La cultura es más importante que el copyright

Hace poco comentábamos un incidente durante la entrega de los Premios Harvey motivada por el discurso de Mark Waid. En aquel discurso, el veterano guionista reconsideraba el valor del copyright y hacía hincapié en la imposibilidad de luchar contra la descarga de archivos de internet y la necesidad de encontrar vías para que los creativos pudieran beneficiarse de la situación actual. Waid ha reconstruido el discurso, y aquí debajo podéis leerlo traducido.

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Me han pedido qe hable sobre lo digital, porque es algo que me apasiona y de lo que estoy muy a favor. Pero decir «¡Brindemos por los cómics digitales!» me parece un poco mundano. En su lugar, esta noche quiero hablar de nuestra preocupación por las descargas y la «piratería» y su impacto. El peligro que corremos debido a que la gente incumple el copyright. Pero primero, hablemos un poco sobre el copyright y su historia.

Lo que la mayoría de la gente no entiende sobre el copyright es que originalmente fu concebido no para proteger a los artistas, sino el dominio público… para asegurar que los dibujantes y guionistas y sus herederos no pudieran poseer a perpetuidad sus trabajos hasta el final de los tiempos porque, en determinado momento, era la idea, deberías tener que devolver a la cultura, de la misma manera que tú, yo, y todos los artistas tomamos de ella. Ciertamente, deberías beneficiarte de tu trabajo, y deberías tener protección legal, pero me parece interesante que la idea inicial fuera devolver las ideas al dominio público.

Después, este año harán exactamente 300 de ello, los editores retomaron el concepto de copyright para crear lo que son las bases de las leyes de copyright de hoy en día… pero incluso entonces, no existían para proteger a los creadores, sino más bien a las editoriales e imprentas. El copyright servía para asegurarse de que nadie pirateaba el trabajo impreso y competía con los impresores legítimos con licencia. Servía para proteger la distribución. Sin embargo, el dominio público todavía se veía como importante, porque nadie en aquel entonces o ahora puede discutir que la civilización occidental sería mejor si los herederos de Shakespeare controlaran sus trabajos y no pudiesen ser leídos sin pagar en escuelas, o si tuvieras que pagar una tasa cada vez que quisieras siquiera mirar un Degas. La cultura es más importante que el copyright.

Ese sistema del copyright, aunque imperfecto, funcionó durante siglos. Era un equilibrio decente entre copyright y cultura… te podías beneficiar de tu trabajo a lo largo de tu vida, tus herederos incluso tenían después un período de muchos años de gracia, y luego todo volvía al acervo del dominio público en algún momento mucho después de tu muerte. Pero durante las pasadas décadas, las megacorporaciones han convertido el copyright en una máquina perpetua de beneficios para ellas que nunca acabará y nunca expirará. Eso es genial para los individuos propietarios del copyright que se benefician de esa situación, pero es pésimo para la cultura. Lo que es peor, ha llevado a la mentalidad entre los creadores de que la única recomplensa aceptable por la creatividad son dólares y centavos…

…pero eso deja a la cultura y al dominio público desamparados y, de nuevo, la cultura es más importante que el copyright. Nadie dice que no debamos ser compensados por nuestro trabajo, pero estamos obligados a devolver en algún momento. Es más -y sé que en duros momentos económicos como estos es muy difícil recordarlo- también me gustaría añadir que ser capaz de contribuir a la cultura, tener la satisfacción de saber que hemos realizado un trabajo que es aceptado por otros, ver nuestas ideas extendidas y generando nuevas ideas… si calculas la compensación general del trabajo, no está exento de valor.

«Sí, profesor Waid, hippie freak, compartir está muy bien, pero ¿cómo paga eso mis facturas?»

Lo sé. Lo sé. Todos deberíamos ser compensados económicamente por el trabajo duro para así poder seguir haciendo esto y ganarnos la vida decentemente. No lo discuto. Y eso nos lleva a los archivos compartidos. Si te sientes indignado de verdad por este tema, lo entiendo y respeto. Pero me temo que una gran parte de la indignación moral que escucho respecto a los archivos compartidos es sólo una manera de intentar enmascarar nuestro pánico por cómo se está erosionando nuestra habilidad para ganarnos la vida con nuestro arte bajo los modelos de negocio actuales.

