El callejón de la gasolina

El artículo que se reproduce a continuación se publicó originalmente en la web Zona Negativa. Se han realizado ligeras modificaciones para su presente publicación.

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El cómic como medio de masas nace a principios del siglo XX en los periódicos de Estados Unidos. Tal es su éxito que muchos diarios compiten por acaparar a los autores de más éxito para atraer a un mayor público hacia sus páginas, y algunos de ellos son tratados como auténticas estrellas. El país está lleno de emigrantes que apenas si chapurrean el inglés y que encuentran en las tiras de prensa una lectura sencilla y cercana que además les sirve para perfeccionar su dominio del idioma. El magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst (inmortalizado artísticamente por Orson Welles en la figura del ciudadano Kane) es gran aficionado a las tiras cómicas y, consciente de su capacidad para aumentar las ventas, las potencia en sus periódicos sensacionalistas. Así, compite con el otro gran magnate de los medios de información, Joseph Pulitzer, por el fichaje de figuras del cómic de la época como Richard F Outcault, por ejemplo. De hecho, el término prensa amarilla proviene, según algunos historiadores, del modo en que el público denominaba a los periódicos de Hearst, donde se editaba el Yellow Kid de Outcault: yellow kid papers, que finalmente se contrajo a yellow papers. Tanta era la pasión de Hearst por el cómic, que en una ocasión impuso a George Herriman un aumento de sueldo tras leer una página de Krazy Kat que le gustó especialmente (la serie se seguía publicando más por ser del gusto de Hearst que por su éxito entre el público). A pesar de la negativa de Herriman a aceptar el aumento, aduciendo que ni se consideraba a sí mismo un autor extraordinario ni la serie gozaba del favor del público, Hearst le obligó a aceptarlo.


Caricatura de William Randolph Hearst realizada por J Campbell Cory en 1898.


Desde su nacimiento hasta al menos el final de la Segunda Guerra Mundial, el público se vuelve loco con las tiras de prensa: se divierten con las aventuras de Popeye, un marinero con el que muchos inmigrantes se sienten identificados. Las investigaciones y la truculencia de Dick Tracy mantienen en vilo a la población. Las desventuras de Little Orphan Annie ablandan el corazón de los lectores y su comentario político solivianta los ánimos. La fantasía dominical de Little Nemo contiene toda la grandeza que el otro gran fenómeno de la época, el cine, todavía no puede ofrecer. Lil’ Abner de Al Capp ofrece una visión de la América rural divertida y a la vez tremendamente satírica. Mientras algunos desprecian el medio como arte menor, artistas de la talla de Picasso encuentran inspiración en las páginas de los Katzenjammer Kids. Incluso años más tarde, la aparición del formato que destronaría a la tira y la página dominical del periódico, el comic book, tendría su origen en el propio cómic de prensa. A Maxwell Charles Gaines, más tarde editor de Nacional Periodical (una de las piezas fundacionales de DC) y artífice del nacimiento del primer supergrupo, la Justice Society of America, se le ocurrió doblar la página doble de periódico, dando lugar al tamaño y paginación de los actuales comic books. También fue el primero en distribuir estos comic books en quioscos, con el popular precio de 10 centavos en portada. El imperio editorial de Gaines no cayó en saco roto, ya que tras su (trágica) muerte fue heredado por Bill Gaines y se convertiría en una de las editorales que más han dado que hablar en menor tiempo: EC. Pero esa, como diría Kipling, es otra historia…


Página dominical de Popeye de EC Segar de 1933, censurada por muchos periódicos por su crudeza.

