El máximo de emoción con el mínimo de líneas



Bueno, os habréis ido fijando que he ido derivando también, en el trazo y en todo, cada vez a un minimalismo y a una limpieza máxima. No sé por qué, pero a mí me parece que lo máximo a lo que puedo aspirar como dibujante es a conseguir expresar el máximo de emoción con el mínimo de líneas. Y hacia ahí voy. De hecho es la única cosa que tengo mínimamente clara en mi vida artística y creativa. Todo lo demás, repito, cada vez que llego a un cruce cambio de dirección.

Estas palabras las pronunciaba Max hace unas horas en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, dentro de las jornadas UCMCÓMIC. A continuación, más extractos de su charla.



Os podría decir muchas cosas chulas de este cartel, porque me las dijo a mí Kiko Veneno un día. Un día me cogió por banda, mucho después de que yo hubiera hecho el cartel, y me dijo, “Max, tío, ese cartel que nos hiciste… Ahí está toda la historia del rock’n’roll, tío.” Kiko estaba ciego, pero yo también estaba ciego. La verdad es que yo recuerdo que me lo argumentó todo perfectamente, y que todo encajaba y tenía sentido. Lo malo es que no me acuerdo de nada. (risas) Y él, probablemente, tampoco. Pero bueno, en todo caso, a mí gráficamente me encanta y además creo que fue una bonita manera de resolver el hecho de que dos músicos, que cada uno de ellos había tenido una carrera distinta, de repente se juntaban para hacer una serie de conciertos. Fijaros que os he hablado al principio de los cruces, las encrucijadas, etc. Muchas de las composiciones de mis ilustraciones forman una X.



Esta fue una portada para la revista The New Yorker, la primera que hice de las dos que he hecho. Es decir, de las dos que me han publicado, porque he hecho unas cuantas más que no me han publicado. Es como muy complicado publicar allí, pero por otro lado, se intenta. Es la revista que creo que mejor paga en todo el mundo y es una revista que sale semanalmente desde hace… desde el año 1914, o 1920 o así, sale interrumpidamente siempre con ilustradores en la portada, y para mí fue tocar el Olimpo. Este es también uno de mis trabajos preferidos. Y hablaba de copiar… no lo he traído aquí, pero si conocéis un cuadro de El Bosco… ¿es El Bosco o es Brueghel? Uno que es Cristo llevando la cruz, donde solo hay rostros, básicamente, y la cruz. Es el rostro de Cristo cargando la cruz y cantidad de caras mirándole mal. Caras facinerosas y tal. Pues yo para esto me inspiré en todas esas caras. Y realmente si tuviéramos al lado el cuadro, veríais con claridad lo de las caras.



Anécdota curiosa: en The New Yorker, ante la primera versión que yo les mandé, me dijeron, “son todos blancos, aquí faltan negros, hispanos y judíos.” (risas) Y dije, “vale, no hay problema. Negros, hispanos, judíos, vale.” Lo mando otra vez y me dicen, “los judíos no pueden tener la nariz aguileña. Los negros no pueden tener los morros gordos.” ¡Joder, qué coño queréis que haga! Fue mi primer topetazo con la corrección política.



Y después de esta época, de repente, me harté otra vez más de todo esto, es decir, llego a otro cruce y digo, “ahora voy para allá.” Y dije, “tengo ganas de hacer lo contrario, absolutamente.” Algo divertido, delirante, con colores alegres, con mucho humor y con mucho desmadre. Y al mismo tiempo, y ahora voy a lo de los personajes, pensé, “me he quedado sin lectores.” Lo que es cierto, me había quedado sin lectores porque había dejado de publicar cómics y porque con estos que estaba haciendo cada historia era de su padre y de su madre. Y entonces pensé, “si quiero seguir haciendo cómics, necesito lectores que los lean. Que los compren. Y eso solo lo voy a conseguir si creo un personaje que enganche.” Y así fue como creé a Bardín. Sin embargo, tenía muy claro que no quería caer en algo que me pasara como con Gustavo y Peter Pank, que me llegara a cansar. Así que me planteé una especie de experimento que no sabía si era posible, que es que el personaje no tuviera personalidad en cierto modo. Porque fijaros, eso no solo me pasa a mí, le pasa a todo el mundo que trabaja con personajes. Fijaros cómo son los lectores de cómic que cuando Hergé, después de muchos años dibujando a Tintin, decidió cambiarle los pantalones bombachos por unos acampanados a la moda en esos años, los lectores se pusieron furiosos.”¿Cómo nos tocas a Tintin?” Es que no le podía tocar ni los pantalones. Y eso es un fenómeno que se da mucho en el mundo del cómic. El lector fan de un personaje no tolera que el autor le cambie nada. Entonces, yo quería evitar esto a toda costa, y me pareció que la única manera era crear un personaje sin personalidad, un personaje que fuera dúctil, que fuera útil para cualquier tipo de historieta, para cualquier género de historias, fueran de humor, de terror, absurdas, de humor negro, poéticas, cualquier cosa, algo de lo que yo pudiera echar mano continuamente.

