Entrevista con Álex Romero y José Luis López Rubiño

Hace unos pocos meses Norma puso a la venta La canción de los gusanos, un cómic del que ya habíamos podido ver un par de capítulos publicados en la revista 2 veces breve. La canción de los gusanos viene firmado por Álex Romero (guión) y José Luis López Rubiño (dibujo), antiguos compañeros de fatigas que firman aquí su primera obra larga. La lectura de su relato no sólo nos resultó gratificante, sino que suscitó varias dudas debido a sus múltiples posibilidades de interpretación, de manera que nos pusimos en contacto con los autores para discutirlas. He aquí el resultado.

Pero antes, un pequeño detalle que olvidamos comentar con los autores y que se puede interpretar como justicia poética o como un eco de las profecías imprecisas proferidas por los fantasmas que vagan a lo largo y ancho de La canción de los gusanos. En las dedicatorias del libro los autores escribían: «(…) y a José Vicente Galadí, que nos cedió su escenario para ensayar algunas escenas breves (dos veces). Vicente, este año cae el premio del Saló a la mejor revista. A ti no, pero a alguien le cae seguro.» Ese mismo año, con la tinta de La canción de los gusanos aún fresca, José Vicente Galadí se hacía con el premio del Saló a la mejor revista por 2 veces breve.

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¿Cómo entran en contacto Álex Romero y López Rubiño? ¿Es La canción de los gusanos vuestra primera colaboración? ¿Habéis planeado volver a colaborar en el futuro?

Álex: Entramos en contacto en el patio del colegio: yo quería cambiarle algunos números de Conan por otros de Spiderman. Luego descubrimos que a los dos nos gustaba dibujar, pero que a él se le daba demencialmente mejor que a mí. A partir de ahí, no hemos dejado de hacer tebeos juntos siempre que ha surgido ocasión. Y por lo que a mí respecta, espero que no perdamos la buena costumbre: hacer tebeos con José Luis es uno de los grandes placeres de la vida. De momento, tenemos otro par de libros entre manos.

López Rubiño: De ese encuentro Álex se acuerda mejor que yo. Lo que sí recuerdo perfectamente es el primer intento de tebeo “serio” que hicimos. Se titulaba El viejo Tork, dibujado con tinta china, pincel y plumilla (¡como los profesionales!). Era la época en la que aún tenía la osadía adolescente de retocar los guiones que me pasaba. ¡No me quiero imaginar el desaguisado si hubiera intentado eso mismo en La canción de los gusanos! Hoy día es tal la confianza y fascinación por los textos de Álex que ni se me pasa por la cabeza.

La canción de los gusanos nació en forma de capítulos en la revista 2 veces breve, pero me pregunto hasta que punto teníais claro que queríais hacer un relato largo y, de ser así, si teníais ya un plan general del desarrollo de la historia.

Álex: El plan era más bien pragmático: ir montando un libro a pedacitos, como quien no quiere la cosa, ganando un poco de dinero con cada uno de ellos y de modo que el trabajo no interfiriese mucho en las labores de diseño gráfico de José Luis. Así reuniríamos una serie de episodios que se tendrían en pie por sí solos pero que, yuxtapuestos, formarían una narración larga con entidad propia. A medida que han cambiado las circunstancias, la estructura del relato también se ha transformado y con ella algunos elementos de su trama pero, en esencia, sigue siendo la historia que queríamos contar, solo que mejor contada.


Pasatiempo: encontrar las diferencias entre estas páginas, publicadas en 2 veces breve o en la edición unitaria de la obra, respectivamente.


¿Cuánto tiempo tardáis en realizar La canción de los gusanos? Lo digo porque hay una evolución gráfica muy importante entre las primeras páginas y las últimas. También me gustaría saber por qué se produce esta evolución. Es decir, ¿se va buscando el grafismo más acorde con el tono del relato, o es simplemente una “mejora”, una evolución del estilo?