Muchas son las tiras de periódico que merecen nuestra atención, y desde hace algo más de un lustro en Estados Unidos se está viviendo una especie de revival de la tira de prensa. Tal vez el primer gran recuperador de esta tradición fue Denis Kitchen desde los años 70 en su compañía Kitchen Sink Press, pero tras la quiebra de su ésta ha habido que esperar bastantes años hasta que las editoriales han vuelto a mirar hacia atrás con renovado interés. En un corto espacio de tiempo se está procediendo a la publicación de forma cuidada y cronológica de varios hitos de la historieta sin los cuales en imposible entender el cómic hoy en día. De hecho, debemos en parte este redescubrimiento de lo clásico a los autores más vanguardistas, capitaneados por Chris Ware y Seth. A la hora de buscar nuevas aproximaciones a la historieta a través de las cuales poder plasmar sus ideas, muchos de estos autores han mirado atrás, muy atrás, hacia la época en la que las posibilidades del cómic aún estaban siendo descubiertas día a día en la página de periódico, la época en la que los modos del cine aún no se habían convertido en los patrones narrativos de la historieta. Así, ahora mismo podemos disfrutar de ediciones exquisitas por parte de Fantagraphics de Thimble Theater (Popeye), Krazy Kat, Peanuts de Charles Schulz o Captain Easy de Roy Crane, por citar algunas de las más interesantes. Por su parte, IDW realiza una labor titánica con la recopilación de Dick Tracy de Chester Gould, Terry y los Piratas de Milton Caniff, Little Orphan Annie de Harold Gray, Li’l Abner de Al Capp o Bringing up father, de George McManus. Como comentábamos, algunas de estas ediciones cuentan con el «patrocinio» (diseño, cubiertas, textos introductorios, selección de materiales) de reconocidos autores actuales, trazándose una línea recta imaginaria entre las primeras etapas del cómic y la actual novela gráfica que debería dar que pensar.

En España la situación no es excelente en cuanto a edición de clásicos ha sido Planeta quien ha recuperado para el mercado español estos clásicos, aunque en muchas ocasiones sus ediciones son deficientes debido a una pobre reproducción, a una rotulación inadecuada o a un recoloreado estridente: Krazy Kat (que además quedó inconclusa), el Flash Gordon de Alex Raymond, Terry y los piratas o Tarzán y El Príncipe Valiente de Harold Foster sufren algunos de estos problemas. Mucho más acertadas han sido sus ediciones de Carlitos y Snoopy (o Peanuts) y Popeye. Por su parte, Panini ha comenzado recientemente a interesarse por la tira de prensa norteamericana, destacando su edición de Julieta Jones de Elliot Caplin y Stan Drake y suscitando expectativas por parte del público por la próxima edición del Flash Gordon de Harvey Kurtzman y Dan Barry. Tampoco podemos olvidar la labor de Libros de Papel, la editorial dirigida desde Portugal por Manuel Caldas que ha hecho llegar al mercado español interesantes ediciones de Príncipe Valiente, Krazy Kat, Lance de Warren Tufts o Los niños Kin-Der de Lyonel Feininger.

Todas las series mencionadas destacan en alguno u otro aspecto y han contribuido, en mayor o menor medida, a la evolución del cómic tanto en sus aspectos formales como temáticos e incluso en los formatos. Pero de entre todas ellas una destaca por su particular aproximación argumental, una que jamás (que yo sepa) ha sido editada en España y que al fin está recibiendo el trato que merece en Estados Unidos: Gasoline Alley, de Frank Oscar King. Hay que agradecer a Drawn & Quarterly como editorial y a Chris Ware como diseñador y autor de los prefacios de los cuatro tomos que hasta el momento se han editado en Estados Unidos, la recuperación de uno de los cómics que más sensación causaron durante los años 20 y 30 en Estados Unidos. Si en otras historietas era la aventura, la fantasía, el humor o el crimen lo que hacía avanzar la trama y cohesionaba las series, Gasoline Alley (editada por la editorial canadiense bajo el título Walt & Skeezix) sería la primera de corte costumbrista. En su tira, Frank King simplemente narraba los pormenores de la vida cotidiana, aderezados de vez en cuando con tramas más «emocionantes» que incluían secuestros o carreras de coches. Pero lo realmente importante era el día a día de sus protagonistas, sus pequeñas preocupaciones, convirtiendo a Gasoline Alley en el primer ejemplo de slice of life o tranches de vie antes de que los términos se hubiesen siquiera inventado. La tremenda humanidad que desprenden sus páginas, su humor blanco, su canto a la amistad, al amor a la naturaleza y a la sinceridad, su ritmo pausado, su despreocupación por el gag y, sobre todo, el hecho de que los personajes viven, evolucionan y envejecen al mismo ritmo que sus lectores, la convierten en la primera historieta contada en tiempo real (y, por cierto, aún se edita en nuestros días). Además, de entre todas las de su época, fue una de las tiras que mejor captaron el espíritu de los tiempos que corrían, lo que a su vez provoca que leída hoy en día transmita una importante sensación de nostalgia.


