Tú me has matado (David Sánchez)

Reseña publicada originalmente en la revista Dolmen, ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


Tú me has matado (David Sánchez). Astiberri, 2010. Cartoné. 80 págs. Color. 15 €

Si hace un rato hablábamos de Los desesperados de Mezzo y Pirus, es pertinente traer ahora a colación esta obra, porque vendría a ser una especie de deconstrucción de aquella. Si los franceses basaban su relato en los clásicos del género negro (literario y cinematográfico), los referentes de David Sánchez son precisamente los autores que han dado un paso hacia una concepción más posmoderna, utilizando los tics y convenciones establecidos a su manera.

Así, la puesta de largo de David Sánchez con Tú me has matado ha resultado sin duda el debut nacional más interesante en lo que va de año. Las pistas ya estaban ahí, en esos capítulos prepublicados en El Manglar que en este tomo se complementan con abundante material inédito, reordenando y redondeando el conjunto para que esta historia coral se convierta en algo mucho más complejo de lo que el limpio dibujo y la austera puesta en escena del autor parecen sugerir a simple vista. Tú me has matado es un cómic de género, aunque este género sea indescriptible y si acaso pueda relacionarse con una americanidad conscientemente impostada, la de esa América de la road movie desértica, de Russ Meyer y Gilbert Hernandez, de Quentin Tarantino y el ya mencionado tándem formado por Mezzo y Pirus, donde lo criminal se entremezcla con lo imposible y los personajes no son dueños de su destino.



En las páginas de este libro, Sánchez captura con acierto esa América de ficción construida principalmente desde el cine que tiene tanto de real e inquietante como de fabulada e… inquietante, y que permite reconocer como posibles los hechos y escenarios de Corazón salvaje o Ghost world. O de Tú me has matado. Además de ofrecer imágenes de enorme impacto jugando con variaciones de una iconografía conocida (y ahí se hace su notar su profesión de diseñador gráfico), el autor apuesta constantemente por el extrañamiento del lector, manteniéndolo en un estado de estupor hasta el mismo final, un final donde en lugar de recompensarlo con una explicación lógica, se da una nueva vuelta de tuerca, pero sin pasarse de rosca. Parafraseando el propio cómic, puede que alguno, leyendo Tú me has matado, pierda la fe. Pero si sigue en el camino, sucederá el milagro.