Mira, si estás en el mundo del cómic sólo para hacer dinero, lo respeto. En serio, no es sarcasmo. Pero si estás aquí para ganarte la vida y al mismo tiempo encontrar una manera de devolver al mundo, entonces los archivos compartidos no son un problema… son una oportunidad.

Te guste o no, las descargas están ahí. Los torrents y los archivos compartidos están ahí. Eso no va a desaparecer. Yo no estoy aquí para atacarlo o defenderlo… no voy a cambiar las ideas de nadie en ninguno de los dos sentidos, y todo el mundo en América tiene ya evidencias anecdóticas «demostrando» cómo esto perjudica o ayuda al medio… pero yo estoy aquí para decir que eso no va a desaparecer… y tenerle miedo, el miedo a los archivos compartidos, el miedo a las descargas ilegales, el miedo a cómo internet cambia el mundo editorial en el siglo XXI, ese es un miedo legítimo, porque todos estamos preocupados por poner comida en la mesa y dejar un legado a nuestros hijos, pero estamos usando nuestra energía en algo que no podemos detener, porque los archivos compartidos no van a desaparecer.

Y os diré por qué. No es porque a la gente «le guste robar». Es porque el mayor cambio social en los últimos cinco años es que estamos entrando en la era de compartir. Twitter y YouTube y Facebook… todos se basan en compartir. Compartir enlaces, compartir fotografías, enviar un vídeo de un gato haciendo algo estúpido… esa es la era en la que estamos entrando. Y tanto si compartes cosas que técnicamente no son tuyas como si no, tanto si estás enfadado porque lo ves como una «generación del tengo derecho» como si no, ese no es el tema… el tema es que está sucediendo, y la habilidad de internet para recompensar el compartir ha reavivado el concepto de que el dominio público tiene un valor cultural. Y entiendo que te sientas moralmente indignado por ello y creas en el fondo que una generación entera es criminal y que te están quitando la comida de la mesa, lo respeto.

Pero la indignación moral es a menudo la manera en que nos enfrentamos al miedo. Es una falsa sensación de poder ante el rostro del miedo. Y estoy aquí para deciros que si en el fondo no reaccionáis por indignación moral sino por miedo a internet y el camino que está siguiendo el negocio editorial… eso son buenas noticias. Porque es algo que podemos arreglar.

Somos el medio más inteligente y más creativo de América. Sacamos ideas de manera periódica, bam, bam, bam. No sacamos un guión cada tres años. No ideamos un programa de televisión cada 10 años. Hay más ideas en una tienda de cómics un miércoles que en Hollywood en tres años. Somos claramente malos negociantes, pero no hay quien nos iguale en creatividad e inventiva, y hay maneras de hacer que los archivos compartidos trabajen para nosotros en lugar de encogernos temiendo de que vayan a destruirnos.

Voy a desarrollar algunas ideas durante las próximas semanas sobre cómo yo, personalemente, quiero que los torrents trabajen para mí, no que me quiten, y cómo planeo cambiar el paradigma. Muchos de vosotros ya tenéis ideas parecidas o las tendréis, también. No lo digo para darme publicidad; simplemente quiero que quede constancia de que quiero recorrer el camino. Mis ideas pueden funcionar. Pero voy a compartirlas. Y si no funcionan, voy a seguir intentándolo. Y voy a establecer foros en los que podamos compartir nuestras ideas al respecto, y os invito a todos a expresarlas. Quiero que de verdad mantengamos un diálogo abierto. Podemos definir los términos del mundo editorial del siglo XXI en lugar de que los definan por nosotros.

No quiero tener miedo. No quiero entrar en la tercera década de mi carrera aterrorizado porque el negocio editorial se vaya a ir por el retrete cuando tenemos el poder de modificarlo. En realidad, tenemos la ventaja de poder ver cómo otros medios han administrado mal sus intentos digitales a lo largo de 10 años y aprender de sus errores. Podemos encontrar -y lo haremos- maneras de que internet trabaje para nosotros y para el enriquecimiento de la cultura.