King e hijo.


Frank King. Primeros pasos

Frank Oscar King (1883-1969) publica su primer dibujo en 1898 en The Tomah Herald, el periódico local de Tomah (Wisconsin), localidad en la que creció, y a los 19 años ya forma parte de la plantilla de Minneapolis Times dibujando todas las semanas la serie Junior Times Nursery Rimes. En 1905 comienza sus estudios en la Chicago Academy of Fine Arts, donde comprende que su medio es definitivamente la historieta. Sus primeros trabajos en el Chicago Examiner, donde publica entre 1906 y 1909, muestran claramente la influencia de otros exitosos artistas de la época como Winsor McCay o Clare Briggs, de quien adquiere el gusto por las historias costumbristas y el análisis de la condición humana desde su lado más amable. En 1909 King es contratado por el Chicago Tribune, periódico al que permanecería fiel hasta su retiro a principios de los años ’60. El periódico trata por aquel entonces de convertirse en el diario principal de la ciudad y para ello, Joseph Patterson, uno de sus directores, decide potenciar la sección de cómic. Patterson sería el cerebro (o al menos así le gustaba considerarse) tras tiras tan exitosas como Little Orphan Annie o The Gumps de Sidney Smith, gran amigo e influencia de Frank King. Tanto es el éxito de la tira de Smith que durante algún tiempo la gente se refiere al Chicago Tribune como The Gump Paper. King produce varias series para el Tribune, como la página dominical a color Bobby Make Believe (1915-1919) inspirada en el Little Nemo de Winsor McCay, pero con un tomo más humano y realista. Otra de sus aportaciones al diario es The Rectangle, una página completa en blanco y negro nacida en 1914 donde King aborda distintas historias o gags no siempre relacionados entre sí. El 24 de noviembre de 1918, The Rectangle ofrece la primera viñeta de una nueva serie: Sunday morning Gasoline Alley.


Gasoline Alley debuta en la parte inferior de esta entrega de The rectangle.


El callejón de la gasolina

Los inicios de Gasoline Alley difieren mucho de aquello en lo que se convertiría un par de años después. Sin formato fijo, moviéndose entre la simple viñeta y la tira clásica, la serie es simplemente un compendio de chistes o situaciones ligeramente cómicas que giran alrededor de un grupo de amigos y vecinos locos por sus coches. No hay que olvidar que nos encontramos a las puertas de los locos años ’20 y que la clase media puede permitirse al fin poseer un automóvil. Hombres y coches. Tres amigos casados (Doc, Avery y Bill) y uno soltero, el que se convertiría en auténtico protagonista, Walt Wallet (con un apellido -cartera, billetera- que hace referencia directa a la prosperidad de la época). El orondo y bonachón Walt se ríe de los férreos lazos matrimoniales de sus compañeros pronunciando su célebre frase “I’ll say I know when I’m well off” como canto a la soltería.


La famosa frase de Walt, el16 de agosto de 1922.


Sin embargo, el día de San Valentín de 1921, la serie da un giro inesperado y decisivo: alguien abandona a un recién nacido ante la puerta de Walt. El solterón no duda en adoptarlo y lo bautiza extraoficialmente con un inusual nombre, Skeezix, que a partir de ese momento la sociedad americana volverá a escuchar asiduamente, y no sólo en los periódicos. Este hallazgo inesperado será el detonante para el cambio de tono de la serie, que poco a poco realiza el tránsito de los chistes sobre coches a la representación de los problemas y entretenimientos cotidianos del norteamericano medio, con especial énfasis en los asuntos sentimentales, la familia, las relaciones sociales y la naturaleza. El nuevo Walt, padre solícito y benévolo, preocupado y orgulloso de su nuevo hijo, no tarda en verse atravesado por las flechas de Cupido, aunque él mismo sea el último en darse cuenta. A la barriada llega una nueva vecina, la viuda Phyllis Blossom, y aunque al principio Walt se niega a aceptar sus propios sentimientos, comienza un tira y afloja que se resolverá, años después, en matrimonio. Aquí radica uno de los puntos fuertes de la serie: los eventos se desarrollan en tiempo real, el tiempo en la tira avanza a la misma velocidad que el tiempo en casa de los lectores. Las tramas sufren pausas, se ven interrumpidas por nuevas tramas y subtramas sólo para resurgir más adelante, tal como ocurre en la vida misma, y el crecimiento de Skeezix mes a mes es evidente, permitiéndonos asistir a sus primeros pasos, sus primeras palabras o sus primeros dientes.