Álex: En 2005 ganamos el premio del Injuve con el primer episodio. Yo todavía gateaba y no sabía decir “papá”, “mamá” o “deconstrucción”. Hubo muchos lapsos en los que el trabajo de José Luis no le dejaba tiempo para dibujar. Ha sido en el último año y medio, a la firma del contrato con Norma, y tras el fichaje por parte de El Jueves (que le ha permitido dejar otras ocupaciones y coger un ritmo regular de producción), cuando José Luis se ha ventilado el grueso del libro. Todo eso ha supuesto una evolución de vértigo y, de hecho, me ha permitido adaptar el guión a su capacidad cada vez mayor: hay determinadas escenas que originalmente iba a sugerir por elipsis, pero que decidí mostrar cuando comprobé que José Luis podía resolverlas de maravilla. Gracias a ello, el libro ha quedado mucho mejor que el que nos habría salido en caso de haber podido terminarlo del tirón entre 2005 y 2006.

López Rubiño: El resultado refleja la evolución transcurrida durante esos años, e incluso cierto “puzzle” estilístico, al tratarse de fragmentos que se iban publicando en distintos momentos. También dio tiempo a darme cuenta de “errores” más o menos graves a medida que iba avanzando, y de soluciones tomadas inicialmente que a posteriori no me parecían tan buenas, pero que por formar parte de los pilares de la historia, tuve que mantener discretamente hasta el final.

En la introducción del libro escribís, “Como les de por improvisar, se les va a ir la obra de las manos”. Hace poco Daniel Clowes decía en una entrevista que Wilson, el protagonista de su última obra, había tomado las riendas de su propia vida y era impredecible. ¿Os ha sucedido algo parecido a vosotros?

Álex: Sí pero, por suerte, eso formaba parte de nuestro plan maquiavélico. Cuanto más se salieran del tiesto, mejor. A fin de cuentas, el libro trata de unos fulanos que intentan escapar de su destino, es decir, salirse del guión. Contábamos con que se rebelasen y así cumplieran mejor nuestros propósitos. Es el caso, por ejemplo, del niño que canta nanas entre las ruinas: en principio su función en la historia era otra, pero ni a él ni a Empson les dio la real gana de atenerse al guión. ¡Ellos solos se lo buscaron! Les está bien empleado por no ser tan ocurrentes como Wilson.


El inquietante niño cantarín.

Aprovechando que os tengo a mano a los dos, una curiosidad. ¿hay alguna escena, personaje o imagen concreta que hayáis incluido porque a López Rubiño le apetecía dibujarla?

Álex: En realidad, el libro entero. Al construir un guión siempre intento implicar al máximo al dibujante, que a fin de cuentas es quien tendrá que creerse la historia cuando le toque defenderla ante los lectores. En este caso, la historia nace porque José Luis quería dibujar un tebeo ambientado en la guerra. El pobre ha tenido tiempo para arrepentirse…

López Rubiño: Tenía ganas de dar rienda suelta a una faceta desconocida (ahora ya no tanto) para la mayoría de lectores que me conocen como humorista gráfico. Mis primeras influencias no provienen del humor, si no de dibujantes de historieta americana como Bernie Wrightson, Barry Smith, o cualquiera de los de la EC o Warren. De esa época guardo gusto por lo sombrío y cierta soltura en los acabados tenebristas, debida a la práctica de aquellos años. La guerra, con sus efectos sobre ciudades, mentes y anatomías, me pareció un buen tema para llevar a cabo el propósito.

Todos esos fantasmas que aparecen en vuestro cómic tienen un aspecto muy deteriorado. Reconocedlo, lo que queríais era subiros al carro de la moda zombi.

Álex: ¡Que más quisiéramos! Empezamos demasiado pronto, cuando aún no se había desatado la fiebre en toda su magnitud, y terminamos demasiado tarde (¿han publicado ya Cumbres purulentas?). Pero es cierto, nuestros fantasmas tienen mucho de muertos vivientes: yo les veo aire de familia con la panda de cabroncetes que atormentan al Hombre lobo americano en Londres, con los parientes molestos de Descansa en paz de [John Ajvide] Lindqvist, y sobre todo con los retornantes del Tiziano Sclavi de DellaMorte DellAmore y la hermosísima Morgana, tal vez mi historia predilecta de Dylan Dog.

