Cortocuentos (Crespo & García)


Cortocuentos (Crespo & García). Astiberri, 2009. Cartoné. 128 págs. Color. 17 €

A estas alturas resulta un poco ridículo pararse a presentar a Borja Crespo: desde hace un buen número de años viene ejerciendo de dibujante, guionista, crítico, divulgador, organizador de salones y casi cualquier otra cosa que os podáis imaginar relacionada con el mundo del cómic (y del cine, pero ese es otro tema). Aunque tal vez su nombre no suene tanto, Chema García, apasionado admirador de Manuel Vázquez, tampoco es un recién llegado, y lleva más de una década dando el callo como ilustrador e historietista en diversos medios, desde revistas musicales a revistas de cómics, desde fanzines a empresas de publicidad. En la obra de ambos autores se respira el gusto por lo underground, por la serie B desenfadada y gamberra, así que no es de extrañar que hayan terminado cruzando sus caminos para colaborar en este proyecto que Astiberri ha puesto en la calle. Y sí, la serie B está ahí, con sus monstruos, con sus robots, sus niños chungos y heladeros inquietantes, pero en Cortocuentos hay más, mucho más.

Construido a base de historias de entre cuatro y seis páginas de apenas una frase e ilustración a página completa, Cortocuentos es como una bolsita de almendras saladas. Cada uno de los cuentos del libro es un bocado energético que a la vez contiene ese poso de amargura y esa pequeña dosis de veneno que se nos queda dentro y provoca un retortijón en el estómago. Y sin embargo, esas mismas historias, ofrecen también ese regusto salado, ese momento de diversión y subversión que anima a pasar la página y comerse otra almendra, o lo que es lo mismo, leerse otra historia, hasta terminar la bolsita o acabar el libro, lo que suceda primero. Porque Crespo y García han hecho un libro, todo hay que decirlo, muy divertido, pero que a veces se te clava dentro, un poco a la manera de lo que le gustaría hacer a Tim Burton si supiera, y lo que tan bien sabía hacer Edward Gorey, trayendo un poco de magia al mundo y mostrándonos tanto su cara como su cruz, pero sobre todo su cruz. Hay mucha mala leche en algunas de las historias que ha escrito Crespo, pero también hay mucha dulzura y cariño. Son minicuentos de doble filo donde sorprende la capacidad para crear un ambiente y desarrollar una historia en apenas cuatro frases y además hacer que la última de ellas dé un giro inesperado a toda la historia y por lo general acabe con el protagonista hecho unos zorros, por dentro o por fuera, o por los dos lados, que en el mundo de los cuentos todo puede pasar. Historias amargas, ya decíamos, donde los autores hacen suya la máxima de que menos es más. En algunos casos los autores se permiten tirar de crítica social, pero tampoco es eso lo que impera en estas historias, que gustan más del lado humano, que es lo mismo que decir de la desesperación, la soledad, el amor y la necesidad de exprimir la vida.



Claro que, sin las ilustraciones de Chema García, Cortocuentos sería realmente un librito muy pequeño, apenas un poemario de juguete. Con ellas, sin embargo, se convierte en una cosa muy grande, porque la combinación de los pequeñosa textos con las grandes ilustraciones consiguen hacernos llegar un mensaje rico y con fundamento. García da un auténtico recital de dibujo, y que me aspen si ahora mismo recuerdo un solo autor que en un mismo libro haya hecho este alarde de versatilidad en el uso del color, de la línea, de todo aquello que sirva para evocar una atmósfera que le sirva para añadir matices a las mini historias y convertirlas así en microcosmos autónomos. El dibujante es capaz de recrear el ambiente más oscuro y malrollista y en la siguiente historia sorprendernos con un maravilloso mundo de piruletas, cálido y luminoso, pasando de las influencias -o al menos amí me lo parece- de Thomas Ott a las de Jim Flora, de las de Dave Cooper a las de Raymond Briggs, siempre sin perder su toque personal. Yo apuesto a que guionista y dibujante se lo han pasado de miedo haciendo este tebeo… o libro ilustrado -me importa poco su definición, lo que me importa es su afinación-, y también apuesto a que constantemente se sorprendían mutuamente al realizarlo y trataban de elevar el listón en la siguiente historia.

Por si el trabajo de los autores no fuera suficiente, Astiberri edita con mimo, haciendo llegar a nuestras manos un producto bonito, robusto, con empaque, arropando cada historieta entre dos ilustraciones ad hoc que suponen sendos comentarios sobre la misma. Cortocuentos es un lujo de tebeo dirigido por igual a niños y adultos, porque los niños también tienen derecho a saber que ahí fuera, además de la violencia a la que se les expone sin pudor, también existen la infelicidad y los finales tristes. Y las almendras.