Primera aparición de Skeezix, el 14 de febrero de 1921.


Aunque en los primeros años King hace pivotar la historia en torno al triángulo formado por Walt, su hijoadoptivo Skeezix y Phyillis Blossom, no olvida a los personajes secundarios, que aunque caracteriza con tan sólo unas pinceladas, nunca deja de lado, añadiendo profundidad y realismo a la serie. Además, nuevos personajes enriquecerán la tira, como la criada negra Mandy, el nuevo vecino rico, Mr. Wicker o el vaquero Squint. Entrelazadas con la trama principal (la vida y los sentimientos, casi nada), otras subtramas animan la serie y sirven para desarrollar las personalidades de los protagonistas: carreras automovilísticas de lado a lado del continente, el juicio por la custodia de Skeezix, secuestros, escapadas a la naturaleza salvaje o a la floreciente Florida, bodas, misteriosos benefactores que no lo son tanto, secretos del pasado… King logra mantener el interés del público en todo momento sin olvidar darle cada cierto tiempo una buena ración de lo que lanzó la serie al estrellato, las muestras de amor paterno-filial entre Walt y el pequeño (pero creciente) Skeezix porque, como comenta uno de los personajes: “no es que Walt esté gordo; es que un cuerpo más pequeño no podría contener su corazón”.


Reunión de personajes durante el primer cumpleaños de Skeezix, el 14 de febrero de 1922.


A pesar de las muchas virtudes de la serie, el lector actual encontrará tal vez algunos motivos para el rechazo basados en la dictadura de lo políticamente correcto que impera hoy en día. King no vacila en regodearse en los estereotipos raciales, mostrando a los negros como incultos, supersticiosos y serviles, y el sexo femenino tampoco sale muy bien parado, con constantes referencias a su poder de manipulación, derroche, frivolidad y demás lindezas que se suelen (o solían) atribuir a las mujeres. Afortunadamente también, el lector moderno e inteligente sabrá encontrar en estos momentos un documento sobre la sociedad de los años ’20 y determinados estratos sociales en lugar de escandalizarse por el despliegue de conceptos “retrógrados”. También es cierto que en algunos momentos la tira resulta demasiado edulcorada, pero algunas de estas almibaradas viñetas realmente consiguen transmitir importantes dosis de ternura y humanidad. Que nadie espere tampoco gags desternillantes. De hecho, las tiras con chiste terminan en muchas ocasiones con una última viñeta anticlimática que demuestra que no es hacer reír el principal objetivo de King, sino más bien hacer sonreír y captar la simpatía del lector.


Estereotipos raciales en la tira del 26 de marzo de 1923.


Frank King, dibujante

El dibujo de Frank King no es espectacular, pero es sencillo, hermoso, en ocasiones muestra importantes dotes para el diseño, sobre todo en las páginas dominicales. Balanceado entre la caricatura en la representación de algunos, casi todos los personajes, y el realismo de los decorados y fondos (casi siempre esquemáticos, salvo cuando se trata de representar entornos naturales), su trazo no tiene la elegancia de un McCay o un McManus, ni la fuerza expresiva de un Gould, pero confiere gracilidad y verosimilitud a los personajes apoyándose en su dominio del lenguaje corporal. Tanto es así que King resuelve muchas tiras diarias (y algunas páginas dominicales) dibujando simplemente siluetas en negro de los personajes, y aún así sus acciones son claramente discernibles. Amigo de las formas redondeadas y la simplicidad, sus personajes caricaturescos se identifican merced a unas pocas peculiaridades: el mentón prominente de Bill, el puro de Avery, las gafas y la perilla de Doc… Es curioso que para representar a la mujer de este último, King decidiese darle grandes ojos sin pupilas, reflejando así la imagen de su esposo, cuyas gafas ocultan permanente sus ojos. Años después, Harold Gray adoptaría en Little Orphan Annie esta peculiaridad, dibujando a los personajes con grandes ojos sin pupilas, una de sus señas de identidad características. No es esto lo único que Gray (entre otros) aprendió de King: A King le gustaba tramar la parte superior de las viñetas, alrededor de los bocadillos de diálogo para dar empaque a la viñeta y evitar que pareciese que el bocadillo flotaba en medio de la nada, equilibrando la composición de la viñeta en su relación de blancos y negros. Este pequeño truco no ha pasado desapercibido tampoco a algunos autores actuales, y basta una mirada rápida a las páginas de Chester Bown o Jaime Hernandez para darse comprobarlo, aunque este último haya sustituido la trama manual por masas sólidas de negro.


