No moriré cazado (Alfred)


No moriré cazado (Alfred). Astiberri, 2010. Cartoné. 120 págs. Color. 17 €


Y para terminar con el repaso “negro” de hoy vamos con lo último del francés Alfred publicado en España, a quien ya pudimos ver dibujando Por qué he matado a Pierre, allí con guión de Olivier K. En este caso, el relato no debe tanto al estilo americano, porque de hecho es la adaptación de una novela de su compatriota Guillaume Guéraud ambientada en un pueblecito que sobrevive gracias a las bodegas y la serrería regentadas por sendos terratenientes. Tanto es así que podría decirse que uno de los protagonistas de la historia es el propio pueblo, marcado por la sensación asfixiante de resignación e ignorancia en la que viven sus habitantes, unos 1200 (casi los mismos que la obra de Jim Thomson), por las rencillas ancestrales, y por la violencia latente. En muchos sentidos se parece a Un cero a la izquierda, de Pierre Pelot y Baru: el ambiente rural, los obreros/campesinos oprimidos, el deficiente mental…

El relato en sí, sin necesidad de policías y ladrones, es negro, negrísimo, y ahonda en los motivos que llevan a un muchacho en apariencia ejemplar para cometer una masacre, comenzando directamente por el resultado de la misma y estructurándose el resto del libro como un gran flashback. Podemos decir aquí, sin miedo a equivocarnos, que nos encontramos ante una novela gráfica, pero no necesariamente porque nos recuerde a la obra de Clowes, Satrapi o Spiegelman, sino porque se lee como una novela ilustrada. Y, para mi gusto, esto no es excesivamente positivo. Es decir, Alfred ha tomado un texto potente y más que adaptarlo, ha optado por ilustrarlo. Con unas ilustraciones, todo sea dicho, muy elegantes, pero que no añaden demasiado al conjunto. A diferencia de lo que sucede en el caso de Loustal cuando adapta, o cuando directamente es guionizado por Paringaux, no existe esa interacción entre palabra e imagen que aporta nuevos significados y hace que dos más dos sean más que cuatro. No moriré cazado, resuelto a base de textos de apoyo en primera persona y con muy poco diálogo, funcionaría prácticamente igual leído de corrido y sin imágenes. Creo.



No he leído la novela y no puedo asegurar hasta que punto el ritmo del cómic debe mucho a aquella o no, pero al menos en el cómic no acaba de resultar creíble del todo la “epifanía” del protagonista, por muy brutales que sean los hechos que le rodean y empujan al crimen. El caso es que el cariño y la dedicación de Alfred por el relato que adapta sí que llegan al lector, y también impacta la brutalidad de los hechos, pero se hecha en falta una mejor caracterización de los personajes y un tratamiento del ambiente menos basado en la fórmula. No moriré cazado es un cómic que en líneas generales satisface en lo narrado, pero deja que desear en la forma de hacerlo. ¿Nos estamos empecinando mucho en el aspecto formal? ¿Acaso Alfred no le habrá dado vueltas a la idea hasta que finalmente ha decidido que esa, y no otra, era la mejor manera de contar la historia? Puede, y posiblemente mucha gente tampoco comparta esta apreciación mía. Pero me recuerda este tema al que tan a menudo surge en los blogs de cómic cuando se habla de adaptaciones al cine. “No se puede traducir de manera literal de un medio a otro”, “lo que funciona en el cómic no funciona en el cine”, “la gracia está en tomar la esencia y hacer algo nuevo exprimiendo las posibilidades del cine”, etc. Pues eso mismo es aplicable aquí.