López Rubiño: Mi idea inicial era hacer algo con fantasmas estilo padre de Hamlet, que le da como ese barniz culto. Poco a poco entré en razón, y me dí cuenta que tenía mucho más sentido hacerlo así, con ese matiz gore, el horror de la guerra no participa tanto de seres fosforescentes a secas, y sí de la sesera al aire, el brazo de menos, el gusano reptando por la comisura de los labios, etc…


Los fantasmas de La canción de los gusanos… acojonan.


Hay una cosa en vuestro trabajo que me impresiona bastante, y es su complejidad y densidad, que me da la sensación de que va creciendo a medida que avanza la historia. A su vez, me pregunto cómo de prefijado estaba esto en vuestra idea inicial. O sea, el libro comienza con una profecía que será un poco el desencadenante de la acción y también la que provoque los dilemas morales que queréis plantear. ¿Estaba todo atado y bien atado desde el principio?

Álex: Digamos que estaba apuntado y relativamente apuntado. La estructura episódica que planificamos al principio solo nos permitía profundizar hasta cierto punto sin comprometer la hipotética autonomía de cada entrega. Cuando lo replanteamos como libro de una vez, aprovechamos para intentar montar algo más jugoso, sacar más partido a las implicaciones del argumento, superponer más capas de significado de forma que cada relectura tuviese recompensa y el libro no se agotara con una sola pasada por la superficie de la trama. La versión original habría tocado los mismos palos pero de forma más ligera… ¡quién sabe si más digerible!

¿Está preparado el lector de cómic español para un cómic como La canción de los gusanos, repleto de citas literarias, diálogos crípticos, personajes simbólicos y demás?

Álex: Realmente, al lado de libros que se han publicado aquí, como El destino del artista o los de Chris Ware, el nuestro parece un Don Miki. En España hay público para cómics de lectura difícil, pero eso no quiere decir que a todo el mundo le apetezcan los jeroglíficos a todas horas. En nuestro caso, parece que los que han entrado en el juego que proponemos le han sacado bastante sustancia y están muy satisfechos, así que nos damos con un canto en los dientes. Tenemos claro que nuestro libro no va a ser el próximo Arrugas, aunque tampoco se está vendiendo mal.

Hay dos preguntas que me rondan sobre la edición de La canción de los gusanos. La primera es si siempre lo planteasteis como un trabajo que queríais publicar en España. Tanto por su diseño de página, su tema, su localización e incluso el estilo gráfico, parece un tebeo pensado para el público francés más que para el español. La segunda pregunta es sobre la edición española. Si no me equivoco, la obra está concebida inicialmente para un tamaño mayor (como mínimo, el de la revista 2 veces breve), pero parece que el dibujo ha aguantado bien la reducción y que el pequeño tamaño de la edición española le da cierto empaque. ¿Qué os parece a vosotros la edición de Norma? ¿Veíais vuestro tebeo en otro formato?

López Rubiño: La idea inicial era hacer un álbum clásico de 48, de hecho la planificación de las páginas publicadas en 2BV iban en ese sentido. Se puede notar especialmente en el arranque, en las tres primeras páginas del libro. El número de viñetas, los espacios, y el detenimiento que puse en la ejecución del dibujo, es algo que tuve que ir modificando y adaptando a las necesidades del formato de novela gráfica, que fueron surgiendo progresivamente con la posibilidad de editar con Paquet, cuyas condiciones no nos convencieron, y más tarde con Norma.

Álex: Aunque nuestra prioridad era colocarlo fuera (de ahí todos los rasgos formales que enumeras), la oferta de Norma nos pareció inmejorable. No nos han decepcionado: el trato ha sido exquisito y la calidad de la edición roza lo sobrenatural. Es más, estoy de acuerdo contigo: creo que el formato pequeño le hace ganar empaque. Les ha salido un libro tan coqueto que lo tengo escondido en el armario para no estar todo el día sometiéndolo a tocamientos indecentes.