Los colores del otoño de 1928.


Si en las tiras diarias King ofrece una labor como dibujante funcional y poco deslumbrante, más preocupado por el avance de la historia y la transmisión de emociones, las páginas dominicales son tema aparte. Como bien sabéis, la página dominical cuenta con dos o tres ventajas respecto a la tira diaria: mayor tamaño y número de viñetas (y por tanto la posibilidad de jugar con la composición de la página), color (otro elemento con el que experimentar) y la libertad de no estar tan férreamente sujeta a la continuidad. Las páginas dominicales de Gasoline Alley se encuentran sin duda entre las más hermosas e imaginativas de las primeras décadas del siglo XX junto a las de Little Nemo o Polly & her pals de Cliff Sterrett. Hasta el momento, estas páginas dominicales no han conocido una edición completa y cronológica, pero Meter Maresca ha compilado exquisitamente una selección de las mismas y Drawn & Quarterly también ha editado unas 80 de ellas en sus antologías anuales de 2000 y 2001.


Sombras chinescas para la noche de Halloween de 1927.


Con un diseño de página casi siempre basado en la retícula regular de viñetas, King juega, por ejemplo a unificar/subdividir la página, como en la serie de dominicales en las que muestra la construcción de una casa paso a paso, a la vez que los personajes se mueven por la retícula. Basándose en este experimento de King, Chris Ware desarrollaría el suyo propio muchos años después. Recordemos que es Ware quien diseña los tomos de Gasoline Alley para Drawn & Quarterly y que considera la tira una de sus obras favoritas del noveno arte.

King también experimenta con los colores, como en esos periódicos paseos que Walt practivca por el bosque acompañado de Skeezix y en los que aprovecha para describier los colores del otoño en la naturaleza. En otras ocasiones, King da rienda suelta a su fantasía dejando volar la imaginación del pequeño Skeezix, lo que le permite escenas surrealistas cargadas de belleza. Las páginas dominicales de King son un placer para los sentidos y una muestra de la inquietud del autor por experimentar con las posibilidades del medio.



King construye su propio lenguaje a lo largo de varias semanas de construcción de una casa en algunas dominicales de 1934.


A través del espejo

La obra de Frank King no necesita de explicaciones para ser entendida. Sus referencias de carácter humano son tan universales y retrata con tanto acierto sentimientos y pasiones, que cualquiera puede verse reflejado a sí mismo o a su entorno en Gasoline Alley. Sin embargo también hay una serie de referencias muy concretas sobre una determinada época y lugar (ya hemos comentado que la serie es probablemente el primer slice of life), e incluso muchos de los personajes y las situaciones tienen su paralelo en el mundo real y el entorno de King, por lo que merece la pena dedicarles unas líneas. Conozcamos algunos de ellos:

Walt Wallet: El protagonista de la serie está claramente basado en Walt Drew, hermano de la esposa de Frank King y buen amigo suyo. Su oronda figura, su buen humor e incluso su gorrito marinero, se corresponden punto por punto con los de su cuñado. Al final de este video en youtube lo podéis comprobar.