Como ni yo mismo tenía muy claro de qué iba a ir este personaje, me dediqué a foguearlo en base a hacer historietas muy cortas para todo tipo de publicaciones, desde fanzines hasta periódicos en los que, cuando alguien me pedía una colaboración, yo le enchufaba una historieta de Bardín. Y cuando vi que empezaba a tener sentido, no el personaje sino las historias, cuando empezó a estar claro que ahí había algo de fondo que unificaba todo, fue cuando me decidí a publicar primero un comic book, de 32 páginas creo que era, que me auto edité yo mismo.



A Chris Ware le mandé un mail un día sin haberlo conocido nunca, y le dije, “mira, soy un dibujante español, me interesa mucho lo que haces, tengo aquí una revista y me gustaría publicar historietas tuyas. Podemos pagar una miseria, pero no sé, tú dirás.” Y el tío me contestó muy amablemente diciendo “vale”. Bueno, no dijo solo “vale”, me preguntó “¿quién va a rotular mis historias?” Y entonces yo le dije, “lo voy a hacer yo.” Y entonces me dijo, “te voy a enviar las plumillas que uso yo. Para que lo hagas igual.” (risas) Y la verdad es que me mandó un paquete con reproducciones grandes de la historieta que yo le había pedido, que era una historieta en blanco y negro de uno de los primeros Acme Novelty con una nota que decía “te adjunto dos plumillas para rotular.” Pero lo cierto es que yo abrí el sobre y allí no había nada. O se le olvidó meterlas, o se cayeron por el Atlántico. Pero en el sobre no estaban las putas plumillas. “¿Y ahora que coño hago yo?” Intenté buscar un rotulador con el grosor adecuado y me entrené un poco para hacer su letra. Me rotulé la historia, acabé loco. Pero se lo enseñé y el tío me dijo, “muy bien, muy bien, nadie me había rotulado tan bien.” Y digo, “uf, gracias. Gracias, maestro.” (risas) Y a partir de entonces le hemos ido publicando algunas historias, siempre las he rotulado yo. Siempre me ha felicitado, porque es un tipo sumamente amable, aunque huraño. Es muy amable, siempre me ha felicitado por como las rotulo, pero yo he llegado a odiar también aquello… Dije, “yo no vuelvo a rotular a Chris Ware. Cada vez es peor. Cada vez pone más letra y más pequeña el hijoputa.” (risas) Dije, “no aguanto más.” Y justo en ese momento me llaman de Planeta diciéndome si quiero rotular el Jimmy Corrigan. Les mandé al cuerno. (risas) Y esa es mi relación con Chris Ware. Lo he encontrado un par de veces por ahí, en festivales, y bueno, es amable y atento pero es imposible sentarse a tomar una caña relajadamente con él y tal. Hace unos meses estuve en Chicago, intenté que me concediera audiencia, pero no hubo manera. El hombre está muy ocupado siempre. No me extraña, haciendo lo que hace. La única manera de hacer lo que hace es evitar a los pesados como yo.



Y bueno, sí, su influencia en mí ha sido bastante grande. Yo, como todos, he quedado deslumbrado por lo que hacía este hombre y he hecho lo que he hecho siempre. Cuando alguien me gusta mucho, ya lo he dicho, intento adoptar la parte de novedad que aporta y que a mí me puede servir. Yo creo que sobre todo se ha notado en el tamaño de las viñetitas. Él hace muchas páginas con muchísimas viñetas… se ha notado bastante en algunos experimentos que he hecho narrativos a través de la página… Pero vamos, yo creo que no he abusado para nada de eso. Hay gente que me decía que Bardín se parecía a Jimmy Corrigan. Yo no lo veo. Vaya, es pequeño y cabezón, sí, pero… Yo Bardín lo inventé antes de haber visto los Acme, y para mí Bardín viene de la escuela Bruguera, es una evolución de eso.