¿Cómo se plantea uno un tebeo ambientado en la 1ª Guerra Mundial? ¿Hay mucha influencia del cine o de los cómics de Jacques Tardi, por ejemplo? Y, por supuesto, ¿por qué la 1ª Guerra Mundial?

Álex: Tardi fue una influencia muy poderosa en la medida en que intentamos alejarnos todo lo posible de él para que no nos saliera una imitación patética. Por eso quisimos hacer una guerra mucho más abstracta, como un territorio de penumbra ajeno al tiempo. Quizá podríamos haber hecho lo mismo con cualquier otro conflicto, pero la 2ª Guerra Mundial o la Guerra Civil española, por ejemplo, conllevan una carga emocional respecto a los bandos que podría haber viciado la lectura. No queríamos nazis perversos, ni fachas y rojos: solo infelices perdidos en el país de la muerte. Si tuviera que señalar influencias inequívocas y deliberadas, me quedaría con dos: el absurdo negrísimo de Gila (“yo no soy cojo, es que me fusilaron mal”) y los Cuentos de soldados y civiles de [Ambrose] Bierce.

López Rubiño: Personalmente me pirra Tardi, y fue una preocupación importante durante el proceso intentar contribuir con algo distinto a lo que ya ha aportado él. En cine, siempre me ha gustado Senderos de gloria de Stanley Kubrick, pero no sé si habrá algo de eso en el resultado. Creo que hay más Sergio Leone, aún tratándose de western, del que sí que participa más abiertamente la historia en cuanto a lenguaje.


Como en una de Leone, además de mover a sus personajes a través de decorados en ruinas y desolados, los autores plantean un duelo final.


Hasta yo que no controlo el tema he descubierto varias referencias literarias (además de aquellas contenidas en los nombres de los personajes), pero me gustaría saber si también hay homenajes o referencias visuales.

Álex: La más explícita es Goya, para dejar claro de dónde venía tanta mala leche atragantada por muy francobelgas y anglófilos que nos quisiéramos poner: hay una secuencia que está construida en torno a dos grabados de la serie de los Desastres de la guerra. También hay escenas cuya atmósfera se inspira en el mundo de escombros y basura de ese otro clásico de la misantropía que es Los olvidados de Luis Buñuel, y en el Samuel Fuller de expresionismo más áspero (es decir, antes Casco de acero que la prodigiosa Uno rojo, división de choque). Pero los préstamos son sobre todo formales y obedecen, más que al capricho de jugar con recursos ajenos (aunque algo de eso hay), a la búsqueda de las herramientas más eficaces para contar nuestra historia. Está Leone, como apunta José Luis. O por ejemplo, en la escena nocturna en el hospital de campaña mezclamos encuadres tomados de The Eye of the Beholder (uno de los mejores episodios de Dimensión desconocida) con otros de Russ Meyer (tan aficionado él a plantear el plano/contraplano a la altura del pecho de sus musas), para transmitir a un tiempo esa sensación de anormalidad pesadillesca y la tensión sexual entre los personajes. Incluso hemos ensayado formas musicales: toda la masacre final está contada a ritmo de 6/8, como un vals en el que a cada viñeta “fuerte” le siguen dos “débiles”.


Uno de los homenajes más claros en La canción de los gusanos es el dedicado a Goya y sus Desatres de la guerra.


Leyendo La canción de los gusanos, vertebrada alrededor del tema del traidor y el héroe, no he podido evitar acordarme de un cuento de Borges, Tema del traidor y el héroe, precisamente. Al releerlo he encontrado más similitudes, como apunta esta cita del cuento: “Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches”. ¿Fue este cuento de Borges una de vuestras inspiraciones para La canción de los gusanos?

Álex: No de forma consciente, pero tienes razón, hay muchas similitudes. Supongo que estaba almacenado en un rinconcillo polvoriento de la memoria y jugó su papel en la escritura del guión. En mis tiempos de jovenzuelo cretinoide le tenía cierta tirria a Borges por esa aureola de autor al que había que leer obligatoriamente y de rodillas, y no le concedí la oportunidad de seducirme hasta los veintipico años. Eso sí, fue probarlo y tirarme de cabeza. Irónicamente, ahora que he madurado y ya soy un adulto cretinoide, leo el Tema del traidor y del héroe y en algunos párrafos, como cuando habla de copiar chapuceramente a Shakespeare, casi me parece una crítica burlona de nuestro libro. No tiene piedad, el tío.