Skeezix: Tal vez Skeezix es el personaje más importante de Gasoline Alley, ya que es gracias a él que la serie cambia de rumbo y se convierte en una obra maestra. King siempre fue un hombre con un gran apego a la familia y la vida familiar, y uno de los mayores reveses de su vida se produjo cuando su primer hijo nació muerto. Afortunadamente, unos años después nacería el que sería su único hijo, Robert Drew King, trayendo la alegría y nuevos objetivos en la vida al matrimonio King. Casualmente, Skeezix aparece en Gasoline Alley el día siguiente al del cumpleaños del pequeño Robert. Casualmente también, el hijo de King contrae la escarlatina y el matrimonio es puesto en cuarentena con su hijo en casa durante tres semanas y poco después Walt se tiene que recluir en casa con Skeezix cuando este contrae la escarlatina. Etcétera. No cabe duda que de King se basa en su propio hijo y en sus sentimientos hacia él para dar vida y verosimilitud a la relación entre Walt y Skeezix, así como al desarrollo del niño. Gran parte de la trama durante los primeros años de Gasoline Alley se basa en la posibilidad de que Walt pueda perder la custodia de Skeezix, reflejando el propio miedo de King de perder a su hijo como sucedió durante el primer embarazo de su mujer.


El 17 de abril de 1923 Walt vela a Skeezix enfermo de escarlatina.


Bill y Doc: Aunque Bill es uno de los secundarios con menos gancho del callejón de la gasolina, su mandíbula prominente señala como modelo para el personaje a Bill Gannon, amigo de King y sobre todo de su cuñado Walt, con quien convivió durante muchos años. Por su parte, el personaje de Doc parece inspirado, al menos físicamente, en Joseph B. DeLee, el doctor que asistió el parto del hijo de King y a quien el autor estaría eterna y enormemente agradecido.

La naturaleza: King era un enamorado de la naturaleza. Así, sus viajes a parajes naturales como el parque de Yellowstone tenían inmediatamente su reflejo en Gasoline Alley, donde el dibujante tenía la oportunidad de introducir las maravillas y curiosidades naturales que encontraba durante sus vacaciones y que a menudo recogía en sus cuadernos de bocetos. También Gasoline Alley mostraría vacaciones en Monument Valley vividas previamente por King y su familia en carnes propias. Tanto es así que King muestra en una de sus tiras al matrimonio de colonos de John y Louisa Wetherill, una pareja de pioneros que regentaban una fonda donde los viajeros (y los navajos) que pasaban por aquellas inhóspitas tierras podían encontrar descanso y un buen baño. Se puede decir incluso que este matrimonio ha tenido su importancia en el mundo del cómic, ya que su fonda llegó a acoger a varios artistas del medio que luego inmortalizarían Monument Valley en sus páginas: el propio King, Rudolph Dirks, Jimmy Swinnerton y, muy especialmente, George Herriman, auténtico enamorado de aquellos parajes que visitaba asiduamente y que llegó a entablar una estrecha relación con el matrimonio.


El matrimonio Wetherhill inmortalizado en Gasoline Alley el 1 de julio de 1924.


Las inversiones: Los años ’20, los locos años ’20, son una época en la que el norteamericano medio sueña con hacerse rico de la noche a la mañana. Y en ocasiones lo consigue. Las prospecciones petrolíferas y el negocio de la construcción son fuente de fortunas inmediatas, y también, por supuesto, de importantes timos especulativos. En Gasoline Alley a menudo vemos a los personajes invertir en determinado negocios, muy especialmente en una subtrama en la que los amigos del callejón viajan a Florida para invertir en el floreciente mercado inmobiliario. Esto mismo lo hacía por aquellas fechas el propio King. Poseedor de una fortuna considerable gracias al éxito de su serie (llegó a situarse entre el 1% de los norteamericanos más ricos), King se dedicó a comprar propiedades aquí y allá para sacar partido a su dinero. Su figura era tan conocida en la época que los periodistas usaban sus visitas inversoras como reclamo para otros inversores.


La visita de King a Miami en 1925 no pasa desapercibida a la prensa.


Aquellas pequeñas cosas: Muchos pequeños detalles de la vida cotidiana encuentran su reflejo en Gasoline Alley. Por supuesto, todo lo que tiene que ver con los coches, con las primeras autopistas o las costumbres de los conductores, pero también la ropa y los peinados femeninos, la prohibición de beber alcohol o la importancia de la radio como medio de entretenimiento. El cine (al que King era gran aficionado), también se referencia en la serie más de una vez. Los fonógrafos, los juguetes para niños, los crucigramas (que hicieron furor cuando empezaron a vender por primera vez en cuadernillos independientes), el sistema de correos, todo aquello que conforma el día a día de la sociedad estadounidense sirve para dar verosimilitud al slice of life de Frank King. ¡Ah! Y el coche de King tenía la misma matrícula que el que conduce Walt en la serie.

