemente encontrará distintos significados, y tampoco es descabellada ni desaprovechable la lectura de El borrón como una sencilla historia de terror. Lo cual, evidentemente, no hace sino enriquecer la obra de Neely.