¿Cómo de natural o de complicado habéis encontrado dar el tono teatral a vuestra obra?

López Rubiño: Para mí ha sido sencillo, ya que intentamos que los personajes participaran de cierta rigidez, y representarlos como si fueran marionetas. Se suprimieron muchos registros para simplificar, y eso facilita mucho la parte gráfica.

Álex: Es la clave que nos ha permitido contar la historia. Teníamos claro que nos convenía huir del naturalismo, y el marco teatral era el artificio más congruente con nuestro tema, el que mejor podía transmitir nuestras intenciones al lector e integrar los elementos fantásticos de forma orgánica. A partir de ahí todo fue coser y cantar: la estructura de las escenas, los mutis por el foro, la violencia estilizada, los diálogos ampulosos… pocas cosas hay tan divertidas como montar una obra con los amigos.

Hay varios símbolos y escenas en La canción de los gusanos que sugieren la idea de un movimiento cíclico, pero a la vez, dentro de cada ciclo, hay posibilidades de cambio, de metamorfosis. Yo me pregunto cómo tenéis de claro, a nivel personal, la idea del libre albedrío frente a la predestinación, o la idea de la capacidad de redención.

Álex: En cierto sentido, y por eso creo que es un libro tan personal para los dos, el guión de La canción de los gusanos es una larguísima carta que le he escrito a José Luis a propósito de uno de los temas sobre los que llevamos toda la vida hablando. Él siempre ha sido muy escéptico respecto a la posibilidad de cambiar la propia “esencia”, por así llamarla, y con ella el destino reservado a cada quién. Pero por otra parte está la realidad existencial del libre albedrío y la responsabilidad que implica. Yo tiendo a compartir la opinión que expresa el fantasma en el epílogo, pero no deja de ser eso, mi opinión (y la del fantasma). Lo último que queremos es sacar conclusiones por el lector, ese ser de sexo indefinido por cuya inteligencia sentimos el mayor de los respetos. Para nuestro alborozo, hay quienes consideran que la historia es brutalmente pesimista mientras otros ven ciertos haces de esperanza. De eso se trataba.

Los dos personajes principales se mueven por impulsos muy básicos, primitivos y viscerales, como son en miedo y el deseo, por ejemplo. Sin embargo, a medida que avanza el relato cada uno de ellos tendrá que enfrentarse a esos instintos y tomar la decisión de abandonarse a ellos o de apelar a su racionalidad y vencerlos. Ahondando en este tema, en cierta parte de La canción de los gusanos un personaje viene a decir que la mente es una fuente de amargura. ¿Tenéis vosotros una idea clara sobre este asunto, o sólo ponéis sobre la mesa vuestras preocupaciones? Y por otra parte… ¿tanto nos hace sufrir la sustitución de los instintos por un código moral?

Álex: De ahí dicen que venía el dichoso malestar en la cultura, ¿no? Es otro de esos conflictos sin solución clara con los que nos apetecía jugar. Ni los instintos son tan instintivos ni la razón es tan racional. No podemos abandonarnos totalmente a los impulsos porque carecemos de la inocencia de la bestia. El pensamiento y el lenguaje nos envenenan: nunca seremos espontáneos, nunca podremos evitar la reflexión sobre nuestros actos, no sabemos dejar de auto-observarnos. Nietzsche soñaba con la bestia rubia que actúa sin rendir cuentas a nadie, pero al despertar se dedicaba a escribir libros para justificarla. ¿Cómo escapar de la sociedad refugiándonos en la naturaleza si la naturaleza es otra construcción social? Y a la inversa, ¿en qué medida, cuando razonamos, estamos intentando forzar una argumentación favorable a nuestros impulsos irracionales?