Parafernalia

Hoy en día estamos más que acostumbrados al merchandising, a las innumerables figuritas del emporio McFarlane, a la maquinaria publicitaria de Hollywood en las hamburgueserías… Los personajes de King, que se publicaban diariamente durante su época dorada (años ’20 y ’30) en más de 150 periódicos de todo el país, también vivieron una explosión mercantilista sin nada que envidiar a los personajes de cómic más populares hoy en día. King, que era propietario de sus personajes (mientras que la marca Gasoline Alley y la propia tira eran propiedad del Chicago Tribune), no dudó en involucrarse en todos los proyectos y productos paralelos que pudo, básicamente por dos motivos: el primero, obviamente, fue el dinero, que permitía al autor dar a su familia todas las comodidades que requería, y el segundo fue la integridad artística, ya que no quería que sus personajes fuesen tratados de cualquier manera en aras de la explotación comercial, actitud recuerda a la que años más tarde mantendría Charles Schulz en torno a la explotación comercial de sus personajes. King era muy cuidadoso en ese aspecto. Llegó a obligar al Chicago Tribune a cambiar una cláusula de su contrato por la cual, en caso de caer enfermo, otro artista ilustraría la tira firmando como King. King accedió a la primera parte, consciente de la posibilidad de caer enfermo o verse imposibilitado temporalmente para dibujar, pero no permitió que su firma fuese usurpada por otro artista. Del mismo modo, los innumerables muñecos de Skeezix (con distintas edades) y Walt que se produjeron en los años ’20 y de los que se vendieron millones de unidades, siempre fueron diseñados por el propio autor. Además, King realizó multitud de ilustraciones para cuentos y libros coloreables basados en sus personajes, siempre de forma cuidada y elegante. La popularidad de Gasoline Alley fue tal que incluso dio lugar a una película, a canciones, juguetes, juegos, estatuillas, pins, relojes, cuberterías, barajas, libretas, radios, pañuelos e incluso zapatos. Casi nada.


La vida hecha cómic. El pequeño Skeezix juega en 1923 con un muñeco de sí mismo.


La edición

Gran parte de la información resumida en este artículo, así como muchas de las imágenes, se han tomado de la espléndida edición de Drawn & Quarterly, que bajo el título Walt & Skeezix ha publicado ya cuatro tomos de Gasoline Alley que comprenden todas las tiras diarias comprendidas entre 1921 y 1928. Lujosos tomos con tapa dura forrada en tela y con sobrecubierta, con cinta para marcar la página y páginas color hueso de buen papel. Diseñados por Chris Ware, los tomos son elegantes y con unos prólogos y apéndices de auténtica antología, con información detallada y contrastada y documentos de la época, desde fotos de familia a extractos de los diarios del autor, aportados por la nieta de King, Drewanna. La reproducción de las tiras no ha sufrido sin embargo una gran restauración, reproduciendo en muchos casos marcas del doblez del periódico, o manchas de tinta de la impresión original. Lejos de representar un problema para la lectura, estos defectos nos acercan más al espíritu y la sensación de estar leyendo la tira tal y como lo hicieron los lectores de los años ’20. Como dato curioso, gran parte de las tiras han sido cedidas para su reproducción por Joe Matt, que posee una colección personal que comprende prácticamente toda la serie, tanto de las tiras diarias como de las páginas dominicales.

Drawn & Quarterly promete una edición completa de los años más importantes de Gasoline Alley (podemos esperar que lleguen por lo menos hasta mediados-finales de los años ’30), y de momento ya se ha anunciado para el año que viene la edición del quinto tomo, que llegará hasta 1930. Los planes inicialed de la editorial eran complementar estos tomos con la edición de un volumen especial que recoja las primeras tiras y viñetas en distintos formatos previas a 1921 y varios volúmenes con las páginas dominicales a color. Sin embargo, para estas ediciones «complementarias» no se ha concretado fecha alguna. Mientras nos frotamos las manos ante la perspectiva de estas dominicales en una edición elegante y asequible y nos mordemos las uñas a la espera del quinto volumen de la serie, disfrutemos de la lectura y relectura de esta obra pionera tan real como la vida misma y tan tierna como el amor de un padre por un hijo.