López Rubiño: Alguien dijo, no recuerdo quién, algo así como: “el que piensa pierde”. Olvidando, eso mismo, que no se puede dejar el pensamiento en una estantería, o como el que deja la dentadura en un vaso con agua.

Álex: Sí se puede. Yo lo hice cuando fui a ver Luna nueva. Es más, notaba cómo me chorreaban las neuronas por las orejas.

Un poco relacionado con la pregunta anterior, en La canción de los gusanos hasta los muertos mienten, lo cual supone una pequeña subversión de su rol clásico. ¿Por qué hay tanta mentira en este cómic?

Álex: Porque sus personajes son animales racionales que intentan hacer trampas para escapar al destino, y una de las trampas más a mano para tal especie zoológica pasa por redefinir la situación mediante embustes. El caso más claro es el del soldado que escribe y reescribe una carta a su prometida en un cuartucho lleno de prisioneras violadas. En uno de los primeros finales que planeamos el desertor mataba al héroe y luego, herido de muerte él también, terminaba de escribir la carta de su enemigo mientras se desangraba. A veces el embuste, para sobrevivir, exige la muerte del embustero.


Una de las maneras más clásicas de convertir una mentira en una verdad aceptada: escribirla en negro sobre blanco.


En vuestra obra me ha chocado el papel ambiguo que juegan las mujeres. Una de ellas es una señorita inglesa preocupada por su honor, otra es una prisionera vejada, otra es una mujer que parece vender sus servicios sexuales y a la vez ser víctima y depredadora. Curiosamente, nunca vemos del todo la cara de ninguna de ellas. ¿Tenéis algo que comentar al respecto?

Álex: Queríamos mostrar a estas mujeres desde el punto de vista de los hombres, en los papeles terriblemente ingratos que escriben para ellas. Por eso decidimos esconder las caras de todas salvo una: la esposa del reverendo, en el epílogo, que por su edad no es (en principio) susceptible de ser observada como objeto sexual. En el polo opuesto tenemos a la prisionera, atada y amordazada. No se mueve, no habla, y por tanto es la muñeca perfecta sobre la que los soldados pueden reescribir la realidad a su antojo.

López Rubiño: No es cierto, la realidad es otra. Álex conocía mi fenomenal torpeza para dibujar féminas, y sabía que si incluía muchas en la historia, la publicación de la obra en vez de para el 2010 podía haberse dilatado perfectamente hasta el 2020.

A través de varios elementos, como por ejemplo el niño y su hermano muerto, por no mencionar a los omnipresentes fantasmas, se establece una comunicación a lo largo de todo el relato entre el mundo real y el mundo “de los muertos”. ¿Creéis que esa comunicación existe en el mundo real? ¿Que los muertos ejercen alguna influencia sobre nuestras vidas?

Álex: Sin duda, y de la forma más prosaica posible: los muertos han creado el mundo en que vivimos, sus reglas de juego, y por tanto condicionan nuestros actos. Son la tradición, el pasado, sus monumentos y sus mentiras. Claro, ellos mandan porque nos empeñamos en hacerles caso. Es la tragedia de la cultura, como la llamaba uno de los clásicos de la sociología, Georg Simmel: nuestra capacidad de crear nos hace esclavos de nuestras propias creaciones y por tanto dicha capacidad conlleva en sí misma su propia anulación. Si nos oprime la realidad es por la magnitud de nuestro poder para recrearla día a día, para mantener en vigor las normas de los muertos. ¡Necrófilos que somos!

López Rubiño: Y el que quiera una explicación práctica de lo que eruditamente acaba de decir Álex, que intente entrar en una floristería cualquiera el día previo al de Todos los Santos.

Álex: Si nos ponemos más esotéricos… ¿no es una pena que los muertos solo usen las psicofonías para decir sandeces? Pero es que hasta el más allá y sus intermediarios han degenerado. Compárese la declamación apabullante del doctor Jiménez del Oso con la vocecilla de cuñado pusilánime que se gasta Íker.


Es más, los muertos no quieren perderse el final de la función.


Después de toda esta densidad, podemos acabar con dos preguntas tipo más relajadas. ¿Me podéis comentar cuáles son algunos autores u obras favoritas en la actualidad?

López Rubiño: Coincidiendo con el tema bélico, acabo de leer Operación muerte, de Shigeru Mizuki y me ha gustado un montón.

Álex: Uno de los trabajos que más me han impresionado en lo que va de siglo es el Hulk de Bruce Jones. Me parece modélico, probablemente su obra maestra, por el dominio de la forma que exhibe y por su audacia a la hora de conjugar un trasfondo personalísimo con una solvencia comercial irresistible. Por lo demás, a parte del coleccionismo compulsivo de todo lo que se me pone a tiro de Tiziano Sclavi y Junji Ito, creo que mis gustos no se distinguen demasiado de los de cualquier fulano de mi quinta, así que, si te parece bien, voy a destacar a la competencia directa aprovechando la riquísima variedad de tebeos que están haciendo ahora mismo nuestros compatriotas: dejando a un lado a los maestros como Felipe Hernández Cava (tan inquieto y estimulante como siempre) y Enrique Sánchez Abulí, procuro echarle un ojo a todo lo que escriben Raule, Juan José Díaz Canales, Enrique Bonet, los Garcías (Santiago y Jorge), José Robledo (¡impresionante Ken Games!), Josep Busquet o El Torres. José Luis Munuera exige mención especial: el suyo es uno de los cráneos más privilegiados que he conocido, dentro o fuera de los tebeos. Diría que es un narrador nato si no temiera faltar al respeto a las cantidades ingentes de reflexión y sudor que hay en su trabajo. Su Walter es sencillamente magistral, una especie de über-slapstick desquiciado: no se puede hacer un tebeo más puñeteramente divertido. Con todo, el libro al que le tengo más ganas es el Dorian Gray de Enrique Corominas: su esteticismo arrebatado debería bastar para hacer las delicias del propio Oscar Wilde, pero es que además puede que sea una de las versiones que mejor han penetrado en el espíritu del texto. ¡Que tiemble Luis Antonio de Villena! (O, si es sensato, que se vaya poniendo la servilleta al cuello, porque le espera un verdadero festín).

Y por último. ¿En que estáis enfrascados ahora, que nos ofreceréis en el futuro?

Álex: Como te decía antes, tenemos entre manos un par de obras conjuntas. La primera trata sobre el extraño comercio entre un hombre y el hijo monstruoso de un rey. La segunda es un relato incurablemente español lleno de tierra sucia, ventisca y niños muertos. Y luego, como ocurre con todos los guionistas, maquetas mil de las que no se sabe cuál se convertirá en tebeo: a bote pronto, un folletín maquiavélico con Pere Mejan, una espiral de locura con Paco Peña, una de niños perdidos y otra de disputas infernales con Lola Sánchez, una de cuentos esquizofrénicos con Fritz, un libro de autoayuda con Andrés Soria, una fábula de las montañas escabrosas con Chema García, y una comedia negra esotérica con José Luis Munuera. ¡Ya se verá!

López Rubiño: Si todo sale bien, y no desfallezco en el intento de seguir la facilidad de engendrar de mi compañero, seré partícipe de las dos que inician. Empezaremos en breve con la primera, y ojalá sepamos reflejar y mejorar todo lo aprendido con nuestros queridos gusanos.



GALERÍA

Dejamos aquí algunas imágenes de lo que pudo haber sido y no fue, distintas aproximaciones gráficas que finalmente se desecharon en favor de la que podemos definitivamente en el libro. Como, por ejemplo, una versión en color.



Romero y López Rubiño también ensayaron otro estilo que pasaba por los grises, en lugar del blanco y negro puro por el que finalmente se decantaron:



El estilo de dibujo de López Rubiño en La canción de los gusanos presenta un registro diferente al empleado en su faceta humorística, cultivada en distintas publicaciones, y sin embargo hay un nexo de unión entre esta obra llena de guerra, muertos y dolor y sus chistes amargos y desencantados. Como estos dos publicados en Retranca:



O, para terminar, como esta página para El Jueves.